Partida Rol por web

Los presentes sonríen por cortesía al ingeniero pero, en el momento en que continúa su camino, Herbert se gira y pregunta a Pietro si le acompaña a ver qué ocurre en el compartimento de cola.

La respuesta de Sindy me decepciona, pero la entiendo. Además, así como yo le pueda hablar del tren, quizás ella pueda contarme algo de Miss Strom. El señor Strauss reaparece y se marcha sin darme tiempo siquiera a reaccionar. Su explicación de lo acontecido suena a excusa barata improvisada al momento. Algo extraño está pasando en aquel tren y la curiosidad me puede, así que en cuanto el alemán propone salir a investigar, asiento y le respondo:

-Será un placer acompañarle, signor Von Reiter.

Una vez en el exterior, busco con la mirada a alguno de los otros curiosos pasajeros con los que me he cruzado: el médico o el signor Graham.

Asiento ante la respuesta del señor Cavallini y me dirijo pausadamente, como quien no quiere la cosa, hacia el fondo del vagón para pasar al siguiente en dirección a la cola.

Evito mirar al Zimmermann para restarle importancia, como si formara parte del mobiliario. No quiero tener que hablar con él, ni enfrentarme a ellos de ninguna manera, pero tampoco voy a dejar que me detenga.

Elionor niega con una sonrisa más amable de la que acostumbra a vestir y un gesto de mano que aparta toda importancia a la disculpa de Von Reiter.

- No hay qué disculpar -respondió-. Es un placer conocerlo señor Von Reiter. Y respondiendo a su pregunta, no viajo sola - estiró un tanto su sonrisa volviéndola más lupina-. 

Entonces con la llegada del ingeniero, la dama pelirroja, atiende a la explicación y antes de que éste acabe niega con la cabeza con descaro, sin molestarse a ocultar su decepción. Sus manos viajan bajo el final del corpiño que adorna su vestido y de él saca un reloj al que aprieta el botón que regula la hora antes de volver a guardarlo.

Elionor espera entonces a que los dos hombres dispuestos a investigar abandonen el vagón mientras su ceño se va arrugando paulatinamente molesta por la falta de invitación hacia su persona para acudir a la investigación de tan simple misterio. No obstante, no hace ningún comentario al respecto.

- Si me permite, tiene toda una aventura entre manos, señorita solo Sindy, como para no ser devota de ellas, me refiero.

- Le deseo, de verdad, toda la suerte del mundo.

Herbert y Pietro salen del compartimento debido al alboroto que hay en el pasillo. Como varios pasajeros. Ellos, aún con la puerta del compartimento abierta, escuchan lo que Elianor comenta con Sindy y, al mismo tiempo, les sorprende ver a Zacharías regresar de forma un tanto agitada. No puede especificarse una emoción clara pues ésta se oculta bajo la máscara, pero sin duda no está tan sereno como salió hace escasos minutos.

Al fondo del pasillo, Edenberg Strauss, cruza una mirada con el médico y en sus ojos puede verse algo nuevo, un análisis de la situación desde una perspectiva distinta. Como si otra persona hubiera visto (y entendido) la reacción de Zacharías desde los ojos del ingeniero. Sin embargo, el anciano creador de esta maravilla de tren, no se detiene y continúa su camino hacia el vagón de cola.

Entre Zacharias y la pareja formada por Herbert y Pietro, se encuentra el Zimmerman. Justo en la puerta del compartimento contiguo (el de los accionistas).

-Está claro que iba a haber contratiempos- comento en un tono muy sosegado. Como alguien que esperaba lo ocurrido -Vuestro trabajo no prevenir el problema sino solucionarlo.- Sermoneo al Zimmerman para que entienda de una vez las diferencias y sutilezas del viaje -La distinción es abismal. Y esto ocurre por mezclar gente civilizada con animales. El viaje debió ser, desde un principio, exclusivo.- Me encogí de hombros -Pero dado que tus jefes quisieron compartir, ahora lo que tenéis que hacer es erradicar los problemas. ¿Comprendes?- Esperaba que mis palabras tranquilas hubieran calado hondo en la reducida mente de este soldado. Los Zimmerman eran buenos para acatar órdenes directas, pero no para razonar.

