Partida Rol por web

 Al tomar dicho camino el aventurero llegó hasta la sala conocida como la del agua. 

La sala estaba iluminada por una serie de hongos que brillaban en la oscuridad, por lo que no había necesidad de encender ninguna antorcha. Había suficiente visibilidad como para poder procesar todo lo que había en el lugar.

En una de las esquinas de la sala se hallaba un pequeño cofre con símbolo tallado. Y en el centro de la sala un charco grande de agua cristalina. A su alrededor había algo de musgo y algas. El charco parecía haberse creado de la condensación de la humedad que había en la sala. 

Era una sensación agobiante, la ropa se pegaba a la piel como si fuera pegamento y el calor que hacía en el interior empezaba a ser sofocante. 

De pronto el charco de agua empezó a cobrar forma y se materializó una mujer transparente y cristalina. 

Bienvenido. Dijo. Has llegado a la sala del agua. Yo soy una de las múltiples guardianes del anillo del deseo. Si quieres continuar por aquí tendrás que enfrentarte a mi. ¿Estás dispuesto? Dijo colocándose en guardia y preparada para la lucha.

Lothir había imaginado que en el interior de la mazmorra la oscuridad sería opresiva, por eso se sorprendió al descubrir una estancia iluminada por el resplandor de los hongos que creían en torno a una charca de límpidas aguas.

Sus ojos grises repararon rápidamente en la presencia de un enigmático y tentador cofre. ¿Y si el anillo estuviera en su interior? Esto último parecía demasiado sencillo para ser cierto pero aún así, Lothirlöndonis estaba decidido a averiguar qué se ocultaba dentro del pequeño arcón.

Estaba rodeando la charca cuando una figura de femeninas formas emergió del interior del estanque, para sobresalto del semielfo.

―Señora, yo no deseo haceros daño ―balbuceó. El sudor se le metía en los ojos haciendo que le escocieran―. Si fuera posible...

Pero la criatura surgida de las aguas no estaba dispuesta a atenerse a razones y se abalanzó sobre el intruso con sus esbeltas manos extendidas hacia él. A Lothir le bastó un instante para desplegar a su alrededor un aura gélida con el que disuadir a su atacante.

La mujer de agua vio como Lothir trataba de encargarse del cofre sin haberla derrotado de antemano, por eso se movió a toda velocidad y alargó uno de sus brazos para darle un buen golpetazo en las costillas. El semielfo sintió por un momento como se le cortaba la respiración. Había recibido un duro golpe por parte del que parecía ser el primer guardián de la mazmorra. Debía ser ágil y moverse a toda velocidad para huir de allí o ser lo suficientemente fuerte como para derrotarle.

El terrible castigo infligido por la criatura elemental hizo temer a Lothir no solo por su integridad física sino por el éxito de su autoimpuesta misión. Karaglen le había enseñado a sanar rápidamente las heridas más graves, tanto propias como ajenas, pero necesitaría tiempo de reposo para recuperarse y su atacante no parecía dispuesta a concedérselo. Así pues, el semielfo contraatacó blandiendo su maza y confiando en que la fortuna estuviera de su lado. El arma describió un amplio arco por delante de su dueño y, por un instante, Lothirlöndonis dudó de su había logrado alcanzar a su objetivo o éste había logrado apartarse a tiempo.

Su acuosa enemiga esquivó el golpe sin mucho problema, poseía un cuerpo fluido, lo cuál le otorgaba unas capacidades de evasión por encima de la media, por lo que la volvía una enemiga bastante complicada de golpear. Así que, tras un ágil movimiento optó por devolver el envite. Pero el semielfo no poseía un cuerpo acuoso, pero también gozaba de excelentes reflejos por lo que pudo evitar el golpe y así no lamentar una nueva herida que pudiera ser mortal.

Aunque su primera tentativa no había resultado muy efectiva, el semielfo se negó a darse por vencido tan pronto, ansiando devolver el golpe recibido y probarse a sí mismo que no huiría ante la primera dificultad que se le presentase en el camino. Karaglen le necesitaben y él no podía fallarla.

