Partida Rol por web

Con cara de sorpresa, ojiplático y boquiabierto, Ventura sopesaba la extraña jerga que salía de la boca de Cid, otra vez. Seguía sin comprender como alguien, a todas luces, de la nobleza podía hablar un dialecto tan pueril, algo que solo se hablaba entre los que tenían pocos estudios o carecían de ellos.

- Signiore Cid, por favore deje la sua bebida. Io no consigo entenderle y creo que es porque se trabare la sua lengua... - Indicó a su compañero de encierro.

No estaba seguro de que sus palabras fueran suficientes para calmar sus ansias de bebida. Como todo buen borracho que se precie seria mucho mas terco de convencer, visto lo visto y el ritmo que llevaba mojando el gaznate en vino y licores sin importar cantidad. ¿Sería todo una farsa? ¿Podría tal cantidad de alcohol llegar a desinfectar su cuerpo y purgarlo de la nociva infección? Solo el tiempo lo diría. De nuevo, el médico de la peste cogió su libreta y su pluma, rellena con tinta invisible casera. Realizó una de sus anotaciones en una hoja de la libreta. Por suerte, solo los más sabios del lugar y quien tuviera una fuente de calor, amén de acceso a su libreta, podría Tratar de leer la nota, cuyo contenido a simple vista de un mortal era el siguiente:

[color=#FFFFFF]El mal hablar del señor Cid Ruy Díaz es directamente proporcional al aumento de su ingesta de alcohol. Por otro lado, si sus palabras fueran escritas en papel supondría que el sujeto alcanza el nivel intelectual, en lo que a escritura se refiere, de un mejillón. Posiblemente acompañado de pipirrana. Seguiré investigando el caso...[/color]

-Creo que hace horas deje de tomar y comer Dotore, gracias igualmente por la advertencia, es bien recibida. Me pregunto que tan cerca estamos de salir con vida de aqui, o por el contrario de perecer en este lugar. ¿Encontraremos la solución a este problema?-

- Pero los suos sintomatos, signiore Cid, indican que sigue bajo los efectos del alcohol, al mio entendere. Ma, no importare mucho, la única forma de salire de aquesta sala oscura es por medio de los que están afuera y continúan en la festa, rodeatos de los infectatos originales... - Contestó Ventura a las palabras de Cid Rut Días, que por arte de magia, en cuestión de minutos, había empezado a bocalizar sus palabras y dejado el hipo borrachil que acompañaba a sus frases. Pese a todo, el mal olor a bebida seguía acompañando al noble.

Como de costumbre, y como había notado desde que llegó a la sala negra, los compañeros de encierro de Giovanni se relajaban cada cual en su rincón o alrededor de una de las mesas. Ninguno hacía nada o hablaba de algo, pasaban el tiempo aburridos, viéndolas venir. - Ni que estuvieran muertos... - Pensaba interiormente el doctor.

- Io tengo claro que Andras no e un infectato. Ma, no lo tengo claro de Violet o del Marqués Casati. ¿Tenían algune habilidade cuando estaban en la otra sala? Es momento de compartirlo, de todas maneris es molto difícile que salgamos de aquesta sala... - Preguntó sin reparo alguno.

-Doctor, yo no era una infectada, pero puede apreciar por los síntomas que ahora sí que lo soy y no creo que me vaya a curar aquí sola.- Le respondí molesta al italiano. ¿De verdad era médico? Los síntomas se podían apreciar claramente.

-Y a mi parecer Andras padece unos síntomas similares a los míos, yo no haría mucha distinción entre nosotras dos, nos contagiaron en algún momento, he pasado bastante tiempo con Andras y sería plausible que lo hubieran hecho a la vez.-

-La forma en que podíamos ayudar ya no tiene importancia…- Apoyé mi cabeza en la pared, necesitaba descansar, todo había salido mal.

- Non me ha entendido, signiora Violet. Io e cualquiera podere ver que están infectatas, inclusi un tonto podere darse cuenta de los suos sintomatos. Io me refero a que Andras no e una de los infectatos primeretos, aquellos que están en la otra sala infectando a los demás invitatos. Pero aún desconozco si Márques Casati o usted han sito infectatos o ya venían a la festa de aquesta guisa. - Corrigió a la mujer, viendo que no llegaba a entenderle del todo.