Tras hablar con el tipo, dediqué una sonrisa a los curiosos que se agolpaban cerca de la puerta y cerré consciente de que estaría a punto de aplastar la nariz del Zimmerman debajo de su absurdo respirador.

La puerta se cierra. Doy un paso hacia atrás ocupando el margen del pasillo. Miro a mi izquierda , miro a mi derecha . Me quedo mirándolos -Pueden estar tranquilos. Vamos a solucionar cualquier contratiempo. Si quieren pueden ir al vagón restaurante o si lo prefieren puedo hacer que un camarero les atienda en sus compartimentos.- Les digo con voz metálica y, tras ello, continúo en la dirección en la que se ha marchado el ingeniero.

Debido a la corpulencia del Zimmerman, Herbert y Pietro, tienen que volver a entrar en el compartimento para dejarle pasar.

Elianor y Sindy ven al guardia pasar con aspecto decidido, intuyendo (como sólo las mujeres pueden hacer) que hay mucho más oculto detrás de ese casco, esas gafas y ese respirador, algo que seguramente los accionistas del compartimento contiguo sepan y a lo que hizo referencia la señora que hablaba con él.

La estridente voz de Madame Goeritz me produce un cómico escalofrío que me veo incapaz de reprimir. La conversación que mantiene con el Zimmerman en cambio, no hace más que acrecentar mi curiosidad por todo lo que estaba sucediendo en el tren. Aquella mole andante nos obliga al signor Herbert y a mí a entrar bruscamente al compartimento, de nuevo, perdiendo de vista al signor Strauss. El retorno de Zacharias tampoco augura nada bueno.

Me giro hacia las dos señoritas y jocosamente les digo:

-Bueno, ya hemos vuelto. Espero que no les haya dado tiempo a echarnos de menos. -Acto seguido, le hago un gesto a Von Reiter en la dirección por la que se han marchado el Zimmerman y Strauss y en voz baja le comento: -Sigo sin acostumbrarme a la presencia de estos tipos. ¿A santo de qué llevan esos respiradores? ¿Están enfermos o algo? Quizás va siendo hora de seguir al signor Strauss y obtener algunas respuestas, ¿no cree?

- Sigamos al zimmerman. Si somos sigilosos, ni siquiera tendremos que hablar con él ni molestarnos en esquivarlo, ya que nos conducirá directamente hacia lo que sea que ha ocurrido...

Echo una mirada a la señorita Strom y su ceño fruncido y, por un momento, me veo tentado de ofrecerle la posibilidad de que nos acompañe, pues parece querer hacerlo; sin embargo, la prudencia se impone, ya que pueden suceder cosas que no sean apropiadas para una dama.

Tiraba del cuello de su traje mientras caminaba, como si le faltara el aire. Pocas, muy pocas veces aquella máscara de protección de las plagas le resultaba molesta, pero justo aquella era una de ellas. Cruzó la mirada con el señor Strauss, quien se pertacó de su agitación, al igual que algunos de los pasajeros. Ah, la de vueltas que da la vida, quién le iba a decir que acabarían intercambiando los papeles: ahora el nervioso era él. Sólo le faltaba al médico ponerse a mirar con impaciencia un reloj, preocupándose por si el tren cumpliría o no los horarios...

En cualquier caso, no podía permitirse el lujo de detenerse ahí. "Caballeros. Señoritas." saludó otra vez con el sombrero al pasar cerca de los pasajeros, caminando una vez más en la misma dirección que Strauss, tren abajo. Después de todo, todavía quedaban varios vagones por examinar, gente que podría necesitar la ayuda de un médico, ¿no era cierto?

A Pietro

Zacharías pasó junto al compartimento con paso decidido, siguiendo al ingeniero que, a su vez, era seguido por el Zimmerman.

Tras el médico, Herbert y Pietro, salieron del compartimento (tal y como era su intención original) y marcharon también hacia la cola del tren.

