Partida Rol por web

Quedan dos vivos abajo de los que dispararon a los hermanos. Jareb y Judas han muerto peleando dentro, no iban hacia fuera así que rectifiqué mi post.

Ahora están sus cuerpos dentro junto con sus armas y un montón de Iphones que robaron. Los otros dos hombres que quedan están arriba y heridos. La puerta está cerrada, tienes que abrirla y lanzar el cocktail molotov dentro. Puedes hacerlo únicamente a los que están abajo y será difícil acertarles. 

Debía estar soñando, sí, seguro era eso; el frío y la lluvia apretaba mis huesos; estaba cansada de rodar y rodar por las calles. Allá adentro había luz y parecía más cálido. Y tanto que repartían fuego a mansalva...

Intenté colarme empujar la puerta y entrar, con el cóctel en la mano aún si encender, pero ni siquiera conseguí forzar la puerta. Lo único que conseguí —«Puta loca, y puta suerte.»— fue llamar la atención de los que estaban dentro. Y de todo el plomo que llevaban encima...

«Mierda...»

Tiras un cocktail molotov que prende lejos de dónde querías impactar. Comienza a arder una pequeña parte del suelo. Los hombres se dan cuenta y disparan contra tí.- Joder, puta loca.- Dice uno de los dos hombres que estaban abajo.- La vamos a reventar.- Y acto seguido comienzan a disparar a través del cristal para intentar acertar a la mujer. Una de las muchas balas que atraviesan el cristal te da en el brazo derecho. Trozos de cristales te caen encima sin hacerte daño, el cristal de la puerta de entrada está totalmente roto, por lo que hay que tener cuidado en caso de entrar o salir. 

Te das cuenta de que la herida de la pierna ya ha dejado de sangrar y te molesta menos.

—Ahhggg... Tu puta madre, cabrón—grité

Ahora el hombro, pero cómo dolía. «Puta mierda.» Al menos conseguí mantenerlos a cierta distancia, con las mierdas de cóctel reventando a pocos metros de la puerta dónde me encontraba. Puto incencio se estaba armando... Y como dolía el hombro.

Encendí otra más. Necesitaba que se acercaran, claro, como si fueran a hacerlo con una loca arrojando bombas incendiarias. Apenas asomé el brazo y, sin mirar, la arrojé. Rechiné entre dientes cuando descubrí que la segunda molotov reventaba unos pocos metros más allá.

«Si al menos la última...»

Finalmente, aproveché el revuelo provocado por el fuego y me parapeté contra la pared tratando de no ofrecer blanco alguno y de que no me vieran. Encendí la última molotov y me preparé para arrojarla cuando se acercaran un poco más. Y esperé, al tiempo que usaba uno de los espejos para espiar a los muy hijos de puta y decidir el momento exacto para arrojar el cóctel. Era el último y no podía desprediciarlo.

«San La Muerte, no me dejes ahora.»

El molotov como de costumbre no da en el blanco. Alicia se intenta poner a cubierto para no recibir los disparos que intuye que va a recibir. Y efectivamente, aunque cegados por el humo del fuego que comienza a ser molestos los hombres disparan a lo que parece ser su sombra por fuera del edificio. Las balas atraviesan nuevos cristales, pero no logran dar a la mujer. Los hombres quedan atrapados dentro del edificio, ya que las llamas se están extendiendo.

Una voz suena por los altavoces.- Utilización de armas no permitidas en el centro comercial Saint Peter, será procesado.- Unas alarmas suenan, y vuelve a repetirse la transmisión una y otra vez.

No entendía qué mierda estaba ocurriendo. Enmascarados matando gente, machetazos, tiros,alarmas y altavoces. Pero algo tenia claro: tenía que huir de allí y lo más discretamente posible. Así que me deshice de la ultima molotov y aproveché el revuelo para huir, machete en mano, como alma que la lleva el diablo...

El humo aumenta y sin hacer contacto con el enemigo Alicia tira para deshacerse de él el último molotov. Ya no hay disparos. Sin embargo Alicia ve dos furgones negros de la guardia a toda pastilla hacia el centro comercial. Están aún lejos pero no tardarán en llegar a su posición.

