Partida Rol por web

- ¿YA? - aquello me sorprendia, el Hada no me dijo nada de que fueran arrasar la zona de mi casa solo la ciudad, vivir en el bosque tendria que haberme aislado de esos ataques repentinos, pero era logico tambien pensar que el ataque se produciria desde los bosques para evitar que los vieran..., no me quedaba mas remedio que confiar en el Hada y en la chica.

- Dame un momento no tardare mucho - ya podria el hada haberme avisado de las cosas, así como minimo estaria preparado y con todo listo, por suerte para mi no tenia demasiadas cosas importantes ni necesarias para llevarme.

Reuni todo mi equipo y me dispuse a salir en el menor tiempo posible - Listo, ¿tu duende te dio alguna explicación mas?, mi Hada apenas dijo nada -

- Fue un elfo, no un duende, y no, nada más, solo que debíamos escapar, que si moriamos era el fin... un montón de cosas sin sentidos, pero se que van a atacar, yo mismo escuche a dos hombres hoy, creo que eran soldados, y hablaban de una orda de orcos que se disponían a atacar, mañana darán el aviso para que ataquen la ciudad, así que debemos darnos prisa y estar lo más lejos de aqui cuando eso suceda- toqué el mango de mi espada, era lo único de valor que tenía, lo único que deseaba llevarme

         De pronto la hadita apareció volando nuevamente por la ventana. Miró a los dos jóvenes con gran deleite y hasta admiración aunque ellos dos no tenían mucha idea de la parte que les tocaba en todo ésto.

        -No os apuréis. Quiero decir, la horda atacará pasado mañana. Preparad las cosas con tranquilidad. Saldréis pronto, no más tarde que mañana al anochecer porque luego los orcos ya estarán demasiado cerca. He vuelto para guiarlos un poco. Mis jefes me lo han comandado, y con las ganas que tenía de quedarme tirada en las flores.

        Gladia se acercó a Tara y la saludó.

        -Hola, tú eres ella. Que bien! Soy Gladia y es un placer, mi señora. Bueno, bueno preparaos. Ahora comed algo y luego empezáis a preparar un equipaje liviano.

- Mi nombre es Tara- le dije a la hada- ¿Puedes explicarnos un poco de que va todo esto? ¿Por qué los orcos van a atacar? ¿Y cual se supone que es nuestro cometido? Y lo más importante, ¿por qué nosotros?

Todo sucedia demasiado rapido y demasiado a saltos, la chica me ecia que teniamos que correr a toda velocidad o nos alcanzarian y justo antes de que le pudiera decir nada aparecia de nuevo mi Hada para decirnos que no, que esperasemos hasta mañana para partir y nos preparasemos con cuidado, aunque la verdad es que yo no tenia mucho mas que preparar.

- Yo mas bien preguntaria... ¿que podemos hacer nosotros?, osea la ciudad cuenta con un ejercito y no vana poder hacer nada, yo no se ella - dije señalando con la cabeza a tara - Pero yo no soy un guerrero ni nada parecido, soy granjero y cazo para sobrevivir nada mas, así que alguna explicaciones me vendrían bien -

- Yo me defiendo con la espada, pero no soy una experta, el ejercito de la ciudad... no sé, vi a esos humanos y eran soldados, no sé si de la ciudad, pero si hay soldados de la ciudad que estan infiltrados o de lado de los orcos tendrán serios problemas...

                Gladia oyó todo con mucha atención. La pequeña hada intentó explicar lo mejor que podía lo que sabía sobre este suceso que pronto iba a acontecer, de hecho… que ya estaba en camino.         

                -No sois sólo vosotros. Habrá cuatro que se os unirán pero aun con la magia de los elfos y hadas no hemos logrado localizarlos. Sabemos que, desde las Tierras del Caos, vendrá un ejército Orco como no ha conocido esta tierra. Lo hemos visto, aunque demasiado tarde para alertar a todos y salvar al pueblo.

                Gladia se sentó en el borde de la mesa.

                -Ellos no vienen a matar a todo el mundo. Su Rey quiere gobernar este pueblo en sus sombras. Sólo matarán a los que se rebelen y a los Elegidos.

                La hadita continuó.

                -Vosotros tenéis una marca, una de nacimiento que sólo conocemos los seres mágicos que hemos estado estudiando la Leyenda. En la parte baja de vuestra espalda, bajo la luz de la segunda Luna de Roshendal, si os bañáis con agua de los Lagos Encantados la veréis aparecer. La Leyenda es muy antigua y está rota en partes, incompleta. Nuestros sabios no pueden saber mucho pero sí saben que debemos sacarlos de aquí. Y en el camino, encontraremos a los otros, o ellos nos encontrarán. No es fácil de comprender.