A Herbert

Zacharías pasó junto al compartimento con paso decidido, siguiendo al ingeniero que, a su vez, era seguido por el Zimmerman.

Tras el médico, Herbert y Pietro, salieron del compartimento (tal y como era su intención original) y marcharon también hacia la cola del tren.

A Zacharias

Zacharías pasó junto al compartimento con paso decidido, siguiendo al ingeniero que, a su vez, era seguido por el Zimmerman.

Tras el médico, Herbert y Pietro, salieron del compartimento (tal y como era su intención original) y marcharon también hacia la cola del tren.

A Elianor

Zacharías pasó junto al compartimento con paso decidido, siguiendo al ingeniero que, a su vez, era seguido por el Zimmerman.

Tras el médico, Herbert y Pietro, salieron del compartimento (tal y como era su intención original) y marcharon también hacia la cola del tren.

Sindy quedó perpleja ante la forma de actuar de estos caballeros.

A Elianor

-Y, normalmente tachan a las mujeres de cotillas- dije cruzando los brazos y echándome hacia atrás en el asiento -Bueno, nos hemos quedado solas, señorita Strom. Usted conoce mi historia, ¿qué le trae a este viaje inesperadamente ajetreado?- le pregunté con una sonrisa y, seguramente advirtió, la inocencia fingida completamente ausente.

Y, sin esperar a que responda, en un acto que rebosaba infinita soberbia, descrucé piernas y brazos, me levanté del asiento y dirigiéndome a la puerta le advertí -Un consejo, querida. No te fíes de nadie aquí.- Sin más, salí y caminé pocos pasos hasta el compartimento contiguo, adentrándome para hablar con los accionistas.

Elionor no estaba dispuesta a contar su historia, tampoco pretendía aprovechar la intimidad del camarote vacío con esa mujer para estrechar vínculos de señoritas. Nada de eso había pasado por su cabeza, lo único que pensaba estrechar era la mano de esa joven. Cuando la muchacha lanzó una pregunta y luego huyó de sus palabras como alma que lleva el diablo, Elionor no hizo más aprecio que alzar una ceja crítica y satírica y volver a abrigarse los ojos tras sus gafas. — Suerte que me lo avisas —respondió a esa mierda de consejo e intento de excelencia de la joven—. Casi le daba pena despreciarla, pero era inútil intentar ser como ella cuando no se tenía su inteligencia.

Cuando la muchacha lanzó una pregunta y luego huyó de sus palabras como alma que lleva el diablo, Elionor no hizo más aprecio que alzar una ceja crítica y satírica y volver a abrigarse los ojos tras sus gafas. — Suerte que me lo avisas —respondió a ese obvio consejo dejando que Sindy se fuera—.

Acompañé a Zacharías de regreso y, nada más llegar al compartimento, abrí la puerta. Para mi sorpresa, sólo la bella señorita Strom se encontraba en su interior. -Pase, por favor- dejé paso al doctor que accedió gustoso al interior mientras me dirigía a la joven -No puedo entender los motivos por los que la han dejado sola- dije con una cálida sonrisa. Luego torné la vista hacia Janssen y con mirada dura -Espero que la discreción sea otra de sus cualidades, amigo- sentencié antes de cerrar la puerta, dejándolos allí a solas y caminar hacia el compartimento contiguo, el de los accionistas.

Elionor sonrió al ingeniero con aquel cumplido del que el hombre desconocía la ironía empapada en él. Ella podía imaginarse miríadas causas por las que se había quedado sola, y la primera de ellas era tan solo porqué le convenía. No respondió, sin embargo, su sonrisa era suficiente para parecer una dama inocente que estaba más segura encerrada en el lujo que correteando por los pasillos. Sin embargo, sí pretendió cazar al medico, necesitaba tan solo tres palabras antes de ponerse el abrigo y salir de allí. — Disculpe, doctor, antes me han hecho caer y creo que me he hecho daño en el tobillo, ¿podría pedirle su ayuda para saber si es grave?