Partida Rol por web

Halleth apretó los dientes. Aquella criatura debía morir. Sentía el impulso de bajar y concederle lo que buscaba, abrirle la puerta y partirle en dos. Pero no quería poner en peligro a sus compañeros ni a los dos jóvenes de la aldea.

-¿Por donde podemos huir?-Preguntó el paladín a Irina-  Será mejor que nos demos prisa o reducirá vuestra casa a cenizas con nosotros dentro-advirtió el paladín.

-Y tu, Ismark. Si te quedas te matarán. No servirá de nada y dejarse matar no es la mejor manera de hacer que se enorgullezca tu familia. Ven con nosotros y lucha contra el conde. Protege a tu hermana, si te quedas aquí tendrás suerte si te mata y no algo peor-dijo el paladin tratando de intimidar al chico para que fuera con ellos ante la perspectiva de ser despellejado vivo por aquel monstruo.

Aquello no está nada bien, no cuando de nuevo están rodeados por las huestes de aquel Conde. Es evidente que ahora todos los presentes son unos ratones que intentan escapar ante la mirada de su depredador y por ello, es que las expresiones serias de la pícara revelan la preocupación que ataña la situación. Debido a esto, desvía la mirada hacia todos los presentes mientras explican sobre la voz cantante de Strahd. 

—Es momento de salir, aunque esto será una cacería de quien atrapa a quien. No hay demasiadas chances, ni tampoco es un buen plan enfrentarlo...—dice la mujer—. Lo dicho por Halleth, necesitamos una salida. YA. 

Con lo que pudo comprobar, Isopel no tiene miras de quedarse allí y lo mejor será abandonar aquella casa. No obstante lo que se pregunta de forma constante es donde diantres está Tadiel y esos hombres que lo acompañaban. Es demasiado extraño todo y preocupante en demasía. Al menos tiene muy en claro que es hora de huir, al menos como un placebo de momento ante un destino que no les dará más escapatorias. 

Vera recogió su mochila del suelo, dispuesta a largarse con los demás lo más rápidamente posible.

— ¿Era ese el hombre a quien viste en la taberna? — Le preguntó a Isopel. La sensación que le producía es que, en efecto, así era, pero allí habían asumido que se trataba del propio Strahd. Si ese extraño elfo era sólo uno de sus lugartenientes, ¿qué poderes tendría realmente el vampiro?

Se volvió hacia los hermanos. — Y sería buena idea que fuera un camino subterráneo. Sin caballos no podremos superar en velocidad a esos lobos y seguramente puedan rastrearnos fácilmente si vamos por las calles — comentó. Desde luego, las cosas no pintaban demasiado bien para el grupo, y sólo acababan de llegar al valle.

Los hermanos os contemplan, con el miedo bailando en la mirada, pero sin dejar de vigilar lo que sucede en la calle a través de los ventanales.

¿Salida? Acierta a responder Ismark, que parece sobrepasado por la situación. Las únicas salidas de la casa son la entrada principal y una trasera que está en las cocinas. No… no tenemos sótano, ni bodega…

Irina se desliza el arco por el hombro y lo sujeta con la mano diestra. Con la otra, de manera inconsciente, cuenta las flechas que tiene en el carcaj. Las puertas las tenemos bloqueadas desde dentro, con cerrojos y travesaños, y las ventanas del primer piso las tapamos con tablones anteayer, como nuestro padre nos dijo que hiciéramos…

En el exterior la falta de respuesta parece incomodar a Rahadin, que frunce el ceño.

El elfo del ocaso extiende el brazo en el que porta la antorcha y con ella alcanza a uno de los resucitados que hay a su lado, el cadáver de un hombre con harapos que parece ser sólo piel y huesos. Las llamas lamen las ajadas ropas y comienzan a prender.

¡Entregad al elfo! Anuncia en voz alta, una voz llena autoridad, la de alguien acostumbrado a ser obedecido.

O permitid el paso a vuestro hogar… abrid las puertas y permitid que lo busquemos…

Las llamas comienzan a envolver al muerto viviente, iluminando con su luz la calle.

Disponéis de tiempo hasta que éste desdichado se consuma…

Por un segundo al paladin se le ocurrió la opción de dejarlo pasar y que buscara al elfo ya que no estaba allí pero era absurdo exponerse a él y a las criaturas del conde. Claramente ellos, nuevos en el valle, eran sospechosos. 

-Vayamos por la salida de la cocina. Debeis guiarnos lo más rápido posible fuera de esta aldea... cuanta más distancia pongamos entre ellos y nosotros mejor-le dijo a los hermanos.

