Partida Rol por web

El Marqués Casati se alejó del hedor a muerte de la ciudad, un tanto incomodado no obstante.

Aquellas fiestas siempre representan una aburrida lucha de egos y disfraces y las luchas que le gustaban al Marqués eran bien distintas, y conocidas por todos. Un hombre que no temía a la muerte, que se dice que luchó contra dos lobos con las manos desnudas. Que se dice... se dicen demasiadas cosas, y el Marqués nunca ha dicho ninguna de ellas. Pero esta era una ciudad en las que los rumores llenaban las mansiones y la muerte vestía de rojo.

Tal vez por eso escogió aquel traje en el que el color que predominaba era el rojo de la muerte, adornado con el dorado de la nobleza y cubierto por una máscara blanca de pureza. Toda una sátira en sí mismo hacia el inevitable final.

Entrar en el lugar sólo mostró lo que el Marqués ya temía: además de una aparente genuina invitación del Príncipe era muchos los que pugnaban por saludar, por ganarse su favor, una risa divertida se dibujó bajo la máscara y decidió echarse a un lado a esperar, viendo el devenir de los acontecimientos y cómo todos se movían como muñecos de porcelana en el lugar.

No es hasta que el anfitrión quedó solo que él se acercó y, con una distancia de respeto, cerró los ojos y bajó un poco la cabeza a modo de saludo.

Príncipe.

Es la única palabra que le dedicó. Se giró hacia la multitud justo a tiempo para ver cómo ya había un gato buscando una margarita con la que jugar. Río para sus adentros, de lo ridículo que le resultó la situación, teniendo en cuenta que estábamos impolutos, bailando, como si fuese una mancha de blanco en un charco de sangre.

Disfrutaba del dulce y afrutado sabor de mi copa de vino, mientras mis pies se movían al son de la música, siguiendo cada uno de los pasos de la melodía. Mis ojos se movían entre las máscaras de todos y cada uno de los presentes. Sin lugar a dudas, nadie sería capaz de reconocer a ningún otro mientras la mantiviésemos puestas.

Miré divertida a algunos de los asistentes, quienes llevaban aquellas máscaras picudas, preguntándome como iban a comer o beber sin quitárselas, pues la gracia de aquella fiesta e invitación era precisamente esa: no quitarse las máscaras.

Y hablando de despistados, di con el primero de todos. Un hombre se me acercó, bastante seguro de si mismo, con una máscara bastante sencilla, mitad blanca y mitad negra y, tras llamarme Margarita, me trató como si nos conociésemos de toda la vida. De no ser porque mi voz me hubiese delatado, le hubiera seguido el juego un rato. Pero estaba demasidado sobrio para poder engañarle de esa manera.

- Discúlpeme caballero. No soy Margarita, tal y como insinuáis con tanta seguridad. Soy la Marquesa Auditore. - Le dediqué una leve sonrisa al igual que una pequeña inclinación de cabeza por mi parte, a modo de saludo y presentación. - Desconozco quien es su amiga, más estoy segura de que, si exclama su nombre en alto, seguramente la descubra antes que acercándose a todos los invitados de la fiesta llamándoles Margarita. Un placer, señor.

El vino es delicioso, como todo lo que hay en la fiesta, Margarita aspira encantada el aroma de uvas fermentadas, cuando un viejo amigo se acerca a ella.

Aparta los ojos de una pareja de avecillas bordadas en una de las cortinas para ver a Cesar Vinsmoke y su sonrisa se suaviza con facilidad admirable reconociendo al voz de quién le habla, la mascara sencilla ayuda a la visión, pues sus rasgos fuertes son propios en la familia.

-¡Cesar, querido! - la voz de Margarita es animada, como quién ve a un amigo después de mucho tiempo, la amistad se adivina en sus ojos y la calidez de su voz - Que maravilloso verte aquí -dice- es verdad, su alteza fue muy amable al extender su invitación hasta mí, y veo que también hasta ti... ¿Cuanto tiempo ha pasado desde la última vez que te vi? -pregunta.

- Después de la penosa equivocación y la corrección por parte de la Marquesa Auditore, me ruborizo, me disculpo y sin esperar respuesta me alejo, deseando que nadie haya visto eso. 

