Partida Rol por web

¡Soy periodista, diantres! -dije alzando un poco la voz al policía cuando se dirigió al comisario-. Estoy cubriendo la noticia para la televisión local. Señor, he de entrar ahí ahora mismo porque... porque... -intentaba ganar tiempo para Ágatha, que era la única que había logrado atravesar el cordón sin ser advertida-. Se rumorea que ese faro está maldito. Ya saben, supersiticiones, algún fantasma... ¿no vivía ahí un profesor de Oxford? -fingí presuponer-. ¿Qué ha pasado cón él, agentes?

Vaya... ahora recordaba a aquel tipo calvo y feo. No le había tratado bien el tiempo por lo que pude entrever antes de que se enfadase conmigo. Por el rabillo del ojo vi que mis compañeros trataban de atravesar el cordón policial y entonces todo estalló en mi cabeza. ¡El tal Oldman era rencoroso!

Tic, tac, tic... Todo sea por salvar a Maddie. 

Me incorporé como pude, tocándome la cara. Mis manos estaban llenas de barro y con una mirada alrededor traté de rehacerme. Vi al comisario satisfecho, con aires de suficiencia, mientras las gotas escarlatas caían al suelo desde mi nariz. Algo farfulló cerca Eric, bastante recuperado.

— No me acordaba de usted, comisario... Oldman. Pero de su novia de entonces sí que me acuerdo... cada noche.

Se lo espeté con clase, con la elegancia de un caballero que está pidiendo que lo metan en el cuartelillo con  una frase soez,. Aproveché el momento para remangarme los puños de mi traje de tweed esperando que el tipo estallase aún más en cólera. Pero es que cualquier excusa parecía buena para hallar alguna pista sobre mi prometida.

Tictac, tictac, tictac. Maddie. Tictac, tictac, tictac.

Justo cuando tiene la intención de escabullirse hacia el faro, se presenta su torpeza habitual y que la caracteriza haciendo que se tropiece justo cuando está cruzando el cordón policial. En cierta forma, lamenta su torpeza, pero al menos Agatha ha conseguido saltarse la seguridad. ¿Encontrará el sótano?

Se levanta del suelo y limpia tanto como puede el abrigo, aunque la ceniza mojada no se desprende fácilmente de éste y le confiere un aspecto sucio. Por suerte, no se ha hecho ninguna herida así que está tranquila en ese sentido. Ahora lo que más le preocupa es que no descubran a Agatha y que puedan saber realmente lo que ha pasado en ese lugar.

-Per... perdón... - comprueba que no lleva las gafas, mira al agente - He perdido mis gafas y no he visto el cordón... estaba buscándolas en ese momento, señor agente.

Intenta hacerse la santa.

─¡Vamos! ¡atrás! ─espetan los oficiales porra en mano mientras os sacan fuera de la escena.

Ni las provocaciones de David o las excusas de Eric y Sohpia sirven de nada. Poco queda por hacer allí a menos que queráis seguir provocando a la policía y pretendáis ser aporreados y llevados a comisaria, salvo, quizás, preguntar a los vecinos de Abner si han visto algo, pues algunas casas y granjas hay diseminadas cerca del faro.

Observaba atenta cómo echaban a mis compañeros del lugar y sonreía para mis adentros. Éstos no saben tratar con policías. A ese policía se le debería poder dar un tiro en la cabeza. Mientras planeaba mis planes macabros miré al fondo para ver si podía ver a Ágatha, de lo contrario, los policías tendrían un "grand problème".

Te parece ver algo... Si, jurarías que es Ágatha. No estás del todo segura pero parece ser si silueta la que sale del faro y se dirige hacia vosotros.

No, sin lugar a dudas allí no había ningún cadáver. No sabía si alegrarme o preocuparme... El hecho de que no hubieran muerto en el incendio no decía nada, quizás los habían matado en otro sitio o ahora mismo sufrían tormentos por parte de sus secuestradores. Mejor sería no pensar en esas cosas y centrarme en la búsqueda de algo que me llamara la atención y nos sirviera.

