Partida Rol por web

Los compañeros deambularon por el sombrío pueblo en busca de respuestas y un lugar dónde pasar la noche. Finalmente accedieron a lo que parecía ser una taberna donde un malhumorado tabernero, un hombre de mediana edad que parecía desentonar y un trío de estrafalarios gitanos eran los únicos presentes en el establecimiento. Trifius comprobó la nula amabilidad del barman mientras Dagult ahogaba los intentos de Fionn por "animar" la fiesta. Finalmente, el hombre solitario les invitó a acompañarlo. Había algo en él distinto a los demás habitantes del pueblo con los que se habían cruzado y pronto descubrirían por qué.

Ismark Kolyanovich, pues así se llamaba aquel hombre, les puso en antecedentes. Les habló de que se encontraban en la Villa de Barovia, pueblo de una región llamada también Barovia que no era sino un mundo paralelo al de los compañeros y la prisión de un vampiro llamado Strahd Von Zarovich. El vampiro era el dueño y señor de todas las tierras y parecía también que era el dueño de todos los habitantes de la región pues, podía decidir a su antojo dejarles libres de esta inmensa y siniestra prisión. Algo que, por desgracia, no era en absoluto habitual. Ismark estaba preocupado porque Lord Strahd estaba obsesionado con su hermana Ireena. Dice que la estaba acosando y que había logrado entrar en su residencia en dos ocasiones. El vampiro no podía acceder a una vivienda si no era invitado pero, su capacidad de disfrazarse y su encanto antinatural, le otorgaba libertad casi absoluta para acceder y decidir sobre cualquier habitante de Barovia. 

Su nuevo anfitrión les pidió ayuda para llevar a su hermana a un poblado lejano, fuera del alcance de las garras de Strahd. Pues ahora vivía confinada en su mansión, temerosa de cualquiera que se acercara demasiado a la vivienda y, aún así, demasiado expuesta a la influencia del vampiro. Ismark hablaba del poblado de Vallaki, un lugar del que se rumoreaba estaba bien defendido de la influencia de Lord Strahd. Su idea era que los compañeros escoltaran a Ireena allí.

Éste no era el único problema, su padre, el burgomaestre Kolyan lndirovich, había fallecido hace dos días y su cuerpo aguardaba sepultura aún en la vivienda. Ismark no podía encargarse solo e Ireena no pisaría las calles de Barovia si no era para abandonar la villa bien escoltada, Lord Strahd estaría al acecho.

Así pues, los compañeros aceptaron el reto. Se dirigieron a la mansión del burgomaestre comprobando que las calles de Barovia eran deprimentes y siniestras. Pasaron frente a una vivienda de dos plantas desde la que se oía el incesante lamento ahogado de una mujer. Como siempre, Trifius se interesó por lo que ocurría en el interior de la casa ante la indiferencia de Ismark. Su anfitrión le comentó ahí residía Mary "La Loca", una señora que parecía haber perdido el juicio hace muchos años. Su lamento era audible a todas horas en ese lugar. Trifius, desolado por el sonido, tomó buena nota mental del lugar con intención de visitarlo próximamente.

Llegaron a la mansión dónde Ireena aguardaba llena de desconfianza cerca del cadáver de su padre ya en descomposición. La mujer ahogó sus sentimientos al ver a los compañeros acompañados de su hermano. La mujer parecía inquieta y temerosa de lo que pudiera ocurrirle, pues Lord Strahd era implacable, pero parecía dispuesta a luchar por volver a ganarse su parcela de libertad. Aceptó el plan de su hermano siempre y cuándo se diera sepultura al cadáver de su padre pues, según sus propias palabras, "ningún baroviano ha tenido el suficiente coraje para ayudarnos a darle un funeral digno".

Los compañeros necesitaban descansar e Ismark les proporcionó una cálida estancia con el mobiliario algo destartalado pero suficientemente confortable para que pudieran tener un descanso tranquilo. A mitad del mismo, el aullido de una decena de lobos les sobresaltó. Ireena se apretujó contra la pared más alejada de los aullidos, llena de miedo. Fue entonces cuando Trifius mencionó las marcas de garras y pisadas de lobos en el exterior de la vivienda. Algo que fue corroborado por todos excepto por Dagult, quién aseguró que eran invenciones del gnomo. Ismark explicó que los lobos asaltaban constantemente su vivienda y que sospechaba que eran agentes comandados por Strahd. Tras unos minutos, el desconsolador ruido de los aullidos cesó y pudieron concluir su descanso sin más sobresaltos.