- Parado a un lado de la puerta debatiendo conmigo mismo si debería irme después de eso, logro visualizar con certeza a Margarita, admirando el sabor y el olor del vino, sin pensarlo dos veces me acerco a ella mientras observa la cortina y como si nada hubiera pasado le dirijo las mismas palabras que hace unos momentos le dije por equivocación a la Marquesa Auditore.

- Me alegro al darme cuenta que no era posible que me equivocara dos veces al intentar reconocer a mi amiga desde hace bastante tiempo, con una sonrisa de oreja a oreja. - Si me permites decirlo, te vez hermosa esta noche. No nos habíamos visto desde una semana o así antes de que esa horrible enfermedad se diera a conocer, me alegra saber que tú estas sana. 

No pudo dejar de escuchar las discretas y amables palabras que se dirigían aquellos dos invitados en medio de la fiesta, como si fueran algo más que conocidos.
- Escuze signiore Cesar. Bello nombre per cherto, e cuomo el imperadore romano. - Comentó a Cesar para llamar su atención.
Tras ello, dió un leve sorbo de su copa antes de darle un golpecito en el brazo y señalar con la copa a Margarita.
- Aquesta bella, a la tua sinestra. ¿E la tua fianchata? - Preguntó.

Cuando se acerca una de las damas a saludarme. ¿O es un hombre? No estaba segura y un error sería de mal gusto, conocía como eran la mayoría de los nobles, no creía que fuera una excepción.

-Buenas noches Andras, el mío es Violet.- Respondí con una ligera inclinación de cabeza. -No lo hace, mucha gente ha sufrido y en cambio nos hemos encerrado aquí, alejándonos de los problemas como si no fueran algo que también nos pudiera afectar.- Dije muy a mi pesar, había conocido gente que había tenido la desgracia de padecer esta enfermedad, era algo realmente horrible.

Agité un poco la copa de vino, liberando los aromas de éste, antes de decidirme a probarlo.

-Lamentablemente, he acabado aquí, siendo también culpable de esto, al igual que usted.- Alcé levemente la máscara para poder beber un poco del vino, estaba delicioso, no habría esperado otra cosa.

Entonces una mujer, se mueve remoloneando por nuestros alrededores, demasiada atención estoy recibiendo, con lo que adoraba la tranquilidad, pero esto era una fiesta, era lo lógico. Algo resignada, pero tal vez su actitud era fruto de su juventud, le hago un gesto con la mano para que se acerque, invitándola a participar en nuestra conversación. Siempre se podía aprender algo de todo el mundo.

- Ha venido más gente de la que esperaba. Dice con alivio a la gente que le rodea. Son buenas noticias, y que gran gesto por parte del Príncipe. No cree conocer a nadie de la fiesta, pero tampoco lo intenta, ya que con las mascaras sería casi imposible reconocer a algún conocido. 

Mientras camino voy diseccionando poco a poco la habitación, revisando y haciendo un cálculo mental rápido de cuanto cuesta cada una de las atenciones que se nos han puesto a nuestra disposición aquí.

Compruebo complacido que todo es de gran calidad y que probablemente en esta fiesta estoy rodeado de las personas más influyentes de la zona. Sonrío para mis adentros pues soy afortunado de tener una invitación.

Mujeres y hombres con máscaras caras y seguro grandes fortunas para invertir. Suena perfecto en mi mente.

Me acerco como mandan las tradiciones a presentar mis respetos al anfritión.

Después me giro lentamente y me dirijo hacia donde están el resto de invitados dejando que mis oidos vayan acostumbrandose a las conversaciones que van apareciendo como pequeñas hogueras por la gran habitación.

Es tiempo de hacer negocios pienso mientras cojo una copa de vino para no desentonar.

La sonrisa suave se mantiene por unos segundos hasta que se nombra la ingrata enfermedad de la que, como asustados ciervos ante una manada de hambrientos leones, hemos huido a escondernos en el hogar de nuestro anfitrión... aunque el halago logra alivianar el comentario, es una mujer y como tal la vanidad cede los rezagos de un posible mal humor hasta mantener sino la alegría si el buen trato.

