Partida Rol por web

Observa todo con atención, los hongos primero y los cuerpos de los enanos después, sin duda podría aprender mucho de sus cuerpos, pero no tiene tiempo ni es la situación aunque...aunque las orcas le distraen de nuevo. No es suficiente con el ruido que ya hacen normalmente, sino que además ahora se ponen a picar en la piedra, avisando a cualquiera con buen oído a millas de distancia.

Estas causan mas problemas de los que dan... quizá tendría que haber dirigido al gigante contra ellas... nos hubiésemos ahorrado dos complicaciones. Está claro que habrá que sacar alguna "utilidad" de ellas.

Abre la boca para decir algo, pero Jess empieza a hablar y se interrumpe, la escucha brevemente y viendo como maneja la situación decide hacer algo más útil.

Hace un gesto a Tran con la mano y se dirige a la escalera mientras entrecierra los ojos, esforzándose por ver hasta donde la oscuridad le permite cualquier peligro que pueda estar acechando.

Deberíamos adelantarnos, no apostaría mi oro a que Yazlik no sepa de nuestra presencia, e incluso si no la sabe sospechará que llegaremos antes o después. Es mejor si exploramos lejos de esas bestias estúpidas, quizá incluso nos sirvan de cobertura.

Eooooh... chicas... Sois conscientes de que estáis trabajando por las migajas, ¿no? Yazlik se queda con casi todo el ámbar. Eso significa que más allá, en algún lugar de esta mina, ese tonto enano-perdón, Fornund... estoy tratando de motivarlas, no tengo nada contra los enanos-tiene una cámara del tesoro repleta de ámbar, y no hace falta picar la roca. Puedes recogerlo sin necesidad de trabajar. ¡Solo con alargar la mano! Vámonos, Gran Tergrar. Dejemos que estas orcas se partan el espinazo por un poco de ámbar mientras nosotros nos llenamos los bolsillos...

Las orcas se miraron unas a otras. Sîglu guardó el pico en su mochila y continuó hacia la escalera de mano. Jagga y Niajo la siguieron.

++CARUSHA ENANORTO PAJJJ! MACHAKA VSHENTO!++

Köyu dio un salto hacia delante, ++Sigamos++  Siseó. Palmeó la espalda de la semiorca y se puso en camino. El resto de mineras acariciaron la roca una vez más con la cara de un niño que tiene que dejar una golosina y finalmente cargaron con sus mochilas a la espalda.

Pst. Tran... Si quieres revisar a fondo el túnel en busca de trampas, date prisa. Que me parece que estas avariciosas van a avanzar por los túneles en estampida.

-Estaba pensando lo mismo- Contestó el pícaro con una sonrisa.

-¡Quieta!- Tran detuvo a Sîglu justo antes de poner el pié en la robusta escalera de mano. -Esto acciona alguna trampa como me temía- El pícaro examinó los travesaños de madera e intentó desactivarlo con la ayuda de sus herramientas. -Tus primos se lo pasaron en grande con esto- Comentó a Fornund enfrascado en su trabajo. Tras un buen rato dio un paso atrás y dijo. -Creo que la he desactivado, pero lo mejor será poner el pié directamente en el segundo escalón-

El grupo subió por la escalera evitando el primer peldaño. La cornisa condujo a un estrecho túnel que desembocaba en una gran caverna tenuemente iluminada por líquenes y pequeños hongos luminiscentes. El rubor del agua se escuchaba a lo lejos, pero nada tenía que ver con las atronadoras cascadas del tramo anterior.

Los aventuremos avanzaron en fila con el pícaro a la cabeza. De vez en cuando señalaba algún punto y el grupo lo rodeaba con cautela.

    Al otro lado de la caverna alcanzáis una cornisa surcada por una vía para vagonetas. La roca estaba excavada siguiendo la espectacular veta de ámbar. De pronto unos cristales de cuarzo se iluminan al acercaros. El grupo desenfunda sus armas alarmado, pero pronto descubrís que son inofensivos y os acostumbráis a estos cómodos artefactos que se repiten por todo el camino.

