Partida Rol por web

Alkaeius es el primero en llegar a la puerta este, los campos de cebada se encuentra ya lo suficientemente altos cómo para recoger la cosecha, algunos campesinos se encuentran segando en algunos terrenos aledaños, la guardia del rey Eurístides  vigila desde las torres en la parte alta la enorme rampa elevadiza que protege la ciudad del accesos a los pantanos.

El sol cae a plomo mientras esperar recargado a la sombra de un frondoso roble.

-Espero no tarden los demás, no me gustaría salir al caer la noche.-

Observa pacientemente cómo los campesinos realizan su trabajo en espera a que lleguen los demás para partir hacia las colinas rumbo el este, cruzando el peligroso pantano.

Sentia las miradas de las personas a mi alrededor, no era de esperarse, no todos los días se podía ver la encarnacion de una bruja guerrera en la tierra, me habia ido a los baños publicos a asearme, habia quitado la mugre de mi cuerpo y cambiado mis vestidos harapientos y sucios por unos nuevos, mi cuerpo irradiaba el aroma a flores y limpieza.

Llevaba el negro y largo cabello recogido y cuidadosamente trensado, con la larga y gruesa trensa descansando en un lado de mi hombro, no habia ningun rastro de suciedad en mi persona, incluso cualquiera que me hubiera visto antes, y me viera ahora estaba segura que tendría dificultades en reconocerme. Una túnica de color purpura cubría mi cuerpo ahora, y encima de esta llevaba una capa con capuchon de viaje de color negro, sobre la túnica llevaba una armadura ligera que llegaba hasta mis piernas ofreciendome protección, y ceñido a mi cintura un cuchillo, en un costado llevaba un pequeño escudo colgando a mi espalda, y en la mano derecha me apoyaba para avanzar con un magnifico tridente plateado.

Llevaba además un bolso de viaje, en el cual me habia asegurado de comprarle al dueño de la taberna 3 panes por 21 dracmas, y 3 litros de agua para el viaje que el amable hombre se habia encargado de guardar en tres cantimploras para el agua.

Llegue al punto de reunion, apenas se encontraba ahi el Hóplita, un chillido llamaría su atencion, pero no uno provocado por mi, si no hecho por Zéfiro mi fiel halcón que me habia divisado y ahora habia aterrizado suavemente en mi hombro izquierdo, contemplando al Hoplita con curiosidad.

Abri la boca para saludarle, un poco apenada, me sentia rara estar tan limpia...sobre todo por que estaba segura que seria la ultima oportunidad de tomar un baño y verme como una mujer apetecible...digo como una mujer decente...si eso.

-Hola Alkaeius...veo que solo hemos llegado nosotros...eh...soy yo Cassandra...me removi la mugre, los vestidos sucios y bueno...apareció este nuevo ser.-sonreí con timidez y Zéfiro lanzó un chillido asintiendo.

-Ah...si...Zéfiro dice "Mucho gusto Alkaeius, soy Zéfiro el halcón"-le rasque las suaveplumas de la cabeza a mi halcón y aguardé en silencio a que los demás llegaran...estaba nerviosa...mis manos temblaban aferradas al tridente.

Ahirom llego con su equipamiento de campo, sus ropas cómodas de viaje de estilo persa y su escudo y su armadura de cuero, su casco, su lanza y su espada. Había traído queso, higos, cebollas y otras cosas que se conservan bien y son fáciles de transportar así como un odre de vino, ya que como es bien sabido el agua puede ser ponzoñosa y rebajada con vino se evitan los males y las miasmas. Y obviamente un burro para cargar con ello y su cómodo saco de dormir .Vio a Cassandra... esa bruja desagradable que no deja de hablar y hablar y a Alkeius...

Hola a los dos... empezamos al viaje mirando donde nace el sol...

Dice esbozando una radiante sonrisa

Esperemos que no acabe el viaje mirando donde muere un hombre... o una mujer... 

Por cierto os presento a Príapo mi asno... no preguntéis de donde le viene el nombre... 

Veo a varios preparados, entonces es un hecho, al menos no soy ajeno a navegar. -Bueno mi amigo allá vamos, va a ser una gran... ¿Experiencia? que Hermes nos cuide nuestro camino paso a paso.

-¿Tienes lista el agua? eso es algo importante, no quiero que nos falte nada.