«Mierda, los azules... ¿Estos también juegan a La Purga»
Ni modo. Me habían visto, ¿y ahora qué? ¿Esconderme? ¿Hacerme la loca? ¿De qué serviría? Ni puta idea, pero lo intentaría...
-¡Charito, Adrián! ¿Dónde están? -grité. -¡Cúbranse donde quieran que estén! ¡Están disparando y premdiendo fuego el centro comercial!
¿Sabría alguno español? ¿Se tragarían el hueso o no? Mientras tanto seguí corriendo y mirando para todos lados, como si buscara a alguien y no tuviera ni puta idea de qué mierda ocurria.. Cosa que no estaba muy lejos de la realidad...

Los dos furgones llegan cerca de donde está Alicia. Sale un hombre con un megáfono por la ventanilla para hablar, pero no entiendes nada de lo que dice, ya que no hablas inglés. 

Corres en dirección opuesta a las furgonetas para que no te pillen. Las furgonetas se ponen en marcha y comienzan a correr hacia ti. Si no haces algo pronto te alcanzarán, y no creo que para abrazarte.

El inglés era un maldito escollo para mí, pero el hecho de que todo el mundo tuviera algo que decir a los tiros, por un megáfono o como mierda fuera lo hacía más difícil aún. Desde mi posición poco podía observar, más todavía corriendo a lo loco y gritando sandeces varias que los azules no entendieron o no se tragaron, pero aún tenía nariz —si a los “Gatillo Fácil” no se les antojaba volármela, claro— y podía oler… . «Estás jodida, Alicia…» Eso era lo que podía oler. Estaba jodida, muy jodida, con dos furgonetas rodando tras mis pasos, pero no podía darme por vencida. No ahora, no allí. La puta ciudad se había transformando en una verdadera jodienda descremallerada y yo seguía sin entender una puta cosa, pero sabía algo: tenía que rajar de allí, como fuera.

La cabeza amenazaba con estallarme. ¿Quién podía comprender algo de todo aquel jaleo? Allí había más ruido y movimiento que en una feria y una velada promesa de tiros a mansalva taladrándome el cráneo. Quizá con unos años viviendo en esta puta ciudad te acostumbrabas a… esto. ¿Pero qué carajo era todo esto? Ni la más puta idea.

«Mierda, necesito un cigarrillo» pensé mientras corría en busca de un buen sitio donde refugiarme. Derecha, izquierda, zigzagueando de acera en acera, buscando el punto exacto donde pegarle el esquinazo a los malditos azules que querían darme caza. Me perdí en un recodo y pronto me encontré en un sucio callejón atestado por dos enormes trastos de basura, más basura desparramada, mucho olor a orín, un perro sarnoso durmiendo entre cartones  y un gato trasnochado que se lamía la entrepierna, ajeno a todo aquel puto lío. Presta, miré en derredor: dos escaleras de incendios en los laterales de los edificios contiguos y una puerta entreabierta al fondo, a todas luces recientemente forzada por algún otro desesperado que escapaba de toda esa locura o por otro loco en busca de su presa. Ni puta idea. Al menos el sitio obligaría a los putos azules a dividirse si pretendían encontrarme allí. ¿Escalera de la derecha, la de la izquierda o traspasar el umbral de lo que hubiera tras aquella puerta? Mierda. Fue entonces cuando, bajo una pila de restos de mejor-no-preguntes-qué asomaba una derruida alcantarilla y tuve la meridiana idea de meterme en ella. Sí, estaba muy desesperada para meterme en aquella infecta boca de lobo, pero estaba segura de que los polis iban a dividirse entre las escaleras y la puerta y que ni siquiera verían la alcantarilla en el apuro por atraparme. Rápida, tiré del borde roto de la misma y abrí un hueco para meterme dentro. Estaba oscuro allá abajo, pero podía entrever la escalera de hierro que llevaba hacia abajo.