Las vías se bifurcan. A vuestra derecha conducen a un puente derrumbado y a vuestra izquierda se adentran en la roca por un estrecho túnel.

Tran se detiene y Köyu lo adelanta. -¿Conoces el camino?- pregunta el pícaro.

La salvaje asiente con la cabeza y se adentra en el oscuro túnel.

Los humanos se ven obligados a encender sus antorchas durante un largo tramo ascendente. Cuando empezáis a plantearos hacer una pausa divisáis un resplandor en la distancia. Apagáis las antorchas y os acercáis con cautela.

Se escucha restallar un látigo seguido de un alarido de dolor. Las mineras murmuran improperios contra Yazlik y su maldito látigo. Aceleran el paso abriéndose paso ruidosamente dentro de la fila. Tran recibe un empujón por la espalda y tropieza con un pico de minero que había en el suelo. Las mineras le adelantan mientras sacan sus armas. El látigo vuelve a restallar seguido del lamento de alguna desdichada orco pero al doblar una esquina las salvajes se topan con que es uno de su especie quien maneja el látigo.

Cuanto más avanzamos por las entrañas de la tierra acompañados por las mineras orcas, más tengo la certeza de que, yendo junto a ellas, no existe lugar para la sutileza, ni para trazar planes que vayan más allá de enfrentar del modo más directo posible cualquier situación que se nos presente. Si no fuera por el buen hacer de Tran, sin duda habrían tropezado varias veces con alguna trampa que habría hecho volar por los aires a la mitad de ellas. Me sorprendo cuando una sonrisa maliciosa recorre mi rostro ante el pensamiento.

Aquí abajo, en los oscuros túneles y oquedades de la roca, los colores se apagan paulatinamente y empiezo a percibirlo todo en distintos tonos de negro: sable, azabache, carbón... Entiendo que a la mayoría de mis compañeros, que necesitan la luz para ver, pueda resultarles difícil seguir el camino, pero para mí, las formas de la roca se contornean en matices desnudos y primordiales, que me hacen sentirme más cerca de su seno. Puedo notar su latido a través de mi piel, cadencioso y constante como el fluir del tiempo que compone las edades del mundo.

No tardan en encenderse las antorchas, y la magia desaparece, trayendo de nuevo una fracción del brillo de la superficie, de la que estamos tan alejados. Y recuerdo el motivo por el que estamos aquí. Continuamos caminando un largo trecho, hasta el punto de que empezamos a preguntarnos si atravesaremos toda la montaña por debajo.

Y entonces, todos oímos el restallido de un látigo. El chasquido pone en alerta a todo el mundo, y las orcas parecen más nerviosas que nadie. Aguzo mi oído y entorno los ojos para ver si puedo distinguir la escena que se desarrolla más adelante... antes de que las orcas irrumpan en desbandada y arruinen el factor sorpresa.

Fsssssh... Fssssssssh...-por mucho que soplaba para apagar la antorcha, no tenía fuelle para tanto-FSSSSSSSH...

Ah, claro... es una antorcha siempreardiente.

Guardó la antorcha en el interior de su mochila. Ahora ya podía acercarse sin llamar la atención con un foco de luz. El problema fue la marabunta de gente (subgente, en realidad: las orcas no se les puede considerar personas) que iba por delante de ella en la galería, y que le dificultaba el paso. Quizás dándolo todo, un baile sabrosón y con pasos saltimbanquis circenses podría llevarle hasta el origen del restallido de latigazos, a pegar tajazos a diestro y siniestro.

Ni siquiera sabía si merecía la pena. ¿Qué podía encontrar más adelante? Quizás un bálor, y un mago diciéndole "no pasarás". Es una escena que tiene sentido encontrar en una mina si el mago es un conjurador demonologista que ha invocado a ese demonio dentro de un círculo de protección mágica en el que tenerle cautivo. Que si no, ¿a cuento de qué van a coincidir un mago y un bálor en una antigua mina enana?