- Nos iremos de aqui, eso lo he entendido, debemos huir para salvar nuestras vidas porque somos parte de "los elegidos", ¿pero a donde vamos? ¿Cual se supone que es nuestra misión?

Tara se sentó en una de las sillas mirando a la pequeña hada, todo había pasado demasiado rápido y no nos daban mucha información, solo la que ya sabiamos

"Los Elegidos" no se podia luchar contra el destino por mas que uno quisiera, si el destino te elegia para una misión no tenias mas remedio que cumplirla o todo a tu alrededor se conjuraria para terminar obligandote hacerlo, por desgracia era complicado cumplir una misión sin que uno tuviera idea de que tenia que hacer.

- Supongo que no tendremos mas remedio que caminar en dirección contraria al ejercito orco para evadirnos de ellos y así empezar con ese destino nuestro como elegidos... - no me gustaba nada en absoluto aquello, pero no sería yo quien lo dijera delante de mi Hada.

         Los dos soles de Roshendal brillaban sobre su cielo. Kib estaba sentado, a orillas de un lago, tomando unos sorbos de su agua pura. El aire tenía esos vestigios de peligro, Kib no sabía bien por qué, pero se sentía en el ambiente.

         Unas aves multicolores pasaron surcando el aire con enorme velocidad y se alejaron hacia las montañas. Algo se estaba cociendo. Desde la mañana que la criaturita había sentido como una advertencia en el ambiente. No podía definir exactamente qué, pero sus sentidos estaban alertas.

         A lo lejos, aunque no tanto, se veía el pequeño y alegre poblado. Lleno de casas bajas con techos de paja, gente llevando sus cosas al mercado para comprar o vender y artesanos fabricando todo tipo de cosas. Al este de allí estaba el bosque de los elfos, un hermoso territorio pero no para cualquier explorador ya que era muy fácil perderse. Al sur estaban las montañas y al norte, al norte estaba la tierra negra. Un lugar en donde hace mucho tiempo vivía el Caos y ahora sólo quedaban ruinas y terreno estéril.

        Kib sintió un movimiento en la espesura, a su derecha. Giró su cabeza y no vio nada, pero definitivamente había sentido algo.

                 Bregor se había levantado antes de lo acostumbrado. Estaba en el pueblo, en el mercado, comprando una hogaza de pan para viajar un poco y llevar algo de alimento.  Esta mañana se había despertado con un nudo en el estómago, un presentimiento que no lo dejaba estar tranquilo.

                Todo el día seguía con esa sensación de que algo malo iba a pasar, aunque no tenía idea de qué.

                -¿Algo más, señor? –preguntó la mujer del mercado, una que vendía todo tipo de panes y masas. Bregor volvió a la realidad, el plan que tenía para hoy era caminar un poco por los alrededores del poblado. Tanto porque el aire le hacía bien como porque quería despejar su cabeza y esa impresión de que había tenido una pesadilla de la cual no podía acordarse. Sin embargo quedaba mal que no contestara a la mujer así que miró su mercancía una vez más: había pasteles de nueces, budines de arroz dulce, bollos de crema, panes caseros, y hasta sándwiches completos de ciervo salvaje para llevar.

               Había llegado a Rhosendal porque debía encontrar a los otros destinados a una misión que no tenía igual: pronto la tierra que ahora era pura y llena de vida, sería invadida por la maldad, la avaricia, el Caos y la muerte. El pequeño ser sabía que no podía, ni debía, intentar atacar ese mal en soledad. Una hada del bosque Fae (en el cual residían las cortes de las Hadas y los Elfos) le había informado que buscase a los demás.

                Tenía consigo a su enorme compañero, así que estaba caminando en los lindes del pueblo por temor a asustar a la gente con la presencia de Rallitas. Lo que sabía de la misión era solamente esto: en dos días los Orcos atacarían Roshendal guíados desde el Norte, desde las Tierras del Caos, nada podían hacer para evitar este ataque. Debían escapar del pueblo para ser entrenados en las afueras.

                Con el tiempo volverían y derrotarían al Terrible Rey que iba a ocupar el trono. Eso, y no mucho más, solamente eso sabía la criatura extraña. Debía entrar al pueblo a ver si detectaba a alguno de los que iba a compartir esta misión junto a él. No sabía cómo eran pero, según lo que el hada le había dicho, él lo sentiría cuando estuviesen cerca.

