Partida Rol por web

Descendiendo a través de aquella alta colina, el grupo llego a un pequeño valle con un afluente de agua natural que le proporcionaba ese importante recurso a la fortaleza. Mas allá subiendo de nuevo, se llegaba a la fortaleza imperial, tras la cual se encontraba el paso de la muerte. La fortaleza tenía una torre muy alta sobre la cual tenía apostados vigías. A la par de ello había un par mas de emplazamientos de piedra sin contar a la alta y dura muralla que claramente había tenido que ser reparada incontables veces. Por su confección, aquel lugar sería fácilmente defendible por solo cincuenta hombres y bien podría albergar al doble sin contratiempos. No obstante ahora superarían por mucho esa cantidad por lo que quizá no estarían tan cómodos como suponían.

El capitán Hansel se había adelantado ya, desde que el grupo alcanzará la torre de vigilancia, y ahora junto a sus lugartenientes parecía estar hablando con el comandante de la fortaleza al tiempo que la comitiva se iba deteniendo a las puertas de la misma. Las órdenes les llegaron pronto a los soldados, habían de montar un campamento en las inmediaciones de la fortaleza, con la cara misma que veía al bajo valle del cual venían. Respecto a los mercenarios del clan y compañía, por el momento parecía que el capitán se había olvidado de ellos.

Cuando confirmo que la fortaleza no es que fuera pequeña por la distancia, sino que era pequeña por su situación misma, si fuera más grande se caería por los lados o sería de más difícil defensa. Voy hacia el mediano para hablar con él. No me resigno a poder dormir bajo techo.

- Señor Jaime, me gustaría que hablara con el capitán para alojarnos en la fortaleza, por varios motivos propios obvios y otros cinco que seguro el buen capitán agradecerá. Primero, estando cercas suyo podremos reunirnos para antes de irnos para ultimar los detalles, segundo, tampoco interesa que sepan el resto de los soldados cuando nos vamos, a la tropa le gusta hablar- yo sabía de eso- tercero, necesitamos estar descansados para afrontar esta parte, cuarto, los caballos necesitan un lavado y cambio de herraduras para afrontar el terreno montañoso- eso está cogido un poco con pinzas pero bueno-, quinto, tenemos que hablar sobre el paso de la muerte con la guarnición que está aquí para que nos ayude a pasar y  sexto, no descartemos solicitar dos exploradores para la primera parte.

Mierda, me han salido seis, con lo que he tenido que usar la otra mano, cosa que no queda tan cerrada como usar sólo una mano.

Séptimo, quiero mi puta cama.

Esta etapa del viaje parecía llegar a su fin. Había sido pesada, pues las jornadas eran largas, pero tranquila. La elfa, a diferencia de muchos de los que le acompañaban había disfrutado mucho del viaje, pues aparte del interés por la nueva orografía del terreno, pudo ir alternando entre ir a caballo, a pie e ir en la galera, en el cabestrante con Kurt o en el interior atendiendo a un convaleciente Grunt. De esta manera distribuyó en cierta medida la sobrecarga muscular, que de no haber dispuesto de tales comodidades, hubiera supuesto la larga marcha.

Detenidos ante las puertas, la elfa esperaba a que les flanquearan el paso y les abriesen las puertas para poder arrear su caballo al interior del bastión y estaba segura de que a ninguno de sus compañeros y menos a Jaime, se les había pasado por la cabeza siquiera el montar su campamento fuera de aquellos muros. Habían viajado al resguardo de una columna imperial, no tenía sentido negarles ahora tal protección.

Por ello le hizo cierta gracia el comentario de Melissa pues Jaime podría darle sin duda más de 1000 razones para dormir en el interior del fuerte y otras 1000 para conseguir un camastro para él. Sin embargo, no dijo nada y se abstuvo de dibujar una sonrisa en su cara, ya iría descubriendo ella misma la naturaleza de su "nuevo jefe", una de las gracias de asociarse con el clan sombra lunar.