O tal vez Jess se estaba dejando llevar por su imaginación. ¿Podría haber confundido el sonido del látigo con el de unas riendas de un caballo o una mulla tirando de un vagón minero? Pues al bálor no tenía valor para medirse, y si era una orca cabalgando, aunque no le importaría acabar con esa odiosa pielverde, luego tendría lío sindical con el resto de las mineras... y con el Gran Tergrar que, incomprensiblemente para su pupila, ahora era pro-orca.

Asomó la cabecita entre las cinturas de Tran y Köyu, y lo único que encontró fue un primer plano del trasero de Yolu.

Vamosssss... déjame ver...

Moco. Eso era lo que estaba colgando de la narizota de Klurca, y la semiorca lo iba enrollando y enrollando en una especie de artilugio de hierro fundido.
La guerrera, alzo la vista y olfateó el aire. Acto seguido, sostuvo con los dientes el extraño objeto de metal (y ahora tambien de moco), para poder sostener con ambas manos su enorme espadón.

++Gruuummmm...Balbuceó con gran dificultad para ser entendida, por tener la boca ocupada. ++Qu-e si le damos porra, y que luego la minera le de látigos? Hummhum juju!

Sin saber si alguien le entendía o no, Klurca se decidió a guardar la mocosa en un bolsillo, para poder acercarse con "sigilo". Es decir, sin gritar.

Observa las trampas con atención, siempre ha tenido facilidad por encontrarlas, pero sin duda es mejor que Tran haga el trabajo, por sus movimientos tiene mas experiencia.

Mientras avanzan utiliza su capa para amortiguar la luz de su estoque, ser el objetivo de cualquier ser capaz de ver en la oscuridad nunca es buena idea y está seguro de que estos prediligen las cosas mas brillantes.

¿De que sirve actuar con sigilo con esas bestias? Podría tocar el requiem del violín óseo y nadie lo escucharía, tendría que haber preparado el conjuro...- murmura malhumorado instantes antes de escuchar el primer látigazo.

Sigue avanzando junto al grupo con cautela y, cuando ve que el capataz que las azuza es otro orco murmura -podríamos dejar aquí a las orcas para que... liberen a sus congéneres... si. En cuanto Yazlik tenga noticias de nuestra presencia la vida de Ely correrá peligro.

Se prepara para avanzar de largo mientras, previsibilemente, las orcas hagan un destrozo e imposibiliten cualquier posibilidad de utilizar el sigilo.

Aunque Tran y yo invisibles... sería una oportunidad. Tendríamos que darnos mucha prisa... ¿Alguien tendrá el mapa de la zona o sabría indicarnos el sitio donde podría estar Ely?

Tran leyó los pensamientos del mago que observaba las paredes excavadas en la roca: -Encontré este mapa entre los restos de uno de esos enanos.- Dijo tendiéndole un ajado pergamino.

 Shanshar reconoció el trazo de un maestro enano tanto en los planos como en la mina que representaban. Sin tiempo ni luz suficientes se lo devolvió a Tran.

 -No, quédatelo tú,- Respondió el pícaro -Yo ya he memorizado donde estaban las trampas- Explicó señalando unas sutiles marcas repartidas por el dibujo.

Tran apretó el paso y volvió a ponerse por delante del grupo.

Poco después, cuando se toparon con el orco del látigo...

  De poco sirvió el sigilo de Tran y Shanshar cuando las mineras se adelantaron a trompicones. El capataz volvió a una velocidad vertiginosa, Sus ojos brillaron con una malicia inusual y reconoció al instante las intenciones hostiles de la cuadrilla de Köyu.

    El mago se puso de puntillas y atisbó a ver el rostro del orco que manejaba el látigo, Sus ojos hundidos y crueles no eran lo único extraño, su complexión era mucho más delgada, la armadura de cuero tachonado le quedaba enorme, los huesos del cráneo se le marcaban de forma insana pero lo más repugnante era sus labios desfigurados que parecían cosidos por hebras de carne macilenta.