        Estaba caminando por un bosque. Dentro de unos pocos kilómetros, ingresaría al poblado de Roshendal. Había oído rumores, en un sueño, que no era un sueño normal porque él sabía diferencia uno de una visión, que las personas en Rhosendal estarían en peligro. De camino sintió un ruido entre la maleza. Se acercó, agachado, vislumbrando si era de algo que podría implicar peligro. Lo que vio fue una criatura pequeña, roja y blanca, con ojos grandes que miraba hacia dónde él se encontraba pero parecía no haberlo visto.

        Estaba seguro, vaya a saber por qué, de que ese ser le había aparecido en su sueño. El mismo era con una mujer, para variar, de una hermosura sin igual. Ella le había hablado con palabras gentiles y poderosas. 

        -Ve a la séptima casa de techo Rojo en el pueblo de Rhosendal. Allí mora el Elegido. Ve y espera que pronto recibiréis instrucciones de las cortes de los elfos y las hadas. Estamos buscando a los demás, para que unos contacten a otros... ve.

Mientras iba sumergido en mis pensamientos la visión de ver a aquel ser me resultó extraña, pero después de todo yo mismo había tenido esos sentimientos que me llevaron a emprender este viaje.

Había escuchado cosas sobre el elegido, me esperaba que fuera alguien fuerte y galente digno de su título, alguien que hiciese honor a su raza y fuese el exponente de la masculinidad y la fuerza de los humanos, de no ser así me llevaría una gran decepción, pero al menos estaba yo con mi genialidad para apoyarlo.

Me dirigí directamente hacía la séptima casa de techo rojo, esperando a ver que me encontraría.

"Una flor de rosaaaaal y una rama de matorraaaaaal

se decían una a otra ¿eres tú la que huele mal?

eres tú, no soy yo, yo que va, fijateeeeeee

es el sapo de aquí atrás que ha eructado otra veeeeez"

¿Jajaja has visto rallitas que canción más divertida? uys creo que ya hemos llegado...

Rallitas, esta gente es muy rara mira llevan muchos trapos pegados al cuerpo - indica al tigre refiriéndose a los ropajes de la gente "civilizada" - desde luego, con la calor que hace, son gente muy rara, desconfía rallitas, desconfía...

Rallitas frunce el ceño y hace como si vigila más de lo normal, está acostumbrado a los monólogos de Kurtok y a veces es mejor seguirle la corriente para que calle un rato.

Bueno Rallitas creo que deberías quedar vigilando por esta zona de vegetación, se ve que esta gente tan extraña pueden tener miedo a que te comas su gato o algo así lo cual es una tontería porque los gatos no te gustan, donde esté un buen jabalí... ¿Verdad?  - Rallitas asiente con la cabeza mientras babea - Ya sabes un silbido y vienes como el viento.

La "extraña pareja" tenían ensayado una llamada para que Rallitas acudiera que utilizaban para encontrarse ambos dentro del bosque.

Kurtok es ferviente defensor de los seres animales pero comprende el ciclo de la vida y que los animales necesitan otros animales para sobrevivir por lo que no reprenderá la caza  siempre que se haga en igualdad de condiciones y por necesidad, es algo natural y debe ser así.

Así pues el Gnomo se adentra en el poblado sin Rallitas y completamente desnudo, llevaba una honda para taparse pero hacía demasiada calor.

¡Oiga, oiga perdone! Desde luego ¿no tiene usted calor con esos trapos andrajosos?

Un día hubo un conejo, que tenía calor era cachorro y estaba amamantándose de su mamá por lo que decidió darse un paseo para airearse, ¡cuando se quito de las tetillas se dió cuenta de que estaba mamando en la mamá de otro! ¡Juas que susto se dio el pobre! ¿De que hablábamos?

A sí, ¿hay algún lugar de esta atrocidad de poblado que tenga personas valientes y fuertes? Me gustaría conocerlas si es posible...

¿Sabe que si hace una tisana con hierbabuena, romero y una pizca de tierra roja seca podrá quitarse ese grano tan horrible que tiene en la cara?

La sinceridad de Kurtok, su inocencia, desconocimiento de las costumbre civilizadas y descaró marcó el primer encuentro de Kurtok en el poblado

  - Disculpeme, me había quedado embobado mirando las calles del pueblo ¡Jejeje! Es muy bonito. Pues si, me gustaría algo más - Bregor sacó dinero suficiente para las raciones de viaje que había comprado y un dinero extra - Con el dinero que sobra reparta pan y sandwiches entre las personas necesitadas del pueblo, por favor. - Bregor mostro una sincera y amplia sonrisa a la dueña de la tienda. - ¡Gracias de nuevo! - Bregor se alejó mientras daba un buen bocado a una hogaza del fabuloso pan de pueblo.

