Partida Rol por web

Con la intención de tocar una bella tonada que amanse a la fiera, intento traer a mi mente el recuerdo de la canción a entonar.

¡Ay, madre! ¡Que no la recuerdo! ¿Cómo era?

Con la música de mi lira

y la fuerza de mi Dios

yo amanso a esta fiera

ya no morderá, nooo...

Suspiro molesto, pues estoy seguro de que esa no es la letra. Pero entonces, ¿cómo demonios era?

A ver ésta...

Soy una taza, una tetera, una cuchara y un cucharón

soy un cuchillo, un plato hondo, un plato llano y un tenedoooooor

Pues va a ser que tampoco.

-¡Al carajo, leñes!- digo, cuando veo que no soy capaz a recordar la letra ni el ritmo. Y sin letra ni ritmo, poco voy a ayudar si me pongo a tocar. No estimo que el lobo tenga tanto interés por la música como para dejar de roer a Theoden y ponerse a dar palmas detrás de mí al ritmo de la canción.

Saco la honda, la cargo, y la volteo sobre mi cabeza. Lanzo la bola totalmente descentrado, mientras intento recordar la melodía dichosa, de cara a un futuro encuentro.

-Pues nada- digo, completamente ajeno al combate, mientras lanzo la bola. Con la mano libre me froto la barbilla mientras miro hacia el cielo, pensativo.

Un último intento, a ver...

"Malaaaaaessssst Patria Queridaaaaaaaaa...."

-Na, me rindo, no me acuerdo de la letra.

Solidarizándose nuevamente con Naolind y demostrando su amor por los animales, el pequeño héroe gnomo lanza la piedra hacia las profundidades del bosque.
Por su parte y al contrario que Theoden el alcalde no dudo un instante y se abalanzo contra el lobo restantes, sabedor de que en combate no existe la piedad y de que aunque solo quede un único combatiente mientras este siga en pie el peligro no habrá terminado, clavando la daga profundamente en el estomago del lobo.

Qüenya había seguido luchando arco en mano y espada en la diestra, con el escudo colgando aún a su espalda no había tenido tiempo de guardar el arco y ponerse el escudo por delante desde que el imprudente alcalde se lanzara contra el primer lobo, la elfa vió al otro lado del lobo al alcalde clavando su daga y ella misma clavó su propia espada, por un momento se le ocurrió que las hojas de las armas se encontraran en las profundidades de la carne y tintinearan, pero no ocurrió así, su estocada salió rápidamente cuando el lobo se sacudió, dejando que un hilo de sangre empapara la punta de la espada elfa.

El lobo que tenía su mirada fija en el alcalde no vio venir a la rápida elfa, por lo que la espada se clavo en la carne sin que este opusiera resistencia. La carne también cedió con facilidad, y en un instante animal tenía dos profundos y serios boquetes a cada lado del lomo, de los cuales no dejaba de manar abundante sangre.

Por su parte Eko había dejado de observar el sentenciado combate y mantenía su mirada fija en la profundidad del bosque, como si pudiese atravesar la espesura y ver lo que había al otro lado.

Nuevamente, Naolind trata de acertar con el lobo, aunque falla una vez más. La joven no parecía estar muy lucida esta vez. Cuanto más fallaba, más nerviosa se ponía fallando otra vez. 

Naolind demostrando ser una mujer fiel a las tradiciones decide no romper las suyas y manda un nuevo virote a la libertad a través del bosque en dirección hacia donde se pierde la mirada de Eko, el cual casi puede escuchar como el virote grita “libertaaaaaaaaaaaaad”.

Avergonzada se alzó tan rápido como pudo y se preparó para el nuevo ataque con las mejillas sonrosadas, quizás por la escena cómica que había protagonizado, quizás por el hecho que se estaba sirviendo de la superioridad numérica para acabar con el animal.

Ahora que el exceso de combatientes ya era preocupante, Rhean se vió obligada a intentar asestar un golpe técnico en lugar de un eficaz barrido, por miedo a alcanzar algún compañero.

