Partida Rol por web

Poco a poco la batalla va calmándose y la adrenalina baja.

El Caballero deja su arma en una mesa, y observa el panorama:

Más allá de las mesas y sillas rotas, varios campesinos han muerto y Luís Blanco, el que parecía un curandero competente, también.

Por favor... ayúdadme a ponerlos en un lugar más digno. Mañana les daremos sepultura critiana como merecen. Esperemos que no sea demasiado tarde para sus almas. -dice mientras los bendice con un gesto. Agarra al primero que encuentra por los pies, y espera a que alguien le ayude.

Nooo!! Un grito, desgarrado, doloroso, sale por la garganta de Elena. La mujer no ha podido evitar que el muerto se llevara más vidas. Ve con impotencia como su hasta ahora compañero de viaje cae muerto delante de ella.

El cuchillo cae de su mano ahora inerte estrellándose contra el suelo. Las lágrimas empiezan a correr por sus mejillas, se las seca con un gesto nervioso, intentando controlarse. Por un momento se queda inmóvil, sin saber como reaccionar, pero al llegarle la voz del caballero pidiendo cooperación, parece salir de su pequeño trance y vuelve su rostro hacia él.

El hombre intenta llevarse a una de las víctimas y Elena finalmente reacciona. Recoge el cuchillo del suelo colocándolo en su cintura y se dirige hacia donde se encuentra. Se coloca al otro lado del cuerpo y se incorpora levantándolo por los hombros. Mira al caballero con el rostro desencajado, asiente con la cabeza indicando con este gesto de que se encuentra preparada para trasladar el cuerpo.

Sale del estado de shock de pánico justo cuando ve a Luis caer, pero llega demasiado tarde para ayudarle."Si hubiera aprendido a luchar podría haberles ayudado y ahora es posible que Luis siguiera vivo. Pero no se me ha ocurrido hacer nada más que esconderme y rezar" Piensa sintiéndose inutil mientras se acerca a los cádáveres que descansan en medio de la taberna derramando algunas lágrimas amargas.

-¿Dónde los movemos?-murmura con la vista baja"Al menos ayudar a darles una sepultura digna es algo que puedo hacer por ellos"piensa tristemente.

Poco a poco vais moviendo los cadáveres hasta un lugar alejado de los muertos vivientes, para evitar toda contaminación con esa escoria maldita.

Es un trabajo lento, pesado y sobretodo desagradable.

Cuando acabais, el posadero os sirve unas jarras de vino caliente, que aunque os devuelven el calor al cuerpo, no os animan el corazón.

Todo el mundo parece estar solemnemente triste en estos momentos.

Rodrigo había permanecido serio, sentado en una mesa cualquiera, en una silla cualquiera, pero no mirando a un muerto cualquiera. Solo miraba el cadaver de Luis, lo siguió con la mirada cuando se lo llevaron, había intentado ayudarle pero había sido en vano.

Tomó la jarra cuando el tabernero se la ofreció y dió un par de desganados sorbos. Miró al suelo durante unos segundos, miró la jarra y se la bebió de un trago.

Siguió en silencio.

Finalmente terminan de apartar los muertos. Elena se deja caer en una de las sillas, su rostro, demacrado intenta esbozar una sonrisa ante la jarra de vino caliente que le tiende el posadero.

La coge y se la lleva con mano temblorosa a sus trémulos labios. La mujer siente deslizarse el líquido cálido por la garganta, calentando algo su estómago. Pero las imágenes de los muertos no consigue sacarlas de su mente.

Si vuelven a atacar no conseguiremos salir con vida. Murmura mas bien para si misma. Mira a los demás con ojos brillantes, algo asustados.

Rodrigo miró a Elena, tenía toda la razón. Se incorporó y dijo en voz alta.

