Partida Rol por web

- Espera a mi ataque. Coge el arma del que derribe y no te apartes de mí. Me cago en sus mil padres que más de uno no va a ver nacer el Sol.

Iluubra vio dos sombras atrás, en lugar de una, detrás de ellos, en el camino que habían dejado. Seguían las dos delante y la voz y las risas a un lado, sin imagen, en la amplia oscuridad de un callejón que tornaba la voz oída en cavernosa.

De la sombra del otro lado salió otra figura, silenciosa, preparada para actuar mientras los otros llamaban la atención. El de Nyrr se volvió primero, pero ya era tarde para anticiparse. Levantó los harapos de su capa y atrajo con ello la atención del agresor, al mostrar el brillo de la espada.

El otro llevaba dos cuchillos, y el tiempo se detuvo. A los lados los demás también se movieron...hacia ellos. Los cuchillos refulgieron contra la hoja afilada del de Nyrr.

Iluubra esperó. Cuando el hombre de los cuchillos hubo hecho su movimiento, esperó a ver qué podía hacer el de Nyrr contra un grupo que sin duda las tenía todas consigo. En cuanto el noble golpeó al primero de los enemigos...

La joven Iluubra no era ninguna pobre damisela en apuros. Había salido o no de sus propios problemas a base de lo que los hombres llaman familiarmente "huevos". Había arañado, mordido, escupido, golpeado y llorado, y no siempre había salido con bien.

Por eso cuando el asaltante se dispuso a atacar al noble en ropas de mendigo ella se movió más rápido que él mismo, y de un simple giro de cadera se colocó al lado del bandido. Éste descargó una cuchillada sobre el de Nyrr con la mano izquierda. El movimiento de Iluubra le había hecho reservar su mano derecha para un posible ataque de la chica por su costado.

Pero ella se abalanzó aprovechando el ataque del bandido sobre el otro, para inmovilizar el brazo con brazos y dientes. Lo aferró con facilidad a pesar de ser un brazo fuerte. En ese momento un chorro de sangre le cayó en el pelo y en la cara y vio el porqué de la facilidad de su presa. El de Nyrr había aprovechado la mayor longitud de su arma y había estirado el brazo alcanzando de un tajo horrible el cuello de su adversario.

Éste cayó al suelo retorciéndose, con la silueta de una mueca agónica y muda. Mientras caía, el de Nyrr se hacía con el cuchillo que antes lo amenazó, e Iluubra se hizo con el otro.

Los demás atacantes detuvieron un instante su avance, y pasaron de un paso rápido a otro más pausado. El de Nyrr blandió las dos armas y puso su espalda contra la de ella, mientras el cuerpo del caído gemía borbotones en el suelo.

- No les dejes ni hablar, y no te separes de mí. Ataca sin piedad, que se den cuenta del precio que podrían pagar.

Ahora él encaraba a los dos que aparecieron por detrás, y ella a los dos de delante, dejando a un lado la sombra de la risa que había enmudecido, pero cuya presencia aún se notaba. Por lo que Iluubra vio de sus contrincantes más cercanos, uno tenía una porra como la espada del de Nyrr y otro una especie de estilete, no mucho más largo que el cuchillo que ella ahora llevaba.

Iluubra no se movió inicialmente. Decidió ignorar lo que ocurriera a su espalda para evitar desconcentrarse y se limitó a fijarse en ambos enemigos. En realidad, cuanto más tardasen ellos en atacarla mejor, ya que ella era el lado frágil de su "equipo". Se encogió levemente y levantó los hombros, mostrando su mayor cara de loca. Recordó una ocasión en que eso había sido sificiente para que la creyesen enferma y temiesen contagiarse. No contaba con que fuese a funcionar, pero si conseguía retrasarles un poco al menos...

No se movió más que para encarar ligeramente a uno u otro. Suponía que uno amagaría y otro avanzaría, pero no sabía cual, así que esperó y en el momento en que uno de ellos la atacó, se movió un paso adelante, intentando coger o al menos bloquear el antebrazo armado del atacante hacia arriba e hincar el cuchillo en el vientre, el pecho, cualquier lado.

