Partida Rol por web

Parecía que hubieran pasado estaciones enteras desde que el Sol se levantó aquella mañana, y parecía aún más, que no hubiera tiempo en el día para contener tal cantidad de sucesos. Las tropas se movían por la fortaleza en grupos inacabables, como un hormiguero bajo asedio. Iluubra vio pasar delante de ella escuadrilla tras escuadrilla de guardias. Lo que en un principio parecía una pequeñez, se había transformado en una especie de batalla contra lo desconocido, una guerra dentro de los muros de un palacio, sin enemigo visible, sólo tropas aliadas y un terror evidente, por más que no reconocido.

Varios hombres repararon en ella al pasar a su lado, pero pasaron de largo sin decir nada más. Los sirvientes también pululaban. Una mujer mayor llegó, temblando y con el rostro desencajado. Se acercó a Iluubra y se sentó pesadamente en una silla que había.

- Hijos de puta - susurró -. A una anciana como yo. Son hombres sin alma. Deberían arrancarles el alma. Los demonios se los lleven. Chica, no sé qué haces aquí, pero si no quieres buscarte que te pase lo que a mí, aléjate de aquí o búscate algo que hacer. Yo necesito un momento de aire.

De repente, se le abrieron los ojos y avisó a Iluubra con voz alarmada.

- Ahí vienen otra vez.

Al volverse, Iluubra vio que llegaba un grupo de guardias, directos hacia ellas. Tenían los ojos muy abiertos y una sonrisa burlona en los labios entreabiertos. Parecían cansados.

- Quieta ahí, mujer y no hagas nada. Nos envía el Donner en persona, así que obedece. ¿Qué guardas bajo esa túnica? ¿Una llave?

Otro rió a su lado.

- Seguro que sí.

Están registrando a las mujeres. Saben que una mujer estuvo allí, saben que una mujer tiene una llave para acceder a esa zona. Maldita sea mi sesera de paja, debí haberme ido directamente al dormitorio.

-Lo que lleve lo traigo directamente PARA MYDÖYRN DE NYRR, INVITADO DEL DONNER.- dijo levantando la voz, con fingido orgullo y con la intención de ser bien oida en la habitación contigua -Habla con él si quieres y mucho cuidado cualquiera que olvide el color de sus propiedades.-

Los hombres se detienen, unos antes que otros. La sonrisa al menos ha muerto en el rostro de todos ellos. Uno de ellos señala la ropa de Iluubra y pone una mano en el hombro del más adelantado. Éste se muerde los labios y vuelve a mirar a la vieja.

- Tú harías bien en largarte de aquí, anciana, o te volveremos a tentar las carnes.

La mujer se cruzó de brazos y permaneció sentada.

- Si os atrevéis, ese de ahí al lado se llevará algo más que un mordisco.

Iluubra prestó atención. Uno de los guardias tenía una herida en el cuello en la que antes no había reparado.

- Pues idos de aquí ahora mismo, joder.

La mujer se tomó su tiempo. Luego acercó su mano al codo de Iluubra.

- Sí, aquí huele demasiado mal hasta que os vayáis. Ven, querida. Tenemos cosas que hacer.

-Desde luego.- dijo Iluubra, levantándose y siguiendo a la mujer, erguida como un junco seco. Tan pronto como se alejaron de los soldados, no obstante, se inclinó para susurrarle a la vieja. -¿Qué es todo eso? ¿Han visto a una criada robar algo acaso?-

- Hija mía, que me asen como un faisán si sé qué ha ocurrido. Venía de las cocinas con unos rábanos calientes para la reunión o como la llamen. Empecé a escuchar ruidos, por aquí, por allí. Me llevé un susto de muerte. Luego llegaron esos brutos y los rábanos al carajo. Uno intentó reírse de mí, ¡a mi edad! Se llevó una buena reprimenda. Esta dentadura aún funciona bien. Mucha fruta. Lo decía mi madre. Mejor que la de esos hombres enjoyados, ¿sabes?

El camino que llevaba la mujer dirigía hacia el exterior. En uno de los pasillos, con más tranquilidad, retomó algo de la conversación.

