Partida Rol por web

Tal vez Yash se pensaba que ya todo estaba bien, pero a sus expertos ojos, notaba al semidemonio con poca intuición, sin un plan concreto más allá de seguir y seguir, casi sin ser capaz de razonar. Le extrañaba que pudiera encontrar algo, si no fuera por simple casualidad. Dario estaba algo mejor, pero no mucho.

—No estoy seguro de que debamos seguir...

—¡Pues nos vamos! —exclamó dando un saltito en el suelo.

A continuación, se puso a bajar las escaleras de una en una con una parsimonia asombrosa.

En cualquier caso, Yash no encuentra nada. No más que una puerta a medio podrir que seguramente podría tirar tan solo apoyando la mano con una mínima fuerza.

-Pues vaya! Todo ese viaje para nada! Por cierto, al llegar al templo, antes, me han echado la bronca por no haber informado de lo que nos hemos encontrado en la anterior excavación. Al parecer, hay que realizar un informe exhaustivo al volver de cada exploración. 

Parecía ser que entre los cuidados de la clérigo, y los pergaminos, se estaban minimizando los daños. Auren asintió a Yash y empezó a caminar detrás de él para seguir avanzando un poco más cuando el resto del grupo decidió que ya habían tenido suficiente. 

- Jolines, ¿y no os podiais haber decidido antes? Hemos perdido tiempo y hemos arriesgado las vidas de Yash y de Darío inútilmente. Ahora que se ha calmado la cosa, deberíamos seguir un poco más. Si nos vemos en peligro, nos vamos, ¿de acuerdo? - 

Y dicho esto, se puso a investigar la Sala que aún no habían investigado. 

Observó al resto de presentes actuar de modo contradictorio tras encontrar que la sala explorada no tenía objetos que sirvieran.

- Vaya fastidio, no hay nada interesante.

Gruñó con disgusto, le resultaba difícil ocultar su enfado porque las cosas no salían bien, una actitud que no mostraba en su carácter habitual pues en realidad quedó enterrada durante su entrenamiento por años en el templo de la dama solar.

- Estoy cansado, me iré al templo.

Sentenció bajando por las escaleras, se cansó de tantos cambios de opinión así que el tiefling siguió a aquellos que descendían.

La situación estaba fuera de control: la pérdida de tiempo y los daños mentales sufridos ahora estaban dando como resultado unas prisas excesivas por acabar allí y volver, todo sin ton ni son; las noticias traídas sobre la no muy cordial conversación con la suma sacerdotisa de Pharasma solo era más presión para el grupo.

Xweto parecía debatirse entre quedarse e irse, y no se movía ni para un lado ni para el otro; Pixy se había quedado a su lado acariciando a Nico en el lomo, que seguía herido, y Nefertari había bajado unos escalones para coger a Dario y evitar que se fuera solo, sin sentido ninguno.

Yash se había quedado mirando una puerta fíjamente, sin encontrar ningún peligro aparente en ella, así que la tiró abajo con solo apoyar la mano y se metió dentro de la sala. A la par, Auren fue hasta otra de las habitaciones, a la que habían entrado antes sin llegar a investigarla, y se puso a revolver entre los escombros, ignorando el concentrado olor propio de las cabezas a las que ya se habían enfrentado.

La clérigo no encontró nada de interés, bien por no haberlo, o porque simplemente no se le daba muy bien la exploración; al menos, no sufrió ningún ataque durante su rápida ojeada, lo que probablemente descartaba la presencia de criaturas allí.

El tiefling, nada más entrar, se encuentra con lo que parece ser un despacho. Un gran escritorio lacado, ahora en mal estado, se encuentra en el centro de esta habitación. Varias estanterías cubren las paredes, caídas como si estuvieran a punto de colapsar en cualquier momento. Sus estantes se han caído, y los montones de polvo en sus bases son todo lo que queda de libros y pergaminos no han sobrevivido a los años. Huele a cerrado, pero nada más.

Cansado y sin demasiada capacidad de raciocinio, el semidemonio ni siquiera se queda para investigar su hallazgo —que todos entrevéis a través del marco ahora vacío—, y se da la vuelta para irse también.

