Partida Rol por web

Cuando llegas a la habitación que te han preparado te derrumbas en la cama por el peso de la pena. Ese maldito de Jonathan, santurrón hipocrita, se vengaba de ti usando a el hijo de ambos. Lo único bueno que quedo de esa relación. No obstante, al rato golpean tu puerta y, sin esperar a tu permiso ingresa Péndragon con una tasa de té humeante. Contrario a la mayoria de los hombres de esa época, Pendragon no muestra esa caballerosidad forzada y falsa de los "caballeros" de la epoca. Es toscamente cordial, como si fuera un hombre que vive en una época que lo incomoda.

- Perdone mi intromisión, Mina, pero no podía dejarla sola en este momento. Voy a pedirle al señor Cratchit que apele a las cortes para que por lo menos tenga derecho a ver a su hijo. Estoy seguro que él podrá ayudarla.

Deja el té en la mesa de noche y, como si se diera cuenta de que no debería estar ahi, con rostro grave, se dirige a la puerta de la habitación. Una vez ahí, antes de salir, voltea levemente la cabeza y dice:

- Y sus sospechas tienen fundamentos, Mina. Soy bastante más viejo de lo que parezco.

No había cerrado la puerta de mi habitación todavía cuando las lágrimas ya estaban resbalando por mi cara. Me tiré en la cama, dando rienda suelta a mi malestar y mi frustración en esos momentos. Nunca, jamás en la vida, pensé que alguien pudiera llegar a ser tan cruel conmigo, más y cuando ese niño salió de mis mismísimas entrañas y el derecho a estar con su madre no se le debería quitar a nadie. Creía lo había hecho todo bien, o al menos lo mejor posible. Si de verdad hubiera pensando en mí en vez de pensar en el pequeño, el niño estaría conmigo. Lo más adecuado me pareció dejarlo con su padre, ya que mi forma de vida no era la más adecuada para educarlo. Pero parece, que su padre no lo ha debido creer así..

Llamaron a la puerta mientras aún estaba llorando y pensando en mis cosas. No me dio tiempo a nada más que a levantar la vista, cuando atónita, vi como Pendragon accedía a la habitación sin darme tiempo a ponerme presentable, aunque en esos momentos, casi se lo agradecí.

Respiré hondo y me senté sobre la cama, escuchando sus lapabras, mientras secaba mis lágrimas con mis manos. Escuché sus palabras y asentí, aunque fue un asentimiento de quien no tiene demasiado claro lo que se la está diciendo y lo hace más por cumplir, ya que aún estaba tratando de volver a mantener mi compostura. No me gustaba que me vieran así de vulnerable.

Al final, conseguí articular palabra cuando mi anfitrión se giró antes de salir.

- Gracias por todo.

No era un buen momento para preguntar más acerca de su edad, ni de eso que parecía dispuesto a contar ahora. Así que fueron toda la respuesta que fui capaz de dar.

Pendragon muestra mucho tacto contigo. Te envia la cena a tu habitación y no te molesta más durante el dia. Duermes a saltos esa noche debido a la situacion de tu hijo, pero ya por la mañana estás repuesta. En ese mmento la criada de Pendragon golpea a tu puerta y te informa de que te esperan a desayunar.

Cuando llegas al comedor Pendragon ya está esperándote y te saluda cordialmente. No obstante, no se anda con rodeos y dice:

- Creo que hoy debemos partir, Mina. Debemos viajar al norte ya que han encontrado a un nuevo miembro de la liga y lo lleban ahí. De todas maneras, si lo desea, esta mañana podremos ir a la oficina del señor Cratchit para habñarle del caso de su hijo.

La mañana llegó después de una noche muy larga. Había dado mil vueltas a la cama, cambiado de postura otras tantas y dormido tan sólo a ratos. Al menos, pude pasar la noche sin derramar ni una lágrima más.

Me levanté cuando me despertaron y tardé un rato en arreglarme, ya que estar hoy presentable no era una tarea tan fácil como estarlo habitualmente. Las ojeras se remarcaban bajo mis ojos, con una sombra gris que entristecía mi mirada. Aún así, tras hacer lo que pude, salí de la habitación y bajé a desayunar.