-¡¿Experiencia!???... vámos Malco al menos deberías cargar tu propio odre con agua... acaso crees que soy tu "Príapo"... -Refunfuña Axys señalando con la barbilla al asno de Ahirom quién lanza un sonoro rebuzno pareciendo burlarse del ladronzuelo el cuál sigue a Malco con un gran macuto cargado a la espalda y varios odres con agua y vino.

Llegan hasta el gran roble donde el joven ladrón deja caer el enorme saco bajo la sombra y lo abre, hurga un poco y saca otro macuto, se lo arroja a Malco.

-Este es el tuyo... repartiremos la carga...-

Axys estira los brazos descansando los hombros dejando ver dos relucientes espadas cortas en la espalda y un cuchillo fajado a la cintura.

Con los brazos aún arriba se da cuenta de que todos lo observan, hace una reverencia y se presenta. -Me llamo Axys de Esmirna, a vuestras órdenes... espero el viaje sea un poco menos... dramático... que lo que dice nuestro cíclope amigo Ahirom...- se levanta y todos pueden observar el enorme moretón en el ojo hecho por Caillas la noche anterior.

Camino por el sendero empedrado hasta llegar a los campos de cereales en las afueras de los  barrios bajos de esmirna, a lo lejos alcanzo a distinguir la puerta de la muralla este,  después de repartir los últimos 100 dracmas entre una numerosa familia de esclavos liberados y una anciana enferma con una niña pequeña, enfundada mi manto de viaje para pasar desapercibida, también me cubre de los inclementes rayos lanzados por Apolo, me dirijo tranquilamente a la puerta este, al menos por ahora ese clan de ladrones no interferirá.

Al llegar observo que la mayoría está listo para partir.

Observo a Alkaeius muy callado recargado en el tronco de un frondoso Roble, asiento mi cabeza ligeramente en señal de saludo.

Bajo mi macuto y desabrocho el manto, lo deslizo para quitarmelo disfrutando el fresco cambio de temperatura, lo dejo doblado delicadamente sobre mi saco de carga.

-Antes de partir, y en vista que desde este momento nuestras vidas dependerán del grupo que podamos  formar, creo que es momento de compartir la información que recabamos ayer en los barrios bajos, sé que ninguno confía ni en su sombra, pero les aseguro que al cruzar esa puerta no habrá vuelta atrás, así que es mejor estar todos en una misma sintonía y que los dioses nos protegan al enfrentar los designios de Atena.-

Volteo a ver a Alkaeius en espera de alguna reacción, creo que es la única manera de que los demás confien en nosotros  y tener más posibilidades de regresar con vida.

-Saludos Cassandra de Corinto... bonito halcón...- Contesta Alkaeius recargado en el tronco del roble, jugando con una varita en los labios.

Observa cómo poco a poco van llegando los demás y el grupo se congrega para iniciar el viaje.

A lo lejos observa que se acerca una figura femenina enfundada en un manto de viaje para protegerse de los rayos del sol, reconoce a la amazona quién llega apresuradamente.

Después de un breve saludo suelta lo que al parecer de Alkaeius, es una desesperada manera de ganarse la confianza del grupo.

-Cómo lo dijo Anthea hay información que debemos compartir, nuestras vidas dependerán desde hora del que esté a tu lado, esperaremos a que hayan llegado todos...-

El hoplita habla en tono seco y seguro refiriendose al muchacho de cabellos rojos que es el único que falta para partir.

Teneis razón... dice Airhom desde la sombra de un árbol que ha escogido para esperar la llegada del resto del grupo. Yo he oído que hay un dáctilo al este sobre unas colinas atravesando los pantanos... Quizás él pueda ayudarnos en este trance....

-¡Por el divino Hermes!... Preferiría confiar en Seliny que en uno de esos seres, además se dice que donde hay uno hay dos, tres cuatro, hasta diez puede haber rondando el lugar aunque algunos pueden ser bondadoso herreros y hechiceros sanadores, otros crueles geniecillos de la naturaleza, tan malignos cómo inteligentes que disfrutan del sufrimiento de los mortales...-

Axys hace el comentario comiendo unos higos que saca de entre sus bolsillos, los cuáles hubo robado a media mañana de la reunión en casa de Ibykos.

Aeneas llega apurando el paso al ver que todos los demás lo están esperando. El equipamiento recién comprado, si bien le da un inesperado aspecto heroico,  lo ralentizaba más de lo esperado, ya que no está acostumbrado a viajar con tanto peso. 

-Perdonen la demora...- Dice el pelirrojo con un suspiro mientras intenta retomar el ritmo del aire. 

