Partida Rol por web

No era el sitio más agradable en el que dejar a Anna Swacht, pero en esos momentos era lo mejor que teníamos. Me pregunté qué pasaría con la anciana cuando recuperase la consciencia. ¿Intentaría liberarse de alguna forma?

-Sí, es mejor que quitemos de aquí cuanto antes todos los instrumentos quirúrgicos -coincidió con Korper, apresurándole a ayudarle con aquella tarea-. Luego la podemos dejar esposada a la camilla. De ese modo, si se pone violenta como Harold, no hará daño a nadie.

Sabía que se acabaría corriendo la voz. Al fin y al cabo, la situación había sido tan macabra que costaba no contarla, al menos para intentar sacártela de la cabeza. Dicen que las preocupaciones compartidas pesan menos, pero en ese caso, compartirla era lo peor que nadie podía hacer. El pueblo estaba ya lo suficientemente inquieto y temía lo que pudiera pasar si se enteraban de aquella noticia. Aun así tampoco podía mentir, pues como Sherrif representaba a la ley, y el pueblo se merecía saber la verdad. La duda empezó a carcomerme, y tras unos segundos de pausa, al fin pude comenzar a hablar.

-No niego que algo raro ocurriera en el hospital. Anna se desplomó en el suelo y luego se levantó. La verdad es que ni yo mismo termino de entenderlo, pero los médicos se están ocupando. Hasta que no les hagan las pruebas pertinentes no podemos saber en qué condición se encuentran. Ha sido un día largo y lleno de estrés. Hace mucho que no pasábamos una tormenta como esta y estamos todos cansandos. No sé que pasó en el hospital, pero me inclino más a creer que todo esto es más fruto de nuestro cansancio que de nada sobrenatural.

Miré a los presentes y contuve un suspiro. No era la mejor solución, pero al menos esperaba convencer a algunos a agarrarse a aquella explicación.

Uno de ellos mencionó a Legrand, y un escalofrío me recorrió. Aquella mujer sólo significaba más quebraderos de cabeza para mi. Demasiado cansado para disimular mi fastidio miré a quien había dicho lo de la mujer.

-¿Legrand? ¿Qué es lo que piensa hacer esa mujer?

-La que faltaba! la señorita miss importante!- murmulló en voz baja Luana. No era ningún secreto que le relación entre ambas nunca había sido buena. Luana era consciente que si estaba aquí era por una buena razón, y generalmente una razón malvada.

-Los Swatch han muerto. Se los han llevado. - Luana no hizo caso de los intentos de la doctora por mantenerla callada aunque se sintió agradecida por la preocupación.

El silbido de Eve, apenas audible por el temor que le invadía al pensar que ese sujeto fuera peligroso, fue escuchado. Se giró hacia ella, acercándose luego a paso lento y dubitativo. Mientras la luz de las farolas iba perfilando su figura, la enfermera pudo notar mejor sus rasgos.

 Era un joven de unos treinta años, quizás más, pero la barba roñosa y el cabello apelmazado no ayudaban a calcular su edad. Era extremadamente pálido, pero la tierra y mugre en su rostro disimulaban esto. Iba vestido en harapos, con un abrigo de un talle mucho mayor al que debería y roto en varios sitios. Antes incluso de estar a unos diez metros, el hedor a suciedad y podredumbre envolvió a Eve, pero estando hace poco con Harold apenas le afectó. El sujeto se detuvo ahí mismo, lejos, mirando a la chica con curiosidad. Alzó una mano a modo de saludo, momento en el que notó que le faltaban varios dedos de su mano, teniendo solo el pulgar, el índice y el meñique. Parecía estar fascinado por algo en Eve, arrugando sus ojos mientras la observaba, pero sin atreverse a acercarse más. Al pasarse la mano por la barba, la joven se dio cuenta que esta también carecía de dedos, faltándole el meñique y el anular. No sabía si era peligroso o no, era difícil darse cuenta de eso con solo un vistazo, pero era sumamente inquietante. Nunca le había visto por el pueblo y alguien con esas características era fácilmente recordable.

Sonrió y comenzó a balbucear algo, señalando las luces y luego girando sobre sí mismo mientras reía de forma extraña. Terminó de dar vueltas para observar a Evelyn otra vez, tocándose su propio cabello mientras la mirada. Quizás le parecía extraño el color rojizo de la enfermera.

-Aghar… guarl- era imposible entenderle algo y no sonaba como algún idioma conocido, era muy parecido a la forma de hablar de algunos sordomudos, pero sin duda el sujeto podía oír bien.

