Partida Rol por web

Tengo miedo y dudo, la última vez que intenté curarle que un desastre, mi diosa se negaba a ello. Recé, pedí por ella y le expliqué a mi Señora lo valerosa que era mi compañera, lo necesaria de su presencia para poder entregar el cofre. Quería que saliera de aquel trance donde estaba sumida. Yo sabía que Avesta me escuchaba, pero no iba a ponérmelo fácil, a veces todo tenía un precio....

Athena

Tus manos sanadoras consiguen que la consciencia vuelva a los ojos de Quyen

Has rezado a tus Dioses Valkiria, y parece que te han escuchado, al menos por esta vez...

Pero...

¿Recuerdas lo que hablamos cuando miraste fijamente a los ojos de El Amo?

¿Recuerdas lo que te mostró?

Hasta ahora has estado intentando evitarlo.
Has intentado ignorarlo y hacer como si no pasara nada pero... está ahí.

Sé que puedes sentirlo.

Sólo es cuestión de tiempo...

Cuando recupero la consciencia aún tengo la visión de Athena luchando con una habilidad sobrehumana contra la bestia mitológica. Y ahora estoy en sus brazos, ella con su don me ha sacado de la oscuridad y tal vez de la muerte. Me duele todo el cuerpo como nunca lo había hecho y al mismo tiempo, al recibir los cuidados de la valkiria, siento que nada malo puede pasarme.

Sentada en el suelo, aplico ungüento cuidadosamente en la herida de la pierna. Duele mucho pero no es ni la mitad de lo que dolerá después. El truco es tratarla rápido. 

A pesar de mis dientes apretados, se me escapa un quejido. 

Dirijo una furibunda mirada al recién llegado. 

-¿Dónde tu pueblo? Apestar brujería plukanka aquí. 

Me siento estúpida, no dejo de pensar en Avesta cuando realmente ella solo sea un producto que elabora la mente humana para tener algo místico en lo que creer, pero a Él le he visto, es tangible, tan cierto como que Quyen está inconsciente y aunque lo intente ignorar, sólo él puede traerla de vuelta. Sí lo recuerdo, ¿cómo olvidarlo?

- Quyen, amiga mía... - le digo con profundo cariño, me siento aliviada de su regreso -... El...Am.... - suspiro, aún no estoy preparada para decirlo -... Me alegro de que estés con nosotros..., un poco más y no lo cuentas... - estaba muy débil, iba a cuidarla, todos lo harían.

- Rakos, los malentendidos en familia no se deberían solucionar en la selva, si no al lado de tu familia.... - le aconsejo -...¿qué te ha pasado para que te alejes de ellos?....

Ese zarpazo fue directo a mi pecho, esa bestia actúa de forma automática al borde de la muerte, gracias a la armadura no estoy partido por la mitad como una manzana, por mi suerte no fue así, pero ya no tengo armadura. Mi Diosa me cuida, me trata con dulzura y amor, gracias a ello me recupero más rápido... Gracias mi amada... eres el rayo de luz que me alimenta y salva en la oscuridad... Sonrío de nuevo me levanto y es cuando percibo las palabras de aquel extraño hombre de la selva. Lo veo asombrado y curioso a la vez, pero muy educado para recibir a unos extraños. Hola Rakos, mi nombre es Kurdran, pertenezco a un linaje muy antiguo, los herreros legendarios!!!... Digo levantando mi amuleto mientras lo beso. Hay quien dice que somos semidioses, otros dicen que nunca morimos... Nunca nadie nos conoce de verdad.... Era la primera vez que hablaba tan sincero de mi desde que partimos, no es algo que me guste... Rakos necesitas ayuda?? 

Por otro lado ver a Athena como cuida del resto hace que mas me enamore de ella, Quyen está bastante mal y su afán de ayudar es impresionante... Pobre Quyen casi muere a manos de esa bestia... 

—Mi pueblo está cerca —responde a Jamn—. Vivimos en la Casa de Asgorath. Es un lugar seguro dónde nuestra gente vive tranquila, protegida de los peligros de la jungla.

Luego se gira hacia la Valkiria: —A veces me interno en soledad en la selva. Me ayuda a pensar. ¡Pero quizá tengas razón!. ¡Creo que ya debería volver!. A fin de cuentas son riñas típicas entre hermanos...

A la pregunta del herrero no responde. Quiza que no necesite ayuda o, simplemente, el príncipe sea demasiado orgulloso para pedirla.

El silencio de Rakos parece ser un gran si, con lo que me replanteo que nos desviemos para ayudarlo, tal vez podamos comer,descansar y recuperarnos un poco de todo esto para poder proseguir con nuestro viaje. Me dirijo al grupo para proponerlo.. Y bien? Acompañamos a Rakos a la Casa de Asgorath y le ayudamos con su propósito? Está claro que necesita ayuda? Podemos coger la carne de la bestia y hacernos un pequeño festín y comer algo antes de partir para ese lugar... Te parece bien mi amada que ayudemos a Rakos?? Miro y sonrío a mi Diosa con cara de amabilidad porque se que ella le gusta ayudar mucho a los demás de forma desinteresada, es una cualidad que me gusta mucho de ella. 

