Partida Rol por web

¡Bonsoir, Mathie! -te dijo Alban al verte. Era por la tarde-. El criado, de unos veinte años de edad, pasaba por allí, y de hecho había sido mardado por el criado mayor a vigilar la cola de los efusivos admiradores de la Santa Lágrima. Todos ellos estaban aglutinados en una larga cola desde el exterior del castillo hasta el interior, concretamente la cocina. Otros soldados como tú y más criados como él vigilaban a los recién llegados. Otro año más, la dicha de la devoción, ¿verdad? -el criado te decía ésto con sorna y divertido sarcasmo, pues si bien era para los devotos de la reliquia del castillo era el ir a verla, a los siervos de don Gautier, es decir, vosotros, os tocaba el doble de trabajo: evitar peleas, vigilar que nadie tocara nada de la capilla y otras tantas precauciones.

Podría decirse que Albán era un joven abierto y divertido,y lo más parecido a un amigo que tenías.

Bonsoir Alban, ¿Cómo vas? -digo cuando lo veo aparecer y saludar. Estoy apoyado sobr mi lanza y con el escudo en la siniestra. Estoy cansado de estar de pie, pero pienso en mi esposa Adele y el pequeño FranÇois y el bebé que viene y eso me da fuerzas para aguantar.

Qué le vamos a hacer Alban, es lo que hay.-digo sonriendo.

Mientras charlabas con Alban, viste que dos peregrinos que aguardaban en la cola alzaban la voz y atraían la atención de los otros congregados a la fila, el resto de soldados y el resto de criados.

-Como volváis a acercaros acabaréis en este suelo -dijo uno-.
-Inténtalo si puedes, malparido -respondió el otro-. Que has avanzado mucho y hay gente antes esperando. ¡Rufián!
-¡Serásss!

Entonces los tipos comenzaron a llegar a las manos, a unas varas donde tú estas allí plantado, vigilando el proceso de la visita.

Un momento Alban-hago una seña a dos de mis compañeros para que estén pendientes de la santa lágrima mientras espero a que llegue alguno más a echarme una mano. Me situo a un metro de distancia de los que se pelean acompañado en todo momento por mi compañero y les digo-¡señores!.....¡relájense por Dios!. A ver......¿qué ha pasado? Que ya son mayorcitos como para llegar a las manos. Trato de tener una actitud firme pero no agresiva y espero que mi compañero no se caliente y la lie. Si no se separan intento meterme en medio a riesgo de comerme una hostia y esperando que mi compañero separe a uno y yo al otro.

Con tu intervención y la de otro soldado, los dos tipos parecieron calmarse. El bueno de Albán miraba con divertimento la escena, pues estaba siendo lo más interesante del día. El caso es que uno de los enfrentados se quedó donde estaba y otro fue retrasado por el soldado unas varas más atrás, no sin los correspondientes refunfuños y quejas. Sin más dilación que, aquel martes de Pentecostéis transcurrió sin otro mayor problema, a excepción de un pequeño hurto producido por alguno de los beatos allegados (una custodia bañada en oro). Pero aquello no lo supísteis hasta que el castillo estuvo cerrado, y las puertas de la ermita también clausuradas.

El caso es que como al día siguiente también había de ser igual que el anterior (visita devota para los recién llegados), muchos peregrinos se apostaron en el exterior del castillo de Miragnón, acampando hasta el día siguiente (unos querían ver de nuevo la Santa Reliquia y otros nuevos que acudían habían de esperar la noche hasta el día sigiuente para hacerlo). Por ende, que en aquella noche que ya inundaba el ducado borgoñéslos, que fue a tí, y sólo a tí, que te tocó hacer la guardia nocturna delante de la puerta de la ermita, guardando sus puertas. Tras un par de horas el sueño se te iba haciendo pesado, y no es que tu solieras dormirte, sino que habías hecho más horas ese día de los habituales. Más allá de la medianoche, cuando ya no se oía nada en el castillo, pues todos estaban durmiendo en él, unos terribles truenos amenizaron tu guardia, y, para más inri, comenzó afuera a llover.

