Partida Rol por web

El camino que va de Argluna hasta Eterlund suele estar libre de incidentes. Pero no siempre.

Primavera en el norte. El río Rauvin aún está muy crecido por el deshielo y no es seguro para las carretas viajar demasiado cerca del agua. Por otro lado, la ruta habitual entre Argluna y Eterlund, vuestro destino, discurriría por el Paso de Eterlund. Desgraciadamente los trasgos de las montañas Nezher están muy revueltos ultimamente y han atacado varias caravanas en el paso, así que el patrón de la vuestra no ha querido arriesgarse. Así pues, la caravana viaja rumbo sur, desde Argluna hasta Eterlund, por el lado oeste del Rauvin, y demasido cerca del Bosque Argénteo para gusto de la mayoría.
Al manteneros alejados del río y buscando un buen camino para los carros, la caravana viaja, casi todo el camino, a menos de cien pies de la línea de árboles.

Por unos motivos u otros, todos vosotros formáis parte de la caravana, ya sea como guardias o como pasajeros. Lo que lleva a los guardias hacia Eterlund en esta caravana es evidente, la oportunidad de ganar algo de oro. Aunque podría haber motivos menos claros. Los motivos de los demás, los que viajan como pasajeros, son sólo suyos y los compartirán, si lo consideran oportuno, con aquellos que ellos consideren apropiado. En realidad no tiene demasiada importancia.

Tras unos días de viaje bastante tranquilos y a apenas dos horas de llegar a Eterlund (según el guía de la caravana), algo surge de entre los árboles del Bosque Argénteo. A casi doscientos pies por delante de la cabeza de la caravana, un hombre (podría no serlo, persona... puede que tampoco, digamos humanoide) un humanoide vestido con ropas oscuras (verdes y marrones sobretodo) da unos pasos fuera del bosque y luego cae tendido sobre el camino. Cayo, el conductor de la primera carreta de las seis que forman la caravana, da el alto a los burros que tiran de su carro y toda la caravana se detiene...

Pasan unos tensos segundos en los que no ocurre nada.

Miro atentamente y después me acerco hacia el cuerpo con cautela y la ballesta cargada en la mano, encogido para ofrecer un menor blanco.

Observo desde la carreta 3, envuelto en la capa con expresion imperturbable... Un joven va hacia el tipo

*un viaje tranquilo... si claro...

Silenciosamente tomo la ballesta del equipaje y la cargo con calma, esperando dentro de la misma en silencio... con la mirada perdida.

La bella elfa solar que se unió todo lo discretamente que pudo a la caravana (poco discretamente, dada su raza y belleza) exclama algo muy malsonante(1) y se precipita hacia delante, saliendo de la protección de los guardias para asistir al hombre. En realidad no es curandera ni tiene aptitudes sanadoras de ningún tipo, pero la curiosidad le embarga y no puede evitar que la emoción de lo inusual le empuje a hacer tal cosa.

Primeramente miro a aquel tipo para seguidamente fijarme más detenidamente por donde salió, tal vez alguien o algo le persiguiese...

En ningun momento abandono mi posición. Y permanezco cerca del carro que guardo por si hay que resguardarse.

Me quedo unos segundos paralizado. Puede que acabes de ver alguien morir y que te ha ocurrido. Te podría haber pasado lo que relataba el anciano que os entrenaba en el Templo. En los primeros momentos del primer combate los nuevos se suelen quedar paralizados al ver los primeros caídos. Y muchos ya no llegan a tener una segunda oportunidad.

Tenían razón cuando ante mi petición de formar parte de la guardia del templo me indicaron que primero pasara un par de años practicando lo que me habían enseñado. Uno de los guardias Bersadot me comento que Eterlund podía ser un buen lugar desde el que comenzar. A cambio de unas cervezas me recomendó a uno de los encargados de proteger la caravana a pesar de sus suspicacias por alguien tan pobremente equipado he incluso sin montura.

Mientras me dirijo al caído cargando la ballesta no pierdo detalle de la zona buscando posible gente oculta.

Al llegar le pregunto a la joven que se ha agachado junto al caído.- ¿Como se encuentra el caído?

