Partida Rol por web

La Chiquilla de Thomas blandió su espada sobre Marcello tratando de retenerlo.

-¡Corred! -les exhortó.

-¡Oana! -exclamó sorprendida y agradecida al ver a la Chiquilla.

Sin pensarlo obedeció y tirando de Thomas para ayudarle a caminar se dirigió hacia la puerta.

-¡Vamos!

Thomas caminó ayudado por Rosalía lo más rápido que pudo. Ambos pasaron junto a Marcello y enfilaron el pasillo hacia la esquina que a su vez conducía al "salón" y las escaleras.

-¡Paolo, no dejes que salgan! -ordenó el Giovanni durante su forcejeo con la Chiquilla.

Rosalía sintió una lengua de frío recorrer el pasillo. Entonces las puertas de las habitaciones a sus lados comenzaron a abrirse y cerrarse frenéticamente y desde el fondo al que se dirigían una nube de cuchillos volaba directamente hacia ellos.

Rosalía se lanzó al suelo junto a Thomas, en un intento de evitar al fantasmagórico ataque. Sin embargo los cuchillos variaron de dirección. El Ventrue hizo un titánico esfuerzo para poner su cuerpo sobre el de la castellana. La hojas impactaron en su espalda sin perforar la carne.

Los dos Vampiros se incorporaron y continuaron corriendo, perseguidos por el ensordecedor protesto de las puertas al abrirse y cerrarse. 

-¡Vamos! ¡Vamos! -gritó Oana justo detrás de ellos. Cojeaba de la pierna derecha.

En un rápido vistazo Rosalía vislumbró tras la Ventrue el cuerpo de Marcello con su propia estaca atravesando su pecho.

¡Maldita bruja! -escucharon decir a Luca al doblar la esquina. Unos zarcillos de una viscosa esencia negruzca lo retenían contra la pared.

-Silencio, Profanador de Tumbas -le ordenó Lucita deslizando uno de los tentáculos de sombra hasta tapar la boca del Giovanni-. Tú y los de tu familia ya no sois bienvenido en este Reino.

Rosalía sonrió al ver que también Lucita había acudido en su ayuda, pero sus ojos se detuvieron en el Giovanni al pasar ante él.

-Olvidaos de nosotros y de la Corona, Luca, o lo pagaréis -dijo fríamente-. Estácalo también -ordenó a Oana antes de seguir adelante junto a Thomas.

-Parece que lo de evitar riesgos no es lo vuestro -dijo Lucita con media sonrisa ayudando a Rosalía a cargar con Thomas.

Oana sacó una estaca del zurrón a su espalda y se acercó para clavarla en el pecho del indefenso Giovanni, pero una fuerza invisible golpeó su brazo, lanzando la madera por el pasillo.

-¡Dios! -maldijo la Ventrue.

Luca miró entonces a Rosalía con los ojos cargados de odio. Apretó sus dientes y sin duda concentró el poder de su Sangre para tirar de uno de los zarcillos hasta librar su brazo derecho. Rápidamente se deshizo de la viscosa sombra que lo amordazaba.

-¡Maldita seais, Rosalía Caeiro! ¡Yo os maldigo, por el poder los muertos! ¡Estaba tan cerca! Tened por seguro que no olvidaré esta afrenta.

Lucita se detuvo y se esforzó por convocar nuevos tentáculos sobre el cuerpo del Giovanni, pero entonces un viento frío y casi huracanado recorrió el pasillo acompañado de mortuorios susurros que parecían arañar las paredes.

Seis nuevos tentáculos surgieron de las sombras, pero algunos de ellos fueron arrancados antes de llegar a tocar a Luca.

Afrenta... Después de secuestrarnos para violar nuestra memoria.

-Eres un demente, Luca Giovanni -respondió furiosa a su amenaza-. ¡Vámonos! -exhortó a las demás apretando el paso hacia las escaleras.

Rosalía divisó esperanzada las escalera y se dispuso a subir para salir de la cripta. Entonces sintió el frío toque de las manos inmateriales de los fantasmas comandados por Luca, que la aferraban para impedir que avanzaran. De la expresión de esfuerzo de Lucita pudo comprender que también la agarraban a ella.

Los rugidos de Luca a su espalda se iban haciendo más y más bestiales mientras trataban de forzar sus sombrías ataduras.

Rosalía, impulsada por la rabia y el anhelo de escapar se deshizo de la presa de los espíritus sin apenas dificultad, soportanto uno de los hombros de Thomas sobre el suyo propio, mas al ascender dos escalones, algo la retuvo a ella y al Ventrue. Lucita, quien sostenía el otro brazo de Thomas, estaba teniendo problemas para seguir.

Un gutural alarido atravesó los corredores. Luca había sucumbido al Frenesí y ahora, espoleado por la Bestia, no tardaría en liberarse por completo de sus ataduras y correr tras sus presas.

-¡Oana! -llamó a la Chiquilla con la voz casi rota por el esfuerzo.

A través de la espalda de Thomas aferró la mano de Lucita y tiró de ella intentando liberarla de la fantasmagórica presa. No quería dejarlas, no si no era completamente necesario.

Oana, que estaba ya en vanguardia adelanta en las escaleras se volvió ante la llamada de la Toreador.

-¡Dios mío!

Descendió cojeando hasta la altura de Rosalía y agarrando a Thomas y Lucita tiró de ellos.

-¡Por todos los santos! -protestó la aragonesa apretando los dientes-. No puedo. ¡Me aferran cada vez más!