Partida Rol por web

Nada más acceder al interior, vuelves a escuchar el tic-tac que atrajo tu atención cuando aguardabas en la cola. El tipo de la máscara de médico está sentado a tu lado, en el centro del grupo de los tres asientos pares. Al otro lado, junto a la ventana, se encuentra un tipo elegante y moreno, vestido en tonos grises pero cálidos.

Frente a él te sorprende ver al mismísimo Edenberg Straus (creador de este magnífico tren). Te dedica una calurosa sonrisa a modo de bienvenida y continúa mirando por la ventana. Aprecias que está algo nervioso. Junto a él se sienta un tipo de vestiduras mucho más ricas que las de todos los demás. Bien peinado y perfumado, sin duda debe tratarse de algún noble. Por último, frente a ti, está sentada una muchacha joven, inocente y tímida que baja la mirada y te susurra un saludo discreto.

Pese a que agacha la cabeza, puedes apreciar su tranquilidad al descubrir que no será la única mujer del compartimento.

Saco mi reloj, acciono el botón que abre la tapa, miro, vuelvo a mirar hacia el anden, entorno los ojos -Un minuto tarde- susurro visiblemente nervioso. Guardo el reloj y saco el pañuelo para limpiar las pequeñas gotas de sudor que perlan mi frente.

Miro a la mujer que está sentada delante algo avergonzada. Mi timidez es algo que deberé superar tarde o temprano así que... lanzo una mirada al señor Cavallini que tan gentil ha sido conmigo. Junto a él mis temores disminuyen. Inspiro hondo armándome de valor y con mi voz suave y aguda (aunque no desagradable) me dispongo a iniciar una conversación.

Primero sonrío para atraer su atención y, acto seguido añado -Es agradable no ser la única mujer-. Luego vuelvo a sonreír. -Diantres, estoy casi más nerviosa que el mísmisimo ingeniero rodeada de tantos desconocidos.- Vuelvo a sonreír -Mi nombre es Sindy- me presento atenta a cualquier gesto de incomodidad por parte de la recién llegada. De percibirlo, me disculparé y aguardaré a que el tren inicie su viaje.

Al escuchar el tic-tac, Elionor sonrió para sí misma y asintió nuevamente en sus pensamientos. Descartando al relojero pelirrojo al que seguro que volvía a ver en más desagradables circunstancias. No quiso asumir que quién se escondía bajo la máscara de médico la había identificado con su gesto en la cola, pues asumir era de necios y Elionor lo sabía muy bien. Tan bien lo sabía que en ningún momento asumió que ninguno de sus compañeros de compartimento fueran alguien de quien despreocuparse, incluyendo a la joven que parecía deshacerse en un soplido. Por educación no interrumpió la conversación del Señor Straus, no había modo más respetuoso de reconocimiento por su trabajo. Sus felicitaciones y admiraciones ya llegarían una vez el tren hubiese arrancado, sin más incidentes que el retraso. Sonrió en respuesta a la morena cuando ella lo hizo y por primera vez, la señorita Strom retiró sus gafas de sol que colocó sobre su peinado sin estropear el tocado revelando unos ojos imperfectos, de colores distintos que no paseó por el compartimento. — La comprendo —respondió al asunto de la mayoría varonil en los privilegios de ese evento—. Extendió su mano hacia la joven cuando le dio su nombre —¿Solo Sindy? —preguntó como si le fuera inconcebible un nombre sin familia— Elionor Strom, encantada.

Elionor sonrió en respuesta a la morena cuando ella lo hizo y por primera vez desde que había salido el sol aquella mañana, la señorita Strom retiró sus gafas oscuras para colocarlas sobre su peinado sin estropear el tocado, revelando así unos ojos imperfectos, de colores distintos que no paseó por el compartimento. — La comprendo —respondió al asunto de la mayoría varonil en los privilegios de ese evento—. Entonces extendió su mano hacia la joven cuando ella dio su nombre —¿Solo Sindy? —preguntó como si le fuera inconcebible un nombre sin familia— Elionor Strom, encantada.

Sindy iba a comentar algo más pero el silbido de la locomotora ahogó sus palabras. El viaje daba comienzo ante una gran expectación que aguardaba en el andén. Los vítores y despedidas hicieron el evento demasiado ruidoso, pero aún así, bastante emotivo.

Poco a poco el tren fue tirando de cada uno de los vagones, reduciendo la marcha en cada tirón por el peso. La salida lenta pero constante fue tan natural, tan cotidiana, que arrancó un suspiro al preocupado Straus. Aun así el rostro del ingeniero se relajaba progresivamente a medida que la estación se alejaba y en las ventanas se veía la gran ciudad que pronto dejaréis atrás.

Ya estáis en marcha.

