Partida Rol por web

Alzo una mano y la apoyo sobre el hombro de Solomon -No lo sabemos, hemos salido igual que usted a mirar.- acto seguido acaricio con el dedo la barba del pelirrojo -¿Volvemos dentro?- le digo acercándome y tapando la herida del brazo con el cuerpo.

Así comienzo a tirar de él hacia el interior del último camarote dejando paso franco al Zimmerman.

Antes de que Solomon se apartara del todo, el Zimmerman pasa a su lado dirigiéndose hacia el resto de presentes: Ford, Zacharias y Elianor.

-¡Con los Zimmerman hemos topado!- dice el americano con su acento antes de cruzar una mirada con Solomon y volver al interior del compartimento con cierta premura.

Cierra la puerta tras de sí, quizá algo abochornado por haberse asomado cual cotorra de patio de vecinos.

Elionor temblaba y sus manos parecían querer ganar espacio entre ella y ese hombre. Cuando los demás pasajeros intervinieron, la pelirroja, aprovechó para ganar distancia y quedar refugiada detrás de los demás. Sus labios se movieron musitando algo inaudible cuando el medico le tendió la mano que la señorita dudó en aceptar pero terminó por hacerlo al tercer intento de que su mano confiara para posarse en una ajena. — Yo... Le-le he visto —dijo ella buscando la mirada de la chica de la máscara—. No vaya con él, señorita o perderá el cuello —se agobió aferrándose al doctor—. Con la llegada del Zimmerman, Elionor se encorajó — ¿Que qué ocurre? ¿Es que no ha visto el cadáver? —preguntó señalando con la mano abierta la puerta que McNail había cerrado y dicho lo cual su temblor de rodillas volvió y perdió rigidez— Que no vaya con él... —murmuró— Salvenla. .

No solo el señor Ford fue quien se asomó, dos personas más enmascaradas aparecieron por la puerta.

El varón comenzó a hablar en defensa de la señora Strom, según él, ella había estado con él durante el sabotaje, eso me dio que pensar, ¿Habría más de un asesino entre la gente de los vagones? Sin duda el ataque que me hizo tenía como objetivo acabar con mi vida.

¿Esta ciego? o es que esa mascara no le deja ver lo que es obvio. Le espete cuando comenzó la defensa de Elionor.

No tardó mucho en llegar un Zimmerman, el tren estaba plagado de ellos y este revuelo había llamado su atención, antes de que pudiera hablar y acusar a la señora Strom, la mujer con la mascara se acerco a mi y me cogió para sacarme de aquel lugar sin que hubiera más complicaciones,la principio mi reacción fue apartar el brazo el ella(ya había sido atacado por una mujer hacia 5 min) pero luego me dí cuenta que no tenía porque temerla de momento, sin duda ella se había percatado de lo que había ocurrido, y sabiamente sabía que lo mejor era no relacionar a los Zimmerman en el altercado.

A Ford se le escapo un frase que me hizo sacar una media sonrisa, creo que también sabía lo que estaba pasando. Tu lo has dicho amigo, le conteste.

"¿Un cadáver?" exclamó incrédulo. "¿En la habitación de ese hombre?" miró entonces a la puerta ya cerrada del desconocido, Salomon McNeil, aunque Janssen no conocía aún su nombre. La expresión de la pelirroja mostraba miedo y terror. Actuaba bien, quizá lo suficiente como para engañar al soldado. El doctor se giró hacia el imponente Zimmerman. Todo el mundo se había retirado nada más aparecer estos tipos, lo cual no daba buenas vibraciones del trato con estos tipos en absoluto. Sin embargo, ellos dos no tenían escapatoria, así que o desviaban la atención como bien había intentado la señorita Strom, o corrían riesgo de enfadar al Zimmerman, y qué pasaría entonces... Probablemente no era algo que quisieran provocar. La armadura de ese tipo hacía prácticamente imposible el que se le pudiera eliminar. Al menos, no con sus dardos, e imaginaba que el arma de la señorita Strom no sería tampoco capaz de hacerle nada.

Así que el asunto estaba ahora en manos de Elionor Strom. Más le valía seguirle el juego. "¿Está segura de lo que está diciendo? Esa es una acusación muy grave, querida..."