- Por aquí dicen de todo. Según parece, en las habitaciones de la servidumbre hay caminos... bueno, ya sé que hay caminos, pero uno de ellos lleva al interior de la torre central, ¿qué te parece? Creo que se les ha colado una rata. Han dado con el mayordomo principal allí metido - la mujer no pudo aguantar la risa -. Muerto, el hijo de puta. Muy bien, ¡muy bien! Ya estoy vieja para aparentar que no me alegra. Era un cabrón y todos te lo dirían. Lo que no entiendo es por qué se ponen a buscar llaves en los demás. La tendrá ese fiambre, digo yo, si es el que ha entrado por ese camino.

Por cierto, niña, ¿quién eres tú? Creo que no te he visto nunca por aquí.

-Soy la criada de Mydöyrn de Nyrr, así que no sé de quién me hablas. Y ni siquiera sé lo que es un mayordomo. Tengo que volver a sus habitaciones, si es que lo logro con todo este lío de pasillos. He sido tan tonta de pensar que podría necesitarme, estando esto lleno de sirvientes y me he alejado demasiado de mi puesto. ¿Crees que podrías orientarme?-

A continuación, Iluubra le describe el área circundante a la habitación de su señor, con la esperanza de poder ser guiada hasta allí con esas indicaciones de por medio.

La mujer asiente mientras Iluubra la habla. Mastica de vez en cuando, como si tuviera algo en la boca, y se pasa la lengua por los labios.

- Te guiaría mejor si te acompaño. Con mis años, he visto mucho de este palacio, pero no se me da bien explicar las cosas y es que aquí, una vez te recorres los pasillos, todo parece igual y, cuando no, la decoración cambia o qué sé yo. Si quieres, déjame que te acompañe. No creo que hoy tenga mucho que hacer en las cocinas, carajo.

Iluubra asiente y le hace un gesto para que inicie la marcha tras de ella. Por el camino intenta mantener una conversación a la vez que memorizar la ruta.

-¿Así que una reunión? Sí, creo que mi señor iba a algo así. Parece que el mayordomo era un espía, ¿no? Pues bien merecido lo tiene, aunque mejor que le hubieran cortado las pelotas. Imagino que la llave la tendrá quien...- Iluubra no se había dado cuenta hasta hora. Puede, sólo puede que... si la buscan... no, pero es la sobrina del Donner. Nadie registraría a la sobrina del Donner. Sudaba frío. -...quiero decir, dices que le encontraron muerto. ¿Le han matado o es que se dio con la cabeza y sus sesos, blandos por lo que dices, se espanzurraron?-

La mujer se encogió de hombros y habló como con impaciencia.

- Hija, yo qué sé. Le han matado y nada más te puedo decir. Mira que yo creo que se metió él allí, no que lo metieron después de matarlo. Ese hombre hombre era... mira, lo más parecido a un demonio que he conocido. Se sabía el palacio de arriba abajo. Da igual lo ágil que fueras, siempre llegaba antes que nadie a cualquier lugar. Aquí dicen que eso, que tenía la llave de todos los sitios y que se metía por lugares que ni el Donner conoce, pero yo creo que también se juntaba con el otro muerto que apareció sin lengua, Rannedh, pobre hombre. Aunque hablaba mal de él siempre que podía, creo que le ayudaba y hacían magias de esas. Un ambicioso, chica, por encima de todo, un ambicioso. Así han terminado los dos, muertos y cubiertos de mierda.

Mientras contaba todo aquello, Iluubra se mantenía atenta al camino que habían seguido para llegar hasta donde efectivamente estaba la habitación del noble de Nyrr... La puerta estaba cerrada, pero no necesariamente atrancada desde el interior. No se escuchaba nada, la gruesa madera ocultaría los sonidos discretos, pero no los despreocupados.

- Bueno, si no tienes más, aquí está, digo yo. Es aquí, ¿no? Ahora deseame suerte, que tengo que volver a bajar y me cruzaré seguro con algún idiota de esos que me querrá tentar las carnes. A mi edad.

Tras despedirse de ella y verla marchar, Iluubra observó el lugar en que se encontraba e intentó recordar el camino que había seguido en otro momento hasta la habitación donde encontró a la sobrina del Donner. Quizá después necesitase acudir allí. De momento, entró en el cuarto que compartía con su señor.

