Una historia que contar

Sentaos y escuchad, pues hoy os hablaré de la vida de supervivencia de un grupo de niños intentando luchar contra un mundo superior a ellos.

La historia que vengo a contaros se desarrolla en Albino, ¡Ah! La ciudad de Albino. Una hermosa ciudad en su tiempo. Una ciudad que no conoció la guerra, pero si sus consecuencias.

La recuerdo, la recuerdo como recuerdo todos los sucesos del mundo. Tiempo atrás era una de las grandes potencias de la Alianza Azur, una alianza ahora ya fragmentada a causa de las guerras.

Era una buena ciudad, si. Amurallada, con seguridad y apartada de las fronteras de la guerra. Esta fue la razón por la que los refugiados de la guerra, llamados por esas esperanzas, empezaran a acudir. Acudieron muchos, tantos que la ciudad colapsó. En aquel entonces, Donato Encimo, el gobernante, decreto la expulsión de todos los refugiados de la ciudad, acto que solo consiguió que estos se agolparan alrededor de la ciudad y empezaran a intentar edificar sus hogares.

Se crearon multitud de barrios y estos fueron proclamados como los barrios oscuros. Las condiciones de esas nuevas zonas eran totalmente insalubres. Plagas y hambrunas azotaron la ciudad y ante la desesperacion de la ciudad Donato actuó una vez más.

La Purga, en mi opinión una mala elección, pero dejad que os cuente.Varios escuadrones de soldados partieron. Fueron reclamando un nuevo tributo, una burda invención para expulsar a los refugiados de nuevo. Los soldados sin remordimiento incendiaban las casas de aquellos que no tenían nada con lo que pagar, haciéndoles así perder lo poco que tenían.

Muchos fueron los que huyeron pero muchos más los que, sin un lugar al que ir, se quedaron e intentaron reconstruir lo que eran sus hogares. Un año después, los barrios se habían vuelto a formar, pero la purga actuo de nuevo. Y así continuo, año tras año, no dejando crecer los exteriores de la ciudad.

Han pasado ya 20 años desde la primera purga y muchas son las historias de los refugiados que perdieron sus posesiones una y otra vez pasto de las llamas durante esos fatídicos días.

¡Acercaos!, pues hoy os contare una de esas historias. Dolor, sufrimiento y desesperación es lo que les toco vivir a nuestros pequeños. Escuchar y redordar.

Aunque os rodee la oscuridad absoluta, si mantenéis la esperanza, veréis la luz…

Veréis la luz a través de la sombra de nuestro mundo…

Veréis la luz a través de La sombra de gaia…

Es una mañana clara, el sol brilla ya en lo alto y, aunque es época de heladas, sus rayos calientan las suaves corrientes de aire. Los vientos soplan por las calles de la ciudad haciendo que el hedor de estas sea más leve. En una de las plazas creadas en las puertas de la ciudad un pequeño grupo de soldados con estandartes religiosos se disponen a entrar.

Entre ellos una niña, que aun no ha alcanzado la adolescencia, camina detrás de ellos con una armadura en la que aun no se distingue ninguna muesca de combate. Camina con paso firme siguiendo a sus compañeros. Pese a esto observa la ciudad a la que la acaban de asignar, Albino, los barrios exteriores están completamente cubiertos de infamia. Lo único que siente es lástima por los pobladores de esas zonas.

Justo antes de entrar lo último que atisba es la mirada de repulsión de una chiquilla de su misma edad que está sentada en el suelo.

El ambiente tras pasar las puertas de la ciudad es completamente diferente, las calles limpias están vigiladas y, aunque la gente que habita allí no es rica, no se ven salpicados de la podredumbre del exterior.

Tras un rato caminando el grupo de soldados llega a la puerta de la iglesia. Las puertas se abren con magnificencia. El grupo camina hasta situarse delante del altar, donde espera el cardenal de la ciudad.

-Bienvenidos a Albino, soy el cardenal Carlo Gerazi, es un placer para mi teneros aquí- El cardenal es joven, su edad no debe alejarse de los 25.-Habeis sido citados aquí para extender la palabra de nuestro señor, o mas bien para acallar a aquellos que no la aceptan.-Todos sus comentarios los acompaña de gestos de magnificencia.

-Llegáis en tiempos duros-Alza su mano al rostro intentando interpretar un gesto de aflicción.-La primera misión que he de encargaros me llena de dolor.- Extiende su mano hacia el grupo dejando que sus palabras hagan efecto mientras recorre con su mirada a los lacayos que le habían enviado. Sus ojos brillan al ver a la niña de cabellos castaños situada en la parte de atrás.

