Partida Rol por web

Arma en mano, se detuvo encontrando extraña la situación. Si eran muertos vivientes lo normal era que les atacaran mas por ahora no lo hacían. Hablaban el lenguaje osirio lo que hizo que mirara de reojo a Nefertari, que a buen seguro ya les había entendido y podía informarles de algo más. Habría que dejarle la iniciativa a la paladina.

Al ver que no eran fantasmas, sino cuerpos tangibles; Darío saca el arco y apunta a uno de ellos a la espera de ver como se desarrollan los acontecimientos.

Nefertari no puede disimular su sorpresa, al ver los dos sacerdotes de Nethys, pero más aun cuando los ve atraves de su ilusión y los reconoce como no-muertos. No obstante, en inicio no se muestran hostiles y además están pidiendo ayuda, por lo que la paladina intenta relajar su postura e intentar interactuar con estos seres.

• Saludos, mi nombre es Nefertari paladina de Sarenrae, ¿quiénes sois y en que podemos ayudaros? Después de hablar la joven se concentra e intenta detectar si hay mal en las criaturas.

La clérigo contempló a aquellos seres con una mezcla de compasión y pesadumbre claramente reflejada en su rostro, pues aparentemente no eran agresivos. Dispuesta a dar una oportunidad, esperó a que hablaran. 

Eran claramente no-muertos, pero su curioso comportamiento les valió para ganar una tregua. 

El engaño ha surtido su efecto, y aunque sea durante un instante —ya sea porque alguno sigue viendo humanos y no muertos vivientes, o porque no parecen hostiles—, dudáis. Los sacerdotes, en cambio, no tardan en lanzarse a por vosotros, antes siquiera de que la arquera pueda disparar, o la paladina moverse y descubrir la treta. Ambos atacan a la par, con sus garras, sin grandes resultados.

Viendo la hostilidad manifiesta de los no-muertos, Darío soltó su flecha, pero los enemigos eran muy rápidos y su disparo falló por bastante.

Saethe dió un paso en cuanto Darío hubo disparado y, apuntando a través de Ratash, disparó dos flechas hacia el no muerto de tintes rojizos. Ambos proyectiles, sin embargos, salieron muy desviados. Uno de ellos, de hecho, a punto estuvo de acertarle al brujo.

Auren pegó un respingo cuando las criatura se lanzaron hacia ellos, y tan sorprendida la pillaron que ni siquiera acertó a golpear a la criatura cuando se lanzó a por Nefertari. - Aquí estamos muy juntos, retroceded. - dijo con calma, dando un paso hacia atrás. 

Decepcionada, porque en su inocencia pensó que podía ayudar a estas criaturas, Nefertari apretó fuertemente la empuñadura de su nueva cimitarra y la descargo contra el desagradecido No-muerto.

¡¡¡Que la luz de Sarenrae caiga sobre ti!!!!

Movidos por su ansia de sangre, los dos sacerdotes sin vida —cuya verdadera naturaleza ya no estaba oculta a nadie— siguieron con su ataque, a base de zarpazos. Uno de ellos logró hacer un feo arañazo en Nefertari, mientras el otro no consiguió alcanzar a Yash, que empezaba a espabilar.

Saethe, molesta por haber fallado las dos últimas flechas, tensa el arco con mayor calma, formando en su mente la imagen deométrica que su maestro le enseñó. Así, aislada por fin de sus sentimientos, la arquera soltó dos flechas que, en rápida sucesión, se colaron junto a Nefertari y se incrustaron hasta las plumas en el cuerpo del sacerdote de rojo.

Habían sido demasiado confiados y al bajar la guardia el oráculo se perdió los primeros compases de la lucha. Sus sentidos habían recibido una sobrecarga, creyendo haber recibido una visión que le mostraba aquellos bancos cubiertos con los cuerpos de antiguos adoradores, resecos por el paso del tiempo. Los dones que ostentaba traían ese tipo de inconvenientes, pues a veces la energía divina parecía descontrolarse como había hecho ahora.

Yash tomó el mayal y quiso aplastar con él a uno de los enemigos pero el arma en realidad golpeó la madera del respaldo del banco que tenía al lado, arrancando un pedazo que salió despedido hacia atrás.

Nadie se movió, y Auren trató de meter su arma por entre Nefertari y el hueco que había para darle al sacerdote de azul...pero su arma no llegó a impactar por mucho a su objetivo. - ¡Ay....no hay forma! ¡Estate quieto mal bicho! - 

Visto que la gente pasaba de nuestros comentarios pongo los ojos en blanco y retrocedo, aquel lugar era muy estrecho y no podia maniobrar con tranquilidad así que esperaria a que alguno saliese para atravesarle la frente de parte a parte, así que preparé la ballesta para un posible ataque

Dejando espacio para que salieran los combatienes, Darío dio un paso atrás mientras disparaba al mismo sacerdote, pero al intentar no dar a la paladina falló.

Bella Dama, un paso atrás. No podemos dar bien a los enemigos si estáis en medio.

Todos retrocedían, pero no se daban cuenta de que, de hacerlo, dejaba a Yash a merced de aquellas criaturas. ¿Y si aquellos sacerdotes protegían la capilla y no salían? ¿Y si rodeaban al semidemonio y acababan en un mar de garras? No, el tiflin debía moverse antes si querían salir de allí a salvo. Mientras tanto, lucharía.

Lanzó un nuevo y potente tajo con la cimitarra, que logró herir superficialmente a la criatura no muerta.

Los sacerdotes habían recibido las primeras heridas. Uno de ello se veía renqueante, lento, con las dos flechas de Saethe clavadas en el cuerpo. El otro, casi intacto, tenía un corte en un brazo, aunque apenas era un rasguño. Ambos, ignorando de todas formas el dolor, se lanzaron de nuevo sobre Yash y Nefertari, atacando con ambas garras, aunque con poco éxito de nuevo.

Aprovechando que Yash se había apartado —cuando lo hizo—, volvió a soltar otras dos flechas, ahora sin obstáculo alguno. Una de las saetas fue muy desviada, pero la otra atravesó el cuello del sacerdote, que cayó muerto del todo.

Estaba frente a uno de los muertos y aunque le pedían que se apartara no podía dejar que los enemigos llegaran hasta Yatash. Ahora pudo ver que el brujo había retrocedido, por lo que optó por actuar y apartarse. Zarandeó el mayal tratando de estamparlo en la cabeza de uno de los enemigos, mas terminó golpeando contra una de las paredes, encajándose una de las puntas. El tiefling tiró para desencajarla y movió hacia atrás, dejando vía libre a sus compañeros.