Partida Rol por web

-Estar aqui es como estar muerto, el vino no tiene sabor, y los canapes ya no sacian la busqueda del paladar. El tiempo es interminable y ya no pasa.- susurraba sin mucho sentido.

De nuevo, el médico, adoptó una expresión pensativa, sujetando su codo con la otra mano y acariciando su barbilla, al mismo tiempo. Asintió un par de veces mientras escuchaba las palabras del Duque Doger, pues tenían algo de veracidad, además de compartir dichos pensamientos.

- Ya veo. Normalementi, los infectatos votan a un invitato e además deciden entre ellos cuale victima infectarán. Ma, io creo que en esta situazione, querían infectare a usted, signiore Duque Doger. Pero si usted dichi que está aquí por las votaziones, podere significare due cosas: Une, que el resto de los invitatos votaron conjunti contra usted y el voto fue más forte que el de los infectatos. O due, usted era una personi que los infectatos querían eliminare a tuta costa, e por eso que han podido intentar votar conjunti a usted e infectarlo. Solo espero que el resto de los invitatos se den cuenta de esto... - Añadió pensativo.

De pronto, volvió a dar un sorbo de su copa, para después mirar al Duque Doger y continuar con sus preguntas, intentando que no pareciese un interrogatorio. - E díganos, signione Duque Doger, ¿Sabría usted señalar quienes iban en la sua contra? E de decire que io solo e descuberto a une de los infectatos, el cual está en aquesta sala. El signiore Niccola del Piamonte. - Volvió a señalar a su compañero de encierro en la sala negra.

Desde su esquina el Duque oía todo mientras su cordura disminuía poco a poco.

- Cada vez hay más de esos sucios infectados. Yo estoy a salvo aquí en mi esquina. Aquí nos pudriremos todos lentamente sin nada más que hacer. No hay forma de ayudar desde aquí. La verdad es que aquí es donde acaban nuestras vidas a no ser que colaboremos y encontremos a los verdaderos culpables de esto. La muerte roja nos acecha a todos señores. Y nadie se salva de esta. Así que si alguien sabe algo importante sobre lo que ocurre por favor que hable. O aunque sea podamos buscar entre todos una solución antes de morir.

-Yo estoy de acuerdo en ayudar Duque, ya dije mi teoria. Pero ahora no sabemos nada, menos estando aca, de lo que sucede afuera. Y no le digo nada al intermediario por que no creo tener mas para aportar que confusion.-

- Ma eso tieni facile solucione, signiore Ruy Díaz. Signiore Reulen u otro de nosotros podere ir a hablare con el intermediario en la habitazione púrpura. E la única habitazione que se nos permite el paso. - Comenta el doctor, proponiendo que alguien vaya a hablar con el intermediario, a la otra sala.

-Eso es lo peor de todo, que nadie pareció atacarme directamente. Si puedo decir que yo fui quien lucho para que Niccola, estuviera aquí, después de que usted se fuera doctore. Pero del resto no se nada. Excepto que intente algo con la Condesa Sharon Liddell, pero algo me lo impidió, desconozco si era cosa de ella o de terceros. -El Gran Duque estaba muy pensativo a la par que molesto.

-Y tanto que luchaste, aún me pregunto por qué. El doctor me nombra, y tú empeñado en echarme. Pues ahora habéis tomado de vuestra propia medicina los dos, nunca mejor dicho.

-Bueno Dotore, yo mas que una teoria verde y algunas sospechas sosas no tengo. Poco y nada puedo aportar, y no le quiero sumar confusion al intermediario. Si me sacaron por votacion, no se fiara de mí y lo que yo le diga solo lo contradecira más, es en vano.-
-Solo espero un milagro para salir de aquí. Ja.-

A pesar de estar encerrados, los guardias os traen bebidas. En una de ellas estaba tu nombre, y sin nada que perder, la bebiste. Empezaste a encontrarte mejor.

Al terminar el sonido de las campanadas, los Guardias llevan a la habitación a Violet, Marqués Casati y Andras.

Comprueban que Reulen no parece estar enfermo, así que lo sacan de allí.