-Una mujer siempre se sentirá feliz de oír halagos a su belleza, querido amigo mio -sonríe y luego baja la mirada diciendo -también me alivia saber que estás sano, he temido tanto... por todos nosotros -un suspiro escapa de su boca y pasa una mano por debajo del brazo de Vinsmoke, empezando a caminar por la estancia, la amistad de sus familias y la posición de ambos explica la familiaridad del gesto.

-esta enfermedad ha diezmado a campiranos y nobles, pero tú estás bien y eso me alegra, cuéntame... ¿cómo ha ido todo para ti en estas semanas? -pregunta con cortesía presa de la voz, tratando de alejar el lamentable tema, no desea que oídos sensibles y malhados vayan a decir que desprecia la fiesta de su majestad por olvidarse de la maldita enfermedad.

El Cid vio como se iban formando grupos y conversaciones. Nunca se le dieron las relaciones sociales. En poco tiempo se vio solo y aislado en un rincon a merced del alcohol y los canapes que ensanchaban su estomago.

Ya sentado en una silla para descansar sus rodillas, en un rincon oscuro y sombrio, alejado tanto como pudo del bullicio, la gente y la musica, ya se habia olvidado de donde estaba y se dedicaba a comer y beber.

Nadie cercano, ni lejano, reclamaba sus palabras ni su silencio, su presencia ni su ausencia, vagaba solo en sus pensamientos, ensimismado en el pensamiento de su soledad. Fatídica realidad que le habia tocado, y otra no podía ya escoger, no, ya no, era tarde. Era la hora de la cena para él, el anochecer. Y no veia ya a nadie, -nadie-. Se lamentaba el Cid de su soledad.

Llegué a la gran mansión del príncipe educada mente tarde, no era la primera vez que pisaba esa casa, una vez acompañé a mi padre a una vista con el rey y recuerdo haber jugado y corrido por aquellos pasillos laberínticos. Mucho ha llovido desde entonces, mi padre murió hace escasos dos años y yo heredé el título de Barón, desde entonces mi vida se había complicado, más trabajo, reuniones, eventos y tediosas veladas con nobles que te miran por encima del hombro, en mi opinión: simples mosquitos, han nacido para molestar.

Al entrar un hombre del servicio con una máscara idioticamente grande me saluda y obviamente le ignoro de forma grácil, me han educado bien para que mis ofensas pasen desapercibidas, pero el servicio es servicio tanto aquí como en mi casa.

Avancé por la sala asqueandome de al ver la opulencia que hacían alarde algunos nobles, por muy duques o marqueses que sean, estaba claro que la inteligencia no fue una materia relevante en su educación. Me servi una copa de champagne y me acerqué a donde se hallaba en príncipe,y con un gesto le saludé agradeciéndole su invitación.

Al fin y al cabo estaba allí por el mismo motivo que todo el resto, el miedo a la muerte.

Tras el necesario saludo al anfitrión, el Gran Duque busco una buena copa para acompañar a su soledad, levantaba ligeramente su mascara para poder beber sin preocupación mientras observaba con curiosidad que no ha todos les servían las mascaras pues empezaba a oír palabras entre grupos concretos, donde parecían reconocerse como viejos amigos o conocidos.

Tras un segundo sorbo el mismo se quedo buscando a alguien que le fuera conocido, pero a diferencia de muchos otros su vista detrás de esa aparatosa mascara no le dejaba mucho margen para descubrir conocidos tras sus disfraces, por lo que opto por seguir paseando y bebiendo de su copa, a pequeños sorbos, procurando que la mascara no se eleve mucho mas haya de su labio superior.

- Al ver la reacción sobre mi comentario de ella, una sonrisa se dibuja en mi rostro, pero que rápidamente desaparece al ver que baja su miraba y escucho sus palabras. - Esta horrible enfermedad nos tiene preocupados a todos, supongo que lo mejor sera evitar cualquier tema con relación a ella y intentar olvidar, al final es el objetivo de esta fiesta eso ¿no?.

