Partida Rol por web

  El dracónido agradeció a Violet por acompañarle con una rimbombante reclinación y se despidió de ella, una vez se marchó, este entró en las letrinas.  Primero observó que no hubiera nadie dentro para poder trabajar en condiciones.

  Una vez se cercioró de que no hubieran ojos indiscretos se dispuso a buscar ventanas o rejillas de ventilación que les pudieran servir como vía de escape, a la vez que también buscaba sitios en los que ocultarse o que las puertas tuvieran algún tipo de pestillo.

  Una vez acabó salió de los servicios y se encamino a la sala de las gemas para reunirse con sus compañero y ver que habían averiguado.

-Querida, réplica y pedir un oro en la misma frase. Eso no es una buena estrategia, véndela a nueve platas y noventa cobres. Suena menos intenso que una moneda de oro... e igualmente casi todo el mundo que compre te dará el oro entero, por comodidad... nadie lleva tanto cobre.- le guiña. -Aunque contradice lo que acabo de decir... me llevaré una.

Saca una moneda para intercambiarla por la réplica, justo a tiempo pues aparece Felicity y se la lleva.

-Claro, vamos donde quieras.

La información puede no servir de nada pero... quizá si. Como fuente de financiación alternativa, quizá. Además me lleva a pensar que a esos sótanos se tiene que poder acceder desde otro punto. No a través de los pisos superiores del museo, no van a pasear cajas con piedras sin más. Tiene que haber otra entrada.

-¿Qué se te ha ocurrido? Algo tramas.- le comenta, ya "solas" en las escaleras.

Atreyu, volviendo a mirar la puerta oculta que había descubierto, adivinó que, aunque las puertas parecían bastante pesadas, probablemente pudieran abrirlas con tan solo deslizarlas a un lado. No había cerrojo a la vista tampoco, lo que daba más solidez aún a esta suposición. Tras interaccionar con la guardia y comenzar a seguirla, con ojo avizor inspeccionó rápidamente a la guardia de seguridad mientras hablaba con ella. Contrario a sus dotes sociales, pudo ver de un mero vistazo la llave que asomaba desde su cinturón, semioculta por el uniforme. También se percató de la tarjeta que colgaba de uno de los bolsillos frontales del uniforme, con el símbolo del museo.

Por su lado, Bregor se despidió de Violet, quien descendió de nuevo por las escaleras hacia la planta baja para volver a su puesto. El dracónido aprovechó entonces para inspeccionar los baños. No tenían nada de especial realmente, eran simples letrinas con un cerrojo sencillo para bloquear la puerta desde dentro. Un suave olor a pino se puede respirar en las inmediaciones, por lo que parecen bastante limpios, incluso ante el uso constante en aquel día. No obstante, al fondo del pasillo donde estos aseos se encuentran, el bardo pudo ver unas escaleras ascendentes, bloqueadas tan solo por una cuerda de color rojo de lado a lado de la pared, y un cartel que rezaba "Prohibido el paso a cualquier persona ajena al personal del museo".

Finalmente, en el caso de Iria y Felicity, ambas se encaminaron hacia las escaleras. Antes de despedirse de la dependienta de la tienda, esta se rio ante el comentario de la bruja. — Ja. Cariño, si tan solo los precios los pusiera yo... Todo esto es política del museo, ya sabes cómo funciona esto. Una mindundi como yo no tiene ni voz ni voto en estos asuntos - se quejó, riendo aun así por la broma que parecía estar implícita en sus palabras. Parecía haber tomado algo de confianza rápidamente con Iria. ¿El poder del chisme, quizá?

Felicity sonrió con picardía cuando Iria la miró con ese brillo travieso en los ojos y le dijo que claramente algo estaba tramando.

—¿Yo? ¿Tramar algo?—respondió con fingida inocencia, ladeando la cabeza—Cuándo he hecho yo algo así.

Sin soltar su brazo, la llevó hacia un rincón más discreto de la galería superior antes de bajar la voz.