La espada de la paladina descendía con fuerza hacia la cabeza del animal, pero en el último segundo este la ladeo y esquivo el fatal golpe... para instantes después desplomarse en el suelo entre temblores, desangrándose poco a poco por las heridas hasta morir rodeado de un charco de sangre.

Finalmente el combate había terminado, habíais salido victoriosos aunque malheridos. Resoplando por el esfuerzo el alcalde guardo su daga y se sentó en una pequeña piedra des...descansemos un poco. Sabía que era mucho pedir que las bestias del bosque no nos descubrieran antes de llegar a la cueva. Solo espero que no tengamos ningún otro encuentro desagradable en el viaje. Mientras Eko seguía en su ensoñación, con la mirada perdida en el horizonte.

Por fin la lucha había terminado. Parecía que no iba a acabar nunca... Aquellos lobos eran fuertes y valientes, pero afortunadamente nuestro grupo estaba compuesto por gente aún más valerosa. Si bien estaba claro que no habíamos luchado muy bien, al menos lo hicimos. La próxima vez habrá que organizarse un poco mejor.

Enfundé por fin mi espada y relajé la mano del escudo, mientras en silencio accedía a las palabras del alcalde ofreciendo un momento de descanso. Me senté lentamente en el mismo lugar en que momentos antes había estado y respiré tranquilo. Aquella pequeña lucha me preparaba un poco más para convertirme en el gran guerrero que aspiraba a ser, y me acercaba un paso más para conquistar el corazón de mi dama. Los rumores de mis andanzas te llegarán y con ellos la prueba de que soy merecedor de vuestra mano. Juro por mi honor que os llevaré una prueba de mi fuerza y valor, y que me mostraré digno de ser vuestro amigo y guardián.

Daba vueltas y más vueltas a la lucha. Tenía que repasar mis acciones, mis logros y mis errores, y aprender de ellos. Al menos esta vez he derrotado a mi adversario, no como la anterior... Por un momento temí por algunos de mis compañeros, que no lograban acabar con su enemigo e incluso llegaron a sufrir heridas, pero por suerte no había nada que lamentar. No éramos un grupo unido, era cierto, pero aun así todos ellos parecían buenas personas (puede que incluso el enano cantarín) y no habría querido que a ninguno le sucediese nada malo. Por no mencionar que nos necesitábamos unos a otros para cumplir nuestra misión, sean cuales sean los motivos que a cada uno le impulsen a luchar. Por lo menos podía estar seguro de una cosa, y es que todos teníamos causas nobles por las que combatir.

Absorto me hallaba en mis pensamientos hasta que al fin salí de mi ensoñamiento y me dirigí al alcalde:

¿Está bien, señor?

Cuando el último de los lobos cayó formando un charco de sangre, Rhean golpeó estrepitosamente su escudo con su espada tres veces.
-¡Victória! ¡Torm ha favorecido a los justos!

Y sin duda el dios estaría satisfecho, no sólo por repelir el ataque, si no que además no había perecido ningún inocente.

Pero ahora que la calma volvía al bosque y lentamente la adrenalina se mitigaba, la herída de la paladina empezaba a doler de verdad.
Limpió de sangre su espada con un viejo trapo y con dificultades. Y cuando se dió por satisfecha se examinó lel mordisco.

El alcalde lanza un sonoro bufido ante el comentario del joven guerrero no eran más que unos simples lobos. Puede que este mayor, pero hace falta algo más que eso para hacerme algo más que romper a sudar. Más bien deberías preocuparte por tu estado y por el de tus compañeros le responde señalando a las heridas que los dientes de lobo habían dejado en el cuerpo de Théoden y sus compañeros.

Está bien jovenzuelo - Dijo dando una palmada al viejo alcalde - Pero la próxima vez déjenos a nosotros, que para eso nos han contratado. ¿No querrá que nos convirtamos en aventureros errantes? Tenemos derechos y sindicatos, el contratista no debe participar, lea el convenio - Dejando al alcalde con estas reflexiones Qüenya ojeó las heridas del guerrero, no eran graves, así que con la dureza que correspondería a un capitán de un ejército sugirió de manera autoritativa: Deberíamos seguir hacia adelante, por nada querría ver a unos humanos (refiriéndose a su grupo) peleando contra kobolds y quién sabe qué más en plena noche

Estoy de acuerdo, Qüenya. Si nadie tiene objeción, deberíamos ponernos en camino.