Iluubra se afianzó en la oscuridad, y sintió el suelo áspero bajo sus pies. Dejó de mirar a otro lugar que no fuera delante de ella, y se dio cuenta de que no eran unos expertos.

A la luz exigua de la luna, ella juraría haber visto el rostro de un chaval, de unos trece años como mucho, algo flaco y no muy alto. Era el que tenía el garrote, y el otro, que no pasaba de ser una simple silueta negra, parecía apoyarse en él para buscar un hueco donde hacer valer el pincho.

Iluubra esperó hasta que se dio cuenta de la jugada. El chaval iba a servir de cebo, y seguramente ni siquiera lo sabía. Ni lo iba a saber...no había ningún motivo para ser piadosos...y muchos para ser brutal.

Se adelantó al movimiento inseguro del chaval, y se aprovechó de su aprensión para situarse a su derecha, de manera que estorbaría la acción del otro. Sin pensarlo adelantó el brazo armado y notó cómo rajaba ropa y cortaba piel a su paso.

El chico gritó, un grito desproporcionado, más debido al miedo sin duda que al daño producido. Ella vio que soltaba el arma y trastabillaba, dos pasos hacia atrás y cayó engullido por sombras junto a una pared, entre gemidos asustados.

- Mierda - oyó susurrar al otro, quien había parado un segundo su ataque inminente al ver que Iluubra se había rehecho con rapidez.

Por la voz, el otro chico no tenía más edad que el primero, aunque era algo más alto y desde luego parecía más decidido.

Aún detrás de ella, sin mirar, escuchó un correteo que se acercaba y notó cómo el de Nyrr afianzaba su posición y no añadía palabra.

-Mierda la que te voy a sacar de la tripa.- responde Iluubra y da un solo paso hacia delante, volviendo a afianzarse y mirando fijamente a los ojos al chaval. Quizá demasiado confiada, sus ojos brillaban de victoria. Esperó a ver si el tipo se atrevía a atacar.

Detrás de Iluubra se escucharon los primeros gritos. Uno de ellos fue bastante feo, desgarrado, sería una buena forma de definirlo, y por el sonido que lo acompañaba, un "risss" enérgico y rabioso, uno de los que tenía el de Nyrr debía estar ya aviado, ya que la joven seguía notando su presencia a su espalda con lindezas como "¡cabrón!". Luego sonaron metales al chocar, y también el de Nyrr se quejó, aunque no pareció mucho.

Entonces Iluubra tuvo que preocuparse de su propia situación. El otro se acercaba a distancia y no era momento de andar con dudas. Así que mientras daba un paso ella se adelantó y tiró un tajo de través a la altura del cuello.

El maldito consiguió apartar el rostro levemente y el tajo le golpeó en el hombro, arrancando ropa y también carne, pero sin más efecto que una mueca desagradable en el rostro del bandido y la obligación de dar un paso hacia atrás al verse alcanzado.

Este tampoco era ningún lumbreras. Iluubra tenía la sensación de que se estaban quedando sin ganas de más.

Iluubra hubiera deseado lanzarse de inmediato sobre el chaval para dejarle aún más claro que no debía seguir adelante con lo que estaba haciendo, pero el estrés parecía paralizarla de repente. Prefirió esperar y arriesgarse a repetir la jugada, poniendo el rostro más fiero que pudo y confiando en que estuviera tomando buena cuenta de lo que ocurría detras.

El bandido parecía reacio a atacar cuando era su piel la que estaba en juego. Iluubra hizo un amago y luego otro, a lo que éste respondió algo descompuesto, lanzando un tajo al aire sin sentido.

Quizá picado por los amagos, o quizá por pura impaciencia, tras el último movimiento de la chica se lanzó hacia delante con un espasmo nervioso.

