Partida Rol por web

Os encontrabais en la ciudad e Neverwinter, cada uno atendiendo a sus tareas y quehaceres, cuando uno por uno fuisteis respondiendo a la llamada de la aventura.

Un enano llamado Gundren Buscarrocas os ha contratado para llevar un carro lleno de provisiones hasta Phandalin, un asentamiento recientemente repoblado a dos días de viaje en dirección sureste desde Neverwinter. Era evidente que Gundren estaba emocionado por el viaje, aunque un poco reservado por la razón del mismo, diciendo tan solo que él y sus hermanos habían encontrado "Algo Grande". - Os pagaré 10po a cada uno por escoltar la caravana de suministros hasta la tienda de Provisiones Barthen, en Phandalin - había dicho el enano. 

Tras aceptar el encargo y comenzar el viaje, Gundren decidió adelantarse, junto a un compañero de armas llamado Sildar Hallwinter, alegando que necesitaba llegar pronto para "Ocuparse de los Negocios".

Habéis pasado los últimos dos días viajando en dirección sur desde Neverwinter, por el Camino Alto y recientemente habéis girado hacia el este. Hasta ahora no os habéis encontrado con ningún problema pero este territorio puede ser peligroso, pues se rumorea que hay bandidos y proscritos al acecho lejos del Camino Alto.

Es bueno saber que los dioses nos brinda días apaciguados en nuestro pequeño viaje. Ni enemigos ni mal tiempo, loados sean. Mi nombres caballeros y señora es Vista Fireforge, humilde herramienta de loa dioses, creo que no me presente en su momento Comento la enana ataviada con una cota de malla con cara alegre y afable, mirando con ojos inquietos esperando repuestas de sus compañeros de viaje.

No había hablado demasiado hasta ese momento, y es que la compañía no me gustaba ni un pelo. No tenía ningún motivo para pensar que cualquiera de los que me acompañaba no fuera capaz de cortarme el gaznate mientras dormía sólo por ser menos a repartir. Que el enano había dicho que cabríamos a lo mismo por cabeza, pero si al final llegásemos menos quizá estaría dispuesto a revisar el pago al alza. Cualquiera que se mueva en este negocio sabe eso, y eso es algo que hay que tener siempre en cuenta.

Por lo que pudiera ser y siempre que podía, procuraba moverme en retaguardia de los demás, donde pudiera tener todo controlado con un golpe de vista.

De repente, el silencio profesional se rompe por un intento de confraternizar de la enana. Las miradas llenas de suspicacias que hasta entonces todos los miembros me habían regalado, me habían resbalado bastante. Si estaba acostumbrado a ello o simplemente había conseguido dibujar una máscara de indiferencia y la procesión iba por dentro, era algo que no desvelaría fácilmente.

- ¿Dioses? Sí, por supuesto. - Deliberadamente no dejé claro si mis palabras eran irónicas o no. - Mi nombre es Ekemon, encantado de compartir este viaje con vosotros. - Mentí sonriendo, mientras caminaba detrás.

- ¿Cinco para escoltar un carro de provisiones? ¡Vamos anda! - Pensé cuando vi en qué consistía el negocio. - Aquí tiene que haber algo más que herramientas y pescado seco.

Así, durante el viaje, intenté por todos los medios a mi alcance curiosear el contenido del carro, en busca de algo realmente valioso en su interior. No por quedármelo, de momento, por pura, simple, malsana e irrefrenable curiosidad.

Spoiler (marca el texto para leerlo):

Expresó el hombretón en un enano atravesado, con una tonada extraña, pero estaba claro que podía hacerse entender. Desde que había llegado buscando trabajo, daba toda la impresión de estar fuera de su elemento. Tanto los ropajes como las herramientas que portaba le daban un obvio aire de persona de mar. Incluso sus ropajes sucios olían levemente a sal, su aliento a pescado y ron aguado. Como muchos sabían, un marino con demasiado tiempo en tierra podía agriarse fácilmente.
-...Todos me llaman Rholo, si teneis alguna bebida espirituosa para compartir seré vuestro mejor amigo- rió de forma bobalicona mientras miraba a Lólindir con ojos curiosos.

Ya fuera durante los descansos para comer como en las noches mientras tus compañeros dormían, has echado un par de vistazos a lo que hay en el carro de suministros. 

El carro está bien surtido de suministros de minería y comida. Incluye una docena de sacos de harina, varios barriles de carne en salazón, dos barriles de cerveza enana, palas, picos, cuerdas, linternas y un pequeño barril de aceite. 

Al comenzar su viaje lo primero que hizo fue recorrer con la mirada a los presentes siempre teniendo una sonrisa bobalicona en el rostro, sus ojos dieron varios viajes a través de los cuerpos de las feminas, solo algunas enanas le habían parecido "simpáticas" y este no era el caso y con la semielfa, había algo que no terminaba de convencerle, miro con un poco de morbo al Tiflin, era de los pocos de esa raza que había visto en su vida.