-Mmm- meditó un poco el mediano Jaime Sanpanza ante lo que la mujer imperial le solicitaba, -hay algo que no cuadra en lo que dices, no estoy del todo seguro, pero me tiene confundido. Hasta donde recuerdo, y las matemáticas jamás han sido mi fuerte- aunque todos sabían que era muy bueno contando cartas o manipulando dados, -pero creo que he contando seis motivos y no cinco, y no es que eso sea importante, pero me preocupa que mi agilidad mental este fallando. Tu que opinas Valdia- preguntó a la mujer que acompañaba al grupo y quien fungía el papel de cocinera y administradora de los enseres del clan.

La mujer, en sumo silencio se limitó a sonreírle cordialmente, con esa sonrisa que solo le otorgaba a él y que en la opinión de muchos, tenía un extraño sabor romántico; aunque claro, esa imagen desaparecía desde el momento en que empezaban a discutir, lo cual era frecuente.

-Mira donde estamos- exclamó Domochievski, -si el traernos hasta aquí no es señal de que has perdido todo grado de astucia, entonces bien puedo empezar a creer que aquí no hace calor- exclamó recordando las agradables brisas invernales de su tierra natal. Al menos allá arriba, en las montañas, haría mucho mas frío.

-En fin, no te preocupes, ¿Melissa verdad?- preguntó el mediano, -por Ranald que la suerte nos sonreirá tarde o temprano- sonrío para si mismo aunque cierto era que ya había visto a un soldado imperial dirigirse directamente hacía ellos desde la dirección en que se habría de encontrar el capitán, la suerte estaba de su lado aparentemente. –Es a él a quien debes comentarle todo lo que a mi me has dicho- puntualizo señalando al soldado que se acercaba.

Aquel soldado imperial quien fungía como mensajero, no tardo mucho en llegar ante ellos para tras saludarles, les confirió un mensaje que Hansel les enviaba. En palabras del capitán mismo, les solicitaba se sirvieran a descansar aquella primera noche a las afueras de la fortaleza, sería imposible coordinar su alojamiento en el interior tan rápido y que sería mejor esperar al transcurso del día siguiente. En ese respecto el capitán les comunicaba que en ese momento podrían hablar con mas libertad acerca de la senda que aun habrían de cursar y como el podría ayudarles al respecto.

Todavía dolorido y cansado por la marcha permanezco en silencio observando los movimientos de Imperiales y amigos.

Sobretodo observo a Melissa. Podía haber aprovechado el camino para hablar más con ella. Conocerla un poco. Incluso podría haber hablado algo con el soldado... Alfred creo se llama, ambos eran buenos combatientes y de seguro serían buenos aliados y amigos dentro del Clan.

Acaricio a Astraego en el hocico y le susurro cosas bonitas al oido, cosas bonitas para un caballo -puede que pronto tenga una zanahoria para ti... con suerte podrás dormir en  un establo -con suerte hasta yo podría dormir en un establo, mataría por un lecho de paja seca donde descansar... -esto va a ser pan comido -termino más para mi que para él.

- Ya os he dicho que este lugar es perfecto... tanto da descansar aquí que en el interior. Así tocaremos a más orcos y goblins cuando nos ataquen -dijo en tono de broma, aunque podía perfectamente tomarse en serio sus palabras pues se enmarcaban dentro del tradicional sentido del honor del caballero y su ansiada muerte gloriosa.

Llevó a su caballo a pacer en unas pocas hierbas que crecían muy cerca de la empalizada y mientras el caballo se alimentaba lanzó sus cosas al suelo sin mucho cuidado y empezó a extender su ropa de cama.

- ¡Venga! mañana será otro día. Aprovechemos para descansar -dijo tranquilamente, como si no le importunase el hecho de tener que pasar la noche totalmente desprotegidos -como todos los demás allí - y a la intemperie.