-¿Un minuto tarde el qué?-

No le pasó desapercibido tampoco el color de los ojos de aquella mujer. Era muy posible que fuera la persona que estaba buscando. Un aliado, aunque por supuesto el color de los ojos puede fingirse con tan solo un par de lentillas. O, quien sabe, podría haber más de una persona con heterocromía en los ojos. Fuera como fuera, pronto tendría que decidir el cómo abordar dicha situación. Probablemente acabaría preguntándole. ¿Tal vez en un lugar donde pudiera matarla, en caso de equivocarse? El problema era que aquel tren no era precisamente uno normal. Si fuera de los de la vieja escuela, como aquellos en los que había que pasar varias noches... Sin embargo, aquel tren llegaría a su destino final en un mismo día, atravesando varias ciudades de por medio como si nada.

Toda una maravilla de la ciencia.

"A todo esto, señor Strauss..." interrumpió el silencio después del silbido del tren el hombre de la máscara. "Si le apeteciera hablar de los entresijos de su obra... La verdad es que me tiene bastante intrigado el funcionamiento de este magnífico vehículo. En condiciones normales un viaje como este duraría varias noches, pero sin embargo este tren es capaz de hacer un trayecto que pase por Lisiboda, Madarid, Parais y Riomaa antes de llegar a Berelín en tan solo cuánto: ¿un día? ¿medio?" negó con la cabeza, maravillado por la idea. "Impresionante, sencillamente lo encuentro impresionante. ¿Cómo ha solventado el problema del combustible? No hay carbón en el mundo capaz de alcanzar velocidades semejantes... ¿o sí que lo hay? ¿Y qué me dice del problema de los frenos a una velocidad tan alta? El clásico problema en las vías que exigiera un frenazo completo." le miró con curiosidad, llevándose la mano a la barbilla, sosteniéndose la máscara para verle mejor. Era como un alumno sediento de conocimientos. "Teóricamente la fuerza de reacción del frenado acabaría matándonos a todos. ¿Cuál ha sido la solución? ¿Tal vez algún método para poder preveer el problema con la suficiente antelación para ir desacelerando? No, no... eso suena demasiado simple..."

Las preguntas del médico me provocan una amplia sonrisa y los conocimientos se agolpan en mi mente. -¿Cómo dijo que se llamaba?- le pregunté antes de contestar pues me gustaba conocer la identidad de mis interlocutores. -Debo andar con pies de plomo en este asunto pues me obligaron a firmar una cláusula de confidencialidad.- Anuncié con suspicacia. Tenía de sobra conocidos los métodos de mis contratistas y revelar secretos a un tipo con máscara no parecía lo más apropiado.

Una vez se hubo presentado me limité a confesar aquellos puntos que cualquier observador atento podría desvelar. -Mi tesis se basa en los transportes de alta velocidad. En todos los casos se trata de vehículos y vías férreas desarrolladas de forma conjunta, dado que las velocidades alcanzadas requieren de técnicas específicas. Dicho esto, usted tiene razón, un sistema analiza en todo momento los obstáculos que pueda haber en la vía. Pero desacelerar desprestigiaría el buen nombre de la compañía y no es una opción. Hay que cumplir el cronograma, mi buen amigo.- No pude evitar sonreír con autosuficiencia y, pese a que en mi mente las palabras sonaban estupendamente, al pronunciarlas tuve la impresión de sonar pedante, por lo que borré la sonrisa y guardé silencio. -Hay varios métodos para eludir los contratiempos- dije bajando el tono de voz y mirando por la ventana.

Y tras las palabras del señor Strauss sentís un frenazo moderado, que os hace inclinar la cabeza, tras ello el tren sigue recuperando velocidad.

El ingeniero abre mucho los ojos y su frente se vuelve a perlar de gotitas de sudor. Aquello no estaba previsto y no había sido algo normal.

Me levanté del asiento con delicadeza aunque era evidente que estaba nervioso -Disculpadme, tengo que salir- dije dirigiéndome a la puerta.

-¿Qué ha sido eso?- sentí crecer la alerta y me contagié de ella -Me está usted asustando. ¿Es grave?¿Qué ha pasado?- dije mientras mi mirada se posaba en todos los presentes, buscando algún aliado que respaldara mis dudas y trajera algo de sosiego.

El frenazo me pilla desprevenido, absorto en el diálogo entre El Ingeniero y el hombre de la máscara. Cuánto más oigo, más fascinante me parece el invento. Tras la violenta interrupción, en cambio, lo primero que hago es buscar a mi acompañante con la mirada:

-Tranquila, miss Sindy, seguro que no ha sido nada. -digo mientras tomo sus manos entre las mías en un acto reflejo. -Además, el signor Strauss seguro que se encarga de resolverlo en un santiamén. ¿Necesita algún tipo de ayuda? -le digo al Ingeniero. -¿y los demás, están todos bien? -pregunto al resto de pasajeros. 

