Partida Rol por web

El tipo se envaró. Miró a Marco, como si tardara en comprender la situación, pero cuando escuchó... o más bien no escuchó, el silencio alrededor, comprendió muy bien. Se mordió los labios, oculta su reacción por la barba espesa, y escupió al suelo con rabia.

-Pues acabemos, coño. No serás el primero al que avío de una manera o de otra.

Dejó las manos libres, se compuso. Desenvainó una espada ancha, con cazoleta cuadrada como de sable, que parecía pesada, y una especie de broquel en la manos izquierda, como protección.

Marco se fijó en que llevaba cuero en todas partes, excepto en la cabeza, y malla en el cuerpo y brazos. Nada en la cabeza más que un cálido sombrero.

Al fin, era el momento. Sentía un hormigueo recorriendo su cuerpo, el calor y la tensión que precedían la tormenta. Desenvainó su main gauche y su estoque presto al combate. Se podía notar una amplia y blanca sonrisa en contraste con su tez morena. Era fácil ver que estaba disfrutando como un niño pequeño con todo aquello. Adelantó la pierna derecha extendiendo la mano buena tras ella y guardó medio escondida con su torso su arma de parada.

- Abre bien los ojos zoquete del norte, vas a ver arte, eso no lo podéis decir todos los días en este pueblucho de mala muerte y cuando acabe contigo, puede que también haga arte clavándole algo a tu esposa. - Cortó el viento mientras mantenía el peso de su cuerpo en el centro dispuesto para lanzarse al ataque como un felino hambriento. Los insultos y las chanzas sobre el rival eran tan parte del duelo como la propia esgrima.

-A tomar por culo, payaso -replicó el guarda, con un evidente dominio del lenguaje popular-. Ya brasearás menos cuando veas el color de tus tripas.

El tipo se dejó de ligerezas y fue de frente, como sin duda debía pensar que debía presentar batalla un hombre. El primer ataque, aunque veloz, es una especie de finta que no da, pero se rehace bien el tipo y suelta un revés cargado de mala sangre.

El entrechocar de los aceros ya se hacia audible en el silencio matutino,con lo que me asome por un punto a la sombra para observar el devenir del combate, atento a posibles intrusiones o que Marco se tambaleara, pues aquel tipo no parecia andarse com chiquilladas

Aquel tipo estaba irritado y se pudo notar en el golpe que le impactó al estaliano, fue un buen golpe y eso sumado a que Marco iba sin ningún tipo de protección, le impactó causando un daño más que notable. Cuando sintió el frío del acero en su cuerpo, el estaliano apretó los dientes. No lo esperaba, quizás la falta de combate en los últimos tiempos le hubiera vuelto demasiado lento o quizás simplemente se había sobreconfiado. Quizás eso ocasionó que su estoque no llegara a encontrar ningún hueco en la defensa del enemigo al que estaba haciendo frente. En aquel momento y con la herida que tenía sobre su cuerpo, el estaliano comenzó a valorar la posibilidad de que quizás hubiera mordido más de lo que podía masticar.

No obstante, él era estaliano y en la casta estaba implícita la actitud. - He tenido que quedarme quieto, para ver si así podías golpear, soy un tipo caballeroso y no quería hacerte lucir especialmente mal, pero yo si fuera tú comenzaría bajar las armas. -

-¡Ja! -respondió el otro, y escupió al suelo-. Me parece que te has confundido de juego, extranjero, o quizá soy yo que pensaba que lo que buscabas era darnos de tajo. ¿Traigo a un flautista? ¡En guardia, cabrón!

Animado por el éxito, el tipo exhibió una sonrisa fría y se lanzó como un oso al degüello de una presa herida.

Marco siguió con el baile del acero, su arma entrechocaba con el pesado acero del hombre del norte o con su escudo. No había forma por el momento de que el puntiagudo estoque encontrara un hueco por el que colarse e impactar contra el cuerpo del hombre con el que se estaba batiendo. Sus golpes salían despedidos por la guardia de este, mientras él le había impactado de forma contundente al principio del combate. Notaba el calor de su sangre por su pecho, aquel fulano era mejor con el acero que con los modales, lo cuál dicho aparte era algo muy frecuente.