Cuando accedéis a las cocinas (7) os encontráis que es tal y como os han dicho. Hay una puerta en las mismas que conduce a la parte posterior de la casa. La puerta está cerrada desde dentro por un travesaño, por un cerrojo y también han bloqueado la misma con un gran armario, que han arrastrado hasta situarlo delante de ella.

Ismark os hace entrega de las llaves que abren los cerrojos, tanto los de ese cerrojo como los de la puerta de entrada.

Avanza la pelirroja junto a los demás hacia la cocina y siente en su pecho que esto es una pérdida de tiempo. Están atrapados, es muy difícil salir de allí de momento y tocará buscar otro tipo de plan. Por esa razón cuando aquel sujeto pide al elfo, está pensando que se refiere a Tadiel incluso cuando le han perdido el rastro. 

—Es muy raro todo...  Estamos encerrados, es un problema. 

Mirando la puerta, completamente bloqueada, Vera inspiró un momento. Se volvió hacia Ismark.

— Es probable que también estén vigilando esta salida... ¿Hay alguna ventana desde dónde comprobarlo? — le preguntó. Aunque, como había comentado antes, escapar de los lobos por medio de las calles no le parecía una opción viable. Aún así, era mejor que nada, y a la mujer siempre le había gustado tener una vía de escape alternativa. — Si no, vamos a tener que hablar con ese tipo para intentar convencerle de que el elfo nunca ha llegado hasta aquí... — añadió mirando a sus compañeros para ver si tenían alguna idea mejor.

Vera no creía que fueran a quemar la casa, con la supuesta prometida de Strahd aquí dentro, pero tenía muy claro que las puertas no durarían eternamente si la multitud que había ahí fuera se proponía tirarlas abajo. 

Al lado de la puerta de salida bloqueada desde dentro hay una ventana que, aunque está tapada por tablones clavados, posee una minúscula rendija a través de la que se puede ver el exterior.

Vera se aproxima a ella mientras los hermanos, con la ayuda de Halleth, comienzan a arrastrar a un lado el armario que han puesto para bloquear la entrada de la puerta trasera. El armario chirría contra el suelo a medida que lo van apartando.

Y en cuanto la bruja puede echar un vistazo al exterior, confirma el error que sería tratar de escapar por aquí. Porque están fuera.

En el patio exterior hay una multitud de resucitados, imposible decir cuántos debido a la falta de perspectiva que tenéis y a la oscuridad y la niebla. Pero lo que sí ve Vera es como uno de ellos, prácticamente un esqueleto cubierto únicamente por una destrozada cota de mallas, gira su calavera hacia la dirección de la puerta, como si hubiese escuchado el chirriar del armario al ser apartado. Y de pronto comienza a correr hacia la casa y se lanza contra la puerta.

Y justo cuando Halleth se acercaba para abrir el cerrojo que bloquea el travesaño con la llave que Ismark le ha entregado, y en el momento en que Vera trata de advertirle sobre lo que ha visto, un tremendo golpe resuena contra la puerta, que tiembla con violencia y hace que el paladín de un salto hacia atrás.

La sacudida estremece a la puerta, haciendo crujir la madera, y comprendéis que los muertos vivientes se están lanzando contra la puerta trasera, como si se tratasen de improvisados arietes, ¡con el fin de derribarla!

En el límite de visión de Vera, puede ver al esqueleto, que ha perdido ambos brazos en el terrible impacto, y que se tambalea por el patio trasero, pero ya hay otro más que comienza a correr para arrojarse contra la puerta.

Enseguida volvéis a colocar de nuevo el armario donde estaba, para reforzar la puerta ante el asalto de los no-muertos, mientras pensáis desesperadamente en qué opciones tenéis.

Frente a la mansión, Rahadin se mantiene a la espera. Las llamas que envuelven al retornado que permanece a su lado se reflejan en sus ojos gris claro.

De pronto, hay un borrón de color blanco y a su lado aparece, donde hace unos segundos no estaba, el licántropo de pelaje como la nieve. La enorme bestia baja la testa y parece hablarle en susurros al elfo del ocaso, y al escuchar las palabras, Rahadin entrecierra los ojos.

¿Por la puerta trasera? Dice en voz baja, no se sabe si para sí mismo o para el gran Blanco. ¿Acaso pensaban que no tendríamos vigiladas todas las salidas de la casa?

Muy bien… En un solo movimiento fluido, desenvaina una de sus cimitarras y decapita al no-muerto en llamas, cuya cabeza ardiente rueda por la calle empedrada mientras que el cuerpo se desploma.

