Partida Rol por web

Extrañado ya que no estaba seguro de si el Sheriff le estaba entendiendo o no Harry intento seguir lo más perspicazmente que pudiera con el engaño.

-Sheriff, aguarde un momento que nos acercaremos tanto Dylan como yo a usted, que creo que le podrá hacer una descripción mucho más concreta que la mía o que le acompañemos. En cuanto a la ropa ya le he dicho que su primo Adam... un momento que no sé el apellido -  Y haciendo una pausa un momento sin soltar la comunicación le pregunta a Dylan. - ¿Adam Kuchen?- Esperando que Dylan asiente con la cabeza o diga el apellido correcto- Adam (lo que me diga Dylan) va algo dejado así que la ropa es normal que sea llamativa. En fin respóndame por favor ¿Donde quedamos con usted?-

Medio complacido por el engaño que está llevando a cabo mira sonriendo a Dylan y le dice.

-Vamos a buscar al Sheriff y ya verás como solucionamos el tema de tu primo. No te preocupes.- Poniendo su mano en el hombro de Dylan como consuelo Harry le regala otra sonrisa. 

 Wilson le dirige su clásica sonrisa de político a Martha: incluso más amplia y dedicada para que la perspicaz mujer no dudara de su conducta pública. Sabía que Martha Legrand era una persona de alcurnia, tanto por su marido como por su historia en el pueblo. Un personaje distinguido con el que le convendría tener una buena relación. Sin embargo, nunca le había resultado una persona muy agradable aquella mujer. Si podía evitar relacionarse con ella, lo hacía. Su madre siempre le advirtió sobre la conducta de Martha y como manejaba los rumores y las malas lenguas del pueblo... por lo que no le resultaba extraño que Grethel nunca se hubiera reunido al tan famoso "Club del Libro" de la señora Legrand.

- Sra. Legrand, me alegra verla aquí. Y muchas gracias por el alago... ¿Esta disfrutando usted del día festivo? Todo parece muy calmo y tranquilo en mi opinión.

Aquello comenzaba a resultar extraño. ¿Estaban hablando sobre la receta secreta de las tortas de la señora Crown y cómo preparaba pasteles? En un primer momento, me sentí estúpido de estar realizando un seguimiento a una aparentemente inocente anciana y a un hombretón al que tal vez Luana y yo sólo habíamos estado siguiendo dejándonos llevar por las apariencias.

Sin embargo, no pude evitar pensar si lo que acababa de escuchar no sería puro teatro para intentar distraerme y que dejara de seguirlos. Decidí continuar siguiéndolos a una distancia prudencial, pero decidí tomar mi teléfono móvil y enviar un mensaje de texto a Luana:

El gigante va acompañado por la señora Crown, una de las amigas de Legrand. Él está ayudando a Crown con unas bolsas. Puede que nos estemos confundiendo de hombre.

Una vez mas la voz de Lee suena por su radio. Notó el tono de voz, amable y servicial, bastante diferente del siempre eficiente Lee. Esta bien, pero parece que quiere que lea algo entre líneas...

-Sheriff, aguarde un momento que nos acercaremos tanto Dylan como yo a usted, que creo que le podrá hacer una descripción mucho más concreta que la mía o que le acompañemos. En cuanto a la ropa ya le he dicho que su primo Adam... un momento que no sé el apellido -  se hace una pausa. - ¿Adam Kuchen?- "Smith" suelta Dylan de forma seca- Adam Smith va algo dejado así que la ropa es normal que sea llamativa. En fin respóndame por favor ¿Dónde quedamos con usted?

Desde tu posición, puedes ver cuanto ocurre, aunque no puedes oír que dicen. Lee habló bastante con Dylan, intercambiando palabras y en un momento dado comenzó a hablar por su radio, supones que al Sheriff. Hacia el otro lado, la pareja del grandulón con la anciana se vienen acercando lentamente. Eric se mantiene donde esta, oculto entre unos arbustos y vigilando a ¿los sospechosos? Esas palabras empezaban a quedarles grande, pero en tu fuero interno sientes que tus instintos no estaban errados. Lo que te plantea nuevas preguntas: ¿Sabían que les seguían? ¿Les estaban entreteniendo? ¿Qué tanto tramaban y quienes estaban implicados? Justo el celular vibró en tu bolsillo y agradeces haberlo puesto en vibrador siempre. Es un mensaje de Eric:

El gigante va acompañado por la señora Crown, una de las amigas de Legrand. Él está ayudando a Crown con unas bolsas. Puede que nos estemos confundiendo de hombre.​

-Smith- dice secamente y de forma mecánica el chico. El apellido te suena falso, pero sabes que eso no hace mas que empeorar la situación de estos tipos. Apoyando una mano en su hombro, te giras para llevarlo hasta la plaza, donde podrías encontrar al Sheriff o a tu patrulla, lo que te llevaría hasta su posición si ha abandonado la plaza.

Entonces vez que el grandote viene caminando otra vez por donde había partido, pero ahora le acompaña una anciana que, aguzado la vista, es Abigail Crown, miembro del llamado "Club del Libro" y amiga de Legrand. Lo que te deja algo descolocado es que el grandote esta cargando sus bolsas, las cuales lucen pesadas pero que al tipo apenas parece afectarle. Notas que Luana y Eric están ocultos. Luana justo en la esquina y Eric mucho mas cerca de la posición de la rara pareja.

Los ojos de la anciana relampaguean y su sonrisa se hace más amplia, mostrando unos blancos y artificiales dientes. Siempre que hablaste con ella supiste que debes leer entre líneas todo lo que dice, como si todo tuviera un mensaje oculto y que, normalmente, era una forma de burla o insulto. Parecía que le encantaba jugar así con la gente.

-La estoy pasando muy bien, muchas gracias por preguntar- apoya un dedo en su mejilla pensativa-. Aunque me pareció ver al Sheriff algo alterado… ¿Pasó algo?

Sientes como sus ojos te escrutan, evaluando los efectos que hacen sus palabras en tus gestos. No sabes si ella lo dice porque sabe algo o simplemente lo intuye.

Estábamos de camino a la iglesia cuando escuché de nuevo la voz de Harry, y en el mismo instante que la escuché supe que algo iba mal. No sabía que era, pero tras tantos años trabajando juntos, sabía cuándo mi compañero trataba de decirme algo. El problema era que no sabía exactamente de qué me estaba avisando, pero dada la situación, me inclinaba a pensar que de alguna manera Dylan lo estuviera amenazando. La insistencia en reunirnos delataba una impaciencia poco característica de él, y mi instinto me decía que cuando llegaran debía de estar preparado. Aun sintiendo la urgencia de ir a las montañas, no podía dejar a mi ayudante a su suerte.

-Geli, acabo de hablar con Harry. Está con Dylan y quieren que nos reunamos. Todo estaría bien si no fuera por su voz, era… -no sabía cómo describirlo, pero algo andaba mal-. El caso es que creo que está en aprietos, y no podemos irnos hasta que me asegure que está bien.

Miré al párroco, sabiendo que confiaría en mi palabra. Eran ya muchos años de amistad, y sabía que me ayudaría.

-Tengo un plan en mente, para el cual necesito hacer uso de la iglesia. Además, también necesitaría que me cubrieras las espaldas antes de lo previsto. ¿Tengo tu aprobación como Padre?

 Cuando se trataba de preguntas indagadoras o conversaciones sofisticadas, Wilson no era el más apto para ganarlas, siempre intentando redirigir el tema o ablandar la situación. Pero algo que lo caracterizaba era su formidable cara de póquer: mantener la misma expresión en una conversación, sin sorpresas ni sobresaltos. La Sra. Legrand obviamente quería sacarle información, y parecía que ya tenía indicios de lo que estaba pasando. Así que, con su sonrisa inmutable y estoica, hizo lo posible para manejar la situación. Temía que Martha pudiera causar revuelo o temor en la multitud si sabía todo lo que estaba pasando.

- ¿El Sr. Strarrosa? Me extrañaría más si no estuviera alterado. Usted lo conoce... todos los conocemos. Siempre pone su mejor empeño y la mayor dedicación a la labor de sheriff. También conocemos su historia y porque es así. Los años que pasó en la bebida construyeron a un hombre arrepentido, que se esfuerza de manera sobrehumana para mostrarle al pueblo que él todavía puede ser redimido. Y eventos como este hacen que su profesión se ponga en juego; y que se tenga que demostrar de que calidad es el servicio que le garantiza a nuestros habitantes... Así que no, Martha; no pasa nada fuera de lo usual...

