Partida Rol por web

Tirada para comprobar si alguien dentro escucha el combate.

Decididos y llenos de determinación atravesasteis los matorrales para lanzaros contra los kobolds, y entonces visteis por fin la entrada a la cueva. Salisteis a un claro circular bastante amplio y que parecía imposible en una zona tan boscosa como esa. En mitad del claro se alzaba una enorme roca, casi del tamaño de la casa del alcalde, en cuyo centro había un negro agujero, sin duda la entrada al cubil de los kobolds. Tal y como había indicado el alcalde había un kobold haciendo guardia a cada lado de la abertura en la roca.

Rhean se abalanzo espada en alto contra el kobold que se encontraba a la izquierda de la entrada, pero justo en el momento en que se disponía a golpear una flecha paso junto a su cabeza y se clavo en la sien del kobold haciendole fallar el golpe. La flecha se clavo con tanta fuerza que atravesó el cráneo de la pequeña criatura que cayo al suelo inerte.

Al otro lado de la avertura Theoden cargo contra el otro kobold, pero su golpe tampoco fue preciso y golpeo en la roca a la derecha del kobold. Mientras este se giraba en dirección al guerrero y aprovechando la distracción Gnimsh disparo con la honda, acertando con la piedra en pleno pecho del kobold y haciendo que expulsara todo el aire que llevaba en los pulmones.

Tanto Naolind como Eko decidieron quedarse atrás cuidando del alcalde. Pese a que el anciano mediano se había mostrado capaz de defenderse contra los lobos era mejor no dejarlo solo por su seguridad.

Me quedé con cara de lelo al ver que al kobold casi no le había hecho falta ni moverse para esquivar mi ataque porque yo solito fallé y asesté un precioso mandoble a una piedra. Pero más aplatanado me quedé aún cuando vi pasar una roca zumbando y darle de pleno en el pecho. Gnimsh me había salvado el pellejo, porque de no haberle pegado él, seguro que ahora mismo estaría retorciéndome en el suelo tras recibir un buen tajo. Aunque me fastidiaba, tengo que reconocerlo, que un tipo de medio metro de estatura me tuviese que ayudar, otra vez.

Sea como fuere, alcé mi espada otra vez para intentar rematar a mi enemigo, aunque después de mi primer ataque fallido estaba un poco bajo de moral y con muy poca fe en mis capacidades, así que, por segunda vez en este combate, volví a lanzar un mandoble bastante desastroso. Recé para que el kobold estuviese lo bastante aturdido tras el trastazo que le había dado el gnomo cantarín, y golpeé como pude.

El kobold recupero el aliento mientras la espada de Theoden pasaba a escasos centímetros de su cuello. Alzo la vista y por fin fue capaz de ver lo que se le venía encima. Echo un rápido vistazo a su alrededor para analiza la situación y al terminar sus pequeños ojos se posaron en los del rubio guerrero.

Durante un leve instante Theoden pudo ver en ellos la duda y el miedo, pero rápidamente fueron reemplazados por un extraño brillo rojizo en el interior de sus pupilas. El kobold puso su mano en el lado derecho del cuerpo y Theoden se tenso preparándose para combatir, pero lo que saco el kobold no fue un arma sino un enorme cuerno. Sin tiempo que perder se lo llevo a la boca y comenzó a coger aire...

Al ver al kobold llevarse el cuerno a la boca, miré a Theoden con expresión de pavor.

-¡Ay, Dios!- susurré para mí, de forma prácticamente inaudible- Theoden, estamos en tus manos.

¡Que Dios nos coja confesados!

Mi moral estaba por los suelos. ¿Cómo podía haber fallado otra vez? No era digno de llevar espada y armadura...

Estaba ya pensando en cómo explicarle a mi señor mi fracaso al regresar tan pronto, y en mi vergüenza al personarme ante mi dama, cuando vi al kobold moverse. Al principio creí que me iba a atacar, pero en sus ojos no percibí el ardor de la batalla. Más bien su mirada denotaba el triste conocimiento de que iba a morir y que, probablemente, mi rostro fuese lo último que iba a ver. Sin embargo, como sacando fuerzas de la flaqueza, vi que ni me atacaba, ni se agazapaba, ni intentaba huir, sino que en su mano aferraba un cuerno. ¡Iba a dar la alarma!

Lo que ocurrió después, sinceramente, no lo sé. Cuando me di cuenta, ya había alzado mi espada y estaba asestándole un nuevo mandoble. Sin embargo, esta vez no iba a fallar. Sabía que era mi última oportunidad antes de que todos estuviésemos metidos en un lío terrible, rodeados de enemigos y, como guiado por una extraña fuerza que renovó mis ansias de seguir adelante y demostrar de qué era yo capaz, intenté un último y veloz ataque. Tal vez la alimaña lo frenase, tal vez no fuese un golpe defnitivo, pero al menos una cosa esaba clara: el kobold no podría soplar aquel cuerno.