-Esta noche se realizara “la purga” un cruel acto pero inevitable, vosotros acompañareis a los soldados para evitar la muerte de cualquier buen creyente que si haya pagado sus impuestos…  Así como para dictaminar sentencia a cualquiera que mancille a nuestro señor.- Hace una pequeña reverencia.

-Podéis marchar a prepararos.- el grupo inicia su camino para salir de la catedral por un lateral cuando la voz del cardenal resuena de nuevo- Tu, espera, quiero hablar contigo- señala a la chiquilla.

Ya todos han abandonado la sala cuando el cardenal se acerca a la muchacha y con dulzura le hace que le dirija la mirada levantándole con dos dedos la barbilla. Se encuentra con una mirada inexpresiva, sus ojos no trasmiten nada y eso provoca en el cardenal un escalofrío.

-Recibí una carta de Magnus hablándome sobre ti, doce años y ya cualificada para portar nuestra insignia-Dirige una breve mirada al símbolo que hay en tallado en la armadura de la chica. -Quizá la que vas a enfrentar como primera misión sea demasiado cruel para ti. Si quisieras yo podría ignorar tu ausencia en la misión para que pudieras pasar una noche más agradable en mis aposentos.

La frase queda en el aire esperando una respuesta de la muchacha.

El grupo de soldados continúo su camino hacia dentro de la ciudad. Un interior en el que antes la chica había residido, se levanto con furia tras ver a los soldados de Cristo, aquellos que intentaban poner orden y vigilaban durante la purga.

Los mismos que permitieron la muerte de su tío, los mismos por culpa de los cuales llevaba un año en esos barrios oscuros. Ya había conseguido suficiente dinero para la comida de hoy, así que salió de la plaza dirección al puerto.

Hoy era el día de la purga, esa noche se realizaría. Había pasado ya tiempo desde que había quedado abandonada allí  y aun no había conseguido realizar ninguna acción contra aquellos que le habían causado tanto sufrimiento.

Camino con una nueva resolución. Hoy eso cambiaria, hoy les daría el primer golpe a los soldados. Como fuera.

La chiquilla caminó mientras en sus ojos se reflejaba una mirada algo inquietante.

Es una mañana clara, el sol brilla ya en lo alto y, aunque es época de heladas, sus rayos calientan las suaves corrientes de aire. Los vientos soplan por las calles de la ciudad haciendo que el hedor de estas sea más leve. En una de las calles anchas de los barrios bajos un pequeño tumulto se ha organizado.

En el centro de este hay dos personas, un adulto inconsciente en el suelo y un niño medio rapado de pie. De la mano del muchacho gotea un líquido rojo y espeso, sangre.

La gente está conmocionada, aquel muchacho había propinado un puñetazo que había dejado inconsciente a un rival mucho mayor que él.

Todos se arremolinaban distraídos ante el suceso, tan distraídos que no se habían percatado de que un muchacho con pelo azabache  se alejaba de la zona con una sonrisa en su cara y con los bolsillos más llenos que antes.

Al muchacho le ardía el puño. Nadie que llamara rata asquerosa a su amiga se libraría de su ira.

Miro con superioridad al hombre tumbado en el suelo, sacudió la mano hacia abajo salpicando el suelo de gotas carmesís. Bubu salió de su escondrijo entre los pliegues de su ropa y se acomodo en su hombro

La gente le rodeaba sorprendida de que aquel muchacho hubiera tumbado de un puñetazo a un hombre fornido. Murmuraban entre si hasta que Mordeim les dirigió una fría mirada y la gente comenzó a dispersarse, no quería problemas, sobre todo sabiendo que esta noche seria la purga, tenían mejores cosas que hacer.

Dudando el muchacho se quedo observando el cuerpo del hombre.  Nadie le impediría recoger de aquel patán sus pertenencias.

Al doblar la esquina el muchacho acelero el paso. Hoy durante la noche se haría la purga , la gente llevaba todo lo que tenía con ella, era el momento perfecto para actuar. Presentía que acababa de hacerse con un buen botín

Continúo su camino y doblo en una esquina. Se había criado en esas calles, conocía todos los lugares, ese callejón nunca era transitado, así que se sentó en el suelo y vació sus bolsillos para ver que había conseguido robar.

Doce monedas de plata tintinearon contra el suelo. ¡Doce platas! Con eso podía comer durante algo más de una semana. Vacio su otro bolsillo y a las monedas les acompañaron un colgante y una pequeña pulsera. Era un buen botín.

Ya estaba recogiendo los objetos cuando escucho un ruido metálico cerca. En el extremo del callejón una rejilla del alcantarillado se había movido, y detrás de esta, una silueta de baja estatura salió y se dirigió hacia la calle.