—Los guardias tienen algo interesante—susurró, sus ojos centelleando con emoción—Unas tarjetas mágicas, supongo que para acceder a ciertas áreas del museo o para identificarse. No estoy segura de qué encantamiento tienen exactamente, pero lo cierto es que podrían sernos útiles.

Hizo una breve pausa, dejando que la información se asentara en la mente de Iria, antes de añadir con tono casual:

—Podríamos intentar hacernos con una y luego escondernos… pero antes, quiero ver si podemos acceder al ático. No me gusta la idea de actuar a ciegas. Si encontramos una buena ruta de escape o algún lugar donde refugiarnos, mejor.

Felicity le guiñó un ojo, y, con un gesto de la cabeza, la animó a seguirla mientras dirigía su atención hacia las escaleras que llevaban a los pisos superiores.

Se acercó a ella como si dos amigas íntimas se tratase, aprovechando para indagar en el camino hacia el ático.

"Bingo..." pensó el muchacho al localizar aquella llave colgando del cinturón de la guardia. Tal vez se tratase de una llave maestra del museo, o como mínimo, de algún área restringida. En cualquier caso, resultaba tremendamente tentadora la idea de echarle el guante.

La tarjeta también era llamativa, pero no parecía tener nada especial a simple vista. En cualquier caso, no sería buena idea robar dos objetos clave a un mismo guardia, daría la voz de alerta al percatarse. En cambio, una llave "perdida..." tal vez ni siquiera lo reportase por vergüenza.

Atreyu caminó tras la guardia y rebuscó en la bolsa mágica, y de ella extrajo... ¡A Chitter! -_{Es hora de ganarse el queso, chiquitín. ¿recuerdas cómo se hacía?}- Le dijo en un susurro a la pequeña criatura, mientras señalaba hacia la guardia de espaldas.

El pequeño roedor se atusó los bigotes (el muy divo) y saltó al suelo, caminando cerca de la pared en dirección a la elfa hasta sobrepasarla. Una vez en posición, Chitter saltó al centro del pasillo, haciendo ruidos ratoniles para llamar su atención -Chiiit, chichiiit ¿Chiiiit?- al mismo tiempo que Atreyu comenzó a caminar más rápidamente para recortar distancia con la guardia, fingiendo tener prisa por acudir a la gala.

Una vez la guardia mirase hacia el ratoncito, éste saltaría hacia su pierna, agarrándose a su pantalón para incrementar el efecto sorpresivo, y provocando (presumiblemente) que la chica tratase de alejarse saltando hacia atrás, provocando un pequeño impacto con Atreyu, mientras éste aprovechaba la situación para hacerse discretamente con la llave y guardarla con un ágil movimiento en el útil bolsillo trasero de su pantalón.

-Ah... D... Disculpe ¿se encuentra bien? Lo siento, ¡Llego tarde a la gala!- Le dijo antes de desaparecer tras una esquina. El pequeño roedor también parecía haber desaparecido del mapa, dejando a la pobra guardia confusa intentando averiguar si, quizás, se lo había imaginado todo.

Finalmente, el joven semielfo se dirige con paso ligero hacia las escaleras del segundo piso.

  El bardo salió decepcionado de los aseos al no haber encontrado nada que le fuera de utilidad. Caminando por el pasillo levantó la vista y comprobó que al fondo del mismo había unas escaleras ascendentes

  -¡Maldita sea! ¿Cómo es que no lo había visto antes?-

  Giró la cabeza rapidamente a ambos lados en busca de alguien que le observara y cuando se cercioró de que podía continuar se acercó con cuidado a las escaleras, pasó por debajo de la cuerda roja y comenzó a ascender por las escaleras para ver a donde llevaban.

  La sala de las gemas deberá esperar un poco más

-Oh, ¿Algo especial en las tarjetas? Entonces espera, espera. Mira, nuestro bardo va hacia las escaleras, no llamemos la atención siendo demasiados juntos, por ahora al menos. Además, si quieres hacer algo sin que te vean es mejor no llevarte a la joya más bonita.- solo bromeaba  en parte al referirme a mi misma. Pero es bien cierto que es mucho mejor atrayendo miradas que lo contrario. -Ve con él, yo haré lo mío.