Encontrar la radio destrozado me llamó la atención, sobre todo viniendo de alguien como Zucker, pero seguro que la utilizaría para solicitar ayuda en caso de necesitarla. Me encogí de hombros y seguí buscando, hasta que di con algo que me dejó con la boca abierta. Ahora entendía muchas cosas.

Recogí el pasaporte de Abner y saqué la fotografía del marco roto, deshechando las otras porque estaban tan destrozadas que era incapaz de distinguir algo en ellas. Lo que acababa de encontrar aclaraba ciertos puntos y, para no tentar más a la suerte, decidí marcharme de allí y volver junto a mis compañeros, no sin antes guardar pasaporte y foto dentro de mi bolso.

Mientras estáis allí plantados, más allá de los 100 metros de rigor, véis a lo lejos como los polis trincan a Ágatha y la hacen salir de la zona de seguridad a base de intermitentes empujones. Viene sóla y camina despacio; mala señal. Si allí hubiera encontrado a Maddie, a Zucker o a Rick, vendría acompañada por ellos o bien vendría corriendo en busca de ayuda médica.

El caso es que para cuando llega a vuestro lado, parece en cierta manera, serena...

A medida que me acercaba al grupo de curiosos pude comprobar que la policía seguía controlando el lugar, impidiendo el paso a cualquiera que quisiera acercarse al faro. Tenía que llegar hasta ellos y, a ser posible, sin que me descubrieran. Si una vez había tenido suerte ¿por qué no la iba a volver a tener?

Pero no. Dos veces eran demasiado. Haciéndome la disimulada y de la manera más sigilosa que podía, intenté volver a integrarme con el resto de mirones y de esa forma reunirme con mis amigos para contarles lo que había descubierto. Pero esta vez la fortuna no iba a estar de mi lado.

Justo cuando me faltaba poco para traspasar de nuevo el cordón policial, uno de ellos me vio y, de malas maneras, me dio el alto. En su voz se notaba el enfado por que alguien hubiera conseguido despistar a la policía. A gritos, comenzó a empujarme para que me alejara del faro, diciendo que ni se me ocurriera acercarme a menos de cien metros del lugar. Farfullé unas palabras ininteligibles a modo de disculpa y apuré el paso para conseguir llegar hasta mis amigos.

Cuando por fin me libré del policía, respiré tranquila, mirando a mi alrededor hasta dar con ellos.

-Busquemos un lugar más tranquilo y sin tanta gente. Ya sé porqué los nazis buscaban al profesor Zucker. Vámonos de aquí y os cuento lo que he descubierto.

¡Por favor! ¡Qué educación! -murmuré mientras nos empujaban y también a Ágatha nada mas volver-. Mezclado con mi rectitud britanica, tan metódica y recurrente a los ojos del mundo, hice ademán, con estas palabras, tanto de su embite con del puñetado de David. Ciertamente, por aquel comentario podrían haberle enviado al cuartelillo y dejarlo sin comer el resto del dia y la noche entera.

Venga... -insté a mis compañeros-. Vámonos de aquí... David -le agarré del brazo, pero sin tirar de él, sólo para que sintiera mi presncia-: larguémonos, no encontraremos nada aquíy menos si le detienen -lo dije en bajito, como evitando los oídos de los agentes-.

Los modales de los policías brillan por su ausencia. Amenazar a una dama con la porra es lo más bajo que un agente de la ley puede hacer, pero no es algo que ella vaya a decir. No tiene ganas de probar ese artilugio de tortura medieval usado en los tiempos modernos como método disuasorio.

El señor Blair no se salva tampoco de la agresividad de esos hombres uniformados y Agatha sufre el mismo trato cuando descubren que está en la zona acordonada. Sin mucho más que hacer ahí, asiente a las palabras de la alemana y se aleja de ese lugar.

No quiere volver a ver a un policía en lo que queda de día. Espera a que todos estén reunidos y pregunta.

