Partida Rol por web

Tras el susto inicial de ver como todas las lanzas apuntaban a ellos y escuchar las palabras de la sacerdotisa, Darío no pudo callar

Ay! Que nos vamos a convertir en cabezas voladoras gritonas- El muchacho hace un puchero con los labios, pero apenas dura unos segundos- Aunque así podríamos volar. Y ver el mundo desde los cielos. ¿Te imaginas?-Se dirige a Auren- Podríamos volar hasta las nubes y ver la luna y las estrellas con todo su esplendor- Abarca con el brazo un espacio sobre su cabeza. Al ver la mirada seria de la sacerdotisa, se calla de golpe y se esconde como puede entre los brazos de Auren. -¿Qué ha dicho? ¿Por qué nos mira como si esperase algo?-Parece que se ha perdido o no se ha enterado  de las ultimas frases de la sacerdotisa.

La actitud de la gente del templo era angustiosa, al ver las lanzas apuntando hacia ellos notó un gran rechazo hacia su actitud hostil que le hizo enseñar los dientes.

- Sólo a mi se me cae el pelo, ¿es que no oyeron lo que les dijimos?

Apretó con fuerza el mango de su arma, los nudillos se blanquearon levemente por la presión.

- Lancen ese conjuro sobre mi, miremos además si alguien más tiene problemas con su cabello, ¿no basta con eso?

Preguntó a duras penas conteniendo el enfado, el cual provenía más por los soldados que por cualquier otra causa.

Sebti niega levemente mientras os mira apesadumbre, pero seria. Su voz es firme cuando habla.

—Lo siento, pero no. A veces los síntomas ocurren rápidamente, como parece ser tu caso, pero en otras ocasiones se tardan horas en detectar los siguientes. A veces, ni siquiera nos damos cuenta hasta que está muy avanzada la enfermedad. Contigo parece claro, podemos pasar directamente a eliminar el problema... —De una manera u otra, parece estar evitando decir—. Con los demás, sin embargo, tendremos que asegurarnos. —Se encoge de hombros—. No es un debate: decidid si queréis quedaros aquí o preferís que os atendamos de manera preventiva. Y hacedlo rápido, se hace tarde y tengo otras obligaciones.

Yo dejaré a Pixy aquí. Él ha sido mordido por esas cosas. Yo no. Igualmente, muchachos, voy a aprovechar para despedirme. Ha sido genial trabajar con vosotros pero creo que es momento para retirarnos.

Esta vez Darío sí escuchó las opciones

Ahhhh. Vale- asintió el muchacho- Entonces elijo quedarme. -Y se sentó a esperar.

Pero no pasaron ni tres minutos y ya levantaba la mano- ¿Falta mucho? Me abuuuurro- Se levantó de nuevo y se acercó con cuidado a uno de los guardias para tocar su lanza- ¡Ay! Pincha- Luego se puso a deambular por el espacio que les dejaban, pero siendo tan reducido, lo recorrió en un santiamén.

Joooo. Esto es muy aburrido. ¿Cuanto falta?- Miró a sus compañeros suplicante-¿Y si hacemos el tratamiento nos podremos ir libres? ¿Y duele mucho? ¿Y tarda mucho? Yo no quiero que me duela. Pero esto es taaaan aburriiiido- Tras su verborrea se sentó de nuevo deprimido, con las piernas cruzadas, el codo sobre su rodilla y su cabeza apoyada en la mano, soltando de vez en cuando- Me abuuuro. ¿Falta mucho?

Hay que descartar cualquier amenaza, y si hay que pagar los conjuros para detectar aflicciones o curar a sus compañeros Nefertari se ofrece pagar lo que haga falta.

- Por favor, lanze los conjuros pertinentes, para descartar amenazas, yo asumire las costas.

Auren miró con incredulidad a la Sacerdotisa. Aquello era mucho más peligroso de lo que había supuesto en un principio y se puso en alerta. Miró a Darío y con su actitud estuvo a punto de conseguir que la joven y hermosa clérigo dijera que estaba perdido y más valía sacrificarlo, pero se contuvo a tiempo y logró respirar hondo un par de veces, conteniendo, en ésta ocasión, las ganas de darle un sonoro bofetón. 

- Concuerdo con Nefertari. Mejor asegurarnos de que nadie más está enfermo, no quisiéramos ser un peligro para nadie. - dijo. 

Las cosas se habían puesto feas en un momento, pero casi era capaz de entender a la sacerdotisa. Era fácil clamar a los cielos cuando uno era la víctima, pero no era tan sencillo como eso; en el lugar contrario, seguramente habría actuado igual.

Estaba escuchando lo que unos y otros decían, en silencio, cuando al fin se decidió. Levantó una mano en respuesta a Nefertari y negó con suavidad.