- Buenos días. - Dije al entrar por la puerta y me senté en vista de que Pendragón no se iba a levantar para que yo me sentara. No sabía si iba a poder acostumbrarme a esto de que me cambiaran todas las normas sociales en un momento, pero no estaba de humor ni para indignarme.

- Creo que lo mejor será que partamos cuanto antes, ya solucionaré mis problemas cuando me vea animada como para enfrentarme a ellos.

Pendragon aciente sin replicar. Seguramente no quiere parecer un entrometido. No obstante, en ese momento se escucha la campamilla de la entrada, anunciando que alguien había llegado. Al instante entra Bond acompañado de un hombre mayor que viste un uniforme que no es británico. Bond saluda a Pendragon apenas con la cabeza. Después te saluda y dice.

- Buenos días, Miss Murray. Me a legra ver que ya se encuantra instalada en Londres. De todas maneras, no vengo a hacer vida social, sino a traer al agente que enviado el Imperio ruso para esta misión...

Pero antes de que Bond terminara, el sujeto da un paso al frente y te hace una reverencia. Después toma tu mano y la besa galantemente, diciendo:

- Soy el coronel Mikhail Strogoff del Ejercito de su Majestad el Zar, a vuestro servicio, señorita.

Se trata de un hombre de de sonrisa amplia, pequeños ojos azules y tez blanca de mejillas rosadas. Por otro lado, a pesar de bordear los cincuentas, se denota un hombre fuerte y sano, lo cual se ve aumentado por su estatura. A primera vista se veía un sujeto muy agradable.

Me resultó graciosa la situación. Bond diciendo que no venía a hacer vida social y el hmbre que venía con él se presentaba de la forma más educada posible.. Resultaba divertido ver como Bond siempre conseguía darse con un canto en los dientes. Me puse en pie en cuanto el hombre se acercó a mi, como era de buena educación.

- Es un placer conocerle coronel Strogoff. Mi nombre es Mina Murray - dije aunque supuse que ya lo sabía. Señalé levemente a Pendragón y dije: - El señor Pendragon es el anfitrión.

En este momento no estaba segura si me gustaba que Pendragon no tuviera ningún modal o no le importara lo más mínimo usarlos o tener que estar todo el rato hablando educadamente y siguiendo unas eglas sociales.

Cuando lo presentas, Pendragon se pone de ìe y le da un fuerte apretón de manos a Strogoff, sonriendo abiertamente, a lo que el ruso contesto de la misma manera. Entonces te das cuanta de que ambos hombres estaban comodos en uno con el otro, pues ambos desdeñaban los modales artificiosos. Si Strogoff te mostró respeto en su saludo fue porque en realidad eso le inspiras, no como tus compatriotas que piensan en sus mujeres de la misma manera que lo hacen con sus mascotas.

- He escuchado de usted, coronel - dice Pendragon - es un honor conocerlo... Señor Bond, ya han traído al otro miembro de la liga que fueron a buscar al norte.

- El paquete fue llevado para que lo examine el Doctor Moreau, Pendragon. Esparará a que lleguen ustedes para proceder... ¡Ah! hemos llevado todo al castillo de Bamburgh. Creo que eso será de su agrado, Pendragon.

Al escuchar ese nombre a Pendragon se le descompone el gesto ostenciblemente. La verdad es que Bond lo hizo con esa intención y lo logró.

Permanecí en silencio, escuchando la conversación de los hombres, ya que no tenía ninguna cosa que poder aportar a ella a parte de conocer al Moreau y decir que le conocía y que era una persona que no me agradaba demasiado. Por no decir, que sus experimentos eran aberraciones. Así pues, al no tener nada que tuviera alguna trascendencia que decir, guardé silencio y me dijé en las reacciones de los hombres, que se lanzaban puyas una y otra vez, sólo había que ver a Bond y la reacción de Pendragon.

En momentos como este, era en los que seguía sin saber para qué me necesitaban a mí. Yo no sabía pelear, no hacía experimentos ni podía vivir más años de lo habitual, al menos, tan bien llevados como los de nuestro anfitrión eso seguro, si llegaba a vieja con mi ritmo de vida, sería de casualidad.  Sentirme inservible no era algo que me pasara habitualmente, pero desde que llegué a esta casa, no había hecho nada más que sentirme así y a parte, sentirme vulnerable y débil por culpa de Jonhatan.