El capataz chasqueó su látigo hacia las mineras y bufó como un gato abriendo sus grimosas fauces pero al ver que se le echaban encima con los picos en alto echó a correr por la galería de la izquierda gritando en común:-¡¡SEÑOR, SEÑOR!!-

La peón orca que estaba siendo azotada soltó la pesada vagoneta cargada de escombros. Los ejes oxidados emitieron un débil chirrido y la frenaron.  La joven orca tenía la espalda en carne viva y el resto del cuerpo lleno de cicatrices recientes. Se hizo un ovillo en el suelo y no se atrevió a levantar la cabeza.

Shargaas...Shargaas...Murmuró la semi orca, al ver los rasgos putrefactos del capataz.
Klurka, vio como el resto de las mineras y de los aventureros se quedaban atontados en el lugar, y comenzó a abrirse camino a gran velocidad, saltando por entre el resto de la compañía.

Orco no-muerto! Murmuró en comun, como queriendo despabilar a los otros guerreros, mientras un escalofrío le recorria la nuca y la espalda, como cada vez que se enfrentaba a algo sobrenatural.
La barbara, se adelantó hasta la curva en la mina, dejando bien atras a la minera malherida.

Lo que más le fastidiaba a Jess de los orcos, además de su mal olor corporal, su maldad extrema y su naturaleza destructiva, era su manera de hablar. Klurca era paradigmática, y una artista de la manipulación de mocos. Su última frase no contenía ni un solo verbo, y su pésima dicción le aventuraba a Jess dos posibles interpretaciones...

El capataz orco es un muerto viviente. Un no-muerto.

El capataz orco, contraviniendo su estado más deseable por la sociedad en su conjunto, se resistía a aquella ley universal cuya filosofía compartía Jess de que todo orco varón debe estar muerto. Un orco que no estuviese muerto era algo moralmente censurable que Klurca perseguiría para dar una rápida solución.

Niajo y Yolu le tapaban la visión del capataz, y su verdadera naturaleza. Además, el ojo experto era el del Gran Nalfeim. Aunque Jess lo hubiese visto a dos palmos de su nariz, ¿quién sabe si esa delgadez extrema tenía que ver algo con la dificultad que le suponían las hebras en la boca a la hora de comer algo más sólido que una papilla? ¿Y si le cosieron la boca como castigo macabro?

Las masas por delante de la muchacha empezaron a avanzar. Eso cogió a Jess a traspiés, y con pocos reflejos para reaccionar. Avanzó por mimetismo con las orcas, a ver si podían callar al capataz antes de que diera la voz de alarma. Al llegar a la altura de la carretilla, miró a sus pies y lanzó un suspiro. La espalda de la minera estaba desollada, en carne viva, y tenía muy mala pinta. Lo último que quería Jess era utilizar una de las gemas del cinturón mágico para sanar esas heridas, y tener que aguantar a una segunda perrita faldera como la orca Jagga. Sus dudas se dividían en hacer lo correcto (cortarle la cabeza al capataz) o perder el tiempo con una caca de la vaca aumentando su colección de inservible stum.

Ains... jopetas.

Ante nosotros, un orco de malsana apariencia está fustigando a una hembra de un modo inaceptable. No podemos permitir que esto ocurra. Pero antes de que podamos evaluar la situación con detenimiento...

Todo sucede muy deprisa. En cuanto las orcas hacen contacto visual con el capataz orco, las cosas se precipitan. Una estampida se forma en el túnel, como un río de aguas torrenciales. El orco de aspecto desagradable nos ve, e inmediatamente empieza a correr hacia el interior de la mina, gritando, llamando a su «señor».

No puede escapar. Abriéndome paso entre una fila de compañeros indecisos, echo a correr por el túnel. Solo espero que el orco no nos lleve a una emboscada, a una trampa, o aún peor... al terrible descubrimiento de que Ely pudiera estar muerta...