 Lamentaba tener que recurrir al pasado del sheriff para excusarlo de la actitud que estaba teniendo ese día, pero mantener la calma y no permitir que se corran rumores por las malas lenguas era primordial.

El sheriff estaba convencido de que algo malo estaba ocurriendo. Y sabía que podía abusar de mi confianza.
- Félix, si de verdad crees que estás en lo cierto, tienes mi permiso mientras no se monte ningún escándalo innecesario. ¿Qué tienes en mente exactamente y cómo quieres que te cubra?
Intentaba parecer tranquilo pero la verdad es que todo aquello me ponía bastante nervioso. En Sonnenlicht jamás ocurría nada extraordinario, pero...
- No dudo de tu olfato pero créeme cuando te digo que todas las historias fantásticas que tanto te gusta que te cuente tienen cierta conexión con la realidad. El mal es escurridizo, entra por las rendijas más pequeñas imaginables a nuestras vidas, pero también es tremendamente pestilente y pegajoso. Deja sus marcas de forma inevitable y el ojo experto es capaz de reconocerlas. Los ropajes extravagantes como las túnicas que mencionaste son algo menor, hablar una lengua arcana puede ser una farsa o una extraña afición. Pero el tema de los pajaros me pone los pelos de punta... Hoy en día la juventud huye de Dios, y en la inocente búsqueda de la trascendencia al final puede acabar encontrándose con el Mal. Quien sabe hasta qué punto esos pobres chavales han estado jugando con fuego.

Intenté parecer convincente, a sabiendas de lo atípico de mi discurso. Siempre había estado tremendamente interesado en lo paranormal y esotérico, especialmente desde que me hice sacerdote. Y aunque era algo que procuraba ocultar a la mayoría, Félix era la excepción.

Asentí a las palabras de mi amigo. No era la primera vez que hablaba de esa manera, tenía una manera extraña de ver la vida, muy alejada de la típica imagen de cura de pueblo. Sin embargo eran ese tipo de cosas las que habían hecho que fuéramos tan amigos. En mis peores momentos, antes de dejar la bebida, no habían sido los sermones lo que me habían salvado. En ese momento, no fue sino su visión refrescante de la condición humana la que me abrió los ojos. Lejos de amenazarme de arder en el infierno, de perder la gracia divina y de alejarme del camino de la salvación, me habló de los demonios internos que tenemos cada uno, y de cómo debíamos hacer todo lo posible para vencerlos. No por mi familia, no por el pueblo, no por mi alma, sino por mí. La lucha no fue fácil, pero con su apoyo conseguí salir de aquel agujero, y aquella era una deuda que tendría de por vida.  A partir de entonces nos reuníamos a menudo, debatiendo sobre los temas más diversos. Un día podíamos empezar discutiendo sobre la bondad o maldad innata del ser humano, y acabar peleando sobre si echarle sal gorda o fina al pescado. Eran buenas ratos, y un soplo de aire fresco después del trabajo. Pero ahora en no era momento de divagar, pues teníamos un plan que ejecutar. Estábamos llegando a la iglesia y no había tiempo que perder.

-Geli, no sé qué está pasando, así que tenemos que ponernos en lo peor. Si de alguna manera están amenazando a Harry tenemos que ayudarlo. Ellos no saben que estás conmigo, por lo que jugamos con esa baza. Yo les esperaré allí, apoyado en la columna que hay frente al confesionario, y les diré que vengan. Tú te esconderás en el confesionario, y vigilarás que todo vaya bien. Si todo va bien, en el momento en el que vengan deberían ponerse entre mi posición y el confesionario, por lo que cuando se acerquen te estarán dando la espalda. Si algo va mal, podrás salir y sorprenderlos. ¿Todavía tienes esa biblia hueca? Lo que ahí escondes puede que vaya a ser de ayuda.

Estábamos muy cerca de la iglesia, era hora de actuar.