El caso es que si nadie sacaba el tema, nadie hablaba del mismo. Pese a todo, Ventura, como buen doctor, seguía tratando de desenmascarar a los que estaban infectando al resto, aunque era bastante difícil realizarlo desde la sala oscura que desde la fiesta.

-Me han metido aquí por presentar los síntomas… Solo le puedo decir que no los tenía antes, al menos que yo supiera y creo saber bastante más que usted. Por lo que tengo claro que alguien, unos que no merecen ni el hecho de llamarlos personas me han contagiado, quizás por envidia o tal vez por un motivo mucho peor… y eso han estado haciendo con muchos… por suerte, la gran mayoría se han recuperado.- Le dije con un tono desagradable y cansado, sin levantar mi rostro para mirarlo. -Aunque tenga claro, la suerte no existe.-

-Ahora solo espero que encuentren a los culpables y se pudran.- Encima de enferma, el doctor italiano se atrevía a acusarme, eso me había irritado, aunque ahora otras preguntas rondaban mi cabeza.  ¿Quiénes de todos estos eran los verdaderos culpables? ¿Todos eran inocentes y los monstruos seguían fuera? Improbable.

Quizás nunca pudiera saberlo, tal vez muriera antes.

-Yo no tengo muchas esperanzas para salir de esta sala, ni que decir tiene de que los que aun continúan en la sala naranja, puedan atrapar ha aquellos que nos están haciendo esto. -Doger se veía un tanto desesperanzado, ya que en la sala naranja pocas personas quedaban, y seguramente no quedaría solamente una persona que contagiara la enfermedad entre ellos.

-Por ejemplo, si son dos, podrían hacer mucho peso entre aquellos que continúan "luchando" ademas con el detalle de los votos son ocultos eso solo les beneficia a ellos, al igual que el silencio que a acompañado a muchos les ha ayudado ha llegar hasta este estado donde nos encontramos.

Nuevamente uno de los invitados presentaba los mismos síntomas que los infectados primarios ya desenmascarados. Y no era otra que Violet. Sin ton ni son, se había puesto a la defensiva contra el médico, incluso sin este atacarla directamente. Sin más preámbulo y no dándole más vueltas al asunto, decidió seguir hablando con quién pudiera estar interesado, no con quién no lo estaba. Así, giró su cabeza, a la que siguió el resto del cuerpo, hacía el Gran Duque Doger.

- La esperansa e lo último que se perde, signiore Duque Doger. Si Reulen a podido salire de aquesta sala, podere significare que une invitato tieni el podere para podere sacar a infectatos de la sala oscura, de vuelta a la festa. Ma, tambiene e posibilde que Violet o Marqués Casati tuvieran ese podere... Ma, nadie parece estar disposto a compartire las suas habilitates... - Comentó, mirando al resto.

No, no.

Corrijo, negando con la cabeza.

Sólo he investigado hasta el punto de poder prevenir el contagio un poco, pero nada que ver con alguien que se sane, por desgracia. Si no, probablemente usted ya estaría entre los sanos, doctor.

Suspiro, me había enfrentado otras veces a la muerte, pero este lugar estaba tan muerto, tan artificial, que conseguía que perdiese mis ganas de seguir luchando.

No pudo evitar ruborizarse ante las palabras de aliento del Marqués Casati, o al menos eran de aliento para el pobre doctor, que veía como muchos lo señalaron por ser el primero en abrir la boca y destapar la tapa de la caja de los truenos, en lo que a los acontecimientos de la fiesta se referían.

- Muchas gracias, signiore Marqués Casati. Io estare sumamente alagato por las suas palabras y confianza en la mia persona. Ma, como dije al principio, no debe fiare nin siquiera de mi. Pese a ser el primero que empesare a parlar sobre los infectatos, penso que no merezco tanto. Me conformare con que los malvados infectatos salgan a la luz y sean expulsatos aquesta sala negra. - Añadió.

Los guardias aparecen una vez más al terminar la séptima de las campanadas del reloj, y traen consigo a Mlle. Ginna Arcangeli y a César Vinsmoke.

Andras ha permanecido en un rincón toda la hora. El tiempo ha pasado a ser un ente etéreo sin forma y difícil de definir. De nuevo las campanadas, apenas audibles desde la profundidad de la sala Negra. Sus ojos se abren como platos cuando ven a la señorita Arcangelli entrar, arrastrada por los guardias. 

Ya está... -sentencia Andras. El tono de derrota es evidente. Con Casati, Violet y Arcangelli en la sala Negra todo está perdido. Ya nada podrá pararlos, la esperanza de poder salir de aquí con vida es una mera quimera ahora...