El Zimmerman dio una poderosa zancada, interpuso el brazo entre la señorita Atkin y Sólomon y exigió con voz metálica y cavernosa -Su billete- y extendió la mano para recibirlo con un movimiento seco y enérgico. Sin duda, la frase de Elionor junto con la confirmación del médico que acompañó al ingeniero Strauss conectó el corto razonamiento del soldado lo suficiente para hacerle actuar.

Atkin se resignió y regresó a su habitación, consciente de que al quedarse sólo provocaría más problemas. En el pasillo sólo quedaron el Zimmerman junto a Solomon y Zacharías y Elianor en el otro extremo.

-¿Cuál es su compartimento?- repitió el soldado sin miramientos. Todo apuntaba a que, o recibía una contestación, o comenzaría a usar la fuerza. Al fondo se escucharon las pisadas del otro Zimmerman que se acercaba movido por las voces de su compañero.

Me dirigía junto con la señorita de la mascara a otro camarote donde podría alejarme de lo que acababa de pasar y pensar cuando el Zimmerman con un movimiento brusco se interpuso entre la señorita y mi persona, al parecer sospechaba de mi, después de la actuación sobresaliente se Lady Strom.

Pero que demonios, creo que se confunde de persona, y se lo puede decir el americano que estuvo conmigo en el tercer vagón cuando sucedió todo y ese gorila gigante junto con alguno de los suyos que fueron al vagón donde se produjo el sabotaje. 

Mientras le hablaba al Zimmerman, busque en mi chaqueta el billete para enseñárselo, una vez lo había encontrado se enseñe diciéndole, es el compartimento cinco.

El soldado miró el número de compartimento y avanzó decidido, ignorando a Sólomon. Sin avisar, abrió la puerta de golpe y el vagón entero pareció suspendido en silencio. El Zimmerman no daba crédito. El américa se encontraba de pie, con las piernas abiertas sobre los asientos, intentando meter un cuerpo por una trampilla en el techo.

Rápidamente bajó y el cuerpo de Zero Schrödinger (el pasajero de las gafas rojas) cayó como un muñeco de trapo entre los asientos quedando con el cuello en un ángulo imposible.

Cuando el Zimmerman obtuvo lo que quiso fue con paso decidido hacia mi compartimento.

Cual fue mi sorpresa al ver al señor Ford de aquella guisa. Vaya, eso no me lo esperaba.

Todo indicaba que el señor Schrödinger había sido asesinado por sus propias manos rompiéndole el cuello. Me quede cerca del Zimmerman para no inmiscuirme en lo que iba a pasar en unos segundos.

-Jo...- Salto del asiento dejando caer el cuerpo delante de mí -...der-. El cadáver quedó entre el zimmerman y yo. Lo miré y supe que el soldado no daba crédito a lo que veía. -¿Y qué podía hacer ahora?- El instinto me dijo que no podía dejarme atrapar. Tenía que detener, interrumpir, buscar una alternativa.

Miré hacia arriba desechando la idea de escapar por el hueco abierto de la trampilla.

-A la mierda- me alargué el brazo y cogí el rifle. En rápido acto apunté al Zimmerman. Sabía que, salvo Solomon, los demás no podrían ver lo que estaba ocurriendo así que le hice un gesto al soldado para que se acercara un poco más, mientras yo daba un paso atrás pegando la espalda contra la ventana.

Apunto a la cabeza, pero no entrecejas (no vaya a ser que el casco...), le apunto al ojo derecho. -Pasa y cierra la puerta. Será mejor que hablemos tú y yo. Hay cosas de este tren que quiero saber-

El soldado dio un paso entrando en el compartimento y tapando el acceso con su embergadura. Bruce Ford no tenía a donde ir. El Zimmerman lo sabía. Se acuclilló y agachó la cabeza. Todo parecía que se había rendido, pero en un rápido y potente movimiento, se impulsó con fuerza contra el americano dispuesto a aplastarlo contra la ventana con su potente casco.

-Ah, aaah... mierdaaaa- El tiempo pareció detenerse. El asqueroso bajó la cabeza, pero eso no me detendrá. Mi vida estaba en juego y debía atender los peligros de uno en uno y en orden. Primero, esta mole armada.

Desvié la punta del arma a la clavícula izquierda y apunté hacia el hueco para que la bala entrara por la abertura de las costillas. Un punto que suele ser débil en las armaduras y los trajes reforzados. El proyectil pasaría limpiamente entre el hueso para clavarse en el pulmón o el corazón. Cuando el Zimmerman pasaba por encima del muerto apreté el gatillo sintiendo con deleite el retroceso y disfrutando el sonido del disparo.