-¿Estamos listos para partir hacia el este?- El muchacho observa a los demás y realiza un recuento rápido para saber con qué herramientas cuentan. -Siendo de tierras lejanas, poco conocimiento del área poseo, ¿Qué sabemos sobre el pantano que tenemos por delante?-

El hoplita se separa del roble y comienza a hablar fuerte y claro para que llamar la atención de todo el grupo.

-La ladrona Seliny nos habló sobre un ser llamado Dymas "el hermitaño",  habita en el bosque Altis a las faldas de las colinas, supongo que es el Dáctilo al que se refiere Ahirom... Nadie ha regresado al menos cuerdo de su encuentro con ese ser que vive en medio del bosque, al parecer es él único que conoce la manera de que Atena perdone al comerciante Ibykos...-

Hace una pausa mientras comienza a levantar sus pertenencias y ajustar las cintas de cuero de su escudo.

-Estuvimos tratando de obtener más información, pero la gente se niega siquiera a mencionar el nombre de Ibykos...Tenemos la pista que el dios de los mares por medio de Cassandra nos otorgó generosamente, donde nos indica el este cómo el camino a seguir, cruzar el pantano y buscar al "devorador de almas"...-

Alkaeius toma su casco entre las manos.

-Que quede claro antes de partir, que lo que dije en la taberna frente a Ibykos y sobre amenazarles con quedarme con la parte del que muera en esta campaña fué en beneficio de la oferta puesta en la mesa... no me conformaría con 3 mil dracmas cómo paga si el viejo puede pagar más... pero es verdad... repartiremos el dinero entre los que logremos salir vivos para disfrutarlo...-

El guerrero griego estira las correas que sujetan el casco corintio.

-Confiaré mi vida en sus habilidades y ustedes pueden confiar la suya en mi experiencia, no soy el líder de esta expedición... sólo soy el bastión más fuerte de este grupo, no conozco el terreno, me apoyaré en los ladrones...-

Fija la mirada en Malco y en Axys que escuchan en silencio.

-Creo que estamos completos... es hora de partir...-

Alkaeius toma sus pertenencias y sus armas sujetandolas en la espalda, el casco lo lleva en la mano para  evitar el calor.

Se detiene un momento esperando que alguien aporte algo antes de enfilar rumbo a la puerta este de Esmirna, hacia los pantanos.

La guardia del Rey Eurístides de Esmirnia sube el enorme portón corredizo sellando la entrada este de la ciudad, el sol cae sobre la espalda del ecléctico grupo de mercenarios que comienzan su peregrinación hacia el oriente, el camino caliente de roca y terreno arenoso cala en las plantas de los pies a pesar del las cómodas sandalias de combate que la mayoría trae puestas, de vez en cuando enormes cúmulos nimbus tapizan el cielo apiadandose con un poco de sombra.

El terreno difícil  por las rocas afiladas hace mas pesado el trayecto, un ligero vientecillo refresca el rostro de los caminantes que avanzan en silencio uno tras otro.

Un aburrido viaje entre enormes rocas marrón claro y arena que cala en medio de los dedos de los pies calientes por tanto andar sobre arena y guijarros afilados y ardientes.

A las 5 horas, el sol comienza a ocultarse y el sudor hace que la ropa se pegue incomodamente al cuerpo y armaduras, combinandose con arena, cansancio y calor, los pies comienzan a punzar y la carga ya es el doble de pesada, el paisaje lentamente comienza a cambiar hasta pisar fango  seco y en algunos lugares sobre el sendero los pies se comienzan a hundir en tierra húmeda y pestilente.

El grupo se detiene un momento ante una entrada  húmeda y fangosa entre árboles enmarañados sobre agua negruzca y pestilentea, el sol comienza a caer y los sonidos de insectos y criaturas nocturnas comienzan escucharse cómo susurros en el viento.

Comienza a oscurecer justo a la entrada del pantano Helia, la frontera maldita de Esmirnia.

El trayecto a sido bastante difícil para todos, el caminar durante un tiempo tan largo y con estas condiciones no es algo a lo que se esté acostumbrado, observo a mi grupo por si pueden continuar, después de todo no son locales, aunque eso no es todo, en verdad fue una larga caminata, miro a Axys. -Hermano, ¿como lo llevas, vas bien? que bueno que conseguiste todas esas cosas. Digo mientras mastico unos higos.

Este escenario no es para nada algo que me agrade, demasiada humedad, aunque hay bastantes sitios en los que pueda ocultarme, trepo un árbol para descasar mis piernas sentándome en una rama.

