Partida Rol por web

Qüenya demostro que la legendaria agilidad elfa es algo más que habladurías y esquivo los cascotes con pasmosa facilidad. Lo mismo podía decirse del pequeño bardo que por momentos incluso parecía más ágil que la propia elfa. Naolind y el alcalde también demostraron buenos reflejos y si bien no con tanta facilidad también lograron esquivar todos los cascotes.

Por desgracia Rhean, Theoden y Eko no fueron tan ágiles y sus pobres cabezas lo pagaron caro siendo golpeadas por repentinos cascotes y dejándolos momentáneamente atontados.

Los que lograsteis esquivar los cascotes escucháis a vuestro alrededor varios chillidos que si bien no entendéis lo que dicen su tono no deja a dudas que están asombrados. Al parecer no esperaban que tantos esquivaran los cascotes y se esperaban que ofrecierais menos resistencia. Tras un nuevo vistazo más detenido lográis ver un total de 6 kobolds, tres a cada lado del grupo, expectantes e indecisos de si atacar o no.

Qüenya volteó sobre sí misma, no sabía a quien disparar y conforme daba pasitos rotando sobre sí lanzó dos flechas que impactaron entre las rocas a su alrededor, algun kobold lanzó un chillidito al apartarse de la fácilmente predecible trayectoria del proyectil. Qüenya cogía flechas y seguía disparando a su alrededor como un zarzículo viviente.

No pude esquivar las piedras y cayeron sobre mí, golpeándome y haciéndome caer al suelo. Con mucho esfuerzo me trataba de poner en pie, pero la cabeza me daba vueltas y los sonidos llegaban a mis oídos como lejanos y con un molesto eco que no me permitía entender lo que se decía a mi alrededor. Me pareció entender que alguien de mi grupo estaba atacando, pero aún no me encontraba en condiciones de ayudarle.

Aunque tan solo fue un instante la duda inicial hizo que los disparos de la elfa pasaran cerca pero sin alcanzar a los kobols que os dio la impresión que suspiraban de alivio. En cuanto a Theoden el pobre aún estaba demasiado atontado por los golpes en la cabeza como para poder hacer algo.

Así que este grupo de lagartijas es el que nos ha tendido esta estúpida trampa, me digo, mientras extraigo la honda de mis ropajes.

Con un grácil movimiento de muñeca comienzo a girar la honda, tras colocarle uno de las piedras que cogí de la que veníamos siguiendo al pelmazo del alcalde. Tengo un kóbold a tiro, así que cuando cojo bastante impulso con la honda, lanzo contra él la piedra con bastante tino, aunque quizás no con el impulso que debiera. La piedra le impacta**, pero lo que le he hecho es poco más que un corte.

La bala lanzada por el pequeño gran último héroe de Malaest alcanzo a uno de los kobolds golpeándolo de lleno en el hombro y haciéndolo retroceder un par de pasos a causa del impacto. Acto seguido fue Eko el que ataco al mismo Kobold. Tras realizar una serie de complejos gestos con las manos acompañados de unas extrañas palabras un haz de luz azulado salio disparado de sus manos pero el rayo paso un par de palmos por encima de la cabeza del pequeño kobold.

La joven fué ágil, incluso llevando tal armadura... Pero no lo suficiente. Incluso creyó que había salido airosa de la trampa poco antes que el dolor se propagara por su cuerpo.

Le hubiera gustado dedicarse a sus nuevas heridas, pero habían caído en una trampa y no tenía tiempo para más.

A paso tambaleante y todavía sin tener un conocimiento total de la escena, la paladín se dirigió hacia el primer adversario que tenía cerca.
La cabeza de daba vueltas y todo giraba a su alrededor, pero por suerte su cerebro volvía en sí rápidamente

Rhean se mantenía en pie de forma torpe y dando tumbos de un lado a otro queriendo acercarse a un enemigo pero en lugar de eso acabo un par de pasos más atrás de donde estaba en un principio.

Por su parte el alcalde cogió su daga por el filo, echo el brazo hacia atrás y la lanzo con todas sus fuerzas en dirección al kobold que antes había recibido la pedrada del pequeño bardo. Lanza la daga con todas sus fuerzas y esta se clava hasta la empuñadura en el cráneo del kobold a través del ojo derecho de este. El animal cae al suelo muerto como un títere al que le hubieran cortado las cuerdas.

Naolind maldice por lo bajo tras haber caído en la trampa. Dispara con su ballesta al kobold más cercano.

El virote disparado por Naolind se adentro en las profundidades de la cueva pasando varios metros por encima de la cabeza de los kobolds que estaban frente a vosotros.

Con un chillido de furia, los kobols salieron de detrás de las rocas en las que se encontraban y se abalanzaron sobre vosotros con gran ímpetu... pero escaso acierto. Todos los bichejos fallaron sus ataques de largo excepto el que se enfrentaba a Qüenya, pero en su caso la gruesa armadura de la elfa desvió la lanza sin ningún problema.