Cojo unos palos, unas lianas por ahí a mano para hacerle unas muletas rudimentarias a Quyen para que pueda andar sin ningún tipo de esfuerzo. 

—¿Daros un festín con esa bestia dices? —increpa al herrero. —¡Habéis matado al Azote de Asgorath!. Venid a mi casa y sabréis lo que es un auténtico festín... ¡Seréis tratados como héroes!.

Asiento a Kurdran, sus ideas de ayudar a los demás me parecen propias de un héroe, y yo tengo claro de que lo es -...Es buena idea ir a su casa y ayudarle, propio de un herrero legendario... - mi voz denotaba orgullo, marcando con claridad de que su propuesta no solo era acertada, si no también digna.

- Os agradecemos la hospitalidad... - le digo a Rakos, comer decentemente era algo que no había que subestimar, quizás incluso pudieran darnos raciones para el viaje -...¿Qué os disgustó de vuestro hermano?.... ¿Algún conflicto por las tierras? ¿O quizás porque teníais puntos de vista en alguna situación.

Estoy al lado de Quyen y escucho un golpe al romperse algo -... Oh Kurdran tu martillo..., quizás este buen hombre pueda conseguirte otro... - comenta Athera mirando a Rakos, sería un bonito detalle por su parte.

Asiento con la cabeza. La idea de descansar bajo techo y sin tener que preocuparnos por los peligros de la selva me parece el paraíso. Tal vez haya un río próximo a la casa de Rakos donde poder tomar un baño.

El ungüento atenúa el dolor pero tengo que hacer un gran esfuerzo para mantener la compostura. 

Puedo caminar aunque es difícil disimular la cojera.

Escuchar esas palabras en Rakos me hace pensar en que mejor no tocar esa carne de la bestia, pero no me voy a ir sin una pieza de recuerdo. Le saco un colmillo gigante de su boca y con un hilo que guardaba en un bolsillo enano secreto del pantalón especialmente para una ocasión así, lo amarro y me lo cuelgo junto a mi medallón...Ya estoy listo para seguir.  

Maldición!! Mi martillo!!... Muy oportuno perder mi herramienta de trabajo pero es lo que tiene el uso, ya estaba desgastado por el trabajo que lleva, no pasa nada seguro consigo otro en el poblado. Quyen te ayudo en el viaje ven.. Le cojo el brazo y se lo paso por detrás de mi espalda pasando por los hombros a modo de apoyo para que pueda proseguir. Rakos estaremos encantados por ese festín como además de ayudaros, llevamos leguas sin comer como nos merecemos y así también, si no es mucha molestia como dice mi amada Athena, podrás conseguir un nuevo martillo? Cuando escucho a Athena preguntar por sus problemas no puedo evitar entrometerme... Eso, eso, porqué no nos cuenta de camino a su casa toda la historia..? 

—¡Kurdran!. ¿Acaso siempre te conformas con poco?. ¡Piensa a lo grande! —dice con emoción. —¡Para que un colmillo cuando podemos cortarle la cabeza a la bestia y llevarla a mi pueblo a modo de trofeo!.

Prrrrrr pbbrrrr.... Siiiiiii

Cotar cortar Cortarrrrr cabeza ....Prrrrrrrbbrrrr

El pajarraco aparece de la nada.
Vuela desde ninguna parte para aterrizar directamente en la seguridad de su lugar favorito:

El hombro de Quyen.

Rakos insiste en cortar la cabeza de la enorme pantera y llevarla como trofeo. Espera que lo hagáis antes de llevaros a su pueblo; La Casa de Asgorath. Está convencido de que una hazaña semejante ha de ser demostrada. Nadie en su sano juicio creería que un hombre ha sido capaz de acabar con el Azotador, al menos no sin una prueba fidedigna.

El príncipe lidera vuestro grupo a través de la jungla, hacia el norte. Es un hombre hablador y, a pesar de la barrera del idioma,  se comunica con vosotros bastante bien: es el tipo del hombre que ama escuchar el sonido de su propia voz.

—No os preocupéis por mi hermano. En el fondo nos apreciamos —suspira con un deje de melancolía. —Ya sabéis, entre nobles es normal que hayan desacuerdos por esto o por lo otro. La verdad es que es triste la certeza de que los hombres mientras más tenemos más queremos...

Marcháis hasta el atardecer, siempre siguiendo el curso de un caudaloso río que debe nacer en lo alto de las Montañas de Hierro. De repente el la jungla termina y descubrís que habéis llegado al final del valle. Frente a vosotros se alza una vista impresionante: horadada en la misma roca de la montaña, hay una gran puerta tallada que conduce directamente al corazón de la montaña. Dos estatuas enormes, demasiado castigadas por el paso del tiempo para ser reconocibles, flanquean el pétreo portal.

—¡Mirad! —Dice Rakos señalando el lugar. —La Casa de Asgorath, hogar de sus Hijos.

Decidme

¿Quién de vosotros lleva la cabeza del Azotador de Asgorath?

¿O es posible que ninguno?. Si es así hacédmelo saber también.