-¿Y bien? ¿Qué ha encontrado, señorita von Wagner? 

De Oldman recordaba que era un mal boxeador... pero ¡diantres! ¡había mejorado en los últimos diez años! Sentí la voz del señor Blair a mi lado, más cercana que los gritos del comisario y traté de incorporarme, rechazando cualquier ayuda. El sabor salado de la sangre me impregnaba los labios y palpé con mi lengua uno a uno mis dientes. Estaban todos. Bien. Sólo había sido el labio... Aquella mujer, Maddie, merecía cualquier cosa, incluido recibir un par de mamporros. Pero perder los dientes no facilitaría seguir en la carrera que compartía con el estúpido de Rick y el palo-en-el-culo de Zucker.

Al menos vi salir a Agatha von Wagner del cordón policial, a trompicones, como todos, y eso reavivó la esperanza. Mientras nos alejábamos, no pude evitar acercarme a ella y susurrar, con cierto tono dramático muy a mi pesar:

— ¿Está viva? ¡Seguro! Si no es así lo habría notado. Vamos, por el amor de Dios, cuéntenos qué había ahí abajo.

Sí, era desesperado. Pero es que aquella situación se había convertido en límite. Abrí el coche e insté al resto a entrar dentro del utilitario de Zucker. Era más discreto y podríamos comentar las cosas sin que los curiosos metieran sus sucias narices plebeyas en aquel asunto. Además, tenía un pañuelo en la guantera, para mi labio, y los restos de la botella de vino de la noche anterior, para mis nervios.

Me eché instintivamente hacia adelante cuando vi que tocaron a Ágatha para sacarla del lugar. Cuando llegó no escuché del todo sus palabras y le pregunté.- ¿Estás bien?.- Poniendo mi mano sobre la zona donde tenía mis pistolas, aunque sin llegar a enseñarlas. Buscaba una excusa por mínima que fuera para montar un verdadero tiroteo, pero pensándolo fríamente ésto no traería más que desgracias al grupo. Así que respiré profundamente y observé la expresión de impaciencia de los demás.- Vámonos de aquí, no me hace gracia que nos mire la gente de esa forma... debemos ser discretos.- Si tenía algo que contar sería mejor que lo hiciera en algún bar con ambiente relajado.- Necesito una copa de coñac.- "Mon Dieu", esta mierda de misión durará eternamente.

A pesar de que lo que acababa de descubrir era importante, esperé a que llegaramos al coche para estar alejados de oídos extraños. Una vez dentro, saqué lo que había encontrado en la caja fuerte abierta. Pero antes de enseñar el pasaporte y la foto, tenía que dar una pequeña explicación.

-No he encontrado ni rastro de Maddie, Rick o el profesor. O han escapado o los han cogido. He encontrado los restos de una radio de onda corta, lo que me lleva a pensar que el señor Zucker no estaba tan aislado como creemos. Por otra parte... Ya sé porqué los alemanes buscan al profesor, en realidad no se apellida Zucker, su apellido es Zimmer... Abner Zimmer, el hijo de Helmut Zimmer.

Mientras decía aquello les enseñé el pasaporte alemán con el nombre de Abner Zimmer escrito en él, así como la fotografía en la que aparecía Helmut Zimmer con sus dos hijos, y estaba claro que uno de ellos era el mismísimo Abner. Además, aquella foto era idéntica a la que habíamos encontrado en Tebas.

La situación se había vuelto un poco díscola, por decir algo. Mientras que un apesadumbrado David hacía de su portento varonil la mejor baza, podía notársele, una capa por debajo de su piel, su clara preocupación por Maddie. Ni tan siquiera yo podía deshacer su empeño de distracción. Y por otro lado, nada más ver a Ágatha, esa extraña mujer, su guardaespaldas, hacía lo propio por su protegida, al igual que el enamorado piloto de aviones...