Qüenya no se deja intimidar por el pobre ataque del kobold y no tarda en reaccionar sacando una flecha y disparándole a la criatura a bocajarro.

Debido a la cercanía del disparo la flecha atraviesa limpiamente el pecho de la criatura de lado a lado, perdiéndose en el fondo de la sala. De la herida del kobold comienza a manar sangre a grandes cantidades pese a sus intentos por tapársela con las manos, en pocos segundos cae al suelo debilitado y no tarda en morir entre pequeños gorgoteos.

Todos estaban peleando, y yo aún seguía un poco aturdido. No obstante, me froté el golpe de la cabeza y traté de erguirme para luchar. Tenía un adversario justo ante mí y tenía que atacar antes de darle la oportunidad de herirme. Sin embargo, el mareo que tenía era más fuerte de lo que pensaba y el mandoble que iba a asestarle se convirtió en poco más que una floritura con la espada.

La estocada de Théoden fue realizada con una gran maestría y habilidad. Por desgracia estaba destinada a descabezas a una persona y no a una criatura tan pequeña como un kobold, por lo que la hoja del arma paso unos cuantos centímetros por encima de su objetivo.

Tengo delante de mí a una criatura más o menos de mi estatura, moviéndose demasiado para mi gusto. No para de amagar, primero hacia un lado, luego hacia el otro, y así constantemente a un ritmo vertiginoso. Admito que me está poniendo nervioso, así que cuando trato de clavarle mi espada en el estómago, el horrendo bicho consigue librarse de mí con un hábil gesto.

Esto no parece un combate, me digo, bien parece que esté bailando una jota malaestesa. ¡Podría estarse un poquito más quieto, caray!

Lo admito, no me gusta nada que empleen una técnica de combate que se asemeje de tal forma a la mía. Aquí el que ha de moverse como quien baila soy yo, y no una vulgar culebra como la verdosa criatura que tengo delante.

El pequeño bardo y el kobold que tenía enfrente comenzaron una extraña danza mientras el primero trataba de clavarle la espada al segundo, pero tras unos primeros momentos y viendo el resultado y la estrambótica danza os preguntabais si quería matarlo o estaba queriendo ligar con el.

Por su parte Eko aún se hallaba justo debajo de la jaula desde la que los kobolds soltaron las piedras, tambaleándose y con problemas para mantenerse en pie. De entre los pliegues de su túnica saco un extraño pergamino y ahí se quedo parado tratando de leerlo.

La oscuridad del antro no ayudaba a la joven paladín a ubicarse. Además, todo eran gritos y chillidos inhumanos... Hasta que distinguió un kobold delante suyo.

Antes de asegurarse que el suelo estaba abajo y el techo arriba, intentó borrarle la sonrisa a su adversario de un espadazo.

Rhean alza su espada por encima de la cabeza y lanza un poderoso tajo vertical utilizando toda su fuerza combinada a la longitud de su brazo. La pequeña bestia no puede reaccionar al violento golpe y la hoja se incrusto violentamente en el cráneo, partiéndolo en dos completamente y esparciendo sangre, trozos de hueso y restos de cerebro en todas direcciones.

El alcalde por su parte saca una nueva daga de la bota derecha y se dirige a echarle una mano a Naolind con el kobold que tenía delante, rodeando a la pobre bestia que gruñía en señal de desafío. La joven por su parte al verse trabada en combate cuerpo a cuerpo guarda la ballesta y desenvaina una pequeña daga que llevaba en el cinturón.

La suerte parecía os sonreía. Los kobolds no parecían capaces de deteneros y el combate acabaría pronto. Pero entonces… una espantosa carcajada sonó en la cueva, haciendo tililar la luz y estremeciéndoos hasta los huesos. Una sensación de opresión comenzó a inundar la sala y cada vez os costaba más respirar, como si el aire se fuese volviendo mas espeso a cada segundo que pasaba.

De repente los tres kobolds que se hallaban frente a vosotros dejaron de luchar y se retiraron hacía la abertura al extremo opuesto por el que entrasteis vosotros. Pronto su silueta se difumino en la oscuridad y solo sus rojos ojos eran visibles desde la oscuridad. Unos ojos de rojo centella, demasiado brillantes para un koblod normal. No hacia falta ser un experto para darse cuenta que aquel resplandor se debía a alguna clase de hechizo. Pero lo que mas os preocupo es que no contabais bastantes más de tres pares de ojos…

Unos sonoros aplausos os sorprendieron. Alzasteis la mirada en dirección a lo alto de una de las piedras, lugar del que provenía el sonido, y visteis una figura sin duda humana vestida simplemente con una túnica aplaudiendo pausadamente. Vaya, vaya, vaya, ¿quién lo iba a decir? Por estas desoladas tierras aún quedan héroes su voz sonaba fría y esa última palabra casi la escupió del desprecio que desprendía pero por desgracia llegáis tarde. Tanto este pueblo como toda Malaest esta condenada. Y no hay nada que podáis hacer porque aquí y ahora moriréis… una brillante bola de fuego apareció en sus manos y se preparo para lanzarla…