Con un guiño, Iria se aleja de Felicity, yendo a observar la exposición.

-¡Pero que emoción! Sin duda veremos maravillas aquí esta noche ¿Verdad?- pregunta a quien esté cerca, gesticulando emocionada. Si advierte por alguna parte a la curadora del museo, se acercará a ella para estudiarla bien. Y quizá, sonscarle algo. Ríe, emocionada como una niña pequeña y sin embargo, elegante. Ya sean hombres que gusten de las jovenes ingénuas o de mujeres con clase, tiene para todos y busca su aención en ella, y no en sus amigos. Y la de sus mujeres, celos o envidia... no importa. Y aún mejor, la de los guardias aburridos que busquen imaginar como escapar de ese aburrimiento.

*-Antes de que comience ¡Dígame cosas! Me encanta la emoción de la anticipación, de saber lo que se viene.

Felicity le dedicó a Iria una sonrisa cómplice mientras se inclinaba levemente hacia ella.

—Haz lo que mejor sabes hacer, querida. Deslumbra al público.

Sabía que la bruja tenía un carisma natural, una presencia que captaba la atención de cualquiera en la sala sin que pareciera forzado. Si alguien podía mantener distraídos a los invitados, y, con suerte, también a los guardias, era ella.

Mientras Iria hacía su magia social, la elfa se deslizó con elegancia entre los grupos de asistentes, asegurándose de no atraer miradas curiosas. Sus pasos eran ligeros, su porte despreocupado, como si simplemente estuviera explorando la exposición con un poco de más interés que el resto.

Las escaleras que llevaban al ático no estaban lejos. Bregor también se dirigía hacia allí. Felicity sonrió para sus adentros. Bien. Si él ya estaba en camino, tal vez podrían cubrirse mutuamente.

Sin detenerse demasiado, se aseguró de que nadie estuviera prestándole atención antes de acercarse a las escaleras. Si estaban vigiladas o cerradas, tendrían que improvisar. Pero si no… bueno, la noche apenas estaba comenzando, y la verdadera diversión estaba por empezar.

La guardia que se encontraba con Atreyu, ya alejándose para continuar guiando a los invitados hacia la segunda planta, se detuvo en seco al oír agudos chillidos a ras de suelo. Al ver a Chitter se mostró sorprendida primero, y alterada después cuando el roedor se enganchó en su pierna. Trastabilló hacia detrás, chocando con Atreyu, quien ya estaba preparado para aprovechar la situación. La guardia zarandeó la pierna y trató de patear a Chitter, pero el roedor saltó a tiempo para evitar ser lanzado hacia la pared por la fuerza de la patada, y desapareció rápidamente entre los corredores. Atreyu, con su botín en mano, se apresuró a disculparse y esfumarse, yendo a paso rápido hasta las escaleras hacia la planta superior, donde poco a poco los invitados restantes marchaban hacia la gala. No tardarían en ser los únicos fuera. Chitter se reunió entonces con él, correteando y zigzageando entre las estatuas de la recepción para no ser visto por los guardias que patrullaban la planta baja, antes de lanzarse a los brazos del explorador, temblando como una hoja.

Por su lado, Bregor y Felicity subieron las escaleras que llevaban a la última planta del museo sin pudor, a pesar de la señal que impedía el paso. Afortunadamente, nadie parecía seguirlos o haberlos visto, al menos de momento. Una escalera serpenteante conducía a este espacio abarrotado, lleno de cajas apiladas de manera desordenada. La luz del cielo nocturno se vertía en el espacio a través de un gran tragaluz.

Iria comenzó su maniobra de distracción, intentando llamar la atención en medio de la exposición de depredadores prehistóricos. Por suerte, o por desgracia, consiguió su objetivo, pero no fue la curadora, que no se encontraba allí, quien se aproximó a ella, sino uno de los guardias, un humano con cara de pocos amigos y voz rasposa. Su aspecto lleno de cicatrices indicaba que quizá había tenido una vida dura en el pasado.