Al kobold no le dio tiempo ni de llevarse el cuerno a la boca. Y aunque hubiese llegado a alzarlo no habría servido de nada, pues para ese momento su cabeza reposaba junto a sus pies después de ser cercenada del potente golpe asestado por Theoden como si fuese hierba seca.

El cuerpo cayo con un golpe sordo que resonó en vuestro oídos como si el derrumbar de una montaña fuese para dar paso a un silencio profundo y ominoso que ni siquiera el viento se atrevía a profanar.

Qüenya se acercó a la puerta de la gruta y puso el oído... parece que no les habían escuchado, colocó su dedo índice sobre sus labios mirando a su grupo y señaló hacia la gruta, ella, con la cuerda del arco encajando una flecha, ya estaba lista para disparar de nuevo si esas alimañas se atrevían a asomar la nariz aún en el interior de la cueva

El profundo silencio se mantuvo durante unos segundos que a vosotros os parecieron una autentica eternidad, hasta que finalmente fue roto por unos sigilosos pasos, pero que a vosotros os sonaban más estridentes que un desfile. Eran el alcalde, Naolind y Eko acercándose a vuestra posición ahora que los guardias habían sido eliminados.

Vayamos dentro, no tenemos tiempo que perder. ¿En que orden entramos? os pregunta el alcalde con un tono de seriedad como no le habíais oído hasta el momento.

Yo iré delante.

Mis palabras eran tajantes. A fin de cuentas yo era un guerrero y portaba armadura, espada y escudo. Si alguien debía estar al frente de las posibles amenazas que surgiesen al entrar, ese era yo.

-¡Eh, chico! ¡Voy a tu lado!

La idea de Rhean era formar un muro sólido con Théoden en vanguardia. Si los dos se mantenían rectos evitarían que los sobrepasasen y atacaran a los que se les daba bien los arcos.
No era una idea muy original, pues era la táctica básica en la que se basaban los ejércitos en el campo de batalla: Infanteria delante y arqueros atrás... ¡Qué grandes estrategas los que copian esta táctica!

Pero durante los largos años que Rhean pasó en su formación, sus maestros no pararon de repetirle que era la mejor opción en la lucha, ¡por no decir que consideraban la única!

-Muy bien, yo iré detrás, preparado para auxiliaros en cuanto estéis en peligro.

Que se peguen los dos armarios, pienso, mientras tomo la espada. Aunque bien pensado, si ellos van delante, yo no voy a ver nada... Claro que si la cosa se pone fea, también tendré menos obstáculos para volver a salir... Sí, definitivamente, voy a ir detrás.

Mientras el grupo se organizaba para el asalto a la mina, Rhean se dió cuenta de los suspiros de Theoden*. Unas leves bocanadas de aire, que delataban el pulso del fornido guerrero.

-Théoden, así no puedes entrar a la cueva. Pondrás tu vida en riesgo... y la vida de los que te acompañan. Déjame, Torm está al lado de los que combaten al mal -la joven puso la palma de su mano sobre el pecho del caballero y apretó con fuerza mientras musitaba una oración- Todopoderoso Torm, sé propicio a este guerrero de buen temple. Bendice este cuerpo gastado para que pueda asestarle un golpe mortal a aquellos que se esconden de tu causa...

Acabada la oración, la paladina volvió con tranquilidad a su anterior posición. Una tranquilidad tensa, pues en sus ojos brillaban levemente la luz del fanatismo.

Yo iré la última - comentó Naolind, como de costumbre en ella, con pocas palabras.

Una ver Rhean sana al malherido Theoden usando sus divinos poderes os colocáis en posición: en primera fila los mencionados Rhean y Theoden, detrás de ellos Qüenya y Gnimsh para dar apoyo a larga distancia y en la última fila Eko, Naolind y el alcalde.

Finalmente y tras comprobar que todos estabais correctamente equipados os adentrasteis en la cueva. A todos os pareció que mas que en una gruta estabais adentrándoos en las fauces de una bestia. Una vez pasado el umbral de Eko se giro como si esperara que la entrada se cerrara como si un depredador gigante os hubiera engullido, pero la abertura seguía en su sitio. Al otro lado de la entrada os esperaba un largo y oscuro pasillo el cual no parecía tener fin.

Echasteis a andar usando la luz que se vislumbraba al final del túnel como guía y el sonido de vuestros pasos como compañeros. De vez en cuando el sonido de una gota caer en un charco os sobresaltaba, pero ese fue el único sonido no provocado por vosotros que os acompaño durante el corto trayecto. Tras un par de angustiosos minutos andando en los que parecía que cualquier sombra albergaba algún peligro en su interior llegasteis hasta un punto en donde el camino realizaba un brusco giro hacia la izquierda. No veíais nada de lo que había al otro lado de la curva excepto la luz que provenía del otro lado. Al parecer era ese el lugar del que provenía la luz que habíais visto en la lejanía.