Partida Rol por web

Nuestros investigadores llegan a la capital del viejo Imperio Austro-Húngaro, tras un placentero viaje por mar y tierra.

Viena estaba tan hermosa como la recordaba. Los últimos días Steven, además de acomodarse en el hotel y asegurarse de que tenía lo necesario para su labor los próximos días, había recorrido Viena, volviendo a familiarizarse con las calles que no había pisado desde hacía mucho tiempo. Aunque disfrutaba con la naturaleza y los espacios naturales, Viena, con su encanto e historia, era una de sus ciudades favoritas.

Se levantó temprano, aunque lleno de energía, disfrutó de un desayuno en uno de los cafés de Viena y se dirigió a la Ausperhaus. Cuanto antes hiciese los trámites que faltaban, mejor. El día anterior había vuelto a leer todos los datos que tenía y repasado las instrucciones que le habían dado.

Me pregunto si me cruzaré con Scott o Nicholas antes de la subasta-pensó-En todo caso, el mayor peligro de delatarnos será cuando estemos junto a los demás invitados. En fin, espero que todo termine pronto. Estoy deseando visitar tantos lugares...Pero primero debo concentrarme en esta labor

Antes de darse cuenta, ya estaba delante de la Ausperhaus. Entró y trató de localizar a la persona con la que debía hablar.

Nicholas optó por llegar a la ciudad un par de días antes de la subasta para así poder disponer de algún tiempo para reponerse del viaje y disfrutar de la ciudad. Puede que no fuese demasiado tiempo, pero pudo dejarse llevar por  su curiosidad de anticuario y visitar las tiendas de antigüedades del distrito Stephansdom y la Schönbrunner Strasse para  intercambiar  anécdotas  con sus colegas, así como disfrutar de los placeres y aromas ofrecidos por los restaurantes y cafés del lugar ---sobre todo estos últimos---, aunque no dudó tampoco en visitar alguna que otra cervecería. El idioma no era demasiado problema, su alemán era bastante aceptable, fruto del trato con numerosas expediciones arqueológicas alemanas con las que había coincidido en Egipto.

No cabía duda de que Nicholas era todo un sibarita, y cuando tenía oportunidad, como en este caso, no lo disimulaba en absoluto. Museos y galerías podían esperar al final de la subasta, si bien sí aceptó de buen grado asistir a un concierto nocturno en un palacete. Sin embargo la última noche volvió pronto a su hotel. Puede que le gustase disfrutar de los placeres de la vida, pero era un profesional, y al día siguiente convenía tener la mente lúcida y atenta para la subasta. Antes de acostarse repasó sus notas, que había ido organizando y pasando a limpio en las semanas anteriores a un pequeño cuaderno que podía llevar disimuladamente en el bolsillo de la chaqueta.

Se levantó temprano, se aseó, y tras enfundarse en el elegante traje y los zapatos que había traído con vistas a la subasta, disfrutó de un abundante desayuno. Finalmente, se dirigió en taxi al lugar de la subasta con la documentación pertinente guardada en su maletín de cuero. Cuando llegó al Ausperhaus le pareció ver por un momento a Steven entrando en el lugar, pero no estaba seguro, después de todo aquel hombre al que había visto iba vestido de traje y corbata limpios y planchados, diríase incluso que elegantes. No, no podía ser él… ¿o tal vez sí? Sería cosa de entrar y comprobarlo.

Cuando llegáis a la casa Ausperg, sois recibidos en la puerta por un mayordomo, que os lleva ante un asistente, que a su vez llevará a cabo todos los trámites necesarios, como la convalidación de las cartas de crédito, la comprobación del pasaporte, etc. Una vez completos los detalles, os recibirá el director.

Herr Ausperg es el ejemplo típico, a sus 50 años, de un perfecto caballero austriaco. Sus modales son exquisitos y, por supuesto, habla a la perfección el inglés, con un cultivado acento británico. Os agradece la visita y conversa adecuadamente con vosotros preguntándoos acerca del viaje. Manifiesta que habéis llegado a tiempo, porque la subasta ha sido adelantada al día siguiente, a las 11 de la noche, después de una cena cortesía de la casa Ausperg.

Por razones de discreción, la subasta se realizará fuera de horas normales puesto que algunos de los participantes no desean ser vistos en Ausperghaus, no fuera a interpretarse que están allí para vender, en lugar de para comprar.

Herr Ausperg manifiesta tener poco interés por los temas de Ocultismo, pero por imperativo del negocio y la reputación de la casa, supervisa todas las subastas especiales como ésta. Afirma que la venta de estos objetos en particular es un servicio que realiza en favor de algunos clientes antiguos y valiosos, y que estaría faltando a sus responsabilidades si no intentara servirles en todo lo posible.