Shin se quedo pensando, era conocido que en las alcantarillas residía el gremio, un grupo de ladrones y asesinos en unión bajo el mando de un solo hombre de nombre desconocido por todos.

¿Sería esa persona uno de los integrantes del gremio?

Se quedo dudando si seguirlo o no.

Las alcantarillas apestaban, pero eran seguras, allí un muchacho en sus intricadas profundidades había establecido su lugar.

Las alcantarillas eran su hogar, las conocía mejor que nadie, bueno, quizá el gremio las conociera mejor. Aun así el había memorizado todo su entramado durante los últimos años y sabia desplazarse por toda la ciudad.

Se estiro y dio un bocado a un mendrugo de pan del día anterior, si no le fallaba la memoria hoy era el día de la purga, sería recomendable volver a estar en su “hogar” antes de que el atardecer llegara.

Se levanto y cogió su pequeño macuto. Aun quedaba bastante tiempo para que los soldados empezaran a pedir tributo por la noche, podría realizar algunos trucos y volver para entonces.

Caminó con seguridad por el laberinto y, en uno de los recodos, se asomó a una rejilla que daba al exterior. Parecía despejado, así que con cuidado desplazo la abertura y salió al exterior.

Se encamino hacia la plaza central, quizá la gente de allí estuviera generosa y le diera algo bueno esa mañana, aunque lo dudaba.

Es una mañana clara, el sol brilla ya en lo alto y, aunque es época de heladas, sus rayos calientan las suaves corrientes de aire. Los vientos mecen suavemente las hojas de los arboles del bosque, en el cual un pequeño claro abierto se distingue.

En el centro hay dos personas, un joven el cual aún le quedan muchas vivencias y un hombre mayor cuyos ojos ya han visto mucho durante el trascurso del tiempo. Ross, el muchacho cuyo pelo castaño revolotea por sus movimientos, da vueltas alrededor del anciano, el cual completamente parado, espera su ataque mientras se apoya en su bastón de madera.

En apenas un segundo el joven hace su movimiento, salta y agarra al anciano por la espalda intentando hacerle una llave. Le sujeta con su brazo izquierdo por delante del pecho de su rival mientras con su otra mano aplica fuerza.

-No, no y no- Dice con tono de enfado el anciano. – Te he dicho que no se hace así. Tu brazo está mal colocado, así solo conseguirás que utilicen tu fuerza.

Acompañando sus palabras el viejo se gira. Con tremenda facilidad y una sola mano hace que el muchacho de una vuelta en el aire y caiga en el suelo boca arriba. Suspira resignado, empieza lentamente a caminar hacia una roca cercana y se sienta.

-Creo que lo dejaremos por hoy,  ya va siendo hora de que vayamos a trabajar.- El anciano saca un puro de uno de los pliegues de su ropa y empieza a intercalar caladas. Su aspecto es completamente inofensivo a simple vista, pero esconde mucho más de lo que aparenta.

Pasado un rato se levanta y empieza a caminar hacia la ciudad.-Vamos muchacho, levanta, se hace tarde y tengo cosas que hacer.- Ross aun fatigado se levanta del suelo y sale corriendo detrás de el.

Durante el camino el viejo empieza a hablar con el muchacho.-Supongo que no hace falta que te avise pero esta noche será la purga, sería bueno que estés en casa antes de que todo comience.- El resto del camino no vuelve a comentar nada, es un hombre de pocas palabras, el cual no ha querido ni dar a conocer su nombre.

Camináis hasta que llegáis a vuestro destino, el puerto. Un pequeño barco que hace como vivienda flota en uno de los extremos, el anciano se encamina hacia él mientras comenta en voz alta- Hoy tengo trabajo así que ve a hacer por ahí lo que sea que haces para sobrevivir.- A modo de despedida sacude una mano en alto.

El muchacho se queda un momento en las tablas del embarcadero hasta que las tripas le empiezan a rugir. Se voltea y mira su mundo, quizá había pasado una mala racha, pero desde hace unos meses la vida ya no era tan dura, su maestro le dejaba dormir en el bote, solo tenía que preocuparse por comer y no ser comido.

Mientras bubu le mordisquea la cara al hombre tumbado,busco comida y equipaje entre todas sus pertenencias,mientras miro alrededor por si alguién se acercase mas de lo conveniente

Shin se quedo pensando unos segundos, si de verdad existia dicho gremio podria vender su pequeño botin y ganar lo suficiente para permitirse comer durante una temporada. Por otro lado eran ladrones y asesinos lo que podria encontrarse, si por algun casual no era bien recibido su vida podria terminar en ese instante. 

Sopesando las posibles consecuencias de sus actos Shin pensó en volver a su chabola pero...la purga se llevaria a cabo pronto e incluso ese pequeño refugio seria destruido y puede que el ejecutado.