Ignora a las orcas, silenciar a ese orco es lo mas importante. Se pone en movimiento pero ve que es demasiado tarde y no podrá lanzar un conjuro que le retenga, entonces susurra antes de ir en su persecución -Nalfeim, silencio.

Espera que el clérigo haya preparado ese conjuro visto que lo iban a necesitar, pero no tiene tiempo para esperar una respuesta. Intenta moverse ágilmente entre las apestosas orcas con su estoque iluminando el camino, pero no logra evitar pisar un par de pies y medio tropezarse con otra lo que hace que suelte una gutural maldición en dracónico cuando las supera; una vez logra ver a su objetivo saca con la otra mano todo lo necesario para volver a lanzar un conjuro de grasa y que el orco pierda el pie y se le pueda alcanzar.

    Las orcas se lanzan en tropel siguiendo el ejemplo de Klurca. Embrazan sus pequeños escudos de acero y enarbolan sus picos tras el grimoso capataz. Su carrera es un estruendo que ahoga el tropiezo del joven mago.

De cada grieta de la roca empiezan a asomar caras verdes con gesto de curiosidad.

Köyu hace un gesto, las mineras aflojan el paso y forman un compacto muro de hombros achaparrados que ocultan a los humanos que vienen detrás.

Niajo apoya su pico en el hombro y agita la mano para apaciguar las miradas desconfiadas que surgen por doquier.

-Ez una dizputa zalarial...Cozaz de cuadrilla. No oz intereza.-

-¡Señor!- Chilla de nuevo el capataz al volver la cabeza y ver a la feroz Klurca pisándole los talones.

-Hay que callar a eze pingajo- Susurra Yolu por encima del hombro.

Las gruesas facciones de Sîglu se iluminan y la enorme orca se arranca a cantar a pleno pulmón:

++"Suuy mineeeerau de Dungapuuur-gapurga-puuurga++

El resto de la cuadrilla la siguió a coro ahogando los gritos del capataz:

++Ma dicen que cave...Nu hablu enanu.

Ma dicen que pare...Nu hablu humanu

Ma dicen que nade...Nu hablu acuanu

Suuy mineraaau....y sólu hablu orcuuu....y sólu hablu orcuuu"++

-Es surrealista- Bufó Tran agachándose tras la vagoneta.-¡Van a hacer que nos maten a todos!-

Tergrar lo seguía de cerca. Sus pasos vacilantes y sus pupilas dilatadas sugerían que se encontraba bajo los efectos de sus peligrosas setas: -¡Po-pom, po pom...Po-pom. Vamos señor Fornund, no se me quede atrás!- comentó divertido al ritmo de la música.

    Al doblar la esquina Klurca pudo ver a varios orcos mas. No tenía ni idea de si el plan de Sîglu funcionaría. Los orcos a menudo se enzarzaban en peleas tribales tan sangrientas como las guerras contra los enanos. Aceleró el paso para alcanzar al capataz. El muerto-viviente corría hacia una orco de gran estatura y porte guerrero. Vestía una deslucida armadura laminada y portaba un arma a la espalda. La orco que devoraba una rata churruscada frunció el ceño al ver acercarse al capataz. Dijo algo, pero era imposible oír nada con el coro de voces que orquestaba Sîglu.

Klurca leyó sus arrugados labios: ++Nu me muleztez...Eztoy en miora de dejcansu++

Orca 2_"Ceñuda"

En el túnel que se bifurcaba hacia la derecha había un macho enorme apenas vestido con un taparrabos tan raido que ni siquiera cumplía esa función. Tenía una gruesa cadena arrollada al cuello que lo amarraba a una vagoneta cargada de piedras. La carretilla se había salido de las vías y forcejeaba por volver a encarrilarla con la ayuda de una palanca.