— Señorita, haga el favor de no molestar a los asistentes. La gala es por allí - indicó con el dedo, con pocos modales, señalando a la puerta cerrada que llevaba a la sala de gemas, donde tendría lugar la presentación. Desde la misma los miraba una guardia más, con el ceño fruncido. Ella era quien se estaba encargando de pasar la lista de invitados para dejar entrar. Iria también se percató de una rejilla de ventilación al darse la vuelta. No estaba oculta precisamente, pero era fácil verla desde su posición, pues estaba justo en la pared de enfrente de donde se hallaba.

Iria, alzando la nariz como cualquier noble criada como tal, alza un dedo ante el guardia.

-¡Que desfachatez! Como si yo pudiese molestar a nadie la mitad de la mitad de lo que usted los molesta, guardia. Que no es más que la mitad de lo que la mitad de ellos merece. ¡Hm!- con un golpe de pelo efectista ue refuerza su dignidad ofendida, Iria zanja la conversación.

Echa a andar hacia la sala de gemas, tomando buena nota de la rejilla de ventilación. Y complacida de haber llamado la atención sobre ella y, así, dado libertad a sus compañeros.

Felicity se deslizó hasta donde estaba Bregor, con la agilidad de alguien acostumbrado a moverse sin ser detectado. Se inclinó levemente hacia él y le susurró en un tono apenas audible:

—Llegar aquí ha sido fácil.

Sus ojos recorrieron el ático en busca de detalles. Entre las sombras se apilaban cajas de madera. Sin duda, un lugar perfecto para esconderse si lograban permanecer fuera de la vista de los guardias.

—Podríamos quedarnos aquí todos hasta que cierren el museo—continuó con un leve gesto de la cabeza.

Ladeó la cabeza con una sonrisa astuta y señaló discretamente hacia el techo.

—Voy a intentar dejar un poco abierto el tragaluz. Nunca está de más tener una salida extra.

Sin esperar respuesta, se movió con cautela, buscando la mejor manera de manipular la ventana sin que fuera demasiado evidente. Si lograba mantener una rendija abierta, podrían usarla más tarde si necesitaban huir… o si alguien más necesitaba entrar.

Atreyu, contento de haber conseguido su botín, salió al gran salón. Con suerte, se trataría de una llave maestra, aunque también tendría su valor aunque sólo fuese de algún despacho o almacén. Mientras se dirigía hacia la escalera, echó un último vistazo para tratar de contar cuantos guardias había (contando con la del ala botánica) en el ya casi vacío recibidor

-vaya, parece que has perdido algo de práctica, ¿eh amiguito?- Le dijo al pequeño "heroe" de la noche, mientras le daba como premio un pedazo de galleta. Contento con su botín el pequeño ratón se metió de nuevo en la bolsa de objetos para disfrutar de un merecido descanso. 

Ya en la planta superior, Atreyu entró en la zona de exposiciones, en la que se encontraban un montón de esqueletos de monstruos antiguos expuestos por toda la sala. Allí, tan sólo vio a Iria, montando un numerito de los que mejor se le daban. Al cruzar sus miradas, el semielfo le sonrió, guiñándole un ojo. No logró localizar al resto, tal vez seguían explorando, Bregor mencionó buscar los baños... O tal vez ya habían entrado a la sala de exposiciones, dado que ya no parecía haber muchos más rezagados.

La sala de exposiciones estaba allí mismo, a su mano izquierda, junto al esqueleto de lo que parecía una criatura voladora. Al otro lado, parecía haber otra sala, pero probablemente los atentos (y algunos visiblemente malhumorados) guardias ya no le dejarían pasar por allí. Tras las escaleras, parecía abrirse otro corredor. A uno de los lados estaban indicados los baños, si Bregor había ido allí, posiblemente nadie había explorado el otro lado... ¿dónde se habría metido Felicity?

Al joven explorador le habría gustado disponer de algo más de tiempo para explorar la zona pero tal vez no les quedase demasiado. Trató de ver si podría escabullirse por aquel corredor.