-Bueno, trabajo es trabajo... -murmuro al subirse en la carreta.

Ya en mitad del viaje se encontraba totalmente distraído mirando hacia afuera, dándole especial atención a las nubes, reía un poco cada vez que veía una con una forma familiar, entonces la enana hablo y comenzaron las presentaciones tan típicas de este tipo de trabajos, se levanto el sombrero para pasarse la mano por el cabello un par de veces antes de colocarse el sombrero tratando que las palabras se ordenaran antes de salir:

-Hey... yo soy Terrence... Terrence de los Yaki... emmm... y pues... que bien que no haya pasado nada hasta ahora, dinero fácil. 

Sonrió más por pensar en el dinero que en el hecho de que no se hayan encontrado con ningún peligro, ya que internamente esperaba hendir su hacha en algo pronto.

Los últimos días habían sido maravillosos, la cantidad de paisajes y cosas nuevas que había visto excedían ampliamente mis expectativas. La gran ciudad de Neverwinter me dejó boquiabierta, con sus grandes estructuras y tanta gente junta a la vez, cosa que en más de una ocasión me hizo sentir incómoda. Acostumbrada a estar en los bosques donde solo esporadicamente pasaba algún carruaje o algún que otro viejo amigo de mi maestro. 

Este es el primer trabajo que tomo desde que salí, y francamente no entiendo muy bien como funcionan las cosas. Si bien mi concepto del dinero es clara, la magnitud de su uso me es desconocida. Al menos por ahora todo iba bien, y he tratado de ser de utilidad, a pesar de que durante los últimos dos días hay algunos acompañantes con los que no he tenido contacto alguno. Me resulta complicado entablar conversación con extraños. Preferiría sentarme con un tarro de miel al frente de un oso y conversar antes de hacerlo con alguien que realmente pudiese entenderme.

- Lólindir... - digo en tono bajo pero lo suficientemente claro como para que todos me pudiesen escuchar, observándose un claro rubor de vergüenza en mis mejillas mientras agacho un poco la cabeza mientras continuo caminando.

Seguís avanzando por el camino durante medio día. La vegetación empieza a ganar terreno y los árboles se ciernen sobre el camino como si quisieran abrazarlo. Al girar una curva divisáis los cadáveres de dos caballos, a unos 50 pies delante de vosotros, bloqueando el camino. Flechas de plumas negras están clavadas en cada uno de los cadáveres.

A medida que avanzamos voy familiarizandome más con el terreno. Al ver tanto verde me hace sentir como si estuviese en casa.

Mas todo eso se ve opacado por la visual de los caballos acribillados... ¿Quién sería capaz de tan vil acto?

Me detengo en seco y comienzo a mirar para todos lados, en guardia ante cualquier emboscada que trataran de hacernos. Poco a poco voy sintiendo los típicos cosquilleos que tengo cuando la magia recorre mi torrente sanguíneo. Es una sensación que me da paz, tranquilidad y enfoque ante situaciones desconocidas y potencialmente peligrosas.

La enana se paro en seco la conversacion que llevaba con sus compañeros, algo callados, hasta que vio a los caballos muertos en mitad del camino, algo se le erizo en la nuca, su sentido de peligro se disparo.

Deteneos, esto me huele tan mal como el culo de orco. Esto huele a emboscada, estad atentos.

Musito la enana para llamar la atencion.

No me causó confianza alguna cuando el enano que nos contrató se avanzó con su compañero dos días atrás, al ver ahora dos caballos y dos cuerpos, no puede dejar de pasarse por mi cabeza si no serían tal vez ellos dos los muertos, con lo cual se iba a ir bastante al traste el negocio, a menos que encontremos el dinero en los cuerpos; aunque si habían sido abatidos por bandidos, poco encontraríamos.

Por instinto, lo primero que hice fue clavar mis ojos en la espesura, por si los amos de las flechas habían decidido seguir al acecho y cazar más víctimas. Si así fuera, no tenía mucho sentido dejar ahí los cuerpos y caballos, pues eso sólo nos pone sobre aviso.

Quizá el asalto de esos dos desgraciados se había producido pocos instantes antes.

- ¡Mierda! - Musité. - ¡No me digas, Vista! Yo que pensaba que era una fiesta de bienvenida de los dicharacheros habitantes del bosque.

Desenvainé mis armas y me preparé para reaccionar. Saltaría al interior del bosque al más leve signo de desatarse un ataque contra nosotros.

El hombretón frunció el ceño y se rascó la descuidada barba, quería terminar el viaje rápidamente pues todos iban en silencio y con un aire de desconfianza constante. Por sobre todo, para viajar necesitaba canciones, gritos, risas, alguna que otra pulla... sentirse vivo y activo, todo lo opuesto a como avanzaban ahora.