Una vez en el coche, escuché atentamente la declaración de Ágatha, y mis ojos se abrieron mirando a la parte trasera del asiento del conductor. Tragué saliva, e intenté recomponer las piezas de los hechos: Nepal, Tebas, el faro de Zuck... ¡De Zimmer! ¡Santo Dios! ¡Y yo presentando orgulloso no ha mucho mi última novela cuando estaba yo mismo viviendo una historia mucho más espectacular cuanto no menos peligrosa! Al menos agradecí que mi tos no volviera... bueno, no: aún no había hablado a mis compañero sobre el tema, pues ya habría tiempo para ello.

¡Zimmer! -señalé como recomponiendo todo-. ¡El hijo! ¡Su discurso de Oxford era claramente falaz! ¡Por supuesto! Aquella leyenda puede ser, claramente, un universal cultural... ¿y si fuera cierta? -dejé caer en el aire-. Una eminencia como el hijo de Zimmer ha querido desprestigiar dicha leyenda para que nadie continúe investigando sobre ella, y así... así ser el punto de mira de los ¿nazis?

Especulaba. Especulaba. Y mucho. Quizá, desprestigiando la historia del Inmortal, los buscatesoros del terror en Europa dejaran en paz al hijo de Zimmer o a su propio padre, pues necesitaban de su ayuda, entre otra persona, para que se efectuara el despertar de... ¡Fenris!

¡Santo Dios! ¿¡De qué va todo esto!? -pensé en el relato del Inmortal- Esa historia encierra algo, y quizá alguien de nuestro entorno -no dejé claro si era de nuestro propio grupo o tal vez de Maddie o su padre. ¡Qué diantres!: en realidad me refería a éste último-. Hemos de encontrar a Maddie, pero también hemos de evitar que, quienquiera que sea la segunda pieza para efectuar el Ritual del Inmortal, es decir, el llamado "guerrero", sea capturado.

Miré claramente a David, que sentimentalmente tenía gran peso en este embrollo.

Quizá sea hora de aplear al señor Archer -le espeté-: su hija y el mundo están en peligro.

Esa información es impactante. Así que el señor Zucker es en realidad el señor Zimmer hijo. ¿Quién querría llamar la atención de los nazis en un asunto como éste? Sin duda, el señor "Zucker" cambió su apellido en algún momento para permanecer apartado de lo que sucediese en Alemania. ¿Quizá fuese alguien protegido por el gobierno inglés? Hay muchas lagunas en todo ese asunto.

-No, cualquiera que sienta un poco de curiosidad sobre ese tema podrá encontrar evidencias. El señor "Zucker" debe de tener algo más que les interese a los alemanes. Además... ¿por qué atraer la atención de alguien de quien estás huyendo? No habría otro motivo para explicar que cambiase su apellido.

Queda el otro tema, el de los elegidos para despertar a Fenris.

-Estoy totalmente convencida que la máscara de Fu-Kang es la máscara del caudillo del que se habla en la leyenda del inmortal y que bebió de las aguas que contenían la esencia de Fenris. Por lo tanto, ya tienen al guerrero. El erudito podría ser Zimmer, padre, y solo faltaría una mezcla de los dos. Y estoy de acuerdo con eso de ir a ver al señor Archer.

El asunto se les está yendo de las manos y necesitan la ayuda de alguien más ducho en esos temas que están tratando. Quizá ella podría tratar de encontrar una forma de parar los pasos para despertar al Inmortal, pero debería estar en la biblioteca en lugar de en ese coche.

-Me parece muy buena ida la de ir a hablar con el padre de Maddie. Seguro que él sabe más de todo este tema, estoy convencida de ello.

Y así era. Estaba convencida que el señor Archer tenía mucho que contar y que eran muchas las cosas que nos había ocultado. Quizás ahora que su hija estaba desaparecida, quizás a manos de los nazis, quisiera ser más sincero con nosotros y contarnos lo que de verdad estaba haciendo. Por mi parte sería una buena oportunidad para formarme una opinión sobre él y sus acciones.