Tanto Strauss como sus hijas soltaron unas risitas divertidas al ver el predicamento de Wilson, quien vomitaba ruidosamente en el suelo, justo sobre algo que no alcanzaba a identificar. Segundos después notó que era una mano femenina, o eso creyó al ver las uñas pintadas de un feo color violeta. Sus ojos intentaban fijarse en los muchos bultos que había repartidos entre los arbustos y adornos de coloridos duendes de jardín. Encontró la cabeza de la esposa de Straus, moviendo su boca con el horror pintado en su cara. Los Thompson estaban allí también, como víctimas, no como asesinos como creyó en un primer momento. ¿Cómo habían llegado a eso? ¿Sería como con Harold? ¿Todos estaban muertos y su mente se había vuelto psicótica?

Pronto dejó de ver detalles, como si su cerebro borroneara las figuras rojizas y negras que encontraba, concentrando todas sus fuerzas en caminar y buscar a su capataz. Temía encontrarle en algún rincón de ese pesadillezco patio, cortado en pedazos y privado de sus extremidades. De reojo veía a las niñas siguiéndole, curiosas por el accionar del alcalde, mientras que Strauss continuaba en el mismo lugar, mirándole con atención. ¿Iban a atacarle? Esperaba algún golpe a traición de un momento a otro, pero esas “personas” se divertían con su accionar.

Entonces lo vio. Tirado sobre su costado, con sangre en la frente pero entero, sin las horribles heridas y mutilación que tenían los demás. Una de las niñas murmuró: “Lo encontró”. Las otras corearon una risita horrible de anticipación, como si algo estuviera ocurriendo justo como lo planeaban.

A pesar de la simple, pero racional y probable explicación de Strarrosa, algunos negaban con la cabeza, como si la idea de que los muertos se levantaran de sus tumbas fuera de lo más indiscutible. Otros suspiraron aliviados, intentando hacer entrar en razón a los demás, pero apenas lograron su cometido. Lo de Legrand les puso incomodos, como si temieran delatar a la prominente viuda. La mitad trabajaba para ella, así que ponérsela en contra era prácticamente condenarse.

-Se llevó a unos hombres, dijo que se ocuparía personalmente- Morris Dosec, un chico de unos veinte años y que trabajaba en la aserrería habló con voz tímida, en voz muy baja y dedicando rápidas miradas  a los demás. ¿Qué pretendía esa anciana? ¿Por qué llevarse a un grupo de personas? Entonces, con voz apenas audible pero que provocaron escalofríos en Strarrosa, Morris dijo-. Pidió a unos compañeros de trabajo que juntaran mucha leña…

Sin ningún tipo de reparos o delicadeza, comenzaron a guardar todos los instrumentos filosos o que pudieran servir como arma en otro sitio, usando una de las camillas para acumularlos ahí. Luego arrastraron todo a la parte de afuera, dejando a Anna esposada a otra camilla. Korper la miró unos segundos y luego cerró con llave, soltando un fuerte suspiro, como si hubieran encerrado a una peligrosa bestia.

-Esperaba que despertara de un momento a otro- miró a Eric pensativo-. ¿Estará muerta? ¿Realmente muerta?- apretó los labios contrariado, era una pregunta muy difícil de contestar. Se apoyó en la camilla con los instrumentos de autopsias, mientras hablaba-. Solo puedo saber si alguien está vivo. Si muere y se mueve… bueno, está en ese raro estado de los Swacht- tomó un escalpelo de la mesa, como quien toma un bolígrafo-. Temo pensar en lo que les ocurrirá a los que ya están muertos. ¿Revivirán en sus tumbas?- su mirada hace rato que no está fija en el periodista, sino en la nada-. Arañando la madera, gritando para salir- con el escalpelo comenzó a cortarle la palma, lentamente, dejando que la sangre manara por su antebrazo-. Siempre tuve pesadillas con eso, imaginándome que moría, pero no moría, para ser enterrado vivo…

La anciana sonrió, de esa forma tan cruel, con los ojos brillantes y esa dentadura blanquecina, como si fuera una serpiente ante unos simples ratones. Si influencia se extendía por todo Sonnenlicht, llegando a decirse que superaba a la del alcalde o al sheriff, algo normal cuando se era dueño de la mayoría de los puestos de trabajo. Era fácil ver que los hombres que le acompañaban eran empleados de alguno de su negocios, incapaces de negarse a sus demandas, fueran las que fueran.

-Sé que están muertos querida- los labios rojizos de la anciana se curvaron maliciosamente-. Pero ese no es el problema. ¿Verdad?- sus ojos fueron hacia la habitación donde había visto salir a Geli-. Revísenla.