Asombrado ante las palabras y los acontecimientos acaecidos, el doctor de la peste, sigue bebiendo de su copa mientras revisa su reloj de bolsillo. Al hacerlo, suenan las campanadas y todo sigue su curso. Las puertas se abren y la guardia de palacio trae a otros tres inquilinos para la habitación oscura, así como se llevan a Reulen de allí.

- Signiores e signiorinas, bienvenutos aquesta sala negra. - Dice a los recién llegados, realizando una leve reverencia y un ademán, copa en mano, para saludar tanto a Violet, Marqués Casati como a Andras. - Me piache dar la despedida a Reulen, sempre supo que no era une infectato, ma no lo tengo chiaro con los recién llegados. - Guiña un ojo a Andras, aunque al llevar máscara ni ella ni nadie se parcataría. - ¿Podere explicarnos como han llegado aquí, a esta sala oscura? Es decire, ¿ha sido por votazione populare o por mostrare sintomatos de la enfermedade? - Preguntó al trío recién llegado.

Siempre existió esa posibilidad, pero Andras estaba segura que nunca le tocaría a ella. Ingenua. La sexta campanada pone fin al sonoro repique. El corazón se dispara, presintiendo lo peor. El marqués Casati es arrestado, para asombro de algunos y complacencia de otros, y las tripas comienzan a rugir, a revolverse. Andras no ha comido nada en las últimas horas, ¿quién tendría estómago para hacerlo? Pero no es la falta de alimento lo que remueve su interior, sino la sangre mezclada con los fluidos gástricos. Con un espasmo violento Andras se encoje agarrándose con fuerza el vientre. Hay otro espasmo súbito, una tos agresiva, un eructo sordo. La sangre brota de su bota, mancha la cerámica y cae al suelo mezclada con la saliva y la bilis.

El sabor se recrea, desagradable, en los labios de Andras. Ella se mira las manos, incrédula, ahora manchadas de su propia savia roja. Otra tos, otro esputo. Siente como la cogen de los hombros, los guardias se la llevan en volandas al tiempo que emite un chillido agudo.

-¡Noooo! ¡A mí noooo!

Los gritos de auxilio pronto son aislados de la sala Naranja a medida que las puertas van abriéndose y cerrándose tras ella. Los colores se suceden, evocan a sus demonios burlones, pero hay uno que prevalece por encima de todos ellos. El negro.

-Es el fin. - susurra acurrucada en una esquina de la sala cuando los guardias la dejan ahí tirada. -Vamos a morir todos.

Giovanni Ventura dice algo que Andras no logra a oír. Con el tiempo, los sollozos se calman. Levanta la vista y ve cómo Violet también entra en la sala, aparentemente igual de enferma que ella. - ¿A ti también, Violet?

Siento como un líquido cae por mis orejas, no me hace falta ni tocarlo, sé perfectamente que es, llevo años estudiando todos estos síntomas y al final he acabado sufriéndolos, como mi difunta familia y como muchos de los infelices a los que he intentado ayudar.

Mientras me llevan a la celda, demasiado débil y preocupada para resistirme, siento un escozor en los ojos, el último de los síntomas que me faltaba por sufrir, solo esperaba que no murieran todos, aunque yo ya tenía claro mi destino. Pronto me encontraría con los míos.

A llegar a la celda, escucho la voz de Andras, ha sufrido la misma suerte que yo, el mismo contagio, era la primera vez que dos personas eran contagiadas a la vez, era demasiado raro, no coincidía con el patrón que habíamos estado teniendo hasta ahora.

En la celda, me siento en el suelo, abrazando mis rodillas, demasiado débil para hacer algo más, levanto la vista. -Yo también… y ahora estamos perdidas…-

El médico, el cual podría ser uno de los culpables de todo esto nos pregunta algo que me parece una tontería ¿Acaso no nos ve? -Creo… que… puede verse ¿No? ¿No era usted médico?- Le digo enfada, no con él, sino con el mundo que nos ha condenado a éste oscuro final en la negra habitación, donde solo nos espera la muerte.