A su entrada Nicholas es recibido por un mayordomo, que educadamente le acompaña a una elegante sala de estar, dándole a entender  que deberé esperar unos minutos ---es un mayordomo, por lo que ajustándose al papel que le ha tocado jugar en esta subasta, ”no se digna” en hablar con él.  Aprovecha entonces para acercarse al mueble bar  y servirse algo. Está bien surtido, por lo que esta vez opta por una copa de coñac. Aprovecha también para sentarse en uno de los sillones y echar un vistazo a la prensa vienesa (1). La espera resulta ser más breve de lo que esperaba, y al poco rato el mayordomo regresa para acompañarle ante un asistente que inmediatamente se disculpa por la tardanza, pues había estado tramitando la documentación de otro de los asistentes.

Una vez resuelto el tema burocrático, es recibido por Herr Ausper, con el que charla amigablemente durante un rato sobre la subasta tras presentarse como un tratante de arte contratado por un magnate más bien excéntrico y coleccionista de este tipo de objetos ---no da nombres, pero pretende dar la impresión de  que Baywater sería ese magnate. Ante los comentarios respecto al tema del ocultismo, Nicholas muestra su coincidencia con él. Nicholas le comenta que no es un “creyente”, pero sí  es un estudioso de estos temas (desde un punto de vista totalmente objetivo y racional), de ahí que fuese contratado para este evento. Asimismo muestra su interés en examinar las piezas antes de la subasta, si fuese posible, y siempre en presencia de Herr Ausper, claro está, para así poder estudiar su valor histórico y artístico inherente de cara a la puja final ---realmente le pica la curiosidad, pero  aparte,si se para más en las piezas-gancho, puede dar lasí a impresión de que dichas piezas son más "valiosas". Finalmente, con respecto a la cena y el adelanto de la subasta, la idea no disgusta en absoluto a Nicholas, expresando su deseo de probar un buen Grüner Veltliner ---un vino, el mejor de Austria--- durante la misma, ya que todavía no ha tenido oportunidad de probarlo.

Lamentablemente, señor Highforest, las piezas no se exhiben hasta la subasta, es una norma de la casa. Pero no se preocupe, que durante la misma podrán ser examinadas detenidamente.

Por cierto, espero que le hayan informado de que la cena será de gala. Algunos de los asistentes son de alcurnia, y no sería adecuado algo informal.

Herr Ausperg sonríe cuando Nicholas menciona el Grüner Veltliner, e indica que por supuesto habrá vinos del país, pero que la pièce de resistance en cuanto a vinos se refiere es un Burdeos, un Château-Mouton Rotschild, embotellado en exclusiva para la casa Ausperg. Espero que le guste, indica.

Por cierto: cosas que los jugadores pueden no saber pero sí sus personajes.

En una subasta, y más en una de este calibre, los pujadores nunca tocan las piezas. Las exhibe un empleado, que las acerca a los pujadores si estos así lo requieren, les da la vuelta, las enseña (siempre con manos enguantadas), hace tintinear el metal si son metálicas, etc. Pero bajo ningún concepto se les pone la mano encima.

Otra cosa: durante la cena, pediré tiradas de Conocimientos para utilizar correctamente los cubiertos, y demás protocolos de las ocasiones como ésta.

Steven respondió con educación y amabilidad a los comentarios de Herr Ausperg y escuchó con atención sus indiaciones. Su mayor preocupación llegó cuando se mencionó el evento previo a la subasta. Cenar con los demás invitados, con todas las pequeñas ceremonias y normas sociales a observar en este tipo de eventos, era la promesa de una noche de aburrimiento. Las charlas sobre vanalidades y los chismorreos estaban al final de la lista de lo que consideraba divertido. Sin embargo, procuró sonreir y no dejó que su cara reflejase esos sentimientos.

Cuando Herr Ausperg mencionó la falta de interés en el ocultismo, Steven no pudo menos que estar de acuerdo, y así lo expresó, comentando al mismo tiempo el interés histórico de varias de las piezas.

-Me sorprende que los invitados a esta subasta muestren más interés por las piezas en relación con el ocultismo que por su interés histórico-manifestó Steven-, aunque es posible que mi campo de trabajo me lleve a verlo de ese modo. Supongo que usted conoce los intereses de sus clientes mucho mejor que yo, pero ¿entonces cree que todos los invitados de mañana vendrán atraidos por las virtudes mágicas de las piezas? Viendo la lista de lotes, hubiese supuesto que atraerían a gente con intereses más variados

Se sorprendería, señor Flynn, de lo que le gusta a la gente.

Yo debo ser reservado, por mi posición, pero hay muchas personas que creen profundamente en el Ocultismo, y ¿quién soy yo para rechazar una oportunidad de negocio al respecto, si además complace a muchas personas?

Por su parte, Robert se presentó en Viena cuatro días antes del gran evento. El lujoso hotel Ambassador no era del gusto del que solía disfrutar sobretodo porque se sentía muy incómodo al tener que respetar siempre las formas y la etiqueta, algo que no era innato de Robert, parecía como si sobreactuase y no siempre lo hacía bien.