Al anochecer, estaban dispuestos para llevar el cadáver del burgomaestre a la iglesia donde Donovich, el párroco, decidiría cuál sería la mejor forma de darle sepelio. Cuando llegaron a la iglesia, nada parecía ser diferente. La verja estaba oxidada y destrozada en algunos tramos y la única puerta que quedaba en pie chirriaba con una precisión enfermiza debido al viento. Se acercaron a la entrada principal dónde la puerta estaba entornada, dejando una rendija por dónde se filtraba la luz. El murmuro de una oración lejana también era perceptible desde el exterior y, cuando decidieron entrar, un grito ahogado les sobresaltó. Recorrieron el pasillo principal hasta la sala del altar donde un desquiciado sacerdote oraba mientras varios gritos interrumpían sus palabras. El sacerdote casi ni se inmutó de la presencia de los compañeros y otro grito procedente del sótano, esta vez conciso, puso a todos de nuevo alerta: "¡Padre! ¡Tengo hambre!" se oía claramente tras una reja bien asegurada que cerraba el paso a una escalera. El sacerdote, desquiciado, fue reacio a dar explicaciones pero finalmente se derrumbó. Relató que se trataba de su hijo Doru, quién hacía más de un año había llevado a cabo una revuelta contra el Castillo Ravenloft junto a otros barovianos inconformistas. Todos perecieron salvo su hijo, que volvió al cabo de dos días convertido en un engendro vampírico. Dorovich logró atraparlo en la sacristía y, desde entonces, ha estado buscando la forma de recuperar a su hijo, de liberarlo de su maldición sin éxito.

Los compañeros tuvieron que darle la peor noticia que el sacerdote podría conocer, su hijo nunca volvería a ser el mismo. Dorovich se negó a creer tal cosa y suplicó entre llantos que no hiriesen a su hijo. Pero su perturbada mente y su falta de fuerzas tras un año de agonía le hicieron derrumbarse entre llantos. Tar-Gar se hizo un corte en el dedo y lo asomó por la reja lo que provocó que el engendro emergiera ansioso desde la oscuridad y, lleno de rabia, golpeara la reja entre gritos de desesperación.

Tras unos instantes, Doru retrocedió de nuevo a las sombras y decidieron abrir la trampilla para acceder a la sacristía. El destino de Doru estaba probablemente escrito.

Trifius había leído sobre el vampirismo en su mundo y sabía con seguridad que la maldición de Doru era irreparable. Así trató de hacérselo ver al sacerdote.

-Si queda algo de Doru dentro de ese cuerpo, estará viviendo un infierno ahora mismo. Alargar más esta situación sólo acarreará más sufrimiento a usted y a su hijo. La única forma de darle paz es acabar con su vida, padre Dorovich. Lo lamento.

El mago estaba convencido de esta drástica solución. No sólo para darle descanso al joven, sino para evitar que se convirtiese en un problema mayor en el futuro.

-¿Estás seguro?--insistió el luchador al gnomo mirando de reojo al sacerdote enano, ya que le inspiraban más confianza los conocimientos sanadores de Tar-Gar--La esperanza es lo último que se pierde pero si me confirmas que no hay salvación para ese pobre chico, yo mismo me encargaré de que termine cuanto antes el sufrimiento.

¡¡Insensatos!! pensó, debía salir de allí, si seguía con aquel grupo, acabaría por fallecer y no volvería a ver a su familia. Aún así, respiró hondo y no dejó entrever sus pensamientos. Comenzó a estudiar la estancia y sus posibles salidas.

El enano mira a Dagult y mueve la cabeza respondiendo de forma afirmativa mientras que se prepara a sacar su maza para poner fin a la vida de Doru

—¡Por favor!.., si estáis decididos, hacedlo rápido y sin dolor.., él no tiene la culpa de nada..,— ruego a mis compañeros.

Doru gruñe entre las sombras del sótano. Algunos de vosotros sólo alcanzáis a ver su ahora siniestra figura, sus ojos inyectados en sangre y sus amenazantes colmillos envueltos en saliva, dispuestos a desgarrar la carne viva.

Después de dedicar una mirada triste al desolado padre de la criatura e inspirar profundamente un par de veces, Dagult asume la tarea para la que se ha presentado voluntario. El luchador desenvaina el pesado espadón y comienza a descender las escaleras de la sacristía. Una vez abajo, la infernal voz que en ocasiones posee a vuestro compañero exclama:

-¡Dracarys!

Y, para sorpresa de alguno, Dagult conjura una lengua de fuego, que enseguida le envuelve la mano libre, para dejarla escapar como un relámpago ígneo sobre el vampiro.

El enano saca su maza y se mueve hasta colocarse un paso por detrás de su compañero Dagult

Trifius escuchó a Dagult pronunciar las palabras que activaban el piromántico hechizo y corrió detrás de Tar-Gar para ver el resultado. Quería comprobar cómo afectaba el fuego a este tipo de engendros. 

Veo que mis compañeros deciden actuar y bajo con ellos pensando en dar con alguna solución que no sea muy dolorosa para Doru, hasta que veo a Dagult lanzar un rayo de fuego sobre él,..

—..¿Le habrá dolido tanto como a mí?..pobre Doru,..—pienso mientras entorno los ojos haciendo una mueca de dolor.

Permanezco al final de la escalera, espectante a ver cómo se desarrollan los acontecimientos.

La bocanada de fuego alcanza al engendro que por un momento grita de dolor mientras arde en llamas. Sin embargo, segundos más tarde, parece recomponerse completamente.

Es entonces cuando mira fíjamente a Dagult y dice: - "¡Puedo oler tu sangreee!"

El engendro entonces, con una velocidad asombrosa, sortea los puntales de madera y se dirige hacia el guerrero rápidamente.