Con un gesto de desgana se quita los guantes blancos que hasta ahora cubrían sus delicadas manos, cubiertas por unas terribles cicatrices causadas por algún fuego del pasado. Ya ni siquiera tiene sentido seguir ocultando este rostro bajo una máscara. Su capa carmín cae al suelo, liberándola del peso de la prenda. Sin embargo, la máscara de porcelana fina sigue cubriendo su rostro.

Quitándose el sombrero, en claro signo de recibimiento a los recién llegados, y volviéndolo a colocar sobre su cabeza, el doctor saludó a los nuevos compañeros de encierro.

- Bienvenutos, o quizás no, aquesta sala oscura. Signiore César, e la secunda vez que usted está aquí, ¿Ha podido dar con alguni de los causantes del nuestro encierro? - Preguntó algo apesadumbrado a uno de los primeros invitados que estuvo en la sala negra. - La misma pregunti es para usted, signiorina Arcangelli. - Esta vez se dirijió a la mujer que lucía una máscara más pequeña, casi un antifaz, que dejaba ver muchos de sus rasgos faciales.

Cuando Andras habla, suspiro largamente.

No sé qué salió mal. Me llevaron a la sala blanca donde debería haber evadido a los guardias... y aún así, aquí estoy.

Explico la situación a la recién llegada. Aunque ella parece más avispada que muchos. No puedo evitar mirar sus sufridas manos y, a su vez, me parecen intrigantes. No obstante, la máscara disfraza mi rostro.

Tarde o temprano la muerte tenía que tocar ante el Marqués -reconozco, con cierta alegría, era una sorpresa paradójicamente revitalizante-, así pues... ¿Alguna idea para estos últimos momentos?

El Duque se levantó de su esquina y se dirigió al centro de la habitación.

- Antes de que muramos todos aquí me gustaría disfrutar con vosotros de esta última velada.- Alzó una pequeña botella de vino que se sacó del bolsillo.- Brindo por nosotros y por que el creador sea justo con nosotros. espero que hallamos llevado una vida honrada a la vez que acomodada y que aunque sea seamos recordados tras dejar este viaje llamado vida. Brindo por todos aquellos cansados de esta lúgubre habitación en la cual nos encontramos y por los que están ahí fuera y morirán como nosotros en esta orquesta perfecta llamada peste. 

El Duque del Bastión rió y después bebió de la pequeña botella de vino y una parte de esta de virtió en su máscara y calló al suelo.

Avanzando al interior de la habitación negra sin parecer demasiado asustada sino pensando en algo que me permitiera al menos irme con algunos de nuestros enemigos conmigo, odiaba a Lombardi en aquellos momentos ¿Cómo era posible no haber visto su putrefacción desde un principio?  su actitud final me había terminado por hacer sospechar.

Las palabras de Andras en cambio me sacan de mi abstracción y me arrebatan un suspiro, pienso lentamente y al final me nace un susurro, uno vago y lento, me temo.

-No puedo soportar la idea de que ellos venzan, me resulta odiosa e insoportable - declaro, con la voz un poco alterada aunque enseguida me compongo, pues una actitud semejante no es digna de quién como yo ha nacido en cuna noble -¿una idea? - repito llevándome una mano al mentón pienso un poco más.

Al poco tiempo veo al doctor Ventura, quien me habla, sin poder evitarlo pienso que su mascara se parece tanto a la de Lombardi que si no fuera una dama bien criada yo... haría sin duda algo poco cortes.

-Señores, no hemos dado con quién nos ataca, al menos no de seguro, sé bien que no soy yo quien enfermaba a los invitados y mis dudas iban tanto de Lombardi como a Viatore, ahora mismo sin embargo podría desconfiar de Lombardi pues tras confesar que podía sanar a uno de nosotros él reforzó sus acusaciones en mi contra y aquí me hallo -un suspiro escapa de mi boca-sin embargo como al igual que Casati he llegado aquí victima de la votación a mi la cura no me sirve -sonrió y entonces miró a Andras.

-Soy demasiado cruel señora, al pediros esto... ¿pero podríais volver voz a la sala naranja? -Extiendo una mano blanca con el contenido de la botella -estoy segura, de que quizá a vos os escuchen si es que hay posibilidad, no lo sé -al final me tiembla un poco la voz y peno a mi forma, pues sé que es un ultimo intento, uno desesperado que bien podría estar destinado al fracaso, que de poco podría servir. 