Al día siguiente se levantó tarde, tras descansar plácidamente de su habitación debido al largo e incómodo del viaje. A primera hora de la tarde se presentó en Ausperg, y tras una corta espera el mayordomo le hizo pasar a un austero despacho para entrevistarse con Herr Ausperg. A lo largo de poco más de media hora Robert pasó de una postura de nerviosismo por la opinión que podría causar al anfitrión de tan importante evento a otra postura de pseudotranquilidad, lo que le quedó claro es que probablemente iba a dar la nota en la subasta, o mejor dicho en la cena de la misma dado que Robert era un hombre de la calle, que se sentía como un pingüino dentro de un traje de etiqueta por no decir los problemas que tendría con el idioma.

Fuera como fuese Robert intentaría hacerse pasar por un excéntrico hombre de extraños gustos y desarrollar cierto rol sin dar la nota.

Finalizada la entrevista con Ausperg, Steven se dirigió a su hotel.

Lo cierto es que hubiese deseado poder averiguar más cosas en la entrevista.

Las intrigas de salón no son lo mío-pensó con resignación, un tanto desanimado-, indagar consutileza, hacer que las personas digan cosas sin siquiera darse cuenta de que te están diciendo lo que necesitas...Nada de eso son habilidades que esté acostumbrado a usar. Probablemente Nicholas o Robert habrán obtenido mejores resultados que yo. Nicholas está más acostumbrado a estos asuntos y el trabajo de Robert...No, el trabajo de Robert es posible que tampoco le haya preparado para este asunto concreto. Y no me imagino a Robert interrogando a Herr Auspberg como si fuese el sospechoso de una novela de detectives. Mejor dicho, Robert no haría tal cosa, pero ahora no puedo evitar imaginármelo como si fuese Poirot. Con el bigote. Y el acento. Menos mal que no sabe lo que estoy pensando, o la próxima vez que nos viésemos tendría problemas.

No pudo evitar una sonrisa ante la imagen mental que se había formado, y aunque fuese un poco infantil, aquello lo animó un poco.

Faltaba más de un día para la subasta, así que tenía tiempo para hacer un poco de turismo, admirar la catedral de San Esteban y algunos de los palacios.

Por la noche tuvo ocasión de asistir a una representación de La Flauta Mágica en la Ópera de Viena, maravillándose ante el virtuosismo y la expresividad de la soprano que interpretaba a la Reina de la Noche.

El día de la cena se acercó por la mañana a una Biblioteca. Confiaba poder averiguar algo en los periodicos austriacos sobre los clientes más habituales de La Casa Ausperg

La búsqueda de información sobre clientes habituales de la Ausperghaus fue una pérdida de tiempo, así que decidió que podría aprovechar la mañana acercándose a alguna de las librerías de Viena. El esfuerzo mereció la pena, y pudo comprar un ejemplar de uno de los libros de Robert Lehmann-Nitsche en alemán, un autor y colega al que admiraba.

El día pasó pronto para Nicholas. Entre repasar sus notas, preparar la vestimenta y dar algún pequeño paseo por los bellos parques vieneses cercanos al hotel, cuando se quiso percatar ya estaba llamando de nuevo un taxi que le acercase al lugar de la cena. Nicholas no era del todo ajeno a aquellos eventos, pero a pesar de su gusto por la buena vida tampoco gustaba demasiado de ellos, ya que la compañía solía ser bastante snob y altiva, si bien en ocasiones coincidía con gente interesante con las que la charla era mucho más agradable.

Tras pagar al taxista se bajó del vehículo y se dirigió a la entrada.

--- Veamos qué tal se presenta la velada ---iba pensando.

A las 9 de la noche, los invitados empiezan a llegar y se sirve un 'buffet' frío con champán en el salón Verde. Un cuarteto de cuerda interpreta obras de Hoffman, los Strauss y Schubert como música ambiental. Entre la cena y el inicio de la subasta, los investigadores tienen ocasión de hablar con otros asistentes y, en suma, de moverse entre la alta sociedad. Es obligatorio vestir de etiqueta y quienquiera que no lo haga tiene un -15 a todas las habilidades de comunicación para con los demás asistentes a la subasta durante el resto del escenario. Un frac de alquiler penaliza con un -5. Llevar armas (excepto los espadines de gala de los militares, y solamente si van de uniforme) indica una tremenda falta de categoría, que se penaliza con la expulsión inmediata del local.

Un investigador puede meter la pata durante la cena, por ejemplo comiendo carne con un tenedor de ensalada, o bebiendo agua en un vaso de vino. Para evitarlo, todos los investigadores deben realizar una tirada de Conocimientos. Si se consigue no hay problema alguno pero si se falla, el investigador en cuestión ha metido la pata hasta el fondo y se pasea por el salón sin darse cuenta, exhibiendo su falta de gracia social, por lo que sufre un -10 a sus habilidades de comunicación (acumulativo con lo de la ropa), ante cualquier persona a la que se dirija. Otro investigador puede darse cuenta del fallo y corregirlo, pero la pobre impresión causada no se desvanece así como así.