-Crak, crak- y otra bala lista para ser disparada.

Estaba bastante atónito al ver esa nueva faceta del señor Ford, ¿enserio iba a disparar al Zimmerman?.

Cuando parecía que el agente se inclinaba hacia él en señal de rendición, se lanzó cual toro hacia el cuerpo del americano.

Este reaccionó con un buen movimiento para insertarle una bala en uno de los huecos que dejaba el blindaje. Yo era el único espectador de tal enfrentamiento en el vagón, pero lo que estaba claro es que esta acción no pasaría inadvertida. 

Y no podía pasar inadvertida. El estruendo de aquel rifle se extendió por todo el tren alertando a todos y cada uno de los que se encontraban en su interior. La zona no tardaría en llenarse de Zimmermans enfurecidos deseando atrapar a aquel que mató...

El Zimmeran recibió el impacto y la bala entró profundamente destrozando piel, músculos, cartílagos y los huesos que encontró a su paso. El brazo izquierdo del soldado quedó imposibilitado, pero al caer el brazo derecho le sostuvo. Se escuchó una exhalación que más parecía un gruñido de animal enfurecido que el lamento de un humano que acababa de recibir un disparo mortal. Se escuchó un sonido amortiguado dentro de la armadura. Como si algo hubiera sido liberado, inyectado en el cuerpo del ser.

El soldado se poyó sobre una pierna y se alzó de nuevo, no sin dificultad. Se irguió en toda su envergadura delante del americano que no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Con un rápido movimiento aferró el rifle con la mano que, ante la sacudida disparó de nuevo. La bala pasó por encima del hombro izquierdo del soldado y a punto estuvo de dar a Solomon. Rompió la ventana y el silbido del aire del exterior fue acompañado de los pesados pasos de más soldados que ya llegaban desde la cabeza del tren.

El Zimmerman que se encontraba en el vagón de equipaje pasó por delante de Sólomon cubriendo la única salida de aquel compartimento. Ford estaba perdido.

Con un fuerte tirón el soldado arrebató el rifle del americano con su mano buena y usó su cabeza para propinar un fuerte golpe en la frente de Ford que lo dejó inconsciente.

El soldado en la puerta se asomó cuando percibió la llegada de sus compañeros, les hizo un gesto y cerró la puerta del compartimento aislándose del pasillo donde los atónitos Solomon, Elianor, Atkins y Zacharias eran testigos de todo aquello.

Las puertas del resto de compartimentos se abrieron sólo para volver a cerrarse al percibir la autoridad que llegaba.

-Fuera hay otro que debemos interrogar- dijo el Zimmerman que recibió el disparo a su compañero -Solomon McNail, barba pelirroja.- el otro soldado contestó -Sí, estaba en la puerta. ¡Voy a por él!- 

Sonreí a Solomon mientras entraba definitivamente en mi compartimento, cerrando la puerta tras de mí. -Perdiste la oportunidad, pequeño- No estaba dispuesta a inmiscuirme en un atentado directo contra un Zimmerman. Una cosa era una acusación de asesinato sin fundamento, al menos, de uno de los crímenes. Pero si realmente era un asesino... no estaba dispuesta a arriesgarme.

Lamentaba el curso de los acontecimientos. Estaba confundido y sorprendido a partes iguales. Los Zimmerman acabarían con Ford. Un desconocido, a fin de cuentas, pero también era un aliado en una misión que ahora le parecía casi imposible. La pérdida de un recurso importante en un lugar demasiado peligroso. Los Zimmerman, guardias de la misma maldita fábrica cuyas llaves tenían que localizar, eran capaces de resistir un maldito disparo de escopeta a bocajarro. A Zacharias le dolería confesar que se encontró más fascinado por el hecho de que estos soldados pudieran aguantar un disparo, que temeroso del destino de su excompañero. Sí, Ford estaba acabado, y el Zimmerman, como si nada le hubiera pasado. No le pasaron por alto las sustancias que, por el sonido inconfundible, parecieron inyectársele al soldado, que como una máquina de tren tras recibir su combustible se movía de nuevo como si nada. ¿Anestésicos? ¿Una droga aun más potente? ...¿Peligrosa? ¿Cuáles serían los efectos adversos de una sobredosis? ¿Cuáles serían los efectos en dosis controladas? ¿Les darían a los Zimmerman una prodigiosa capacidad regenerativa? ¿Sus cuerpos serían adictos? ¿Las heridas se abrirían de nuevo si no recibían una dosis constante? ¿Podría él conseguir esos medicamentos y aprovecharse de ellos? Mil y un preguntas se le asomaban a su cabeza, su interés científico, como doctor, se sobreponía al instinto de asesino de que debía, por todos los medios, abandonar el lugar como pudiera.