Trago saliva y se escabullo por las calles en pos de seguir sigilosamente a la persona que había salido de las alcantarillas.

Voy andando por los muelles atento a cualquier tipo de movimiento cercano a mí mientras busco e intento encontrar algún pescado o resto de la pesca que algún pescador despistado haya olvidado por allí.

Rebuscando entre las pertenencias del hombre encuentras una manzana y unas pocas monedas de plata, no parece que tenga nada más de valor. Te levantas con actitud resuelta pensando en qué dirección tomar.

Roxo se dirigió a la plaza central de la ciudad a realizar sus trucos os malabares y a pedir algo de dinero o comida, abrigados bien con su gabardina e intentando no mirar a los ojos de la gente para no llamar la atención por el extravagante color de sus ojos.

Una vez en la plaza Roxo dejo el macuto en el suelo, saco sus pelota de malabares y empezó la actuación. Pero en un día como el de hoy poca gente daba limosna a un chiquillo que parecía provenir de los barrios oscuros.

Pasadas unas horas  sólo había obtenido un par de monedas de cobre, y algo de pan de lo que parecía una sirvienta de alguna casa rica de la ciudad.

Comió el pan que tan amablemente le habían dado y busco una fuente donde beber antes de volver a las alcantarillas, allí estaría a salvo durante la purga de este año.

Una vez en las alcantarillas pensó:

"Tal vez debería salir de la ciudad cuando todo esto acabe, me vendría bien entrenar, debo vengar a padre"

Cojo la manzana y las monedas y avanzo en dirección al puerto en busca de ganancias y nuevos bienes,adquiridos de cualquier forma cuestionable o no.
Me cuido en el camino de rodear las zonas más vigiladas por la guardia de la ciudad.

sonido(Vamos bubu!!! vamos!!!)

Empiezas a seguir sigilosamente a la persona que había salido de la alcantarilla, fuera del callejón, y ya con más luz te percatas de que es un chico joven, seguramente de tu misma edad.

Ha caminado sin percatarse de tu presencia hasta la plaza, donde ha estado un largo rato realizando trucos malabares en lo que es un pobre intento de conseguir algo de dinero. Horas más tarde inicia su camino hacia una calleja donde vuelve a introducirse en las alcantarillas.

Te introduces sutilmente en la alcantarilla y gracias a tu visión acostumbrada a lugares oscuros continuas siguiendo a aquel chaval, después de un rato caminando por las laberínticas alcantarillas ves como se introduce en lo que parece una pequeña sala de la cual poco más tarde sale una luz.

No tienes claro si entrar, ya que con esa luz y con lo que es probable sea una sala cerrada serás descubierto pronto. Te quedas dudando en la puerta sobre si echar un vistazo al interior.

"¿En que demonios estoy pensando siguiendo a un niño que se gana la vida haciendo malabares hasta las alcantarillas? Mas bien ¿Por que alguien vive en las alcantarillas?" Shin empieza a replantearse si seguirlo hasta tan lejos ha sido una buena idea, puede que el chico sea parte del supuesto gremio o simplemente puede que se halla establecido aqui a falta de un lugar mas apropiado. La idea de dar media vuelta e irse cruza por la mente de Shin pero..¡que diablos! habia llegado hasta aqui.

Sin arriesgarse a ser descubierto,cerca de la puerta pero sin entrar en la zona iluminada, Shin centra todos sus sentidos en escuchar y discernir todos los ruidos provenientes de la sala(Advertir). De esta forma intenta saber el numero aproximado de gente que se encuentra en la sala iluminada.

Después de un rato caminando por las laberínticas alcantarillas entras en la pequeña sala donde has establecido tu refugio, enciendes una vela ya que aunque tus ojos te permiten ver en la oscuridad te sientes más cómodo con algo de luz.

La sala antaño mohosa la has ido remodelando hasta conseguir que esta tenga un aspecto más hogareño, una pequeña fogata  en el centro y un saco de dormir en uno de los extremos hacen el lugar más acogedor.

Enciendes con la vela la fogata con algo de musgo seco y madera que habías traído anteriormente y te sientas a mirar el fuego en tu saco mientras piensas sobre salir de la ciudad para entrenar.

Agudizas el oído para intentar saber si alguien aparte del muchacho dentro de la sala, tras un rato escuchando como único sonido el crepitar de las llamas del interior te atreves a asomar la cabeza un momento.

El interior es una sala cuadrada de un tamaño bastante pequeño, en su interior lo único que hay es una pequeña hoguera en el centro y un saco de dormir junto a la pared sobre el que se encuentra el  muchacho al que has seguido, sentado y mirando el crepitar de las llamas.