Ahora que cada uno parece estar a su aire y moverse sin pensar —no es que el diálogo sirva demasiado teniendo en cuenta el estado de al menos dos de los compañeros, de los que suelen llevar la voz cantante—, la confusión está servida.

Tampoco habían monstruos en la nueva sala así que no le necesitaban para nada, era un buen momento para marchar al templo y descansar, se encontraba de un mal humor no de perros sino de lobos, de hecho hubiese deseado encontrar enemigos a los que matar, porque la sangre le haría sentir mejor.

"Soy un oráculo de batalla, matar es lo que hago. Tengo que perfeccionar esa faceta."

Sus pensamientos se habían simplificado hasta el punto de guiarse por las emociones. De hecho se daba cuenta ahora de que sentía un gran deseo por la paladina y por la noche podría ir a visitarla, a ella le gustaría que un hombre fuerte se acercara a darle sexo.

A Darío lo iba a poner en su sitio, pero a base de tortas que es como se educaba, como se hacía de hecho en su antiguo hogar, porque la disciplina era necesaria tanto en la batalla como en casa. No entendía porqué no le había golpeado antes, era lo que se merecía porque el humano era un descocado tremendo.

Con la mente discurriendo de maneras tan equivocadas se encaminó hacia el templo, al menos sus pasos sabían a dónde ir.

- Seguid sin mi.

Expresó marchándose de allí.

Pixy puso una mano sobre el hombro de la clérigo.

-No te molestes. Es perder el tiempo, están muy tocados. Será mejor abandonar y contentarnos con lo conseguido. Sois todos jóvenes, tendreis más tardes de gloria pero no se puede confiar en ellos ahora mismo y yo he agotado mi magia.

Vámonos.

Auren asintió y siguió al Gnomo. Estaba apenada porque parecía que de repente todo eran malas miradas y modos en sus compañeros. - Quizá podamos solucionarlo en el templo. Vayamos. - 

Dejáis atrás el segundo piso, a medias explorado, y después la mansión en ruinas, sin tener claro que hayáis eliminado todos los peligros allí existentes, aunque sabiendo que habéis logrado una gran victoria acabando con Imanish; aunque nadie os dará las gracias, pues nadie sabía hasta que punto la cabeza era peligrosa —ni siquiera su existencia—, habéis hecho un gran servicio a la ciudad y todos sus habitantes, que ahora podrán dormir un poco más a salvo.

Las calles de la Necrópolis son oscuras y traicioneras de noche, llenas de recovecos que os mantienen en tensión, al menos a quienes tenéis la mente clara. Para Darío y Yash, es un paseo bajo el negro firmamente, pero el resto tenéis la sensación de que os acechan. Un error podría ser el último. Por suerte, vuestro número y armamento parecen mantener a raya los peligros que aguardan a otros no tan afortunados, y gracias a Pixy y Nico tampoco os perdéis; solo hace falta un vistazo desde las alturas para encontrar el camino adecuado en cada encrucijada.

Tras un buen rato llegáis a las murallas, dónde un guardia os saluda y abre las puertas sin preguntas; conoce al gnomo de su rápida incursión en busca de los pergaminos, y con eso es suficiente. De allí, tomáis la avenida principal y pronto distinguís el enorme edificio que, no en vano, llaman Gran Mausoleo, sede de la iglesia de Pharasma en Wati y dónde os dirigís.

Al llegar y subir su larga escalera, dos soldados os miran detenidamente antes de apartar sus lanzas y dejaros paso. El santuario de la Dama de los Muertos permanece abierto a todas horas para los fieles que decidan visitar a su clero, y las antorchas iluminan los pasillos de mármol y las altas paredes decoradas con un sinfín de jeroglíficos. Al final, recostada sobre un sobrio trono, aguarda vuestra llegada la Alta Sacerdotisa Sebti.

Se levanta cuando estáis casi a su altura, regia y dominante. Su sola presencia empequeñece la amplia estancia. Sus penentrantes ojos os miran con cierta desconfianza durante un instante, pero al final se suavizan y ella asiente.

—Me alegro que hayáis acudido —dice con una media sonrisa—. No hemos tenido que lamentar nada.