—Agradezco el gesto, pero yo me someteré a la cuarentena. —Se encogió de hombros y dio unos pasos, hasta quedarse a un lado, esperando que se lo llevaran dónde debieran. Desde ahí, se despidió—. Siento ésto, pero espero veros pronto, si todo va bien. Seguro que sois capaces de llevar a cabo la investigación de mañana sin mi. —Sonreí—. Confió en vosotros.

La sacerdotisa asiente con un cabeceo y hace varios gestos. Ahora que están decididas las cosas, los guardias se echan para atrás y recuperan sus posiciones a lo largo del pasillo; solo uno no lo hace, pues se acerca a Xweto para llevárselo.

Antes de irse, se dió la vuelta y miró a sus compañeros.

—Una cosa más. Mi parte del botín, decid a Siufu que la mande al Templo. Si salgo de esta, me vendrá bien —guiñó un ojo y, con las mismas, siguió al soldado, desapareciendo por un pasillo lateral.

A la vez que Xweto desaparece de vuestra vista, un viejo sacerdote se acerca a vosotros, acompañado por un monaguillo que porta una oscura caja de hierro de aspecto pesado, a juzgar por como la sostiene.

—Por favor, si sois tan amables... —El más mayor llama vuestra atención y os mira con una sonrisa—. Serán 60 piezas de oro para asegurarnos de que los aquí presentes no tenéis ninguna enfermedad, y otras 30 si queréis aseguraros que no habéis sido envenenados. —Luego os empieza a dar una serie de cifras, el precio de lo que os costará cada hechizo que podéis necesitar, y os conmina a echar el dinero en el cepillo.

Cuando lo hacéis, asiente complacido y se pone manos a la obra. En un momento, os confirma que tanto Yashuo como Nico están contagiados, lo que conlleva que, si no se trata a tiempo, acabaran convertidos en vargouilles. Nico también ha sido envenado (es la causa de que no hayáis sido capaces de curar su herida), y tanto Yash como Dario tienen síntomas de otro tóxico, aunque parecen haber superado por si mismos la ponzoña. Nefertari hace un gesto impaciente para que siga con el tratamiento, previo pago, así que el curandero, haciendo una cosa tras otra hasta que estáis de acuerdo en que pare.

Cuando acaba, todos os encontráis mucho mejor, o como mínimo seguros de que no hay nada que temer. Agradecidos, os volvéis hacia Sebti, que os mira ya sin dureza.

Antes de decir nada, inclina la cabeza agradecida porque no hayáis causado problemas, y luego os mira con amabilidad.

—Gracias. Es bueno que no haya llegado a más este inconveniente. Si queréis algo más, pedidlo. En cualquier otro caso, podéis marcharos ya con mi bendición. Y no olvidéis volver mañana para saber que nuevo lugar os ha tocado explorar. Es ya el último

Os da un minuto para que formuléis alguna petición más, antes de irse.

Tras las curaciones Darío se lleva una mano a la cabeza con gesto de dolor y luego mira a los demás un poco compugnido, especialmente a Auren, durante un instante, luego aparta la mirada.

Yo... Estoy agotado, ¿Podemos ir rápido a vender y luego a dormir? -Se cubre la cara simulando que le duele la cabeza para que no le vean lo rojo y avergonzado que está- No... No recuerdo muy bien las últimas horas. Y ha sido un día largo.

Se acerca a Nefertari y le ofrece el oro correspondiente

Gracias, Bella Dama. Tomad, el oro.

Todos tenéis claro que Dario está mintiendo y recuerda lo sucedido, aunque se le ve mal; a lo mejor es buena idea seguirle el juego. O a lo mejor no.

Finalmente el tiefling pudo volver a pensar con claridad e incluso gran parte de su pelo se había salvado. El desembolso fue severo pero necesario, así que él no podía sino pensar que había sido el mejor curso de acción. Ahora se daba cuenta de que la agresividad que le había intentado dominar era fruto de alguna debilidad de su mente, afortunadamente ya curada.

Se lamentó de que hubieran quedado algunas salas por explorar.

- Dama Sebti, entiendo entonces que no hay opciones de regresar a terminar con el trabajo.

Ya que no había pasado el día, todavía había tiempo para seguir, solo que las reglas parecían impedirlo.

Auren agradeció la curación y la preocupación de la Dama Sebti. Parecía dura, pero era justa. - Gracias por vuestra preocupación, Dama. No quisiéramos ser portadores de algo funesto, como sucedió en esa casa, con esa pobre familia. - Miró a Yash y  Darío, al menos éste último tenía la suficiente presencia de ánimo como para avergonzarse. Cierto que no era su culpa, pero Auren sospechaba que el hombre había aprovechado para exagerar los síntomas, y eso era algo que a ella no le agradaba. 

- Sí, nos gustaría regresar a terminar lo empezado. ¿Podriamos hacerlo? - apoyó a su compañero, reforzando tanto la pregunta cómo la actitud.