Los caballos muertos en el camino eran definitivamente un cambio de aire. -O es algo muuy bueno o algo muuuy malo- murmuró para sí mientras escrutaba nuevamente el rostro de la tímida semielfa. -Parece atenta como un can...- pensó mientras tomaba la vieja hacha que llevaba en la espalda: típico diseño de navegante, mango de madera ligera pero firme, cabeza con una curvatura hacia abajo cerca del filo para trepar en caso de abordaje y borde superior condenadamente recto. Le gustaba, estaba acostumbrado a ella, aunque no la mantenía como debiera y muchas veces prefería usar cualquier otra cosa que tuviese a mano por el simple gusto de la variedad.
Supesó el arma en su mano derecha y se acercó a Lólindir con cuidado -¿Puedes ver algo?- susurró mientras él mismo intentaba discernir algún tipo de marcas o señales de movmientos en las cercanías.

El carro se detuvo y todos comenzaron a mirar en todas direcciones algo turbados, el tardo mucho mas en reaccionar, se sujeto el sombrero y bajo de la carreta quizás algo imprudente, estiro el cuello buscando lo que había alterado a sus compañeros, pronto lo encontró, un par de caballos y unos cuerpos tirados en el camino, flechas parecian ser la causa de su muerte.

-Así que eso es... -Hablo para si mismo, una de esas tantas veces en los que sus pensamientos no se quedaban en su cabeza.

Vio como sus compañeros desenvainaban sus armas y el por pura imitación tomo su hacha entre las manos y se relamió los labios al tiempo que repasaba el cuerpo de la chica con la mirada.

-Viendola mejor no esta tan mal...

Os acercáis a los caballos muertos, con cautela y observando a vuestro alrededor. Os fijáis que las alforjas han sido saqueadas. De repente algo se mueve entre la maleza, a ambos lados del camino. Mientras los demás tan solo escucháis unas risillas maléficas y el crujido de ramas y hojas secas al partirse, Lólindir consigue divisar a cuatro horrendas criaturas de pequeña estatura, de orejas, narices y dientes afilados que salen de entre la espesura con aviesas intenciones.

Veo como uno de mis compañeros de viaje... Rholo creo que es, se me acerca y me pregunta si he visto algo, pero cuando le voy a contestar noto un movimiento al costado del camino, con lo cual en un acto casi reflejo, comienzo a hacer unos movimientos en el aire con mi mano derecha mientras con la izquierda mantengo en alto el Staff para canalizar el poder y que el hechizo sea expulsado por ese lugar.

La sangre me bulle a medida que voy avanzando con el casteo, una leve briza comienza a soplar desde debajo del piso en un pequeño radio que me alcanza a mí únicamente, levantando levemente mis cortos cabellos. 

La adrenalina está a su punto máximo, logrando que la energía fluya hacia la punta del staff y un blacoazulado rayo sale del mismo, si bien su facción es suave y cristalina se nota claramente el frío que emana a su alrededor, buscando directamente a su víctima.

Al perder tanto tiempo en el casteo, no tuve oportunidad para avisarle al resto sobre la emboscada, mis palabras llegaron después de lo que deberían haber sido.

- ¡CUIDADO! - es lo único que logro decir.

El rayo blanco-azulado impacta de forma infalible en uno de los asaltantes goblins. La energía arcana penetra más allá de su armadura, incrustándose bajo su piel, sus músculos, helando al goblin hasta los huesos e incluso la sangre, por lo que muere irremediablemente.

Dos de sus compañeros salen a la carga, blandiendo espadas curvadas y bastante afiladas. Uno ataca a Lólindir, clamando venganza por su compañero caído, pero la hechicera lo ha visto venir y evita el filo del arma con un elegante movimiento.

Vistra y Ekemon no tienen tanta suerte como su compañera semi-elfa. La enana prueba el frío acero de la cimitarra del otro goblin que ha salido a su encuentro, mientras que el tifling nota cómo se le clava una flecha en el costado.

El haber visto antes de tiempo a los goblins, me dieron la ventaja de moverme con mayor libertad que mis compañeros, lo que me permitió apreciar el ataque de uno de ellos contra mío y hacer 2 pasos al costado antes de ser impactada por la horrorosa criatura.

Aún con los vestigios de la magia corriendo por mi sangre del conjuro anterior, hago que mi sangre entre nuevamente en éxtasis, imitando los movimientos anteriores teniendo como objetivo a mi atacante.

Ante la mirada confundida de Rholo, las flechas comenzaron a volar y unos bandidos inmundos y pequeñajos ya estaban encima de ellos. Pudo sentir como cerca de su rostro se concentraba un frío extremo, la semielfa estaba lanzando algún tipo de magia helada. Una ligera escarcha en su barba le hizo reaccionar al tiempo que el tiflin gritaba de dolor.
Chirrió los dientes mientras sus nudillos se volvían blanquecinos de la fuerza con la que apretaban sus puños cerrados.
Se relamió los labios y se percató por el rabillo de sus ojos de la posición del arquero.

-¡No te me escaparás!- le gritó mientras se movía a grandes zancadas hacia él.

-¡AAAhhhhggg!- aulló en un grito de guerra mientras revoleaba su arma de derecha a izquierda y de vuelta.