Sea lo que sea a lo que se refiere, tenéis la sensación de que no está mencionando el que sigáis todos con vida.

—Bien, imagino que habéis venido a detallar vuestros hallazgos, pero a juzgar por la urgencia de vuestro amigo hace un rato, supongo que antes necesitáis nuestros cuidados. Decid, que podemos hacer por vosotros, pedid sin miedo. Si está en nuestras manos, os ayudaremos.

El camino hacia la salida es tenso, pero a pesar de las preocupaciones que les asaltan, llegan hasta la puerta sanos y salvos. Sonriendo ligeramente a los guardias, Auren sigue al resto hasta el templo, donde hace una ligera reverencia y suave rezo en honor a la Diosa predominante, pues Auren tiene la buena costumbre de mostrar respeto por todos los Dioses. 

La sacerdotisa local les escruta y decide que son dignos de su atención. - Dama Sebti, que las bendiciones de Shelyn os acompañen. - comienza su petición con una voz suave y tranquila. - Mis compañeros han sufrido un ataque... - y Auren le explica a la mujer cómo se ha producido, los remedios que ha intentado y los síntomas y consecuencias que ha visto. - ... y desde ese momento parecen haber perdido control sobre sus deseos, así como haberse vuelto más... ¿niños? - dice la mujer sin saberse explicar del todo bien. - Alelados, eso. Como si no estuvieran atentos a lo que pasa a su alrededor. - dice satisfecha. Quizá no tuviera el vocabulario de la piernas largas, pero una chica debía saber explicarse. 

Fatigados y afectados por extrañas aflicciones, finalmente decidimos dejar la Casa  de Pentheru, para sanarnos y recuperar fuerzas. Pero antes de irnos, recogemos dos de las extrañas criaturas que han provocado las aflicciones a Yash y Dario, para intentar reconocerlas y así aplicar la curación adecuada. Nefertari envuelve las cabezas de Imanish y una de las otras en alguna tela  (Si puede ser alguna cortina o sabana de la casa) y se las hecha a la espalda.

La joven paladina, se mantiene alerta con cimitarra en mano y sujetando las dos criaturas en su espalda mientras atraviesan las sombrías calles de la Necrópolis, pero por suerte llegan a las seguras murallas sin ningún incidente. Una vez allí se dirigen directamente al santuario de la Dama de los Muertos.

Nefertari no puede evitar una sensación de tranquilidad y alegría al ver a la Alta Sacerdotisa Sebt, a la que saluda haciendo un pequeña reverencia.

• Saludos Alta Sacertotisa, como bien comentas necesitamos de vuestra ayuda, con un gesto cansado, bajo las telas que envuelven las dos aberraciones y las expone ante todo los presentes. Nuestros compañeros fueron atacados por estas criaturas y muestran síntomas extraños.

Pixy se acercó y procedió a contar ambas exploraciones. El gnomo se había tomado un tiempo para recapitular y recordar cada detalle de ambas aventuras. Lo contó todo. De cabo a rabo,. Sin dejarse ni un pelo ni una señal.

Mostró los dientes a los guardias de la entrada que parecían resistirse a dejarles paso, por suerte para ellos apartaron las lanzas por lo que pudieron llegar hasta la sala con aquella sacerdotisa esperándoles. Lanzó algún mensaje que Yash no pudo interpretar, ¿era una amenaza? ellos habían hecho las cosas bien, incluso respetaron una de las tumbas. Luego Auren le daba a una inusual descripción sobre sus compañeros, tachándolos de formas que no correspondían, eso hizo que el oráculo la mirara.

- Se me cae el pelo, eso no tiene nada que ver con... ninguna otra cosa.

Desde luego no entendía a qué habían venido esas palabras por parte de Auren. Lo dejó pasar y atendió a la sacerdotisa.

- Se me cae el pelo, porque me mordieron unas cabezas voladoras, eso es lo que pasa. No fue por torpeza, sino en justa lid contra esos monstruos y en defensa de mis compañeros, que dependen de mi fiereza para tener éxito en la exploración. En definitiva, tengo claro que si hay problemas hay que acudir al templo, en el de Sarenrae tratan bien a la gente, pero aquí se guardan secretos, eso es lo que hacen.