- Tenemos que detener a este nigromante, sea quien sea. Yo voy a salir, y espero que todos me sigais porque, de lo contrario, no haceis más que permanecer en esta ratonera. Si somos suficientes podremos hacer varios grupos para ir avanzando por la niebla hasta encontrar al brujo y sus muertos vivientes... Es nuestra única oportunidad. Podeis elegir salir y luchar, puede que vivais, o puede que murais; pero si elegíis quedaros aquí os aseguro que acabareis pereciendo...

Seguro que todos habeis jugado con dados... Si os quedais aquí... vuestra vida podría resumirse en una tirada: del 1 al 5 moríis, si sacais un 6... repetíis la tirada.

Miró a los presentes, buscando aliados, y prosiguió.

- Yo no soy un guerrero, tan solo soy un humilde comerciante que viaja por las provincias, pero estoy dispuesto a jugarme la vida aunque solo sea por salvarme yo. ¡No me quedaré más tiempo aquí dentro! ¿Quién se une a mi?

Aún no habeis entendido nada, comerciante...

La voz del borracho se alza de repente al oír las palabas de Rodrigo. Parece mucho más clara y serena de lo que ha sido durante toda la noche. Aún así, sus gestos aún siguen teniendo la torpeza de un borracho.

Ahí fuera os enfrentais a una niebla mágica. Una niebla que por lo que han dicho los campesinos, y el Caballero sólo permite que esta casa permanezca viva.

Y eso sin contar que ese brujo parece haber levantado a todos los muertos enterrados en este pueblo y sus cercanías desde antes de la expulsión del Eden.

Seguro que su amiga penitente podría contarle algo más sobre todo esto... - añade mirando a Cristina.

Dicho esto, su mano choca con la jarra e intenta agarrarla rápidamente, pero acaba cayendo encima de la mesa y rompiéndose.

Ups... ¡¡mi jarra!! - con muchas dificultades da la vuelta a la mesa e intenta beber de los restos de la jarra, mientras gotean hacia el suelo- No she puede deshperdiciar eshte vino... esh muy bueno...

Y cae inconsciente mientras aún le siguen cayendo gotas del vino caliente en su boca abierta.

-¿Que podemos hacer ahora?-les dice al grupo aun triste por la repentina muerte de Luis -Si nos quedamos aquí no duraremos mucho y si salimos lo más probable es que quedemos dormidos por culpa de la niebla, y si un milagro impide que el efecto somnífero que vi antes en la niebla nos afecte, ahí fuera debe de haber docenas de zombies.

Pues reza, es lo mejor que sabes hacer, ¿no? Quizás la salida de Elena ha estado fuera de lugar, pero la mujer mira a Cristina esperando a que replique. Aunque antes de darle tiempo, se levanta y se dirige hacia donde se encuentra el borracho. Le coge por los hombros intentando apartarlo de la mesa, pero pesa bastante y Elena enseguida se da cuenta de que no puede. Cae de rodillas junto al cuerpo y unas lágrimas gordas empiezan a rodar por sus mejillas...

Vamos a morir todos... La mujer parece estar derrumbándose por momentos. Con la cabeza bajada, el cabello se le desliza hacia adelante tapándole el rostro, y una serie de sollozos sacuden su cuerpo...

Parecía que la proposición de Rodrigo no había hecho especial mella, así que decidió jugar una carta... Se dirigió al caballero.

- Buen hombre, ¿qué piensas de esta situación? Seguro que conoces alguna estrategia para salir de esta...

No llores muchacha... el infierno no puede estar tan mal... Al fin y al cabo, todos los juerguistas van allí. Noches de fiesta desmadrada para toda la eternidad... Visto así, ¿No parece mejor?

¿¿Noches de juerga?? ¡¡¡¡HEREJÍA!!!!

¡¡El Infierno no es un lugar de placeres pecaminosos!! ¡¡Es dónde las almas de los pecadores van al morir!! ¡¡¡Y por pecadores, deberán sufrir por toda la ETERNIDAD!!!

Lo sé, abuelo, lo sé... pero quería animar a la pobre muchacha...

Hunde la cabeza entre sus manos.