- Al ser tomado del brazo y empezando a caminar juntos por la habitación, me doy cuenta de como ella también piensa que es mejor dejarlo de lado. - Estas semanas me ha ido bien, solo he salido de la mansión para negocios últimamente -  por estar intentando evitar la enfermedad lo más posible. Es difícil hablar intentando evitar lo referente a la enfermedad, ya que últimamente todo gira en torno a ello. - Así que el venir a esta fiesta es algo bueno, esperaba encontrar un rostro familiar, me alegro el que fuera el tuyo... o parte de el para ser preciso. - Doy un sorbo al vino que aun no había probado desde que lo agarre. - es bastante bueno, aunque no es que sea un experto en vinos. - ¿ y a ti como te ha ido?

ME VEO EN LA OBLIGACIÓN DE PARAR PREVENTIVAMENTE LA PARTIDA DEBIDO A QUE LA WEB DA UN FALLO Y NO RESPETA LA INTIMIDAD DE LAS ESCENAS. LO SIENTO. PODÉIS VOLVER AL OFFTOPIC.

RETOMAMOS PARTIDA. PARA SER JUSTOS CON AQUELLOS A LOS QUE EL ERROR NO LES DEJÓ PARTICIPAR EN SUS ESCENAS, ALARGAREMOS LA HORA ACTUAL UNA SEMANA MÁS.

Andras responde distraidamente a Violet mientras analiza cuidadosamente a los asistentes, incluido el príncipe Próspero. 

-Y sin embargo, aquí estamos. Es cierto, una debe asumir cierto nivel de contradicciones para poder vivir tranquilamente. –posa su mirada en la máscara violeta. Tenía que reconocer que una fiesta de disfraces resultaba infinitamente más interesante que un simple baile de etiqueta. Si uno era lo suficientemente observador, la máscara no debería resultar una dificultad, sino un espejo donde se reflejaban las más honestas intenciones de cada uno. –Pero lamentarse por los que quedaron ahí fuera de nada sirve ya. De nada sirve cuando es el miedo el que anula nuestra voluntad.

Se gira hacia la hermosa figura que parece habérseles acercado sutilmente. –¿Y usted es…?

Una vez Reulen se hubo asegurado de que todos los invitados habían llegado a la fiesta, se acercó a la zona de los canapés y piscolabis.

Si tenía ocasión confraternizaría con alguno de los invitados, siempre desde su posición de cordial profesionalidad, pero quería supervisar las reacciones de los asistentes a los refrigerios, por si debía realizar alguna gestión en el nombre del Príncipe para garantizar la calidad de la fiesta.

Observó a los distintos invitados que se habían agrupado en aquella zona con una sonrisa amistosa.

Me levanto para terminar con el anti-socialismo y me dirijo al amable Reulen. -Hay que ser Socialistas, si eso es, Socialistas,... que diga, sindicalistas... No, no... ¿Cual es la palabra que estoy buscando Reulen? Ayudeme, vamos hombre, ¿Cual es...? ... Ah, si, Sensacionalistas... No, no, tampoco es esa, la tengo el punta de la luenga, ip...- se evidencio que el Cid ya estaba un poco pasado de copas mientras socialisaba con Reulen...

Mi señor Ruy Díaz, la palabra que busca podría ser sociables, ¿quizás? - pregunta educadamente.

Lamentaba el espectáculo que podría organizar el aludido con semejante grado de alcohol, pero lo cierto es que en estas fiestas había siempre algunos caballeros ruidosos que aprovechaban para ejércitar bien los biceps y el hígado.

Espero que esté encontrando todo de su agrado

Viendo el espectáculo que daban algunos de los presentes al no saber controlar la bebida, el bueno del doctor se acercó a aquel que recogió sus abrigos y demás al llegar a palacio. No era otro que Reulen, que portaba una máscara con tres caras y sombrero, lo cual no pasó desapercibido para Giovanni.

- Signiore Reulen, algunis de los invitatos van necesitare ayiuda per no soportare la bebida. Pareche que non están acostumbratos a las celebraciones de la nobleza... Per otro lado, eque vino e magnifico. - Comentó a Reulen para romper el hielo.

- E io estare intrigado. Sumamente intrigado per la sua maschara, signiore Reulen. Tres mascharas en une, io pienso que reprechenta las tres caras de la ley, ¿e posible? - Preguntó con bastante curiosidad.