Se terminaron mis sueños de poder descansar bajo techo y en un jergón decente, de nuevo me tocaría dormir en una tienda de lona. Aunque dentro de lo malo estábamos lo suficientemente cerca de la fortaleza para resguardarnos en caso de ataque.

- Ya que nos toca quedarnos fuera, estaría bien que buscáramos un lugar donde plantar la tienda y dejar nuestros bártulos.

No estaba mas animado en hacer esto que en cualquier otra cosa, pero cuanto antes pudiera descansar mis maltratadas piernas de bastante mejor humor me encontraría.

El mercenario no contaba, de hecho, con que pudieran descansar en el interior de aquel último refugio. De hecho, pensaba que nada más llegar les darían la patada y mandarían a atravesar aquel paso, a juzgar por como terminó la última discusión. Sin embargo, se pasó de pesimista, y aún tuvieron una jornada de descanso antes de eso... Aunque claro, fuera de la fortaleza. 

Y les tocaba montar todo de nuevo... Desde luego, si volvían a protagonizar un espectáculo tan lamentable como el de la otra vez, Kurt se moriría de vergüenza. 

Estoy de acuerdo con Walter, debemos montar el campamento antes de que nos ganen los mejores lugares de suelo para acampar, hasta eso va a ser escaso en este lugar viendo la cantidad de hombres presentes. Nos conviene descansar, ya que muchos haremos varias cosas el día de mañana, nos espera una larga y penosa travesía y lo mejor es prepararnos ahora que podemos. Por otro lado quiero hablar con el capitán, pero me imagino que eso será hasta mañana en este momento ese sujeto debe estar muy ocupado atacando una jugosa pierna de cordero o algo así De repente recordé que habíamos comido muy poco durante el viaje, por lo que el hambre en este momento era atroz.- Por otro lado, también deberíamos buscar algo de comer, estoy hambriento.

Ante la infranqueable eventualidad de tener que montar una tienda de campaña, el grupo se puso en ello de inmediato buscando el mejor asentamiento posible de entre el rocoso terreno en el que se encontraban. La ayuda de Alfred y Melissa fue allí fundamental pues ellos al ser parte de las fuerzas imperiales, no tuvieron problema en solicitar todo lo necesario para montar el campamento con facilidad.

Ya para cuando la noche estaba cayendo, todo el valle se había llenado de tiendas de campaña. En el fondo era una pésima ubicación por que allí estaban a merced de ataques desde la altura en todas direcciones, no obstante con la Fortaleza y el puesto de vigilancia en los puntos mas altos, no había mucho de que preocuparse. E inclusive, los imperiales no parecían estarlo pues no solo habían apostado poca vigilancia en los alrededores, sino que el resto de tropas se habían desinhibido por completo y ahora parecían festejar tanto o mas de lo que habían festejado tras la batalla en el río de la sangre.

Aparentemente, según se decía, el capitán Hansel había permitido se usara gran cantidad de las reservas de cerveza para que los imperiales pudieran festejar tras haber cumplido con la llegada a su ultima parada. Las tropas apostadas en la fortaleza les habían traído carne de cerdo de las montañas; tenía un sabor un tanto extraño, pero no era malo, y con el hambre que había se degustaba con gozo. Los imperiales por su parte no solo comían con gran gusto, si no que ya algo borrachos, empezaban a realizar juegas y competencias a lo largo del valle. Y en eso estaban los mercenarios cuando un grupo de imperiales se acerco a ellos gritándoles.

-He ustedes, huraños, salgan de su cueva y unan se a la fiesta, hay cerveza y hace falta gente buena con los dados. Incluso quizá los enanos quieran jugarse unas fuerzas-.

- Sois muy amables -dijo con una sonrisa -no soy muy amigo de las burdas competiciones de taberna y no creo que por aquí alguien se preste a una justa y menos a estas horas. Pero la cerveza me encanta y ya que nos la ofrencen gustosamente, con gusto me tomaré unas jarras. Que no se diga de los enanos, tenéis que ganar a esos imperiales bebiendo. Yo os animaré con todas mis fuerzas, de eso podéis estar seguro.