Estaba un poco cansado y la armadura empezaba a pesarme un poco, pero la elfa tenía razón. Quedándonos quietos no hacíamos nada. De hecho, tras el escándalo organizado con la lucha contra los lobos, lo más probable es que otras alimañas acudiesen a nuestra posición. Lo más sensato era partir inmediatamente.

-¡Cuanto antes encontremos a esos Kobolds, mejor!

Acabó un vendaje precario pero lo suficiente correcto como para impedir que la herida se infectase y colció a ajustarse la armadura, más tarde ya se preocuparía de tratar el mordisco como debía.
Se levantó decididamente y se dedicó a recoger sus cosas... Con todo el combate lo tenían todo desparramado y la paladina se lamentó por la suciedad

Naolind asintió con la cabeza. Recogió sus bártulos sin mediar palabra, dispuesta a continuar, siguiendo las indicaciones de la elfa.

Mientras mis compañeros se dedicaban a parlotear entre ellos, yo saqué mi pergamino y mi pluma y me puse a escribir la valerosa hazaña en la que nos habíamos visto inmersos. Quería tratar de ajustarme a la verdad lo más posible, así que cuanto antes me pusiera manos a la obra, menos detalles olvidaría:

Cantar del Mío Gnimsh, capítulo XXIX

Acompañado de su grupo de fieles seguidores

Hallábase el Único en medio de un bosque sombrío.

Mas apareció un grupo de lobos, temible y fiero

intentado asesinar al grupo. ¡Gnimsh Mío, qué aspecto más bravío!

¡Socorro!, gritaron los fieles, y cuando se hubieron escondido,

Gnimsh el Único sacó su espada aprisa

y de un solo mandoble dado con brío

se deshizo de uno que ni a verlas venir

dio tiempo el Gnomo, con alarde de poderío.

Y fueron cayendo uno tras otro, uno tras otro

mas lucharon con fiereza para no caer de vacío

y mientras el Único defendía a una bella dama

otra lloraba presa del dolor a causa del mordisco recibido.

Gnimsh el Único no dejó la afrenta sin venganza

y de un certero golpe dado con arrebatador tino

la última de las criaturas cayó al suelo sin vida

y otro encuentro resolvió nuestro Héroe con estilo.

¡Larga vida al último héroe de Malaest!

Gritaron sus fieles en alegre algarabío.

¡Que viva el Único, el apuesto Gnimsh el bardo

que sin darse importancia, lores ni griterío

nos ha salvado la vida de nuevo.

¡Gallardo y apuesto, qué arte y poderío!

¡Peeeeeerfecto! Me ha quedado planchado. Si bien es cierto que prefiero la estructura del poema romance, desde que me he propuesto aceptar la existencia del verso libre mi cantar me está quedando mucho más asequible a la mente de los paletos, que no podrían apreciar la hermosura de versos más elaborados. Pero prima más que el vulgo conozca mi excelsa existencia que permitir que un estilo demasiado culto haga incomprensibles las andanzas de un ser tan perfecto como yo. Además, creo que he captado bien la esencia del combate, ya que no habría podido reflejar de manera más certera y precisa la consecución de nuestra pequeña rencilla.

Recojo mi pergamino y mi pluma y, tras echar un buen trago a mi odre, cierro bien mi saco y me dispongo a seguir a mis compañeros.

-Bueno, abuelete- le digo al alcalde- si quiere pelear hágalo, pero cuando algún lobo abra la boca con intención de morder, cuando la cierre procure que dentro de dicha boca no haya ningún fragmento de alcalde.

Me pongo en marcha con el resto. Me pregunto cuánto queda para llegar a nuestro destino, porque si alguno está herido, quizás sería buena idea descansar un buen rato. Aunque sí, estoy completamente de acuerdo en que hay que procurar por todos los medios que no nos llegue la noche cuando vayamos a meternos en la boca del lobo.