-Puedes salir en cualquier momento que veas oportuno, pero deberíamos poner una señal –miré a la iglesia, la cual se había erigido con piedra y madera-. Piedra es una buena palabra, fácil de usar. Esa será nuestra señal.

Lo miré, evaluando lo que le parecía mi plan. No sabía si el trabajo le quedaría grande, pues al fin y al cabo su labor en el pueblo no era empuñar armas ni manejar aquel tipo de situaciones. Confiaba en él a ciegas, y era por eso que le había propuesto que me cubriera las espaldas, pero me preocupaba que la situación le sobrepasara. Esperaba que no fuera el caso, pues mi intuición me decía que las cosas se iban a poner feas, y aunque confiaba plenamente en ella, deseaba con todas mis fuerzas que fallara.

El interior de la iglesia estaba bastante iluminado y el sol calentaba lentamente la fría piedra. Grandes rosetones dejaban pasar luces multicolores, dotando al sagrado sitio de un aspecto bastante agradable a la vista. 

Por otro lado, solo el sonido de sus pasos resonaban con fuerza, aunque ambos estaban acostumbrados. Uno por vivir allí y el otro por visitar con frecuencia a su amigo. Hond había ido directamente hacia una de las puertas laterales en donde estaba la habitación de Doorgod, buscando un lugar donde tirarse a dormir al fin. 

Ahora solo había que... ¿armar la emboscada? era una palabra algo fuerte, pero Strarrosa prefería ser precavido y pedir disculpas y confiarse y arrepentirse de por vida. Como había dicho Geli, la sensación de terror en esos animales se les había pegado en el alma y era un sentimiento que no debían ignorar.

La mujer asintió con pena ante la mención del pasado de Strarrosa, ella misma había aconsejado que no se le aceptara como Sheriff o cualquier otro puesto importante en la comunidad. Pero el actual Sheriff había mostrado con creces que era otra persona y gran parte de eso se lo debía al Padre Doorgod, incluso Legrand sabía que no podía oponerse abiertamente a ellos dos.

-Me alegra tanto saber que nada perturbará el festival- dejó de mirarte y dirigió sus afilados ojos a la multitud-. Esta gente casi nunca sabe todo lo que hacemos por su bien- te miró de costado, sonriendo-. Mi marido, que en paz descanse, fue un buen alcalde, pero le costaba ver que no siempre se podía contentar a todo mundo. Le dolió mucho cerrar el periódico, pero era algo que había que hacerse… Creo que usted sabe bien lo que necesita el pueblo y hará lo necesario para el bienestar de todos- ahora su rostro no sonreía, pero te miraba atentamente. 

Luana no respondió, pero el mensaje le había llegado. Ella estaba entre dos posibles sospechosos de quien sabe qué cosa, pues Harry parecía estar volviendo, con Dylan siguiéndole tranquilamente. La muchacha probablemente debería esconderse un poco mejor, pues alguna de las dos personas podrían verla.

Mientras tanto, tus oídos seguían pendientes de lo que sea que estuvieran hablando.

-Sé arreglar cosas, así que podría echarle una mirada al horno- dijo el tipo encogiéndose de hombros.

-Ya es tarde para eso- la voz de la anciana se volvió ligeramente dura, negó con la cabeza volviendo a su modo de hablar empalagoso-. El pastel no llegará a tiempo. Pero gracias por ofrecerte…

El grandote miró hacia otro lado, hacia la acera contraria a la que estabas. No pudiste ver su expresión. Pasaron donde estabas oculto, ya sin hablar. El silencio fue interrumpido por ella.

-Una vez en la plaza, dejaremos los pasteles en una de las mesas- le miró con una sonrisa enorme-. Podrás elegir el que más te guste. Te daré una porción grande pues parece que la normal no te conformaría jajajaj- su risa era cascada pero adorable-. Luego podrás continuar tu camino. Ya te hice perder mucho tiempo.

-Gracias señora- dijo el tipo con una media sonrisa, sin agregar nada más.

Rápidamente tecleo una respuesta a Eric, porque por más que pareciera que sospechosos no eran las palabras adecuadas... Estaba convencida de que allí había gato encerrado. Y no solo lo había creído yo, el ayudante del sheriff estaba ahí mismo, por algo.... Sonrío un poco de lado. Que allí esté una de las aves rapaces de Legrand no hace más que aumentar mis sospechas. 