La buena suerte, o quizá lo imprevisible de un asalto tan desesperado cogieron a Iluubra de sorpresa, quien esperaba interponerse al inminente ataque. No fue así, y el estilete alcanzó a la chica en un hombro. Cuando en un tiempo infinito ella creyó que todo estaba ya perdido, descubrió que el hombro alcanzado era el que mantenía más bajo y alejado, había sabido hurtar el cuerpo lo suficiente en el contraataque, al menos, como para que la estocada (si podía llamarse así) apenas rozara su ropa y produjera, eso sí, un desagradable sonido de desgarro que la hizo estremecerse.

Como resultado de tal acción, habían quedado ambos tan cerca que estaban a distancia de franca cuchillada. Pero Iluubra había quedado algo desequilibrada al ladearse, mientras que el chico podía tenía una salida fácil en su movimiento simplemente dejando pasar el brazo en tu furioso tajo hacia el interior, intentando muy seriamente degollar a Iluubra en su desesperación por no terminar el envite como su compañero.

Tras ella, más cruce de aceros, veloces y letales. Hubo otro gruñido, que pareció soez por el tono y el "tuputa..." que adornó la música de filos.

Iluubra se dió cuenta de lo lejos que quería tener de sí a este hombre, pero sabía que no podía ponerse a la defensiva, no ahora...

Esta vez Iluubra hizo algo que ni ella misma esperaba. Se agachó ante el tajo tirado al cuallo mientras estiraba su brazo interponiendo la punta del cuchillo en la distancia que los separaba. Notó que le había alcanzado, o más bien que él se había arrojado sobre el cuchillo en su movimiento.

Sin embargo, quizá porque en el fondo no era un bravo, quizá por un estorbo o por un cierto instinto acertado, la punto no llegó a atravesar la carne del bandido, simplemente, que no era poco, le obligó a detener su avance y volver a asentarse, más nervioso, más impaciente.

Entonces una voz gritó retirada tras ella. El que tenía delante suya pareció haber oído a la Voz misma, y empezó a dar pasos hacia atrás como si lo llevara deseando desde el principio. Luego empezó a correr. El otro chico, el que había herido el primero, se movió también con un gemido desesperado intentando incorporarse con dolor para irse de allí. Tras ella, notó la risa del noble en su espalda, con espasmos divertidos. Ya no había risas en las sombras, ni esa presencia oscura que en ningún momento llegó a ver.

-¡Señor!- le espeta de repente Iluubra mientras él se aleja. -En realidad... si me necesitás, preguntad por mí en el mercado. Por si acaso. Oídos y ojos atentos, ya sabéis.- Notó que casi estaba balbuceando.

Extrañamente avergonzada, Iluubra se dió la vuelta y se dirigió hacia donde podría encontrar al alguacil. La verdad es que se sentía decepcionada. El noble sin duda pensaba que ella querría irse a casa lo antes posible, cuando en realidad... en realidad no sabía lo que quería.

Nadie la detuvo por el camino. Curiosamente toda guarda que se encontró pasó de largo sin apenas mirarla. Y por su aspecto y el hedor que sin duda despedía, lo más normal hubiera sido darla el alto al primer olfateo.

Fue una voz familiar la que la llamó cuando estaba ya casi a la altura de la puerta de la prisión...

- Eh, tú...eh...tú. Espera. ¿Eres...has vuelto?

Cerca de la luz de las cuatro antorchas que iluminaban la entrada, un guardia joven con voz aflautada apareció. Al deshacerse de las sombras ella vio que se trataba de Redd. Tenía una curiosa sonrisa en la cara que desapareció del todo cuando se acercó más a ella.

- ¡Joder, chica! ¿Es que te has bañado en mierda?

-Supongo.- dice Iluubra, no demasiado emocionada con el encuentro. Aunque intenta decirse a sí misma que este es precisamente el chico que la ayudó en el pasado con el de Nyrr y que debería mostrarle al menos un poco de simpatía, la resaca de la emoción pasada le hace difícil emocionarse por nada ahora. Se fuerza a sonreir un poco al menos. -Tengo que ver al alguacil. Es importante. Aunque si tenéis alguna fuente cerca, podría quitarme un poco de mierda de encima.-

El mozo se irguió ante la respuesta de la chica.