Eko por fin parece haber vuelto en si y se acerca al grupo cierto, sera mejor que partamos cuanto antes. He detectado una poderosa aura mágica en la dirección en la que el alcalde dice que se encuentra la cueva. Debemos de proceder con cautela a partir de ahora.

O si claro, grandes aventureros que han acabado con un grupo de lobos... y con la ayuda de gente fuera del gremio. ¿Y estos se hacen llamar héroes? En mis tiempos si que eramos héroes, que matábamos cosas más grandes como minotauros o grifos... murmura malhumorado el alcalde ante el comentario de la elfa mientras se levanta de la piedra de acuerdo partimos sin demora. Estamos cerca, apenas a una hora de camino. Así que recoger y preparados, no pienso parar así que si alguien se pierde se las tendrá que arreglar el solito. Sobre todo tu pequeñajo dice señalando a Gnimsh que por mucho que digas has sido tu el que ha visto con hambre a los lobos y les ha dado de comer.

Eché una mirada de despecho al alcalde. ¿Qué actitud era aquella? ¿Cómo un hombre hecho y derecho se permitía hablarle así a una mujer, y para encima en susurros, cobárdemente en vez de hacerlo a la cara? Por no mencionar que un arrebato semejante es indigno de alguien de la categoría de un alcalde. A punto estuve de reprocharle su comentario y de manifestarle mi completa incredulidad sobre esas supuestas hazañas que alguien físicamente tan débil y pequeño como él decía haber realizado. Sin embargo conozco mi posición y mi deber, y no soy quien para meterme en asuntos ajenos. Si la cuestión fuese a mayores, por supuesto que intervendría en defensa de la mujer, pero no iba a buscarme problemas con aquel a quien prometí ayudar por una cuestión tan nimia. Además, en todo caso Qüenya ha dejado más que demostrado que es perfectamente capaz de manejar una situación sola.

Tomé mi escudo con el gesto aún torcido. Mi señor me había enseñado a tratar a las damas con el máximo respeto, sea cual sea su condición, y las faltas de cortesía hacia ellas eran unas de las cosas que más me indignaban en el mundo. Qué le voy a hacer, es lo que me han enseñado. Me acomodé la armadura, alcé el escudo y me dispuse a partir.

Sin embargo, nuevamente el malhumorado alcalde me hizo torcer el gesto. Esta vez arremetía contra el bardo. Es cierto que el gnomo cantarín era a veces harto molesto y que no había estado muy lucido en la lucha, pero aun así nuestro guía no tenía derecho a hablarle de ese modo. A fin de cuentas, Gnimsh peleó como los demás aunque no tuviese éxito. Además, sin su ayuda en la habitación, quizás yo habría salido muy malparado hacía tan solo unas horas, por mucho que detestase reconocerlo. Nuevamente sentí ganas de intervenir, pero si había alguien que sin duda se bastaba y sobraba para replicar, ese era Gnimsh.

Sin más, decidí ignorar los reproches del alcalde y contestar como si no hubiese oído nada más que lo importante:

No habrá problema en seguirle, señor. Usted preocúpese solo de guiarnos hasta allí. Y si alguno perdiese al grupo de vista, estoy seguro de que sabrá arreglárselas para encontrarnos sin problema.

Esperaba aplacar un poco el mal humor que desbordaba al hombrecillo con unas amables palabras, aunque quizás me salieron en un tono un poco más tosco de lo que pretendía. Sin embargo, confiaba en que nadie se perdiese de vista. Todos parecían perfectamente capaces de seguir el ritmo. Para mí, acostumbrado a la dura vida en el campo, un "paseo" por el bosque no iba a ser ningún problema, a pesar de cargar con el escudo y la armadura. Por otro lado, la advertencia de Eko no dejaba lugar a dudas y había que mantenerse alerta.

Gracias por la advertencia, Eko. De ahora en adelante deberíamos procurar movernos con el mayor sigilo posible y hablar en voz baja, por si acaso. Cuantos menos enemigos atraigamos hacia nosotros, mejor. La sorpresa nos ayudaría mucho para llevar a cabo nuestra misión...