"No, Eric... Esto es raro. Que Legrand esté implicada solo lo hace más raro... Recuerda de quien es la esposa. Esperemos un poco" envié el mensaje a mi colega. Me mordí el labio algo preocupada... Ese tipo era tan grande que podía fácilmente enviar a cualquiera de nosotros al hospital. Mantuve el móvil a mano por si hacía falta llamar a algún servicio de emergencia. 

- El Sr. Legrand... que recuerdos me trae ese hombre... realmente le molestaba la injusticia y la pena de los demás, era un hombre dedicado... pero como usted lo dijo, era un soñador cuando se trataba de afrontar realidades duras; y lo del periódico fue uno de esos casos. En ese sentido, usted siempre fue más pragmática que él... (suspira dirigiendo la mirada hacia la multitud) Espero estar a la altura de las circunstancias cuando la realidad dura toque la puerta de la Alcadía. La manera en la que afronta la adversidad es lo que destaca a un buen capitán... de un mero grumete... ¿no lo cree, Sra. Legrand?

Mirando a la anciana Abigail al lado del grandote hace que la situación se vuelva más inverosímil. - Lo que faltaba... Ahora Mrs Crown acompañada por el misterioso grandullón en plan de buen samaritano. Cada vez me lo están poniendo más difícil.-  Girándose ve también a los dos periodista que parece que están siguiendo al grandullón. - Ellos sabrán porqué está el grandullón con Mrs Crown. Aunque seguro que la está utilizando para parecer lo que no es. En fin será mejor llevar a Dylan con el Sheriff- 

Al pasar al lado del grandullón y la anciana Harry no puede resistir la tentación de saludarla e intentar saber algo más. - Buenos días Mrs Crown. Hace un día estupendo. Espero que esté disfrutando de la fiesta. A ver si paso este sábado a la tertulia de la novela de este mes, la encuentro muy interesante y elaborada.... ¿Por cierto, que se ha echado novio?- Dice Harry sonriendo mientras mira al grandullón y a Dylan para ver si se hacen alguna señal entre ellos.

- Espero que el sheriff me espere, o venga. Se me está acumulando el trabajo

A pesar de mi actitud pacífica, aquel momento no permitía remilgos. Asentí a cuánto me dijo el sheriff, mientras intentaba ordenar cuánto había ocurrido en mi cabeza.

Cuando llegamos a la iglesia me dirigí rápidamente a mi despacho, que se encontraba junto a la sacristía. Me puse frente a la gran estantería que cubría toda una pared de la sala, llena de libros y registros de bautismo, matrimonio y defunción. Desapercibido entre los demás volúmenes, algo retranqueado, saqué un libro de un tamaño considerable, pero con un aspecto totalmente anodino. Así me había asegurado de que en el hipotético caso de que alguien lo viese, no tuviera la más mínima intención de abrirlo. En su pasta, marrón y desgastada, solo figuraban unas letras oscuras, que yo mismo había escrito en su momento: "Angelus Custodis Meus", es decir, "Mi Ángel Custodio". Y al abrirlo, allí estaba, el arma corta que Félix me había dado hacía años, tras sufrir un robo con cierta violencia en la iglesia. Nunca había imaginado cuando podría haberme servido el arma, pero Félix parecía llevar años preparando aquella emboscada. No hubo forma de convencerle sobre lo innecesario que era que yo tuviese una pistola. Sin embargo, reconozco que en alguna ocasión que consideré peligrosa llevé el libro conmigo en mi maletín. Con el arma en tan particular escondite, volví a la iglesia para preparar mi espera en el confesionario.

Cuando Félix me vio aparecer con el libro, sonrió complacido.

- Espero que no tarden mucho. Esta historia es bastante aburrida- le dije, abriendo el libro y enseñandole el arma.

Tu móvil se agitó en tu mano, casi sabias de quien era el mensaje antes de mirar la pantalla. Las palabras son escasas, pero el mensaje era bien claro:

No, Eric... Esto es raro. Que Legrand esté implicada solo lo hace más raro... Recuerda de quien es la esposa. Esperemos un poco" ​