Por desgracia, sus deseos no estaban alineados con sus capacidades. Si bien es cierto que era un joven musculoso, también lo era cierto que no había sido formalmente adiestrado para luchar y este era su primer encuentro con un verdedero desafío de estas características. No estaba a la altura y lo sabía. Su maza hendió el aire una vez más, a varios centímetros de su oponente.

Los astros no parecían querer alinearse para darle suerte a Lothir y el elemental contra el que se estaba enfrentando esquivaba sus golpes sin mucha dificultad. En cambio, la criatura de agua gozaba de mayor destreza y eficacia, por lo que sí que logró encajar un duro golpe en él provocándole que cayera inconsciente y gravemente herido.

Lothir había sido el primero en caer, y al no estar acompañado era muy difícil que alguien se apiadase de él y lo curase.

 Al tomar dicho camino los aventureros llegaron hasta la sala conocida como la del agua. 

La sala estaba iluminada por una serie de hongos que brillaban en la oscuridad, por lo que no había necesidad de encender ninguna antorcha. Había suficiente visibilidad como para poder procesar todo lo que había en el lugar.

En una de las esquinas de la sala se hallaba un pequeño cofre con símbolo tallado. Y en el centro de la sala un charco grande de agua cristalina. A su alrededor había algo de musgo y algas. El charco parecía haberse creado de la condensación de la humedad que había en la sala. 

Era una sensación agobiante, la ropa se pegaba a la piel como si fuera pegamento y el calor que hacía en el interior empezaba a ser sofocante. 

De pronto el charco de agua empezó a cobrar forma y se materializó una mujer transparente y cristalina. 

Bienvenidos. Dijo. Habéiss llegado a la sala del agua. Yo soy una de las múltiples guardianes del anillo del deseo. Si queréis continuar por aquí tendréis que enfrentaros a mi. ¿Estáis dispuestos? Dijo colocándose en guardia y preparada para la lucha.

Y allí iba el tercer elemental. Sus pasos habían resonado en los pasillos de piedra, guiándoles a la tercera sala protegida de aquél lugar. Fuego, viento y ahora agua. Los elementos cobraban vida, y pedían ser devueltos a su lugar, al mundo al que pertenecían y del que aquella prisión les mantenía alejados. 

Suspiró, levantando su cimitarra. 

– Descansa, guardián – dijo con solemne tono.

Y antes de que criatura pudiera siquiera moverse, se lanzó a la carga contra ella.

Gruñó. Su pelaje se erizó ante la magia que cubría aquella sala, como un manto del que cualquier animal habría sido especialmente consciente pero ella, habituada a ello, más todavía. Mostró los dientes, afilados y blancos, mientras echaba las orejas hacia atrás. Sabía lo que venía a continuación, las órdenes de su amo eran claras, lo habían sido desde el primer momento en que se habían topado con una de aquellas criaturas.

En cuanto la figura terminó de formarse, se preparó. En cuanto acabó de hablar, Vincent, su compañero, se lanzó sobre ella y, siguiéndole, dio un potente salto. Su dentellada se clavó en aquella forma que rielaba como el agua, y en seguida tiró de ella, intentando hacerla caer para dar cuenta en el suelo del ser.

Una nueva sala y un nuevo elemental. Esta vez de agua.

Quién se había hecho cargo de la protección del anillo del deseo, no había escatimado en recursos para hacerlo. Elementales como guardianes? Una muy buena opción. Pero Diann, acompañado de Vincent, Owel y sus animaluchos, pensaba que tendrían posibilidades de vencer a aquella mujer de agua.

-Siempre estamos dispuestos, mujer!-gritó Diann mientras se avalanzaba contar la elemental.

Y corriendo hacia la criatura, martillo de guerra en mano y con mirada salvaje en los ojos, el enano barrió el aire para llegar a impactar con un tremendo golpe a la elemental acuoso.

Con una sonrisa en el rostro, Diann gritó animando a uo de sus compañeros:

-Owel, es momento de rematarla!!