Qué interesante respuesta le había dado el señor Strauss. Especialmente cuando justamente un frenazo se produjo, dando a entender que esas medidas que habían puesto no eran tan efectivas. ¿O tal vez...? 

El doctor Jannsen se levantó. "Sí, sí, estoy bien." contestó levantando una mano para que no se preocupara. "Voy a dar una vuelta por el tren por si alguien necesita un médico. Caballero. Señoritas." de un gesto de sombrero se encaminó hacia fuera.

Sus deducciones podrían estar equivocadas, pero le pareció que Strauss le había dado a entender que tenían métodos para asegurar que las vías estuvieran siempre limpias, y para eliminar cualquier obstáculo desde la distancia sin la necesidad de frenar. Lo que significaba que el problema del frenazo no venía de fuera... sino de dentro.

Tal vez alguien ya había empezado a actuar. Frenar el tren significaba ganar tiempo. Tiempo para buscar las llaves, los aliados... No le parecía una coincidencia. Se dirigió hacia la parte delantera del tren, en dirección a la sala de máquinas y del conductor. Obvio era probable que no le dejasen entrar... A no ser que como sospechaba, o mejor dicho, deseaba, se hubiera producido un asesinato y necesitaran a un médico.

Primero, para poder enterarse de un par de cosas. Segundo, porque quería ver sangre, y la idea de que se le hubieran adelantado en matar o herir a alguien le resultaba tan fascinante como aquel viaje en un tren lleno de posibles asesinos.

Y sí, había dejado atrás a la señorita Strom, probablemente, una aliada. -Espero que sepa cuidarse sola unos momentos, señorita 'Heterocromía'. Por el bien de nuestra 'iluminada' mision. Hahahaha...-

Me había quedado absorto con la marcha del tren, pero el frenazo me saca de mi estado para centrarme de nuevo en los compañeros de viaje.
A duras penas escucho la pregunta del caballero y la reacción del doctor enmascarado.

- Sí, sí, todo bien.

Me vuelvo a acomodar en el asiento y digo:
- No hay de qué preocuparse; siempre es normal algún pequeño imprevisto sin importancia. Dudo mucho que un proyecto tan faraónico como éste pueda verse afectado por un contratiempo a las primeras de cambio...

Paseo mi mirada por los presentes y, con total tranquilidad, espero a que el viaje continúe normalmente. Sólo me queda la duda de si anunciarán algo por megafonía o si el propio señor Strauss nos brindará alguna explicación acerca de lo ocurrido.

Strauss y el señor Janssen salen del compartimento, ambos parecen dirigirse hacia la cabeza. La puerta se cierra sin que llegue ningún sonido más. En cualquier caso, salvo la leve frenada que duró apenas un segundo, la máquina continúa su trayecto sin variaciones aparentes.

Como vosotros, algunos pasajeros han salido de sus compartimentos movidos por la curiosidad. Sin embargo, superasteis la puerta del 3º compartimento de primera clase (con predominancia de inversores que podrían haber atosigado a preguntas al ingeniero) antes de que ninguno de sus ocupantes asomara el hocico.

Sólo vosotros os dirigisteis hacia la cabeza del tren y, al ir caminando detrás de Strauss, los Zimmerman te dejaron pasar sin repetir la frase que daban a todos los demás "Vuelvan a sus asientos, por favor. No ha sido nada".

En poco tiempo llegáis a vuestro destino.

Un frenazo y sigue. Elionor archiva aquella información junto a otra recogida en ese, de momento, corto trayecto. Y cuando el médico y el mismísimo señor Strauss abandonan el compartimento, Elionor le sigue tan solo con la mirada. Había quedado fascinada con los detalles de la máquina, asombrada con ser oyente de las indicaciones del ingeniero del RollXprss y la curiosidad por el motor de aquella máquina ponía en marcha los engranajes de su mente. Pero había algo más primordial que su apetito de conocimiento, y era la misión. Con su presunto compañero con el ingeniero, ella cubriría otro fuerte. Así que no se movió del compartimento, no por el momento. — ¿Ve, solo Sindy? ya ha pasado. Debía haber algo en la vía. No se preocupe este tren es más asombroso aun en sus entrañas. Le sonrió — ¿Está acostumbrada a viajar?

Los señores Strauss y Janssen salen del compartimento al tiempo que la señorita Elionor se dirige a la joven. — ¿Ve, solo Sindy? ya ha pasado. Debía haber algo en la vía. No se preocupe este tren es más asombroso aun en sus entrañas. Le sonríe — ¿Está acostumbrada a viajar? 

Sindy se sonrojó algo abochornada...