¡SE ACABÓ EL TIEMPO!

Incluso desde las cocinas de la casa se escucha la voz de Rahadin…

¡SE ACABÓ EL TIEMPO!

E inmediatamente después se escucha otro sonido. Un sonido que, por ejemplo Kiepja conoce bien, el sonido del aullido de los lobos. Un coro formado por una multitud de esas bestias aúllan al unísono durante unos breves segundos que se os antojan horas.

Es la señal. La cacería ha comenzado…

Mientras a su alrededor la multitud de muertos vivientes por un lado, y las manadas de lobos por el otro, avanzan hacia la mansión del Burgomaestre, tanto Rahadin como el hombre lobo permanecen inmóviles.

Parece que la Voz de Strahd está dando las últimas instrucciones al enorme licántropo de pelaje blanco.

Tomad la casa… traedme al elfo… vivo… susurra Rahadin. Y respetad a los Indirovich…

Matad al resto…

Las palabras de Rahadin llegaron hasta Vera y, pocos segundos después, una sensación de frío invadió a los que la rodeaban. Tardaron un instante en darse cuenta de que no era a causa del miedo al elfo oscuro, sino por el conjuro que la bruja había invocado. Ante el inminente ataque a la mansión, Vera conjuró la armadura de Agathys, que volvía su piel tan fría como el hielo.

Sujetó bien su mochila y colocó nuevamente la pequeña rodela en el brazo.

— No creo que podamos resistir mucho tiempo contra toda esa horda — le dijo a sus compañeros. — Desde la balaustrada puedo cubrir la subida de las escaleras, y la puerta de acceso a la cocina si llegan por las escaleras de servicio, pero son demasiados, así que será mejor buscar un plan de escape.

Estaba incómoda, y eso era evidente para sus compañeros, aunque la conocieran sólo del viaje. Odiaba sentirse encerrada antes de haber podido preparar una vía alternativa de huida, pero parecía que esta mansión no les dejaba muchas alternativas.

Todo sucede desde la línea que Isopel ha establecido en su mente, percibiendo como esta persistencia en seguir los pasos del grupo se hace una constante mientras se doblan los refuerzos y la situación se torna más delicada de lo habitual. Esto hace que la pícara entorne sus ojos bajo una expresión sombría, está claro que no hay escapatoria y tal como había sucedido en la taberna, esto simplemente es un mero entremés antes de enfrentar la triste realidad. 

Por esa razón la pelirroja desvía la mirada hacia el entorno en sí y le pregunta a los hermanos.

—¿Hay algún acceso a los techos? Creo que será la única manera. 

Si bien ella por oficio está acostumbrada a esto, ahora son un grupo más grande y el hecho de enfrentar a ese grupo de muertos y lobos no es algo que justamente Isopel quiera hacer ahora. Pero desde una distancia considerable, desde un lugar que les cueste acceder, tal vez se pueda negociar. Pero jamás con la soga al cuello. 

Por esa razón busca con la mirada cada detalle de ese lugar mientras espera con ansias una respuesta sobre su pregunta. 

Vera se prepara para el inminente asalto. A cada paso que da deja un leve rastro de escarcha por el suelo. A sus espaldas continúa oyendo los golpes en la puerta de las cocinas (7) mientras los no-muertos se lanzan contra ella. Ahora que han vuelto a colocar el armario, la entrada debería resistir… pero ¿por cuánto tiempo?

En la entrada principal (2) Ismark se dirige a las puertas de entrada, reclamando la ayuda de Kiepja. Entre él y el bárbaro arrastran otro armario y lo dejan apoyado contra la madera en un intento de reforzar la entrada. Menaje de toda clase cae del armario y se rompe con estrépito contra el suelo, aunque ahora eso es lo de menos.

Irina sube la escalinata y se sitúa en lo alto de la misma. Allí deja colgando en la barandilla el carcaj, al alcance de la mano, y coloca una flecha en el arco, pero sin tensarlo.

¿Acceso al tejado? Responde la muchacha ante la pregunta de Isopel. No, no hay ninguno directo. Lo siento…

La pícara piensa con rapidez, valorando sus opciones. Aunque no haya acceso directo, las ventanas de la planta superior no están bloqueadas por tablones y podría salir por una de ellas y tratar de escalar al tejado. La otra opción sería subir a través de una chimenea, pero  eso implica escalar por un conducto estrecho lleno de hollín hasta llegar a la salida por el tejado. Isopel sabe de más de un ladrón que ha muerto atrapado de esta manera, encajado en una chimenea o asfixiado en el interior, mientras intentaban robar en una casa.