El tiefling pensó que había puesto en su sitio a la sacerdotisa de un modo sutil, se lo iba a pensar dos veces antes de hablarles de lamentaciones. Miró después de eso a Nefertari.

- Correcto, síntomas extraños, el pelo se cae.

La aasimar le había comprendido a la primera.

Sebti escucha a Pixy contando sus exploraciones, aatiende a Auren mientras intenta explicar los síntomas, asintiendo cuando acaba de hablar, haciéndose una idea de la situación. Y por último a Nefertari cuando toma la palabra, mucho más directa, hasta que esta deja caer las telas.

Un grito ahogado resuena en el pasillo cuando las cabezas quedan al descubierto. Desde una esquina, una joven novicia las mira aterrada, con los ojos muy abiertos, y se desmaya antes de que su compañera tenga tiempo de evitar la caída.

La Alta Sacerdotisa, con el rostro crispado por la ira, hace un par de gestos con la mano y un guardia acude para llevarse a la inconsciente muchacha. La otra se acerca avergonzada.

—Y-yo, lo siento mucho, sé que no...

Los ojos escrutadores de la Superiora se clavan en su pupila, que en seguida se calla. Como atendiendo a una orden muda, hace una reverencia y sale corriendo de allí, por el mismo pasillo por el que parece haber llegado. Sebti se gira de nuevo hacia vosotros y suspira, serenándose.

—Disculpad. Algunas de las más nuevas aún siguen siendo niñas, y deambulan por aquí cuando no deberían. No habrá más interrupciones a partir de ahora. Es importante.

Os dais cuenta de que aunque uno de los soldados se ha marchado, los otros están atentos a vosotros, con las manos cerca de las armas, demasiado tensos. Una mala señal.

—No sé lo que es la pequeña, tendría que investigarla, pero lo que tenéis ahí —señala la cabeza verde—, es un vargouille. Hace años que son una plaga en Wati, y por muchos que cazamos, no logramos erradicarlos. Agradezco que hayáis acabado con alguno, pero espero que entendáis lo que tengo que hacer.

Hace otra señal y, ahora si, la media docena de lanceros empuña sus astas mirando hacia vosotros.

Dario elige ese justo momento para balbucir algo y, seguidamente, pegarse a Auren, cogiéndola por el brazo y mirándolo ojiplático sin saber que pasa, aunque sin dar señales de ser una amenaza.

Xweto, por el contrario, lleva rápidamente la mano a la daga, la cual desenfunda a medias dándose la vuelta.

—¡Calma! —La voz de Sebti no deja margen para la desobediencia, así que os quedáis quietos y la miráis—. No hagamos nada que haya que lamentar después. Es solo una medida de seguridad, muchos han huido al enterarse de lo que pasa. Espero que no sea vuestro caso.

Da unos pasos y, con tranquilidad, coge las dos cabezas de manos de Nefertari, para después dárselas a un sacerdote que se acerca presuroso para llevárselas.

—Veréis, esas criaturas son capaces de inocular un veneno que evita que se cierren las heridas, pero hacen algo más, transmiten una enfermedad, por llamarlo de alguna manera. No quiero aburriros con los detalles, pero los primeros síntomas son picores y caída del cabello —señala a Yash—, y al final la cabeza de la víctima se desprende del cuerpo y se transforma en otro vargouille. La conversión se da en veinticuatro horas como máximo, pero puede ser mucho antes.

Suspira y se sienta, dejándoos un momento para que lo asimiléis. Después, sigue hablando.

—Como imaginaréis, no podemos dejaros marchar sin asegurarnos de que mañana no vais a ser un peligro suelto por la ciudad. Tenéis dos opciones. Podéis permanecer aquí en el Templo durante veinticuatro horas, bajo nuestra vigilancia, hasta que nos aseguremos; tomadlo como un retiro. O podéis pedir todos que os lancen un conjuro para detectar la enfermedad. Debemos asegurarnos, pero depende de vosotros. Al fin y al cabo, nuestros servicios tienen un coste.