Lo veo cada noche, y cada día... Intento no fijarme, no pensar en eso, pero a la que me despisto, ya está ahí otra vez... imágenes de agonía y terror. Y sé que eso no es lo que me espera a mi. Lo mío será peor...

Levanta la cabeza e intenta levantar la jarra para beber un trago, pero está vacía y la lanza contra un rincón, haciéndola pedazos.

¡¡Ni el alcohol me sirve ya, para olvidar!!

Y empieza a sollozar, acurrucándose en Elena.

Se limita a bajar la mirada tras las palabras de Elena. Ella no podía haber ayudado mu mucho en la pelea, pero aun así se sentía culpable.

Cuando una jarra choca contra la pared la sobresalta. Se acerca al borracho que llora desconsoladamente en el suelo y le pone una mano en el hombro.

-Tranquilízate-le dice tratando de calmarlo-Seguro que no fue tan malo lo que hiciste.

Elena parece tranquilizarse un poco. Levanta el rostro y sonríe entre las lágrimas al borracho. Pero las cosas parecen torcerse nuevamente. El hombre empieza esta vez a sollozar acurrucándose junto a la mujer.

 Elena acaricia el cabello del muchacho mientras que con voz suave intenta ser ahora ella la que le tranquiliza a él.

Tranquilo, como dice ella no será tan malo lo que hiciste... Dice haciendo referencia al comentario de Cristina. Pero si sabes algo más, sería bueno que nos lo dijeras. Si nos mantenemos todos unidos, quizás podamos salir de ésta. La mujer, sorprendentemente, había pasado de casi un estado de histeria a intentar levantar los ánimos.

Sin moverse de dónde está, acurrucado encima de Elena vuelve a hablar.

Salvarse de esta... ¡ja! como si a mi me sirviera de mucho... Yo ya tengo la condena al infierno garantizada...

Se levanta medio mareado, quedándose sentado en el banco, pensativo, pálido, con los ojos rojos de llorar.

No, no os voy a dejar que acabeis como yo. Haced caso al Pelegrino. Rezad mucho y no busqueis la salvación en otros libros que no sean la Sagrada Biblia. Yo, por buscar en libros equivocados me condené. Por buscar respuestas más allá de lo que debería saber un hombre, me condené. Y cuando encontré las respuestas, me impusieron mi merecido castigo.

Haced caso al Pelegrino, y olvidaos del resto de libros.

Elena no termina de entender a qué se refiere el hombre. Arruga la nariz al sentir su aliento alcoholizado, pero viendo el desánimo que siente, prefiere no decir nada.

¿A qué libro te refieres? Le pregunta de forma directa, está cansada de tanto misterio... Mira, no sé si de lo que hablas tiene algo que ver con lo de allí fuera. Dice señalando con la mano hacia la puerta. Pero si tuviese algo que ver, deberías decir lo que sabes... Y te aseguro que ahogandote en esa mierda no solucionarás nada...

La voz de la mujer ha ido subiendo de tono. Se interrumpe al darse cuenta que lo último lo ha dicho casi a gritos, y cruzándose de brazos espera una respuesta por parte del borracho.

Después de estas palabras, el silencio cae en la posada, solo roto por los gritos de Elena.

Cuando acaba el Viejo murmura, los campesinos se santiguan y rezan en silencio.

El Caballero mira muy seriamente al borracho aunque su rostro, no demsiado expresivo, deja dudas sobre si debería matarle por piedad, o interrogarle más a fondo.

El Posadero le mira con preocupación. Y no parece haberle hecho mucho caso a la jarra rota.

Y el Pelegrino, erguido de orgullo, se levanta y suavemente pone la mano en la cabeza del borracho, mientras habla con mucha más seriedad que de costumbre.

Si lo que has dicho lo has dicho de corazón, Diós Todopoderoso te perdonará.

Y de repente se empieza a oir un murmullo. Viene de fuera de la posada. Va alzandose poco a poco, parece una letanía, pero no conseguís entender sus palabras.