Mientras conversaban, terminé perdiéndome de nuevo en mis cavilaciones.

Pendragon esta muy molesto, más de lo que podrías imaginar que pudiera ponerse. Bond a logrado su cometido y, con el rostro desencajado, Jack les dice:

- Creo que no hay tiempo para nada. Robur nos espera a las afueras de Londrés.

No obstante, antes de salir, Pendragon se detiene frente a un de los muebles y busca algo en él. Al instante te presenta un pequeño revolver y dice:

- Ahora las cosas se pueden poner peligrosas, miss Murray... ¡Ah! Y si por casualidad se siente tentada de disparar a un británico gordo y pedante, creame que no la culparía.

Pendragon no intentaba ser risueño con su comentario. En verdad estaba de muy mal humor.

La verdad es que esa reacción en Pendragon sí que era sorprendente, esta vez Bond parecía haberse lucido. No me gustaba sentirme en medio de una guerra entre ambos hombres, y aún no tenía claro si Jack estaba tratando de ayudarme o de destrozarme la vida, así que cogí el arma que me tendía y la guardé sin decir ni una palabra, ni ponerme de parte de nadie.

Quizás en mi vida no había aprendido demasiadas cosas, pero en tan sólo unas horas, había pasado de dar una oportunidad a todo el mundo según lo conocía a pensarme dos veces si abrir la boca o dar algo de confianza.. La verdad es que esto me iba a costar mucho..

Salen de Londres en un cuarruaje marcado en la puerta con el simbolo de los masones libres. Llegan al mismo lugar donde ha quedado el Albatros el dia anterior y el capitán Robur los recibe con cordialidad. Bond es desagradable como siempre, y el mal humor de Pendragon lo ha vuelto huraño, por lo que pronto desaparece del puente de la nave. Entonces te quedas a solas con Robur y Strogoff, quien parece positivamente imprecionado por ese prodigio de la tecnología del vapor. No obstante, despues de hacerle algunas preguntas a Robur, Strogoff decide dedicarse a disfrutar de la vista. En ese momento, cuando te acercas tambien a mirar, el ruso, con su marcado acento, dice:

- Es bueno tenerla en el grupo, señorita Murray... Espero no mi mal interprete. Me refiero a que esto de formar un grupo de gente extraordinaria para salvar al mundo me parece demaciado para abarcarlo. Usted parece una dama muy dulce, aunque demasiado seria, y es bueno ver que la gente extraordinaria es tambien es normal.

En el tono de Strogoff es casi paternal, desprovisto de cualquier efectismo galante. Es simplemente la apreciación de un hombre sencillo que expresa lo que piensa de forma sencilla. Lo que te hace preguntar qué tendría de extraordinario ese hombre para estar ahí.

Lo primero que hice tras subirme al aparato fue saludar al capitán y darle las gracias por transportarnos, a parte de decir alguna bonita palabra acerca de su nave. El hombre, se sentía orgulloso de su vehículo, y unas palabras agradables siempre animaban.

Sin hacer demasiadoc aso ni a Bond ni a Pendragon, ya que creía que iban a estar toda la vida lanzándose puñaladas como hacen los niños pequeños que se llevan mal, me aparté y simplemente, contemplé las vistas ya que al igual que el de aquellos dos hombres, mi humor no era el mejor del mundo ese día. Fueron las palabras de Strogoff las que me sacaron de mi ensimismamiento, ya que mi mente anda lejos, navegando por el pasado.

- Gracias - dije suponiendo que eso era un halago aunque no lo tenía del todo claro. - Pues ahora que lo dice, la verad es que sí estoy un poco más seria de lo habitual, pero tranquilo, no me puede durar eternamente. Sobre lo de qué hago aquí, pues supongo que estoy por mi curriculum y poco más, porque en eso tiene razón, no sé hacer nada especial, quizás por eso me necesiten, no lo tengo del todo claro. - Tras una breve pausa, pregunté: - ¿ Y cuál es la maravilla que es capaz de realizar usted?