-A falta de Reulen yo les doy la bienvenida a la fiesta. Loco afortunado.-

-De ser inocente, que bueno que halla logrado volver para exterminar a los malvados que estan detras de todo esto.-

-No se aflijan damas, no está todo perdido.-

-¿Podemos dar el Presente para saber quienes estamos aquí? Y para sobrellevar el aburrimiento. Se que no estamos para jugar a la Oca, yo solo digo.-

-Presente.- (tal ves todabia sigue borracho)

De nuevo, repitiendo aquella pose pensativa que solía adoptar, el analítico doctor Ventura, volvió a dejarse caer su barbilla sobre una de sus manos, mientras el codo de una de estas descansaba sobre el otro brazo.

- Ajá... Así que si esta vez han llegato, no une ni due, sino tré. Tré nuovos inquilinis para la habitazione oscura. Me temo que he de pensare que no todos los tré están infectatos. Por eso preguntaba quieni llegaron a questa sala por votazione populare y quienes por presentare infeccione. No e lo mismo... Seguire pensando en aquesta cuestione... - Dijo mientras proseguía su camino, alejándose de la sala y saliendo de la misma, al único sitio al que tenía acceso.

Al ver llegar tres personas de continuo El Gran Duque dudo por u segundo.

-¿Acaso sabemos cuantos de ellos quedan en la sala naranja? Por que que Raulen se vaya me parece bien, al menos podrá decir al resto lo que aquí hablamos, ¿Pero y los otros? Cuanto tiempo mas puede pasar sin tener una clara idea de lo que es cada persona. Creo que todos los allí presentes están mas que condenados, pero solo por el simple hecho de que no se cuantos de aquellos que nos infectan aun siguen con ellos. -Doger estaba meditabundo, a la vez que preocupado.

-Os diré lo que yo pienso de los que acaban de llegar y el porque de su aquí:
El Marqués Casati a sido elegido por el resto para llegar aquí.
Andras a sido atacada por los que nos enferman, obvio por lo que puede llegar a saber.
Violet debe de a ver enfurecido a alguien y a usado el mismo método de los enfermos o simplemente es que hoy han podido atacar ha dos a la vez.

El Duque seguía en su esquina ensimismado cuando vio que más gente entraba en la sala.

-Carne fresca. Bienvenidos a vuestra última habitación, estamos todos perdidos pero como a los demás os recomiendo encontrar un rincón por el que hablar sin que tengáis porque tener contacto con los infectados. Así tal vez duréis más tiempo o al menos os mantendréis lejos de ellos.

El Duque echó una risa larga y siniestra mientras miraba al rededor suyo.

Curioso, muy curioso. ¿Será por mi silencio?

Espeto tras más de una larga hora de silencio. Miro a los presentes y me apoyo en la pared, con un gesto de cierta indiferencia ante mi situación actual. El ver demasiadas veces a la muerte a la cara hace que no me preocupe en exceso y sencillamente tome una copa y vierta en ella un vial inoloro e incoloro, prácticamente podría parecer poco más que agua. Bebo un poco y miro a los presentes con cierta cara de hastío, oculta perfectamente bajo mi máscara.

Me habían llevado a una sala donde los guardias no deberían haberme alcanzado, y pese a todo lo han hecho. Diría que hay algo... raro, en todo esto. ¿Y si, de veras, no es ninguno de nosotros quien está jugando a envenenarnos? ¿Si sencillamente debemos ignorar el juego de las votaciones?

Pregunto, cambiando el hastío por curiosidad. Sólo a modo de curiosidad miro al borracho y me encojo de hombros levemente para añadir una única palabra.

¿Presente?

Sin entender bien a qué se refería.

Algo le impedía pasar mas tiempo del que estuvo en la sala púrpura, es por eso que el buen doctor volvió sobre sus pasos de vuelta a la habitación oscura. Al entrar, todos pudieron percatarse de que llevaba un pequeño bol con algu. Tipo de líquido dentro. Saludó al resto de ocupantes de la sala y se apoyó cerca de una mesa, alejada del resto, pero suficientemente cerca para hablar y escuchar al resto.

- ¿Presente? - Añadió también, repitiendo la pregunta del Marques Casati. Le había soñado tan extraño como la mitad de la jerga que salía de la boca del borracho. Giovanni no acababa de entender sus intenciones, ni que un noble, a todas luces, tuviese una educación como la de Cid.

-Si presente, cualquien señal de vida, para ver si seguimos consientes y vivos. Si hay alguna forma de salir con vida no la hemos descubierto aun.-