Partida Rol por web

Sois arrojados sobre las frías losas de una especie de bodega, acondicionada como celda, situada en el sótano del mismo, sin que se os den explicaciones y sin que os traten con miramientos.

La única fuente de luz es una estrecha ventana, que da al parecer a un patio interior.

-Bien compañeros, no se por que me da la impresion de que este hombre se dedica a hacer el mismo truco con todos los viajeros. Habeis escuchado a los soldados que hablaban entre ellos, "cansados de hacer siempre lo mismo", es lo que escuché yo. Si fuera algún tipo de autoridad nos hubiese dado explicaciones. Creo que nos sería conveniente salir de aquí cuanto antes, ¿qué opináis vosotros?

Acto seguido me pongo a inspeccionar la "celda", buscando piedras sueltas materiales que pueda haber para imporvisar una palanca o similar y examino también la cerradura

- No será la primera vez que un comendador malaje encierra a los viajeros para culparles de crimenes, y luego les pida dinero para dejarles libres. O les haga ahorcar y se quede lo suyo. Qué mala gente por Dios...- el hasta ahora silencioso Alonso chasquea la lengua.- Pero como que soy de Lugo que a este gallego no le colgarán como a un jamón, no señor.

Alonso está realmente indignado. ¡Por una vez que no hace nada en un pueblo, van y lo detienen! Además, él está libre de pecado, por algo comulga y se confiesa tras cada una de sus "hazañas".

Se pone a inspeccionar puertas y ventanas si las hay. Mientras le reza a Santiago Apóstol que le salve de ésta. Santiago, si me salvas, te juro que voy a Compostela y dejo la mala vida. Tiene mucha fe en el Santo: hasta ahora se ha tragado todas sus promesas.

Mientras mira algo boquiabierto el buen hacer de Alonso y Roderigo en la improvisada celda (hombres de recursos estos) Juan reflexiona sobre su prendimiento:

- Pueden ser hombres corruptos los que nos han apresado, sí, que quieran robarnos o echarnos la culpa de crímenes propios, pero tal vez la explicación sea otra... El cabecilla que nos prendió mencionó algo sobre profanaciones y desenterramientos, además de sobre los robos. Imaginad que los verdaderos criminales además de reincidentes son hábiles, y se escapan continuamente de la acción de la justicia que tan presta nos ha apresado hoy a nosotros, como oportunas cabezas de turco (dicho sea esto sin ofensa intencionada, mi amigo Malik). ¿No podrían estar hablando de eso los soldados? ¿Qué están hartos de encerrar a los hombres equivocados, mientras los verdaderos culpables siguen libres? En tal caso, supongo que aun tendríamos alguna esperanza...

-Tu apreciadión es bastante alagueña para nuestro futuro, Juan. De todas maneras, la suerte no nos ha acompañado mucho últimamente así que por prudencia la descartaria como compañera y me prepararía para lo peor. En caso de que llegue el momento -baja el tono hasta casi susurrar-, y espero que no, usad vuestra capa o alguna prenda tirandola hacia vuestro atacante como distracción, darle un un buen puño en la nuez al agresor y poned pies en polvorosa...recordad el consejo, nunca viene mal, aunque recemos cada uno a nuestro dios por no tener que llegar a tal situación.

Sigo inspeccionando la celda tirando de cualquier cosa que vea algo suelta o factible de ser arrancada. Una pieza de madera, un barrote, una piedra suelta (una piedra puede servir como arma arrojadiza y si se consigue algun tipo de estaca rompiendo un barrote o un tablón de algo que esté por la celda, podría improvisarse un arma, por si las moscas)

Oís un ruido al otro lado de la puerta, parece como si alguien arrastrase los pies por un corredor, alguien se acerca.

Comienzan a hablaros desde el otro lado de la puerta:

Eh vosotros dice susurrando sé que no habéis sido vosotros. Siempre hacen lo mismo. Escuchad, ahora en un rato pasaré de nuevo a ver. Podéis confiar en mí, soy amigo.

Malik, que había permanecido sentado, se levantó al oir la voz. ¿Qué significaba aquello de que "siempre hacían lo mismo"?¿Quienes eran aquellos maleantes que los habían encerrado?

En esos momentos, se oyó un aleteo. Malik se giró hacia la ventana para ver a su cuervo, que lo había seguido desde la posada. Con cierta alegría, levantó la mano para que Rasiq volara hasta su antebrazo. Mientras le acariciaba la cabeza, volvió su atención a la puerta de nuevo.

- ¿Quién sois? ¿Qué sabéis de esa gente que nos acusa sin pruebas?

Los pasos se alejan sin contestar ninguna pregunta. Quienquiera que haya dicho eso, ahora ya no está.