  A continuación marchó por todo el pueblo para inspeccionar la zona y ver si había algún problema en el pueblo y ver si podría ayudar.

No me gustaba nada aquella sensación, me inquietaba y me hacía sentir vulnerable. Me quedé un largo rato en silencio, observando la maleza por si volvía a moverse, pero al no lograr distinguir nada, desistí. Volví a dar un largo sorbo de agua antes de levantarme, luego miré al cielo y me pregunté cuantas horas de sol quedarían y si mis cortas patitas me llevarían hasta al poblado antes de que cayera la noche. Pasar la noche al raso no era algo especialmente preocupante, y menos para un kobold pequeño como yo, pero pasarla al lado de una buena fogata siempre resultaba más agradable.

Me eché el laúd al hombro y tras rebuscar en el cinto algo que llevarme a la boca me puse en camino hacia las casas, en otra ocasión me hubiese pasado el viaje cantando, pero tenía la extraña sensación de que era mejor idea ser discreto y pasar desapercibido hasta llegar al poblado.

              Gladia explicó a Tara su pregunta, lo mejor que pudo. –Mira. La idea es que buscaréis cobijo primero en el bosque de Fae, tú sabes… el Bosque en donde los elfos y las hadas, moramos. Se supone que la energía Orca, a la cual le desagrada muchísimo nuestra luz, nos dejará en paz varios meses antes de atreverse a atacarnos.

             Ken también escuchaba, aunque había comentado que seguramente deberían caminar en contra del ejército Orco para evitar ser detectados.

              -Sí, le contestó la hadita. Iremos hacia el Oeste. Los Orcos vienen por el Norte. Pero ahora debemos esperar. Estoy segura de que hoy mismo se nos unirán más elegidos. Así que… ¿por qué no vais empacando y de paso haciendo algo para el almuerzo? Seguro tendrán hambre. Por cierto… ¿tienes más de esa miel? –esa parte iba dirigida especialmente a Ken.

- Así que los elegidos vendrán aqui, una vez estemos todos partiremos, bien...- debiamos huir e iriamos al bosque, estaba acostumbrada al bosque, allí cazaba y  conseguía buenas presas, el bosque me daba comida cuando no tenía nada que comer, pero también era verdad, que no ibamos al bosque nada más, íbamos al hogar de seres extraños como eran las hadas y los elfos, podía ser que allí tuvieramos problemas, nunca había tratado con un elfo o una hada hasta ese día, los demás podría ser que no fueran tan amigables.

Saqué mi piedra de afilar y empecé a afilar a Hielo y Fuego, mis dos espadas, si teníamos que enfrentarnos a alguien vendría bien tener las armas preparadas, en caso contrario, sería una buena distracción hasta que llegaran los demás

 Kib no encontró nada de interés. Así que tomó unos sorbos más del agua cristalina, y se puso a recoger sus cosas. Tenía que ir al pueblo. Lo sabía, algo lo estaba llamando. No era una criatura que tuviese el poder de la premonición, o algo similar. Pero hoy, en realidad desde hace una semana, tenía esa sensación. Sólo algo que le decía de ir a Rhosendal. Era como un magnetismo.

                Caminando, a una velocidad normal para él, se cruzó con un humanoide. Era un muchacho alto, de cabello oscuro, mirada vivaz. Por su parte, Michael se giró y vio al ser con un laúd al hombro.

                Se estaban observando cuando unas voces salieron de la espesura.

                -¿Son ellos?

                -Ellos son.

                -¿Estás seguro Plim?

                -Plam, estoy seguro.

                -Me esperaba otra cosa.

                -Sí, yo también.

                Tanto Michael como el kobold se obligaron a detener, porque la conversación era a la mar de interesante.

                -¿Bueno, hacemos algo?

                -Creo que se han dado cuenta… shhh shhh.

                -Plam, que es tu culpa que no te callas…

                -¡¡Suéltame la cola!!!

                -¡¡Me estás pisando una oreja, suelta tú!!

                Así, a los gritos, un arbusto se comenzó a mover mientras estos dos desconocidos, se debatían vaya a saber por qué. Pero ninguna duda cabía de que estaban hablando del kobold y del Incubo.