Orco_3 "Macho encadenado"

A su espalda asomó una orca joven semidesnuda, también encadenada. Tenía el costado izquierdo lleno de moratones y comenzó a chillar incongruentemente nada mas oír la canción. La minera de aspecto desquiciado trató de salir del estrecho túnel en que se encontraba, pero cayó al suelo cuando la cadena que la amarraba se terminó.

Orca_4 "Desquiciada"

En la galería sur había un par de orcas mas, una estaba sentada en el suelo, se ajustaba unos harapos entorno a un tobillo y apenas reaccionó. La otra asomó la cabeza tras un saliente y sonrió maliciosamente al ver la escena.

Orca_5 "Sonriente" Orca_6 "Sentada"

++y sólu hablu orcuuu....y sólu hablu orcuuu!...y sólu hablu orcuuu....y sólu hablu orcuuu... orcuuu orcuuu orcuuu orcuuu... Klurca, mientras sigue corriendo y saltando como una orca-colegiala que juega con las vias de la vagoneta, logra dar alcance rapidamente al capataz muerto viviente y en el ultimo metro da un salto llevando el espadón hacia atras y el hombro recubierto en armadura hacia adelante. La giganta semiorca se estampa contra la espalda del enano capataz con una fuerza capaz de competir contra un ariete en "a ver quien derumba el castillo", pero desconocedora como es de la fisica y otras yerbas, no calcula bien el angulo y cae más bien hacia abajo, como si quisiera clavar al capataz como a un clavo, en vez de estamparlo contra la pared como era su idea inicial. La minera, rebota casi tan mal como un pajaro contra un cristal limpio (algo que pocas veces ocurriera en la posada de Tegrar), pero al menos no se desnuca, y queda algo atontada en frente al ¿muerto viviente? Uhhhgg....lanza un quejido. El enano, continua buscando a alguien, o a algo...y en cuanto vuelve a chillar. "señorrr..!" la guerrera adelanta una vez más su enorme espada. ¡Te dije que no escapes! miente, hablando ahora en comun. Yo tambien...hablar con señor quiero...ehhh...señor Yaslik? ¿Cierto? El capataz, mira hacia el frente una vez más, pero Klurca, como si sospechara que sigue pensando en salir corriendo le dice. QUIETO! O te curosano la boca esa con sangre y mamporro!

En la retaguardia del grupo Nalfeim tardó un poco en reaccionar ante la estampida orca. No sabía si sería la edad, por la cual ya no tenia el ímpetu de antaño, o la propia naturaleza de las orcas, pero se sentía como un perro viejo y cascado guiando un rebaño de ovejas incontrolables.

El jaleo provocado en los túneles fue tremendo y cual fue su sorpresa cuando Shanshar le recriminó que no hiciera tanto ruido.

- Pero...- ¿Con quién se cree que está hablando? Me quitan el libro y ahora esta falta de respeto.¡Por Boccob que puedo ser el más sigiloso!- Si yo...- Si tan sólo Nalfeim fuera más joven. Respiró hondo aprisionado bajo el peso de su armadura. Entonces cayó en la cuenta de que no se refería al ruido sino a la magia. Carraspeó disimulando su enojo.- Ejem...- Se sorprendió a sí mismo alterado. ¿Qué le pasaba? No sólo era por la edad sino por aquella maldita maldición. Por culpa de ella tenían que tratarle como a un niño y ocultarle el verdadero paradero del maravilloso artefacto mágico que era el libro de Corvinus.

Desaprovechado como un simple libro de cocinas, menudo sacrilegio.- Cada vez que lo pensaba se ponía de los nervios. ¿Cuánto provecho podría haberle sacado él si lo hubiera tenido durante tantos años como Tergrar? Tergrar "el aprendiz de mago".

- Ains...- Suspiró para ponerse en movimiento lo más rápido que podía con la pesada armadura, quedando aún más rezagado que de costumbre, a la altura del maese enano.- ¿Ha dicho no muerto?- Le preguntó a Fornund. Se metió el meñique en la oreja para despejar el conducto auditivo.