El excelente dormitorio reservado al invitado del Donner recordó a Iluubra la vida que ya no vivía. Sin embargo, en un pasado era suyo lo poco que utilizaba, y ahora todo cuanto estaba a su alcance era ajeno. La cama, unas sillas, velas en candelabros, una mesa junto a la ventana, el mismo material de escritura. Incluso una cuba mediana con agua bastante limpia. Todo a su antojo, todo de otro. Más allá de la ventana, el Milrríos relampagueaba en su camino hacia el Oeste.

No había nadie. Si cerraba el pasador, ¿sería más suya la habitación? Al menos, nadie podría disputársela duratne el tiempo que tardasen en derribar la puerta de madera poderosa.

Pensaba en todo aquello mientras su mente se perdía por otros pasillos hasta reconocer las esquinas y los cruces que conducían a la habitación de la sobrina del Donner. Podría volver a ella por sí misma, de eso estaba convencida, igual que ya no olvidaría donde se encontraba esta misma habitación.

Se resistió lo mejor que pudo al encanto de la habitación, pero no pudo evitar al menos limpiarse el rostro y buscar un mejor aspecto para su ropa. Ya con mejor aspecto y disposición, volvió a salir al pasillo y desde ahí, adptando de nuevo la pose de criada en busca de algo concreto, se apresuró en dirección al dormitorio de la sobrina del Donner, procurando evitar a los guardias y mostrar su mayor aspecto de humildad.

El camino se desveló sin secretos para Iluubra. Había poca gente allá por donde pasaba, mientras que abajo se escuchaba el rumor y el ajetreo de grupos de hombres de un lado para otro. Al fin, llegó frente a la puerta, cerrada, aún sin tocarla, quizá también desde el interior, como ocurría con la habitación de su señor.

Seguía sin haber nadie por los pasillos, ni en la puerta. No se oía nada en el interior.

Sin esperar a que la oportunidad pase y aprovechando que no hay nadie para verla, Iluubra llama dos veces a la puerta de forma queda y entra sin más, dispuesta a mentir y asegurar haber oido que alguien le decía "adelante".

No hubo ningún sonido. En realidad, escuchó el silencio más profundo que habían dejado sus palabras, como si con ellas hubiese extinguido una brisa, un susurro, un siseo, o todo ello a la vez. En el pasillo tampoco había nada. Era como si la chica hubiera parpadeado y se hubiera trasladado a un mundo distinto, sin ruidos de ningún tipo, en el que sólo estaba ella.

Sin esperar a que la oportunidad pase y aprovechando que no hay nadie para verla, Iluubra llama dos veces a la puerta de forma queda y entra sin más, dispuesta a mentir y asegurar haber oido que alguien le decía "adelante".

La puerta se abrió e Iluubra siguió el pesado recorrido de la hoja. Quizá hipnotizada por el movimiento, atendió a la silueta del marco, que revelaba luz, la pared del fondo, la intuición más que la certeza de unos cofres y arcones en penumbra, una cama cómoda... y lo que bien podía ser un taburete que se dirigía rápida e implacablemente hacia su rostro al sentido coro, en tono femenino, de: ¡Toma esa!

El taburete vuela directo hacia el rostro de Iluubra e impacta de lleno. La joven siente un dolor opaco y generalizado que le ciega ojos y oídos a la vez, hasta el punto de no notar siquiera cuando golpea el suelo al caer...

Aturdida, insegura de dónde se encontraba, Iluubra escuchó el golpeteo de unos pasos apresurados hacia ella. Alguien la cogió de un brazo y tiró de ella hacia el interior de la habitación, luego cerró la puerta con el cerrojo pesado. Entre la nube de figuras distorsionadas que formaban la imagen que la antigua vendedora de frutas tenía frente a ella, quizá por costumbre con las situaciones delicadas, creyó distinguir la silueta de una mujer armada con algo contundente en la mano. Tras mucho esfuerzo y algo de tiempo, la visión volvió a restablecerse igual que el dolor en la nariz y la frente se agudizaron.

Era la sobrina del Donner, y no la miraba con buenos ojos.

- ¡Tú, sin moverte, que te parto las piernas!

La muchacha sostenía en las manos una pata astillada, pedazo de otro taburete que yacía desbaratado junto a la pared de enfrente, ahora que Iluubra comenzaba a distinguir contornos.

- ¡Dime quién eres! ¡Demuéstramelo!