  Bregor llegó a lo que parecía la planta más alta del museo. Esta estaba repleta de cajas, tal vez fuese un almacen o tal vez guardasen objetos que ya no exponían y quedaron abandonados.

  Poco después llegó su compañera, Felicity.

  -Me parece buena idea dejar la ventana abierta. Tienes razón, nos podríamos esconder aquí o muy a las malas si nos echan podríamos trepar hasta llegar a esta ventana y entrar por ahí.- Dijo señalando el tragaluz.

  No podrían estar allí mucho tiempo hasta que los echaran en falta en el evento, pero el bardo trató de buscar cualquier cosa que les fuera de utilidad o un lugar en el que pudieran ocultarse los cuatro.

  -Demonos prisa, busquemos algo para escondernos al cerrar.-

Bregor y Felicity inspeccionaron el ático con diferentes fines cada uno. El dracónido comenzó a rebuscar entre las cajas, quedándose con la disposición general de aquel desván. Había tal cantidad de muebles descartados y de contenedores de aproximadamente tres o cuatro pies de alto que servirían perfectamente para ocultarse detrás de ellos, de ser necesario. Eso sí, el desván estaba bastante oscuro, ya que no había ninguna luz como sí había en las otras plantas del museo, y solo la luz del atardecer ya casi terminante se filtraba por la amplia cristalera del tragaluz, con un cielo plagado de estrellas. Felicity descubrió que el tragaluz estaba bloqueado por una cerradura, y que la cristalera parecía bastante pesada.*

Atreyu subió las escaleras a la segunda planta, satisfecho de que su plan hubiera dado resultado. Viendo que aún le quedaban por ver salas del museo, decidió desviarse momentáneamente por aquel corredor dirección Oeste para investigar. Observando que era un corredor sin nada de interés, continuó hasta ver hacia dónde daba, para descubrir una cafetería. Aquel espacio tenía una mezcla de mesas de estilo cafetería y muebles de salón. Un mostrador en la esquina noreste se encontraba debajo de un letrero que rezaba "Café Desenterrado". Ya apenas quedaban visitantes allí, pero aún algunos rezagados disfrutaban de tazas de café y té mientras charlaban animadamente. Aquella habitación parecía conectar con el ala de Depredadores históricos, así como con la continuación de la exposición en dirección sur.

Iria encaró entonces a la guardia que custodiaba la entrada a la sala de Gemas.

—Por favor, muéstreme su entrada, si es tan amable- le solicitó la mujer, una humana con cabello ceniciento y varias cicatrices visibles en pómulos y cejas. Por su aspecto y gestualidad, parecía haber recibido entrenamiento marcial, a diferencia de los demás guardias del museo que parecían simples asalariados. Una vez Iria lo hiciera, se le permitiría el paso hasta el interior*. 

Las puertas de roble del Ala de Gemas se abrían a un salón de baile lujosamente decorado. Manteles carmesí y fina porcelana adornaban las mesas del comedor, y candelabros brillaban por encima de sus cabezas. Gabinetes con gemas brillantes rodeaban el espacio de toda la habitación. En el centro del ala había un pedestal de mármol que sostenía una peculiar piedra de color verde claro. Unos quince asistentes a la gala se iban moviendo por el evento, charlando, comiendo y bebiendo entre risas y elogios.

Felicity se movió con la precisión de una ladrona experimentada, sacando de bajo la larga falda unas pequeñas herramientas de ganzúa. No eran exactamente para abrir ventanas, pero con un poco de ingenio y un toque delicado, logró deslizar el mecanismo lo justo para dejar una pequeña abertura en el tragaluz.

Se apartó un poco y lo observó con satisfacción. No estaba completamente abierto, pero sería fácil de manipular más tarde, si lo necesitaban como vía de escape.

—Podemos abrirlo después sin problemas—susurró a Bregor con una sonrisa confiada—Mejor volvamos a la gala antes de que noten nuestra ausencia.

Se sacudió el polvo inexistente del vestido y le dedicó una última mirada al ático. Si todo salía bien, este lugar podría convertirse en su escondite una vez comenzara el verdadero trabajo.