Pero... ¿cómo iba a hacerlo? El pasillo era estrecho, los Zimmerman estaban trabajando, y el pasaje por el techo del tren estaba ahora comprometido. Miró a Elionor. ¿Cómo sabía esta mujer que había un cadáver en el compartimento de Salomon McNeil, que también era el de Ford? El señor Zero Schrödinger había muerto cuando ÉL había aparecido, y no había más cadáveres alrededor. El asesinato había sido silencioso, aprovechando la distracción de Elionor.

Así que Cómo. Diantres. Sabía. La chica. Que había. Un cadáver. Ahí.

¿Pura suerte, coincidencia, chanza? ¿Un mero farol que le había salido excepcionalmente bien? ¿Una traición premeditada al señor Ford? ¿Una que pronto se extendería también contra él? Era cierto que la belleza de la mujer pelirroja le había fascinado, en otras circunstancias posiblemente no se habría contenido y habría intentado matarla, solo para ver ese rostro sin vida e impedir que la vejez lo marchitase. Tal vez la habría disecado, y expuesto el cadáver por ahi. Pero ahora la temía, y aquello le fascinaba aún más. ¿Quién ganaría? ¿Moriría él, moriría ella? ¿Tal vez eran aliados y no enemigos? ¿Tal vez el traidor era el señor Ford, y no ella? ¿Tal vez todo había sido fruto de un azar diabólico?

Fuera como fuera, él estaba ahí. En el ojo del huracán. Disfrutando del mayor espectáculo que jamás hubo presenciado, y que probablemente jamás presenciaría. Y aquello era, en simples palabras, deliciosamente magnífico.

Lo que sucedió en el vagón me hizo pensar que aquellos Zimmerman eran más fuertes y peligros aun de lo que pensaba, el señor Ford no pudo acabar con él (aunque lo intento con dos disparos) y como consecuencia se encontraba inconsciente en el vagón.

Mi situación era (por lo menos) incomoda, había sido atacado por Elionor y para colmo me habían señalado culpable del sabotaje. No podía huir de aquella situación, lo mejor sería que algunos de los que estuvieron presentes en el vagón de  equipajes pudiera corroborar que yo estaba en mi compartimento, incluso algunos de los que estaban conmigo en el momento del frenazo (si estaban vivos todavía) podrían testificar a mi favor.  

El Zimmerman salió en busca de Solomon mientras el que recibió el disparo se tambaleaba. Dos soldados más entraron en el vagón. -Lleváoslo a la cabeza- ordenó el herido al que parecía costarle respirar. Esos dos entraron y asieron a Ford por las axilas llevándolo inconsciente hacia el primer vagón.

-Señor- dijo el tercero a Solomon y le hizo un gesto para que los siguiera, luego miró al herido -Voy a terminar de recoger. ¿Cierras tú la marcha?- preguntó el soldado que había salido del compartimento de carga al que había recibido el disparo.

Asintió posando la manos sobre la herida y se colocó detrás de Sólomon sin perder detalle.

La comitiva inició el camino hacia la cabeza del tren apartando a los curiosos con órdenes directas sin ningún tipo de modales.

"Más nos vale regresar a nuestros camarotes, señorita Strom." sugirió, mirando directamente hacia el camarote de Atkin Armstrong, preguntándose si sería un enemigo o no. Empezaba a verlos por todas partes. Pero ni siquiera era ello lo que realmente le preocupaba, ni si habían perdido o no un aliado, sino el hecho de que no tenían ni una sola llave todavía, y ese, y solo ese, era el auténtico objetivo de aquel baile de máscaras. No ganaría quien matase a la mayor parte de la competencia, sino el que encontrase, escondiese y salvaguardase las llaves.

Por no hablar, por supuesto, de las otras amenazas del tren. Zimmerman... y otras cosas.