     El capataz corrió como alma que lleva el diablo hasta la guerrera orco. Klurca no podía oír lo que se decían, pero los gestos de la luchadora eran muy expresivos y no resultó difícil leerle los labios:

++Nu magas lo de los ojitos, que conmigu nu ta funcionará++ Parecía decir mientras abría los ojos de par en par y agitaba la rata que tenía en las manos.

El capataz se volvió con cara de pánico hacia Klurca y volvió a pedir auxilio a su señor, pero lo único que se escuchó en los túneles fue la tonadilla minera.

++y sólu hablu orcuuu....y sólu hablu orcuuu!...y sólu hablu orcuuu....y sólu hablu orcuuu...
orcuuu orcuuu orcuuu orcuuu...

Klurca, mientras sigue corriendo y saltando como una orca-colegiala que juega con las vias de la vagoneta, logra dar alcance rapidamente al capataz muerto viviente y en el ultimo metro da un salto llevando el espadón hacia atras y el hombro recubierto en armadura hacia adelante.
La giganta semiorca se estampa contra la espalda del capataz orco con una fuerza capaz de competir contra un ariete en "a ver quien derumba el castillo", pero desconocedora como es de la fisica y otras yerbas, no calcula bien el angulo y cae más bien hacia abajo, como si quisiera clavar al capataz como a un clavo, en vez de estamparlo contra la pared como era su idea inicial.

La minera, rebota casi tan mal como un pajaro contra un cristal limpio (algo que pocas veces ocurriera en la posada de Tegrar), pero al menos no se desnuca, y queda algo atontada en frente al ¿muerto viviente?

Uhhhgg....lanza un quejido. El orco, continua buscando a alguien, o a algo...y en cuanto vuelve a chillar. "señorrr..!" la guerrera adelanta una vez más su enorme espada.
¡Te dije que no escapes! miente, hablando ahora en comun.

Yo tambien...hablar con señor quiero...ehhh...señor Yaslik? ¿Cierto? El capataz, mira hacia el frente una vez más, pero Klurca, como si sospechara que sigue pensando en salir corriendo le dice.
QUIETO! O te curosano la boca esa con sangre y mamporro!

Jess siguió corriendo un poco más, pasando absolutamente de la minera azotada del suelo. A ella también le habían pegado azotes de pequeña por portarse mal, y no la ves tirada en el suelo de la mina compadeciéndose.

Estas orcas tienen mente de enjambre-alabó en su cabeza-. Por sí solas tienen el cerebro de un mosquito, pero juntas hacen sinergia y tienen buenas ideas.

Con la mano sujetó la capucha para que le tapase un poco la cara. Total, los orcos solo pueden ver en blanco y negro, ¿qué saben ellos si la piel de Jess es verde como la de un orco? En cuanto llegó a la intersección, se puso a cantar en orco alzando un brazo en sucesivas ocasiones para animar a las demás orcas a unirse y así ahogar aún más el quejumbroso "señor" que el capataz no paraba de invocar.

<Zooooy Mineeeeeeraaaa... Orka glorka cun pico y barreeeeeenaaaa... ¡AMOS TODAS! ¡A CANTAR!

Mineeeeeeera de Dungapuuuur, gapuuuurga, puuuuurga...

Ma dicen que cave, y no hablo enanu,

Ma dicen que pare, y no hablo humanu,

Ma dicen que nade, y no hablo acuanu,

Oooooorko... Zoy minera y zolo hablo orkoooooo, y zolo hablo orko, orkooooo>

Había una pizca de dignidad. Jess se la había dejado olvidada en casa de su papá y su mamá, pero existir existía. Ese momento humillante en la mina no fue muy distinto que cuando bailaba delante de un montón de desconocidos en el circo itinerante. La gente a veces se muere de vergüenza; otras veces uno solo quiere morirse del bochorno, pero la muerte no viene a buscarla porque es mucho más cruel que siga la denigración y las canciones de orcas mineras de Dungapur.