Solo tardaron unos segundos en reaccionar, pues bastó una tétrica mirada de la anciana para que esos hombres avanzaran hacia la habitación de Harold. No estaban contentos con lo que debían hacer, pero tampoco parecían reacios a contradecir a la anciana. ¿Qué pretendían hacer con Harold? No lo sabían y Legrand salió del hospital con paso seguro, sabiendo que sus demandas serian cumplidas. Iba hacia la plaza del pueblo…

Desconocía que hacía allí la estirada de la Sra. Legrand. Pero desde luego, pretendía montar un espectáculo. Poco podía hacer yo. Al fin y al cabo, era una realidad que iba a ser difícil de esconder...
Tenía que hablar con Félix y contarle lo que estaba ocurriendo. Igualmente, tenía que saber qué andaba haciendo él.

 Finalmente el alcalde dio con su capataz. Con Ricky, que se encontraba tendido como los demás, pero sano. Por lo menos en su mayor parte, pero lo suficiente como para que Wilson no tuviera otra crisis nerviosa con vómitos incluidos. Soltó un respiro de alivio al ver a su empleado entero, pero las risas de las niñas que rodeaban a los dos hombres le hicieron darse cuenta de que todavía no había acabado el calvario. No los dejarían irse así como así. No parecían ser una familia que mostrara esa clase de misericordia, ni siquiera con los suyos. Como la cabeza de la Sra. Strauss confirmaba.

- Ricky... no te preocupes, Ricky... saldremos de aquí...

 Wilson se dio media vuelta y enfrento a las niñas, que a esa altura ya debían estar rodeándolo. Con sus inocentes sonrisas de maníacas homicidas. Le daban repugnancia, pero ese asco no era comparable con el que le provocaba el Sr. Strauss. Familia desquiciada que aprovechó la catástrofe para sus crímenes. Teniendo la mala suerte de no poder matar ni a una persona, puesto que la muerte no existía en esos lares. Ya no más muerte en Sonnenlitch. Seguían hablando...

- Niñas... Sr. Strauss... déjenme llevarme a este hombre. Se los imploro... lo cargaré y nos iremos de aquí, y no los incordiaremos más. Por favor...

 La franqueza mezclada con la frustración hacían que el pedido de Wilson fuera realmente triste. Había una pizca de miedo en todo su diálogo, pero no demasiado. Como si toda aquella situación lo horrorizara y lo deprimiera... pero no le provocara miedo. Wilson no lo entendía, pero era evidente porque... faltaba la muerte. La muerte era la cereza del postre del terror. Y los Strauss no contaban con ella. Su único aliado en ese predicamento era que de una manera u otra, no "perderían" a nadie. Por más retorcido que fuera aquel pensamiento.

Lara clavó los ojos en aquella horrible mujer mientras se acercaba el walkie talkie a los labios. Apretó el botón para abrir la comunicación

- Soy la doctora Scofield. Aviso de que Martha Legrand está en el hospital. quiere llevarse los cuerpos de los swatch sin autorización ni permiso alguno. Repito, piensa llevarsels a la fuerza usando a nuestros queridos convencinos - soltó el botón en actitud desafiante tanto para la mujer, si la habia escuchado, como a los hombres.

-¡A saber! -exclamé, sobre la pregunta de Korper si Anna estaba muerta o únicamente inconsciente-. Puede que aún se despierte o se ponga violenta, o... Mejor no pensar en eso.

Sentía cierta lástima de que la señora Swacht hubiera tenido aquel trágico final, si es que ése era el final para ella. No dejaba de pensar en la forma en que había perdido la consciencia la anciana. ¿Verdaderamente estaría muerta o sólo había perdido la consciencia por el tema del que estaba hablando?

-Eh, Korper -posé una mano sobre el hombro del forense, viendo que el hombre parecía estar un tanto afectado-. Sea lo que sea lo que le está sucediendo a la gente de Sonnenlicht, lo afrontaremos... Deja el escalpelo, Korper. Salgamos de aquí. Tenemos que encontrar a los demás: Lara, Luana, el sheriff... Si hay más gente como los Swacht en el pueblo, entre todos estaremos más prevenidos y podremos defendernos.

Algo se descompuso en su interior al ver mejor al hombre. Parecía recién sacado de los mismísimos infiernos, totalmente destrozado y sin todos los dedos visibles.

Momentáneamente olvidó los peligros que pudieran traer por pura lástima, abriendo más la puerta y haciendo una seña para que se acercara.