Ahí estaba yo. En la puerta con la que estaba cayendo en lugar de con mi pequeño y mi esposa. Guardia de perros. Estaba dentro por lo menos, resguardado más o menos del frío y la lluvia. Lo bueno es que los truenos me despejaron un poco, me levanté y empecé a caminar lentamente de un lado a otro. Más por pasar el rato y no dormirme que por otra cosa. Tenía el escudo apoyado contra la pared y la lanza en la mano, por costumbre. El escudo pesaba, la lanza casi me entretenía tenerla en la mano. Abro la boca en un enorme bostezo , agito la cabeza, me parece oír algo, pero no. Debe ser mi imaginación. Sigo dando vueltas contando los pasos y esperando a mi relevo.

Pasaron las horas, y te entrenía como podías con tu lanza delante de la puerta de la capilla. La lluvia dejó de caer poco antes del amanecer, y te acordaste de cómo habrían de estar pasándolo los devotos del exterior en su improvisado campamento. Al amanecer regresó otro soldado para relevarte, y ese día, a partir de entonces lo tenías libre. Con él llegó también Albán, con cara de sueño, pues a él le quedaba una segunda y aburrida jornada de recepción de peregrinos. El joven te saludó, mientras se disponía abrir el portón de la ermita con la llave.

¡Bonjour Mathie! -dijo Albán-. ¿Qué tal la noche? Afuera la colina está anegada, y el agua corre ladera abajo de la... ¡¡¡OH, MON DIEU!!! -el criado, tras empujar la puerta y acceder al interior, se quedó helado, mirando al fondo de la ermita. Su voz y respiración se habían entrecortado. Tú le miraste, y también el otro soldado, y ambos accedísteis tras él para ver qué ocurría.

Entonces tú también te quedaste sobrecogido. La Santa Lágrima, situada sobre el altar del lugar... NO ESTABA. El joven Albán corrió hacia el pequeño ábside, y miró de izquierda a derecha, abajo y detrás del altar. Ni rastro. Entonces se giró. ¡¡No está, Mathie!!, ¡¡El cáliz de don Gautier!!

Entonces pasaron por tu cabeza mil cosas; razones de porqué la santa reliquia no estaba allí, si no había entrado ni salido nadie del lugar. Albán preguntó qué hacer, y el otro soldado salió corriendo, con la intención de avisar al suyo señor. El criado siguió buscando, y en pocos minutos el noble borgoñés acudió con sus prendas de andar por el castillo, y sus botas altas.

¡¡Qué ha pasado!! -venía gritando, pasillo allende, con paso firme y rápido hacia la capilla, donde Albán y tú estábais-. Una retahíla de criados ya le seguían, alertados por las voces. Entonces llegó al santo lugar y contempló la ausencia del copón-. ¿¡Pero qué!? -te miró a tí y a Albán-. ¿Quién estaba de guardia? ¡¡SOLDADOOOOSSS!! -voceó para que acudieran todos los posibles hasta allí-. Luego volvió a miraros. ¿Quién ha entrado AQUÍ?

¡Quéeeeeeee?-digo con voz temblorosa.-No puede ser he estado aquí toda la noche y no ha entrado nadie.-y es que no daba crédito a lo qué ocurría. Un sudor frío me recorría el cuerpo y pensé en Adele y FranÇöis, qué iba a ser de ellos. Pues ya me veía con el hacha al cuello

-Yo mi señor, yo estaba de guardia-acepto mi destino ante mi señor-No ha entrado nadie.......no que yo sepa.-digo no muy convencido de que me crea.

Don Gautier apretó los labios al escuchar tus respuestas, pero no era un hombre despiadado (tan sólo con sus enemigos)

La Santa Lágrima, señor -dijo Albán-. ¡No está! Alguien entró, pero... -el muchacho se excusaba también pensando en tí, como dando a entender que no era posible dada tu guardia nocturna-. He mirado aquí y allá... ¡no está!

En esos momentos llegó toda la mesnada dispuesta del castillo. Las palabras del noble para que todos los soldados acudieran se había hecho efectiva. Entonces hicieron un corro allí mismo, delante de tí y de Albán.

Buscad por todo el castillo, ¡Registradlo! -decía con dicisión-. La reliquia de mis abuelos ha desparecido, ¡encontradla y traedme a quien la haya secuestrado! -añadió a voz limpia-. Entonces te miró de soslayo, con su tremenda expresión. ¡¡Vamos!! No hay tiempo que perder -te gritó-. Aquella inminente búsqueda te hizo entender que si no te había hecho prisionero ya, no lo haría en el futuro.

Los soldados se dispersaron por todo el castillo, portando sus lanzas y cuchillos y demás armas. Don Gautier desapareció, y Albán se quedó a tu lado.