- Aquí las fuentes no son manantiales para limpiar basuras. Ve primero a ver al alguacil, si quieres puedo traerte un cubo o dos de agua para limpiarte después. Yo he estado ocupado, sólo quería asegurarme de que estás bien...
Se acercó a Iluubra entonces, mirando a mil sitios con desconfianza y tragando saliva como si quisiera engullir sus palabras antes de que le metieran en un lío.

- Mira, no debería decírtelo, pero hay más por ahí que parecen haberse vuelto locos. Ahora mismo yo diría que es más inseguro moverse por la ciudad alta que por la baja. Si sales pronto de ver al alguacil...podrías esperarme. No tardaré mucho con los cubos y luego...no sé, podría darte algo de dinero para una posada...sólo por esta noche.

Había algo extraño en los ojos claros de Redd, que Iluubra no esperaba. Parecía tensión, impaciencia, y una honda preocupación...

-Disculpa, no he tenido mi mejor día. ¿Qué quieres decir, con "otros locos"? ¿Locos como el chaval que a... al que que tuve que atacar?- Iluubra miraba de arriba a abajo a Redd. No le gustaba la idea de deberle nada a nadie y no cree ni quiere deberle nada en especial a este chico. Ya sabemos que nadie y menos los jóvenes de tiesos palos, dan nada a cambio de nada a una "mujer indefensa". ¿Verdad? Ppor un momento le pareció ver algo distinto en el de Nyrr... en fin, las cosas bocado a bocado, como la fruta. -Iré a ver al alguacil, pero luego debería hablar con mis padres. ¿Sabes dónde pueden estar?-

Redd se encogió de hombros.

- No te preocupes. Sí, mira. Como te dije, no debería decirte esto, pero...Hay gente fuera de sí por ahí. No son muchos...bueno, son muy pocos...puede que uno se haya fugado...oye...mierda, me estoy pasando.

Ten cuidado, simplemente, ¿de acuerdo?

Con lo de tus padres, ni idea. Supongo que en casa, o donde sea que te dijeran, ¿no?

El chico resopló agotado, y miró hacia otro lado, a una sombra, pero sin verla, como si con los ojos pudiera entrar en su propia mente.

- Haz eso si quieres, en el fondo es lo mejor, irte a casa. Pero quedemos después en la puerta. Yo quizá pueda acompañarte y, bueno, así lo tendrás más fácil.

Iluubra asintió y se despidió intentando sonreir bajo la capa de suciedad. Parsimoniosamente, se dirigió hacia la alguacilía para dar parte de... no sabía de qué en realidad. ¿Tipos que andan sueltos por la ciudad, enloquecidos? ¿Nadie iba a hacer otra cosa que lo que había hecho del de Nyrr?

La puerta se cerró tras Iluubra sin ningún tipo de delicadeza, como un peso enorme que cayese sobre ella y la hundiera en un lugar fangoso y putrefacto.

El alguacil estaba allí, y asintió a los guardias que habían escoltado la entrada de la chica para que se fueran. El hombre la miró con una mezcla de tedio y curiosidad. Luego se encogió de hombros. Seguía llevando puesta la cota y todo el uniforme a pesar de las evidentes muestras en su rostro de que le empezaba a resultar pesado. Perlas de sudor caían por su frente y tenía un vaso de barro en la mano del que bebía sorbos pequeños.

- Bueno. ¿Y ahora qué tienes tú que decir?

-Vuestro señor me ordena que os diga que lo ha encontrado.- se limitó a decir Iluubra, con una voz átona y cortante. No quería ser descortés, pero le gustaría permanecer allí tan poco tiempo como fuese posible. -No tenía ningún otro mensaje. Ahora, si me perdonáis, tengo que marcharme.-