La situación es un tanto sorprendente para Elessar, estaba sumido en sus pensamientos cuando la detención de la caravana le saca de su ensimismamiento. La capucha la tiene echada sobre su cabeza. Elessar se estira y se pone en tensión cuando reconoce el feo insulto, mira de dónde proviene y al ver que es una de las integrantes de la caravana se sorprende, pero no le da más importancia.
En cuestión de segundos varias personas se acercan hacia la figura. Elessar se queda donde está y empieza a escrutar el borde del bosque.

Sentada detrás de una de las carretas, la cuarta, que llevaba la caravana, pelaba una manzana usando una de sus navajas, las cáscaras caían al suelo y eran pisadas por uno de lo que guiaba la carreta de atrás, que la miraba sin mucho aprecio, pero Alma estaba más entretenida comiendo la manzana que en tener que prestarle atención a tal sujeto.

Cuando sacó un pedazo de la manzana, la caravana se detuvo, y la carreta en la cual iba lo hizo algo brusco, haciendo que el trozo de su manzana cayera al suelo. El que guiaba al borro de atrás  disfrutó pisándole  el trozo. Alma lo miró, su rostro mostraba belleza, pero la sonrisa que dibujaron sus labios claros distó mucho de ser angelical. Movió entre sus dedos la navaja y la clavó en el madero de la carrera en la cual iba, lo hizo de una manera amenazante, aunque sutil, minorizado por sus rasgos preciosos.

- ¿  y que miras?- le preguntó al sujeto, y girándose hacia delante, en donde estaba el grupo de ¿guardias?, vigilaba al que parecía ser el causante de la detención.

Ah, vaya, un moribundo… que el clérigo le dé sus oraciones y que sea carne para las bestias hambrientas…

Se recargó en el respaldo improvisado de la carreta, no tenía intensiones de moverse por gentuza débil como aquella. 

Mientas observáis como tres de los integrantes de la caravana se acercan al humanoide caido en el suelo estáis atentos por si surge alguno más de improviso. Sin embargo, todo permanece tranquilo por el momento.

La mujer elfa es la primera en llegar hasta el caido, aunque los dos humanos no tardan en alcanzarla. Como podeis comprobar al acercaros, la figura es de un hombre y sus ropas están más oscuras de lo que debieran en algunas zonas. Cuando la joven elfa llega hasta a él y le da la vuelta, es evidente que las manchas son de sangre y el hombre está gravemente herido. ¿Hombre? Sin duda se trata de un varón, pero no es humano, sino más bien elfo.
En su pecho hay firmemente clavadas tres flechas con el astil ya roto. Aunque aún respira, lo hace con mucha dificultad y no parece probable que lo haga durante mucho tiempo más.

Débilmente abro los ojos y veo a una hermosa elfa solar inclinada sobre mi.
Heri. Elen sila lumenn' omentievo. Tintilar urko i eleni lírinen ómaryo.
Después vuelvo a cerrar los ojos. Ya no me quedan fuerzas para nada más.

Se trata de un elfo lunar que al verte utiliza vuestra lengua común.
Señora. Ayude a mis amigos. Los orcos nos atacaron en el claro de la luz.

dejo la ballesta ne el suelo e intento detener las hemorragias, pero mis conocimientos e anatomía no son suficientes.

Esta agonizando necesita atención medica rápidamente y a ser posible sanación mágica

Mientras Auris y Naurnes intentan hacer algo por el estoy solicitando su ayuda a Tempus para poder saber donde es la batalla por mediación del agonizante si logro restablecer sus fuerzas.

Una vez Auris se aparta coloco la mano sobre una de las heridas del pecho.

-¿Ite men tea, ite palan yumenn' omentievo, ite men lírinen ómaryo? -pregunta Naurnes en su musical idioma común. Su ceño está fruncido, en una mezcla entre enfado y horror por lo que está contemplando, pero también por lo que está oyendo. Ella está sobre el caído, poniendo toda su atención en escuchar cada una de sus palabras, posiblemente sus últimas palabras.

Cuando el clérigo utiliza su magia sobre las heridas del elfo, estás dejan de sangrar y su respiración parece normalizarse. Sin embargo, las puntas de flecha siguen clavadas en su pecho y su estado sigue siendo grave, aunque está estable y sobrevivirá (con los cuidados adecuados).