Owel se apresuró a atacar con el resto. Con la cimitarra alzada sobre su cabeza y el escudo a su frente, se abalanzó sobre el elemental sin mediar palabra, intentando dañarla con un tajo vertical.

Pocos segundos después de entrar en la sala, Rice comenzó a jadear fuertemente. La humedad de la sala mojaba su pelaje y el sofocante calor ralentizaba sus movimientos. Era como si sus sentidos hubieran sido cubiertos por una espesa neblina.

Notó como su compañero y el resto de criaturas atacaban al enemigo, pero con sus sentidos nublados no fue capaz de moverse a tiempo. El agua a los pies del elemental burbujeaba y se revolvía cuando con una risa que sonaba como una cascada cayendo sobre afiladas rocas el elemental se abalanzó sobre Rice, sin que este pudiera reaccionar en lo más mínimo.

Diann, Owel y Vincent, junto a sus compañeros animales habían formado un grupo devastador. Juntos no dejaron ni respirar al elemental de agua contra el que se tenían que enfrentar. Antes de que terminase su última frase, el grupo le había golpeado varias veces y había dejado que se desvaneciera en el charco de agua del que había venido. 

Tras hacer descender la hoja y observar durante un segundo el charco de agua que era todo lo que quedaba del elemental, asintió; lo hizo hacia la ahora en paz criatura, en señal de respeto, y también hacia Centella, que había hecho un gran trabajo, como siempre.

– Bien hecho pequeña – dijo al fin, sujetando la cimitarra con la misma mano que sostenía el escudo y palmeando con la libre la cabeza de la loba.

Centella se quitó el agua de encima, moviéndose de tal forma que pequeñas gotas de humedad saltaron de su pelaje y salpicaron alrededor. El ataque contra aquella criatura la había metido de cabeza en el cuerpo líquido del ser, y aunque no había pasado nada, si que se había empapado, sensación que odiaba sobremanera.

Sin embargo, no hizo sonido alguno de protesta, y tras la tensión inicial se sentó sobre sus cuartos traseros, agachó las orejas, obediente y satisfecha, cuando Vincent palmeó su cabeza, y emitió entonces un aullido agradecido mientras presionaba la nuca contra la mano del semiorco, antes de que este la apartara y se diera la vuelta.

Sin otro remedio, se levantó de nuevo y avanzó tras su amo...

Sin perder el tiempo, alertado por la piedra y el viento sobre su valor, se encaminó hacia el cofre, que al igual que en las anteriores dos salas en las que se había enfrentado a elementales, reposaba a un lado de la habitación, cerrado y guardando un nuevo tesoro. 

Con pasos decididos, se aproximó al baúl, se agachó, e intentó levantar la tapa para recoger su contenido.

Había sido un encuentro breve e intenso. Y no era para sorprenderse al comprobar la eficacia de los ataques que todos los miembros del grupo, animales incluidos, habían conseguido realizar. Pocas criaturas podrían hacer frente a aquel potencial ofensivo. Pero Diann sabía que existían muchas y peligrosas criaturas en este mundo. Algunas mucho más poderosas que un elemental de agua.

Recordando el doloroso encontronazo con el último cofre, el enano se acercó hasta él, pero no hizo acción alguna para abrirlo. Esperó que sucedía con Vincent.

Owel no intentó detener a Vincent cuando se acercó al cofre, ya que parecía que sabía lo que hacía. Aún así, se mantuvo alerta con cierto recelo, esperando que alguna explosión o descarga eléctrica fuera a aparecer de súbito.

Rice notó el nerviosismo de su amo y se acercó con intención tranquilizadora a Owel, lo que según sus costumbres significaba sacudirse la abundante cantidad de agua con la que se había empapado justo a su lado, empapándolo a él como resultado.

Todos estaban expectantes mirando a Vincent que parecía ser el único con el valor suficiente para abrir aquel cofre. Y sin más, nada ocurrió, símplemente pudo ver en su interior un pequeño botecito con un líquido en su interior y con un pequeño cartel que decía:

"Curar heridas leves"