Con un gesto sutil, indicó a Bregor que la siguiera. Era hora de regresar al resplandor de la fiesta, a los brindis y las sonrisas encantadoras.

No parecía haber nada relevante en aquel pasillo, así que el joven explorador continuó avanzando hasta la siguiente estancia, que resultó ser la cafetería. Allí, algunos de los invitados se encontraban apurando sus bebidas, antes de dirigirse a la inminente gala que estaba por comenzar.

A través de una de las puertas, Atreyu vio la sala de exposición en la que había estado hacía apenas unos momentos, y la otra parecía dar a otra área de exposición. Curioso, como siempre, El semielfo se acercó buscando una oportunidad de echar un vistazo en aquella zona, arriesgándose a que algún guardia malhumorado de los que rondaban por allí le echase una bronca.

Mientras caminaba, Atreyu observó en detalle la cafetería, memorizando su distribución y por si acaso hubiese algo de interés en ella... Nunca se sabe lo que se puede esconder por los rincones.

Iria muestra su entradaa la guardia ¿Por qué no iba a hacerlo? y continúa adelante cuando le da el visto bueno. Observa alrededor cuando entra, tratando de captar... todo. Seguridad en la sala, quienes andan por ahí, lo expuesto en el lugar y otros puntos interesantes, como otra salida de ventilación.

Todo sin resultar demasiado obvia, sino entrando... a su estilo. Llamativa. Cuando mira a un lado sonríe, al mirar al otro, saluda.. Cercana y misteriosa a la vez, y atenta. Mientras camina, sus tacones suenan en la lasa llamando la atención. No un chancleteo ordinario, sino un sutil pero claro, "clic-clac" conforme avanza. Cuanta más gente piense en la rubia atractiva menos la relacionarán con... lo que sea que se disfrace para el golpe.

La curadora debe andar por ahí, también. No estaría de más estudiarla.

-Que lugar tan maravilloso ¿Algún alma caritativa gustaría de ilustrarme en lo que veo? Mayor sería el disfrute si se acompaña de conocimiento.

  Una vez terminó de buscar un escondrijo para más adelante, Bregor se dispuso a esperar a su compañera, que parecía estar desbloqueando la ventana.

  -Bien, creo que es momento de reunirnos con el resto, ver que han descubierto y trazar un plan. Aunque aún debemos encontrar a la curadora, lo mismo podemos sonsacarle alguna información extra o una llave para las oficinas.-

  Acto seguido se colocó al pie de las escaleras y tras cerciorarse de que Felicity iba con el se dispuso a bajar con sumo cuidado las escaleras. Antes de salir de nuevo a las letrinas observó cuidadosamente que nadie estuviera cerca o de que al menos los viera salir de la zona restringida.

  Finalmente se encaminaron a la sala de las gemas y mientras esperaba al resto del grupo el bardo buscó el huevo que debían sustraer de allí.

Atreyu inspeccionó la cafetería mientras se dirigía hacia la sección Sur de la misma, buscando continuar su investigación. No obstante, no parecía haber nada de interés en la cafetería, al menos a simple vista. Sí se percató de una mirada indiscreta por parte de una chica con pelo cobrizo y ojos almendrados, que al ver que había entablado contacto visual se ruborizó, azorada, y hundió su nariz en su taza de té. El color rojo de sus mejillas rivalizaba con el de su cabello mientras su acompañante, una enana rechoncha y de pelo ambarino reía a carcajadas ante la indiscreción de su compañera.

El semielfo se internó entonces en la sección Sur, descubriendo la continuación de la exposición. Allí estaban expuestas fósiles de diversas criaturas prehistóricas de pequeño tamaño, tales como esqueletos reconstruidos por completo. La exhibición incluía microrraptores, ornitópodos, elefantes enanos y un ancestro del cocatriz. La sala estaba plagada de carteles informativos que explicaban las historias de aquellas criaturas y el descubrimiento de sus huesos. Atreyu sintió que en las paredes había algo raro.