En fin, que relajémonos por unas horas y disfrutemos de la bebida, las chanzas y la compañía. Igual escuchamos alguna buena historia de estas tierras que ahora son anfitrionas.

No diría que no a una cerveza y a algo de comer pero ese sitio me pone la piel de gallina Digo señalando el desfiladero .y aunque la cerveza no sea buena cerveza enana no pienso entrar en el desfiladero con resaca. Palmeo la bolsa que cuelga de mi cintura haciendo tintenear unas monedas .Sin embargo una partida de dados no creo que pueda afectar a mis sentidos y como mucho puede dejarme sin blanca .

La elfa acogió contrariada la decisión del capitán y la tranquilidad con la que Jaime se lo tomó. Los días en el carro debían haberle ablandado el cerebro, o quizá fueran las palabras de Domochievki que parecían contener una ligera referencia de su enigmático pasado en común.

Apenas le preocupó el montaje de la tienda de campaña, y aunque si bien es cierto que las aportaciones de Melissa y Alfred eran valiosas, llevaban los suficientes días con el Capitán como para que aquella tarea supusiera ya un desafío.

Habían elegido un lugar cercano a la fortaleza para instalarse pero a pesar de ello no estaba tranquila. Tampoco le tranquilizó el hecho de que la cerveza empezara a correr a raudales y que el ejército entero abandonase sus obligaciones por una noche de fiesta. Demasiado raro, pues ni siquiera en las compañía de mercenarios en las que había servido se permitían un lujo tan caro. La fiesta era la del saqueo y la de la vuelta a casa y allí no se daba ninguna de aquellas circunstancias.

Sin quererlo le vino a la mente la matanza y el sacrificio de los niños en la fortaleza de Muzing, ¿sería aquello como el banquete que le ofrecen a los condenados como última voluntad antes de ejecutarlos? Lo cierto es que no pintaba nada bien, así que trató de escabullirse del grupo para hacer una ronda de reconocimiento sin que se notase mucho su ausencia tras rechazar amablemente la invitación realizada por el soldado.

Tomó de la galera cuerda y garfio* y con cautela salió a explorar las inmediaciones de la fortaleza cuando el sol desapareció tras las montañas. Anduvo buscando sitios donde guarecerse, entradas a alguna posible cueva que les pudiera servir de refugio, a la vez que inspeccionaba la propia fortaleza, buscando en ella algún punto ciego por el que se pudiera acceder con una cuerda. Sabía que la visión de los humanos por la noche era muy limitada así que debería pasar desapercibida.

El rostro del mercenario se iluminó levemente ante la mención de los dados. No debía, era aquello lo que le había hecho arrastrarse de vuelta al camino y acabar junto a Jaime y el resto, en aquel maldito lugar... Pero seguro que esta vez su suerte cambiaba.

-Yo no diré que no a unos dados o una cerveza. 

Una vez montada la tienda y dejando las cosas innecesarias dentro, puedo salir a ver como se lo montan el resto de soldados imperiales. La verdad es que no parecía que se lo montaran mal ya que el jolgorio hacía que hasta pese de mi dolor yo sonriera. Uno de los soldados se acerca para extendernos la invitación de celebrar con ellos la llegada a la fortaleza.

- Quien diría que no a una cerveza y ese cerdo de montaña huele condenadamente bien. Quizás podáis contarme algunas historias de estas montañas y lo que nos aguarda.

Me encamino a buscar una jarra de cerveza y algo de conversación, querría saber a donde nos vamos a meter una vez dejemos atrás la fortaleza. 

Ante la propuesta, los mercenarios se dispersaron en medio de la celebración que las tropas imperiales brindaban a la luz de las estrellas. Algunos habían optado por solo participar conviviendo, mientras otros se involucraban de lleno en las competiciones, y claro, había aquellos que como Igor y Valdia, habían optado por prescindir de la cerveza y los festejos para descansar durante la corta noche.