¿Agua? – No sabía si había dicho eso, pero al comprobar que le costaba hablar intuyó que necesitaba aclararse la garganta.- Ven, aquí estarás a salvo.

-Aburridoooo- canturrearon las niñas apenas terminó de hablar el alcalde, cerrando un poco más el circulo que le rodeaba, mirando alternativamente a Ricky y a Wilson, sin decidirse donde fijar la mirada. Parecían un grupo de hienas asechando a su presa, riendo por lo bajo y relamiéndose los labios. Pero en esa jerarquía de depredadores había uno más arriba que todas esas tétricas niñas, si padre avanzó entre ellas, momento en el que callaron y se alejaron unos pasos. Strauss, o lo que se había convertido ese habitante amable de Sonnenlicht, observó a Batterman un rato, arrugando los labios, pensando bien que decir a continuación.

-Las niñas tienen razón, es aburrido lo que está diciendo- las más pequeña aplaudió entusiasta, pero fue frenada con un solo gesto de su padre-. Le diré qué, vamos a dejarles ir- otra de las niñas hizo puchero, como si le hubieran sacado su juguete preferido-. Le daremos… cinco minutos de ventaja- una amplia y malévola sonrisa deformó sus rasgos-. Lamentablemente no podrán usas sus vehículos. Nos encargamos de ello… Suerte.

Luego tomó asiento al lado del cuerpo de Oshean, rebuscando luego entre la sangre hasta sacar un largo cuchillo de carnicero. Comenzó a limpiar su arma con tranquilidad, mientras las niñas se ponían a hacer “labores de limpieza” juntando los pedazos de cuerpos desparramados por ahí. Era un buen momento para huir…

Korper miró el rostro de Tucker, luego su mano y el color abandonó su cara. Soltó el escalpelo como si este fuera un arma de destrucción masiva, para luego taponar la herida en su mano.

-No me di cuenta de lo que estaba haciendo- miró su mano un largo rato, pensativo-. Es raro… no… No importa- con un pañuelo hizo un burdo vendaje-. Debe ser la tensión del momento. Tienes razón, vamos a por los demás. Nos queda Harold y dudo que Anna escape si está viva, activa o como quieran llamarlo.

El que su compañero estuviera más entero a pesar de todo lo vivido le daba confianza, esa que le faltaba siempre. Aun luchaba con las ganas de encerrarse en algún lugar y esperar que todo aquello pasara, que el horror siguiera de largo y no le afectara.

El doctor dejó todas las luces encendidas, pues quería volver y tener una amplia visión de todo el interior con rapidez. Aun así, notaron que las luces parpadeaban a veces, como si algo no estuviera del todo bien. Sin detenerse a pensar en ello, tenían cosas más importantes que hacer, llegaron a la patrulla, justo para oir un críptico mensaje, por la voz, era Lara.

Soy la doctora Scofield. Aviso de que Martha Legrand está en el hospital. quiere llevarse los cuerpos de los swatch sin autorización ni permiso alguno. Repito, piensa llevarsels a la fuerza usando a nuestros queridos convencinos

Unos segundos despues, otra voz se oyò por la radio, aunque era una voz mas cascada y firme, Korper la reconoció al instante. Legrand.

Así es, me encargaré de arreglar y depurar este pueblo, ahí donde nadie tiene las agallas para hacerlo. Deberían salir de sus agujeros para ver la realidad que empieza a esparcirse por todo Sonnenlicht.

Los hombres de Legrand penetraron en la habitación de Harold, soltando mil exclamaciones e insultos cuando la peste de un cadáver les sorprendió. Pero lo que en verdad llamó la atención de la anciana fue el actuar de Lara, prácticamente desafiándola mientras le miraba a los ojos. Así que se acercó a ella, con paso digno y confiado, le arrebató la radio y la llevó a sus labios. Sin dejar de mirar a Lara, empezó a hablar.

-Así es, me encargaré de arreglar y depurar este pueblo, ahí donde nadie tiene las agallas para hacerlo. Deberían salir de sus agujeros para ver la realidad que empieza a esparcirse por todo Sonnenlicht- luego le tendió otra vez el walkie a la doctora, sin dejar de mirarla a los ojos-. Me agradas.

Al estar Harold esposado, lo sacaron con camilla y todo, hasta donde estaba Legrand. Ambos ancianos se dedicaron una larga mirada, aunque Martha enarcaba un labio con desagrado. Era admirable que mantuviera su compostura al verle, pues era obvio su estado.

-Así que es verdad- murmuró por lo bajo, soltando un chasquido con su lengua- Llévenlo afuera.