Ahirom camina tranquilo junto a su asno mirando cuidadosamente a los lados por si aparece algo inesperado.

Los pies le comienzan a doler un poco pero observa a sus compañeras en peores condiciones.

Habiamos llegado a la altura de un terreno pantanoso, el lugar que al parecer Poseidón habia dicho en la profesía pero estas sandalias basura habian hecho el trayecto mas dificil de lo pensado, me parecía ilógico que una mujer cuya profesion era ser una bruja herrante se hubiera cansado por el trayecto, tomando en cuenta que habia recorrido caminos peores y distancias mas largas en el peregrinar que la sabiduría de Hécate me indicaba, pero despues recordé que las sandalías eran nuevas y eso me habia causado ampollas, estabamos justo a la entrada de aquel pantano, con Aeneas el embaucador, los dos ladrones Malco y el otro chico que no conocia su nombre, la princesa amazona llena de gran inteligencia, y por supuesto Ahirom que no tenia diferencia alguna entre el y su asno, aunque me parecia que el asno era mucho mas util que un comerciante simplón.

Me detuve en la frontera que quedaba del margen del pantano y murmuré con una voz suave.

-Yo no puedo dar un paso mas, estas estupidas sandalias de Esmirna deben estar fabricadas con cuero de perro callejero, por que me han sacado demasiadas ampollas, me temo que tendré que detenerme a descansar.- Zéfiro que todo el tiempo se habia ido de viaje sobre mi hombro lanzó un triste chillido al aire, sacudí mi hombro mientras me sentaba en el suelo, sobre un tronco caido.

-Se mis ojos, hermano mio- Un nuevo chillido de mi halcón, batió sus alas una vez, y se elevó por los cielos, perdiendose en el cielo del ocaso, sobrevolando a varios metros de altura los arboles mas altos que se alzaban en el pantano y perdiendose de mi vista. Lo vería cuando saliera de este pantano de nuevo. Me saqué las sandalias de los zapatos, y acomode mi Tridente y mi bolsa de viaje a mi lado.

-Pueden continuar si lo desean, me las se arreglar bien sola.- palpé el tronco del arbol y me di cuenta que estaba cubierto de musgo fresco, arranqué un poco, el truco me lo habia enseñado la primer bruja sacerdotisa de Hécate que habia conocido, lo olfatee y lo observee detenidamente a la luz del atardecer que comenzaba a dar paso a la noche, palpandolo, si...este era el musgo adecuado. Cogí uno de los odres de agua de mi bolso, me saqué las sandalias, y apliqué el musgo sobre las ampollas, vertiendo un chorrito de agua sobre el, y apretujandolo sobre la piel herida y lacerada de mis pies, con unas horas de descanso tendría suficiente. Cogí un trozo de pan y lo comenzé a comer en silencio.

A medida que la distancia recorrida aumentaba, el paso del joven miceno se ralentizaba. Si bien podía seguir caminando sin problemas, la sequedad de su boca necesitaba un trago en forma apremiante. Miró de reojo cómo el hábil Malco trepaba a un árbol sin dificultad y deseó poseer la facilidad de control corporal del escurridizo ladrón.

Aeneas frenó sus pasos viento que el grupo se detenía: ¿Estamos todos bien? ¿Alguien necesita descansar?

-Diosa Artemis, ¿por que me abandonas de está manera?...- Pienso mientras observo mis pies deshechos por las ampollas que me han dejado cinco horas de camino, sabía que el sendero sería difícil pero no a tal grado, observo que los demás han tenido menos problemas que yo con la caminata, a excepción de Cassandra, me acerco a ella y escucho lo que dice sobre las sandalias y sus pies tan blancos cómo el marfil que contrastan con lo rojo de las heridas que cubre con musgo y agua.

-Te haré compañia...  estoy en las mismas condiciones que tu Cassandra... no puedo dar un paso más tendré que detenerme un momento también.-

Me siento a un lado de ella y comienzo a desatarme las sandalias y las hago a un lado  trato de estirar los dedos pero me duelen y no me gustaría que el problema de las ampollas se fuera a hacer mas grave si forzamos la caminata.

-Al parecer el sol no nos alcanzará para más, si ustedes quieren seguir, adelante, no los culpo, no quiero ser una carga, sé cuidarme sola...-

No sé que me duele más si mis pies ó mi orgullo, pero siendo realista a menos que fuera el último recurso no estoy lista para el combate, y ese sendero no se ve muy seguro que digamos.