Tranquilo, Mathie -te dijo intentando tranquilizarte y poniéndote la mano en el hombro-. La encontraremos, no te preocupes. ¿Cómo ha podido desvanecerse así como así? ¿Quién ha podido robarla? Mon Dieu... ¿De verdad que no viste nada? -preguntaba incrédulo-.

Tragué saliva esperando el castigo que no llegó. Di gracias a Dios en lo más profundo de mi corazón.

-No Alban, no vi nada.Ayúdame a buscar por aquí algún indicio de por dónde a podido entrar y salir, anda.- Y me puse a buscar alguna ventana abierta o pasadizo oculto.

Alban había estado ya buscando detrás del altar y todo, pero no había encontrado nada. Sin embargo, no dudó en ayudarte a volver a escudriñar la capilla. Mientras lo hacíais, oíais a los soldados y criados del castillo correr de acá para allá, buscando la reliquia en fuera de esos cuatro muros (y alguna que otra voz alta de don Gautier dando órdenes). Albán comenzó a retirar algunos instrumentos litúrgicos, repasar las esquinas y otros lugares, pero nada; por tu parte, comenzaste a mirar mejor junto a los pocos banco, bajo los manteles sagrados, en las mismas paredes, en el suelo de la capilla... el suelo... Te quedaste un instante mirando al suelo, delante de tus pies. Entonces te agachaste para mirar mejor y allí encontraste, sobre la piedra, una finísima capa de restos de ceniza. Tan fina era que practicamente era imperceptible. Al agacharte, tus prendas movieron el aire e incluso movieron la ceniza, tanto así de fina y efímero que era. Tras tomar algo entre tus manos, oliste la ceniza y su olor era pútrido, nada que ver con los restos de hoguera o fuego. Albán te miró e hizo lo mismo, extrañándose.

¿Eso que es, Mathie? Es como ceniza de los muertos, o algo así -luego se levantó-. No veo nada, será mejor que busquemos en otra parte del castillo; bueno... -rectificó-, será mejor que en-con-tre-mos la reliquia... donde sea -se llevaba las manos a la cabeza-.

Si, tienes razón-recojo un poco de ese polvo y lo guardo en el bolsillo con sumo cuidado, como no se que hacer con las monedas las dejo que se manchen con el polvo, espero guardarlo, no preservarlo de todo mal. -

Creo que deberíamos ver qué es esto del polvito, puede que sea la clave para saber cómo han entrado y salido de aquí sin que me pueda enterar.-Mi intención es ir a ver al sabio del castillo y enseñarle el polvo, quizás el entienda la naturaleza del mismo.....o sepa algo de pasajes ocultos bajo la santa lágrima.

Sabios, sabios... había pocos en el castillo de don Gautier. Como mucho estaba Renathe, el criado más viejo de la fortaleza, que sirvió al padre de don Gautier antes que a su hijo. Estaba en una de las salas arreglando un marco, pues era su afición la carpintería, y ayudaba así y ganábase así el sueldo del noble. Lo encontrásteis en la habitación próxima al salón principal del castillo.

Hola, Mathie, Albán... -os dijo, dejando un instante lo que estaba haciendo-. Menudo revuelo se ha montado, ¿verdad? ¿Se sabe algo de la reliquia? -ante la negativa, le enseñaste los polvo-. ¿Y ésto? No tengo ni la más remota idea, soldado -confirmó-. Parece ceniza de hoguera... ¿porqué lo traéis en el bolsillo?

El caso era que el hombre no tenía ni idea del asunto de la ceniza.

Oid... ¿Y no habrá sido alguno de los peregrinos quien haya entrado y se haya guardado la reliquia? Había cada cual en esa cola que... Si estuviera en mi mano, y sé muy bien que así también lo haría el padre de don Gautier, que no permitiría que esos viajeros acamparan delante del castillo, por mucha fe que tuvieran. ¡Ni que ésto fuera un mercado!

Guardo la ceniza en el bolsillo decepcionado, no se que esperaba encontrar. Una historia de brujos y demonios, pero lo que dice tiene más sentido.-Estaba donde la santa lágrima.....quizás podía ser una pista.

Tenéis razón.....seguro ha sido uno de los peregrinos. Preguntaré a ver si saco algo en claro. Gracias Renathe.

Marcho y voy a las tiendas de los peregrinos. Pregunto si alguno de ellos desapareció por la noche o hizo algo extraño.