- ¡Os lo dije! No es la primera vez que esto ocurre, de eso hablaban los soldados. Lo que ahora me pregunto es que ocurrió en anteriores ocasiones con los desdichados que se encontraban en nuestro lugar: ¿fueron liberados?, ¿encarcelados?, ¿algo peor? De todas formas, parece que tenemos un aliado fuera de estas puertas, esperemos pues a su regreso.

Mientras pronunciaba estas palabras, una pregunta adicional se formaba en la mente de Juan... ¿podría su nuevo amigo hacer algo para liberarles?

Trato de encaramarme a la ventana para ver qué hay fuera y situarme un poco.

Al cabo de una hora aproximadamente se escuchan unos pasos acercándose a vuestra celda.

Oís un ruido de llaves y como se introduce una llave en la cerradura, gira y se abre la puerta.

Véis a un hombre con la cara medio podrida y que parece no estar en su mejor momento. Sin duda se trata de un hombre algo enfermo.

A pesar de su aspecto, el hombre os sonrie mostrando una dentadura a la que la faltan varias piezas.

Hablando en voz muy baja.

Hola soy yo quien os ha hablado antes.

Mi nombre es Iñigo y como os decía estoy de vuestro lado.

Veréis no sé muy bien como deciros esto, pero sí. Es lo que estáis pensando. Habéis sido víctimas de un complot. Y no es la primera vez que lo llevan a cabo.

Cada cierto tiempo hacen lo mismo con un grupo de forasteros, el Merino de la ciudad y maese Pedro son viejos amigos, y llevan a medias un lucrativo negocio: cada cierto tiempo, la guardia de la ciudad, por orden del Merino, hace detener a varios forasteros de los que se hospedan en "El Cuervo Borracho".

Maese Pedro los acusa formalmente de robo, y el Merino los condena siempre a unas semanas en el cepo y a la expulsión de la ciudad.

Las posesiones de los forasteros son repartidas entre ambos amigos.

Los forasteros nunca han vuelto a pedir justicia y me da en la nariz de que son asesinados por los del merino en algún lugar a las afueras de Lorca.

El hombre hace una pausa para observar vuestra reacción.

-Bueno Iñigo, primero: muchas gracias, y segundo: salgamos de aquí cuanto antes, ya hablaremos con calma del tema fuera de esta celda. Por cierto, sabes donde están nuestras pertenencias, sería de gran ayuda recuperarlas...

- Lo que decía: ¡unos canallas!- Alonso está indignadísimo. ¡Tratar un ladrón experot como él como si fuera un mulero patán!- ¿Y vos porque nos ayudáis? No es que no os lo agradezca, claro.

- Gracias, amigo, gracias, ¡quedamos en deuda perpetua contigo y los tuyos! (al resto del grupo) Estoy con Roderigo, tenemos que salir de este pueblo rápidamente, si esos bandidos nos encuentran, somos hombres muertos

Estoy harto de esta situación. Pero yo soy más listo!

Lanza una carcajada.

Veréis, he reunido sufientes pruebas para demostrar la culpabilidad de ambos. Si quisiéseis ayudar, yo os facilitaría los medios para huir. Tendríais que poneros en contacto con el nuevo corregidor.

Es un hombre justo y es el único que tiene el poder para arrestar a esos dos. El problema es que no puede hacerlo sin pruebas, se siente vigilado y no se atreve a hacerlo por sí mismo. Por eso os necesito.

El corregidor está ahora mismo durmiendo en un palacio aquí al lado. Os dejaré abiertas las puertas de la celda, al fondo del pasillo hay dos puertas:

Una es la del almacén, donde están vuestras pertenencias y la otra es la de la salida. Si decidís ayudarme os dejaré ambas abiertas. Sólo tenéis que escapar e ir al edificio municipal que está en esta misma calle y avisar al corregidor.

AH! y si alguno acepta y tiene la tentación de salir corriendo no se lo recomiendo. Su cabeza será tasada y será perseguido por toda Castilla.

Esas son las condiciones, o perdéis todo y morís a las afueras del pueblo o escapáis y me ayudáis. Vosotros elegís.

-Contad conmigo -que otra cosa puedo hacer-. Salimos ya?

Tanto altruismo no podía ser cierto, aunque los fines de nuestro "contrato" son bastante nobles

Malik no podía creer lo que oía, menuda panda de bellacos tenían por alguaciles los cristianos. Y el trato que les ofrecía Íñigo no tenía más que una respuesta, claro.

- Está bien, señor, os ayudaremos, aunque no me gusta que sea la segunda vez en un día que me manipulan.- dijo con fastidio.

A Juan la empresa no le gustaba en absoluto. Como a Malik, le parecía que de nuevo les manipulaban. Pero puesto que la alternativa era pudrirse en la celda, aceptó.

- Muy bien, Íñigo, estamos en tus manos. Pero sabed que no me gusta que me tomen el pelo. Y no entiendo porque el corregidor no puede venir el mismo, sino que hace a otros actuar en su nombre. ¿Vendrás con nosotros a verle?