- Oh vamos, hazme esforzarme, me está siendo demasiado fácil esta pequeña práctica. - Si hubiera tenido más tiempo para pensar, quizás hubiera valorado la posibilidad de probar otra treta psicológica, pero teniendo en cuenta la situación, no había más opciones a mano que las de emplear la gallardía y la palabrería con el fin de desconcentrar a su rival.

Desde mi posición parecía que Marco se las estaba viendo con un tipo más diestro que él, y la fea estocada que había recibido no hacía más que corroborar aquel sentimiento con lo que, y sin salir de mi lugar oculto, conjuré los vientos arcanos para echar una mano al bravo espadachín... por mucho que aquello fuera contra su honor

Vigila que no venga nadie y no me distraigas si no es absolutamente necesario... - le dije a Janosz

Escocido por las palabras de Marco, el tipo se expuso y a punto estuvo de pagarlo, pero el estaliano no acertó en carne, sino en aire. Algo extraño flirteó en el ambiente, como una estática o un viento templado, pero pasó enseguida. Igualmente rápidos pasaron dos tajos en X bastante sencillos, de manual, pero dados con la precisión y la experiencia de alguien que sin duda sabía lo que se hacía, que no había practicado con plastrones, sino con gente.

Ambos tajos iban en excelente dirección: al brazo izquierdo, uno, al cuerpo, otro.

Había notado un cambio en el ambiente, algo que le resultaba familiar, había viajado demasiado con Hans para saber identificar ciertas cosas. El estaliano volvió la cara para gritar de forma contundente y colérica - !Ni se te ocurra mago¡ - Al volver la cara se encontró con dos estocadas con poca intención de hacer amigos. Pudo esquivar la primera que le pasando silbando cerca de la frente, pero fue incapaz de bloquear con el main gauche el segundo ataque que se coló en su guardia de mala manera.

El combate siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido. Golpe tras golpe, pero aquel fulano parecía especialmente diestro en aquel momento. El intercambio de golpes era rápido y el broquel de aquel tipo además de su guardia estaba resultando excesivamente molesto para el estoque del estaliano que no conseguía abrirse un hueco en su defensa con sus rápidos ataques. O quizás sí. Por la dolorida cara del estaliano afloró una sonrisa al ver que uno de sus golpes encontraba la puerta de entrada e iba razonablemente bien dirigido hacia su oponente.

El guardia recibió la puntada en pleno centro del muslo y siseó una maldición. La retiró y cojeó un poco hacia atrás. En ese momento, olvidó todo su empuje arrollador y miró alrededor, aterrado, con postura de guardia completa, el broquel listo, y algo tembloroso el pulso.

-¿Qué es esto? ¿Un mago? ¿Quién trae un mago a un duelo y se llama honorable? ¡Mago apestoso! ¡Largo de aquí! ¡Y tú, extranjero! ¡Fuera de la ciudad a que os abran las tripas los monstruos de vuestra ralea! ¡Ayuda! -empezó a gritar el que antes estaba bien seguro de sí-. ¡Auxilio! ¡Magia! ¡Magia!

El guardia tragó saliva y se mantuvo, a la espera, como una bestia acorralada.

Marco parecía malherido, pero no lo suficiente como para no poner el grito en el cielo al ¿notar? mi intento por echarle una mano, lo que provocó la histeria en su oponente, la cual se acrecentó con la herida que el espachín le inflingió

Me puse serio. Aquello había sido una tontería y los gritos alarma de aquel hombre temeroso de la magia no hacían más que corroborarlo

Viendo que la mascarada se había desvelado dí un paso al frente, iniesto y firme, con la mirada clavada en el acongojado guardia de ciudad

Soy un mago autorizado, miembro del colegio brillante, y estoy aquí en calidad de testigo para asegurar que este duelo se lleve a cabo con total corrección y carente de bajezas. No he intervenido de forma alguna, ni lo haré... a menos que se cometa falta sobre el desarrollo del duelo- dije con una voz que denotaba tal convicción que pocos habrían dudado de mis palabras aunque estas hubieran enunciado que los cerdos volaban - Proseguid