La aparición de Ginna es casi celestial. Arcangeli. Ahora sí que está haciendo honor a su apellido. Andras mira incrédula a la dama cuando ésta le ofrece una vía, una salvación. A cambio, la misión de encerrar a los miserables que han ocasionado esta trágica desdicha. Extiende sus manos llenas de cicatrices hacia ella, y con dedos temblorosos coge el frasco de cristal que Ginna le ofrece. El contenido, un líquido traslúcido, desciende fluido por su garganta. Hay unos momentos de silencio, de expectación. Finalmente, Andras se levanta, con fuerzas renovadas y mira con solemnidad a su salvadora. 

-Juro mi señora que no os fallaré. Volveré con determinación a la sala Naranja y pondré fin a todo esto. - En sus palabras hay gratitud, pero también una determinación que asusta. -Ahora es el momento de unificar nuestros esfuerzos, nuestros conocimientos, nuestra ciencia. Todo el que sepa algo que puede serme de utilidad que lo diga ahora, o estará cometiendo una grave imprudencia. 

Su rostro recorre las caras de todos los presentes. Después vuelve a lanzar una mirada de gratitud a Ginna Arcangeli. Vuelve a enfundarse sus guantes y a ponerse su capa. Andras ha vuelto de la miseria. Hay determinación en ella... y furia, mucha furia.

Asombrado es como quedó Giovanni cuando escuchó las habilidades de Arcangelli. Si de verdad podía hacer eso, no todo estaría perdido.

- E una habilidade sumamente interesante la suya, signiora Arcangelli. Ruego al cielo porque tenga éxito. E la nuestra última oportunidade de salvar a los invitatos que aún están sanos en la festa y, podere, que también de salvarnos a los inquilinos de aquesta sala negra. - Dijo, acercándose a la conversación que mantenía con Andras y el resto.

- Per otro lado, e molto bueno que podere dar la sua informazione e compartirla con nosotros, así Andras sabrá a que atenerse. Tambiene io desconfiare de Lombardi, ma era molto rápido hablar sobre el pues no dare tiempo para investigarlo a fondo... - Concluyó, rascándose bajo la máscara.

- Mucha suerte, Andras. La nuestra esperanza, lo último que se perde, está alora depositata en tí. - Se despidió, de alguna manera de la mujer que, a todas luces, volvería a la fiesta.

Suerte, Andras.

Digo, con un gesto tranquilo, pero la voz con emoción contenida. Aún podíamos pelear, y dar algún golpe antes de morir suena emocionante.

Lo único que sé es que la Marquesa dispone del acceso a una habitación Blanca donde se supone que los guardias no te pueden alcanzar. Y a mí me alcanzaron. Te daría algún brebaje de los míos, pero al estar aquí están contaminados, tendría que hacer más... fuera de este lugar.

Me encojo de hombros y le lanzo una sutil mirada la que había dado la esperanza de dar algún golpe más.

Va a ser cierto eso de la esperanza... sigo teniendo mis dudas, pues puede que sencillamente nos estemos contagiando entre nosotros al mandar a sanos a este lugar, más os deseo suerte y, si dais con alguno... traedlo, que le daremos su merecido.

Prometo con un aire más digno de un cazador que de un noble.

La reacción de Andras cuando dijo que todo estaba perdido, provocó que me incorporara para atender mejor  a la conversación, al parecer ella sabía mucho más de lo que cupiera esperar.

-Lamento su vuelta señor Vinsmoke…-

La esperanza parece que vuelve a florecer en Andras tras las palabras de Ginna, parece que ha traído algún tipo de remedio, mi pregunta es si tendrá más y puede sacar a más gente de la Sala Negra.

-Espero que pueda salvar a los que quedan.- Dije a Andras. -Y si por un casual consigue sacarme de aquí, creo que podría seguir haciendo mi trabajo.-

Solo me quedaba eso, que de alguna forma consiguiera curarnos, no sabía bien lo que ella podía hacer, excepto que parecía saberlo todo, esperaba que eso le ayudara a encerrar a los culpables. Seguí sentada en el suelo de la habitación, pero ahora pensaba que al menos había una ínfima posibilidad de salvarnos, una que antes había perdido.

-Señorita Arcangeli ¿Tiene más frascos como ese? ¿Qué contienen?-