Strogoff sonría ante tu pregunta. Desprovisto de cualquier ostentación, el ruso te cuenta:

- Nada tan especial como para merecer estar aquí, señorita Murray. Fue cuando era un joven oficial del servicio de correos de Zar, cruce toda Rusia hasta llegar a Siberia y lograr detener un alzamiento de tartaros. En ese viaje conocí a mi esposa, Nadia, con quien he tenido 3 hijos. Luego vino la guerra de Crimea y llegue a ser coronel, pero luego me retire y desde entonces vivimos en eun pequeño publito a la sombra de los Urales. Hace unas semanas llegarona abuscarme y me dijeron que la Madre Rusia me necesitaba, así que acá estoy. Como ve no soy en nada especial. Y usted, señorita ¿Qué la impulsa a ponerse al servicio de su nación?.

Mostré una sonrisa ante la pregunta de quel hombre, que no me parecía tan extraordinario como pensaba que iba a llegar a ser, pero que al menos me hacía sentirme mejor conmigo misma.

- Sinceramente, creo que sólo estoy aquí por haber estado ya una pasada vez. Supongo que demasiada monotonía te lleva a hacer cosas de estas.. - Respondí, aunque en realidad, no tenía ni idea de por qué acepté a venir y menos idea de que utilidad podría tener.

- Nos toca hacer lo que podemos, señorita Murray.

Es lo unico que agrega el coronel. No obstante, se queda acompañandote en silencio, lo cual crea un sentimiento de solidaridad entre ambos.

Al cabo de un rato, llegan al destino fijado, la fortaleza Bamburgh en el norte de Inglaterra, una torre de la epoca de los normandos. Ahi bajan y, como si fuera un guía  turistico, Bond les dice:

- Esta fortaleza fue contruida sobre una torre del tiempo del Rey Arturo. Acá estaba el castillo de la Guardia Gososa y aun pueden ver la tumba de sir Lancelot.

Pendragon aun parecía de muy mal humor, así que ignora a Bond y se interna en el interior de la fortaleza. Ustedes lo siguen y en el patio de lugar se eccuentran con todo un equipo cientifico con enormes maquinas electricas que no sabrias para que sirven y, sobre una camilla hay lo que parece ser un cadaver inmenso cubierto por una sabana.

Ya había venido todo el camino formulando muchas hipótesis sobre el enfado de Pendrafon. La primera vez que se presentó su apellido ya me evocó a pensar en la leyenda, pero que encima fuéramos a acabar en " la tumba de Lancelot " me parecía que ya más bien tenía poco de coincidencia. Lo normal, dado su comportamiento es que fuera algún descendiente del Rey Arturo, cosa que en mi opinión, sería para llevar con orgullo, orgullo que ya había podido apreciar en su mirada. Por otra parte, ya había reconocido ser más viejo de lo que aparentaba.. pero.. no, no creía que esa hipótesis fuera posible, aunque entonces mi mente recordó recuerdos que mantenía aletargados en mi memoria, y esos mismo recuerdos hicieron que una mezcla de terror y una mezcla de.. nunca sabía cómo denominar a aquella segunda parte, se apoderara de mí durante tan sólo unos instantes.

Ver todo lo que habían montado allí casi daba miedo. ¿ Para qué sería necesario tanto instrumental quirúrgico? No estaba segura de querer averiguarlo. En ese momento, no me interesaba demasiado saberlo, sino que sentía una creciente curiosidad por Pendragon, así que tras disculparme por ausentarme unos segundos, fui tras él, con el fin de poder acabar la charla que ya empezamos a solas.

Pendragon se encontraba en el interior de la torre, donde se encontraba la tumba del famosos caballero. Ahi estaba la cripta con la efigie de un caballero con armadura, bellas facciones, su escudo y su espada descansando sobre su pecho, todo esculpido en lustroso marmos blanco. Pendragon, de espaldas a ti, dice como si hablara para si mismo:

- Esta escultura no es original. La hicieron los normandos cuando reconstruyeron este lugar.

Después se vuelve y te queda mirando de frente, con una dejo de pena en la mirada. No obstante, te dice:

- ¿Ha escuchado hablar del doctor Victor Frankenstein, Miss Murray?