El color de piel del estaliano era algo más pálido de lo habitual y también más pálido de lo que debería ser sano para cualquiera. Había perdido sangre con los dos golpes recibidos por su enemigo y pese a que él juraría y perjuraría ante quien hiciera falta que se encontraba bien, no había que ser muy observador para darse cuenta de que no era cierto aquello. Sin embargo herido como estaba parecía que su rabia, desesperación o furor de combate no decaían el estaliano continuó atacando con la misma velocidad que en las ocasiones anteriores. Por desgracia para él el resultado no fue mejor Otton que parecía algo más defensivo, detuvo todos sus golpes con aquel maldito broquel que le aseguraba una valiosa protección contra el fino y puntiagudo estoque del duelista.

Marco farfulló una ininteligible maldición entredientes, al ver lo frustrado de sus ataques, quería contestar al mago pero la última vez que había salido a hacerlo casi le había costado el combate, en aquel momento necesitaba estar concentrado.

Resonaron los tajos en la férrea defensa del guardia de Zavstra quien, a pesar de no ceder un palmo, mostraba en el rostro la marca inconfundible del miedo. Tras la presentación de August, el hombre se envaró, viendo que nadie más aparecía, se echó hacia atrás, amagó un tropiezo y se intentó alejar lo justo del empuje del estaliano, mientras se repetía:

-¡Estoy dispuesto a pedir disculpas! 

A la vez, colocaba la punta de la espada de forma que no amenazaba directamente al estaliano, sino como lista para repeler un posible ataque de éste.

Reconoce ciertos gestos que indican la rendición de su enemigo en el duelo que estaban librando. En aquel momento sería muy fácil, demasiado atacarle sin piedad, acabar con él y dejar claro en las calles de Zavstra que el nombre de Marco de Astarloa era un nombre a tener en cuenta en un duelo. Apretó el puño de su arma y estuvo muy tentado de ensartarle dos palmos de acero entre pecho y espalda a aquel hombre. Pero recordó aquel viejo dicho estaliano que había aprendido de niño como si de una oración a Sigmar se tratara no le pidas clemencia a quien te quita la vida, y no se la quites a quien te la pida" . Con aquella frase en mente el duelista apretó los labios de rabia al entremezclarse sus deseos con sus principios y finalmente dijo.

- Pedirás disculpas ante el voivoda, en público o como que me llamo Marco de Astarloa que no sales vivo de este callejón, patán. - Esas eran sus condiciones, prefería no pensar hasta que punto le había llevado a aquella rendición su habilidad con el estoque, ni que papel había jugado la presencia del mago. Ya le remordería eso la conciencia en otro momento.

Observé como mi entrada en escena había desencadenado el final del duelo. Algo a agradecer dado que mi compañero se estaba llevando de largo la peor parte y era cuestión de una o dos estocadas más que cayera al suelo... aunque dudaba que, por lo poco que había visto de su talante, el espadachín me agradeciera tal suceso. Más bien al contrario

El duelo a tocado a su fin, Marco es el vencedor, y a menos que su adversario se niegue a cumplir sus peticiones es hora de enfundar las armas- entoné como si realmente fuera el juez de aquel descabellado acto de violencia gratuita agradeciendo a Sigmar no tener que lamentar mayores contratiempos por aquella sandez

El hombre apretó los labios hasta que la sangre brotó, espesa, y tiñó la barba espesa.

-Será como dices -tosió, lacónico-. Me avengo a las condiciones.

Seguidamente, dejó las armas en el suelo y se alejó de ellas.

Camináis hasta la posada, donde Hans aguarda tranquilamente sentado.

Entráis con el prisionero. El guardia musita algo en kislevita, pero se deja llevar por Marco y August sin oponer resistencia alguna. Observa a Hans el hombretón y vuelve a murmurar.

-No iréis a pasearme por el pueblo como a un botín de guerra. Eso es indignante. Vayamos a ver al voivoda ya. Acabemos con esto.

Hans comprueba, por cierto, que en cuanto a estado de salud, el guardia se muestra bastante entero. No ha debido de ser a mucha sangre, el combate. Es, desde luego, lo que parece.