«Pero qué mierda…»

El ruido de las furgonetas se aproximaba peligrosamente. No lo dudé, no tenía tiempo tampoco, me metí dentro y cerré la tapa tras de mí, rogando que no me hubieran visto…

«Agarrate fuerte que habrá curvas. Próxima parada: el infierno»

Pero como decía la canción, tal vez… “El infierno está encantador esta noche…”

Escuchas un ruido retumbante encima tuya, parece que los polis han seguido de largo en sus furgones. Escuchabas el sonido del agua y de las ratas ahí abajo. No se veía nada. Parecía un sitio tranquilo las alcantarillas. Más mojada no estarías ahí dentro, por mucha agua que tragases. De repente el sonido se aleja y vuelve el soniquete de la lluvia sonando sobre la tapa de la alcantarilla. Todo parece tranquilo.

«Mierda, ¿y ahora qué?»

Había gastado buena parte de mis energías huyendo de los azules y tenía el pecho hecho un bombo. Ni puta idea de cuánto tiempo pasó,no llevaba reloj conmigo, nunca me había interesado la hora: eso era para tipos de traje y corbata, laburantes de marcar tarjeta o madres organizadas con cinco críos a cuestas y muchos horarios qué respetar. Y yo no era ninguna de esas cosas... Lo cierto es que pasó un buen rato hasta que reaccioné y creo que fue porque se me estaban agarrotando los dedos de tanto rato que llevaba colgada de la fría escalera. Los latidos de mi pecho se habían apaciguado y ya no me pitaban los oídos.

Busqué con el pie el borde de la escalera y me senté, encendí el Zippo para prenderme un cigarrillo y, de paso, mirar qué mierda había por ahí, si acaso había algo más que agua, basura y ratas. Saqué uno de los espejos que le había arrancado al cohe aquel y estuve un buen rato moviendo el espejo y el Zippo aquí y allá, para ver qué carajo había allí exactamente,iluminando con el reflejo del espejo cada rincón. Cuatro o cinco caladas después aún no había decidido qué hacer. Salía al exterior, me quedaba allí mismo esperando que esta locura acabara (si acaso acababa alguna vez) o que algún cabrón apretara el bendito botón rojo y ¡capum! a la mierda con todo. También podía meterme a chapotear en los túneles de la alcantarilla, pero... Llovía demasiado y no tenía ni puta idea que tan bien funcionaba el drenaje en ese lugar. Si fuera esta lluvia en Buenos Aires, ya estaría trepando escaleras arriba porque habrían colapsado los desagües y estaría ahogándome en una ciudad completamente anegada como una improvisada Venecia.

«Llueven dos gotas y nos ahogamos» decían los porteños.

Por si las moscas, me colgué del último tramo de la escalera, me incliné y extendí el brazo hacia abajo, machete en mano, en un intento de averiguar cuánta agua había allí...

Miras un poco por abajo. Parece estar todo tranquilo, no escuchas nada. Inspeccionas visualmente la zona, está muy oscuro... no alcanzas a ver mucho pero no ves nada a parte de alguna rata correteando. El agua está estancada y estimas que te llegue aproximadamente a las rodillas o un poco menos. La herida del brazo parece que se te ha cerrado, ya no sangra. No era muy profunda. Huele muy mal, a agua estancada.

Pasó el tiempo, me revisé las herdidas y fumé un par de cigarrillos más. Pero no podía quedarme todo la maldita noche allí, ¿o sí? Como fuera, tenía que tomar una decisión. Estaba tentada de recorrer el desagüe hasta la próxima salida, pero por otro lado quería salir al aire libre. Aquel lugar apestaba... Aunque, pensándolo bien, arriba apestaba más.

Antes de tomar cualquier decisión me asomé discretamente para ver si había azules o algún otro loco en las inmediaciones. Luego, si no había peligro, saldría. En todo caso, siempre podía regresar al puto agujero a esconderme como una rata de alcantarilla, ¿no?

Primero me ayudé con el espejo para espiar los alrededores; luego, corrí la tapa y asomé el hocico; recién entonces me animé a sacar mis huesos de aquel infecto agujero. Tal vez para meterme en otro peor, pero así era la vida: una puñalada trapera.

Todo vuelve relativamente a la calma y no parece haber más gente por los alrededores. Se escuchan gritos lejanos, en el centro comercial, pero mejor no curiosear en ese infierno.