Partida Rol por web

—No puedo negar que es mutuo, Dama Nordringer —La postura de Eyvind flaqueó durante unos instantes, las sedosas e intimidantes palabras de Lestra le habían hecho abrir más sus cálidos ojos y apalear la postura hasta asirse rígido junto su vara, la tensión hacia mella en el erudito que invirtió todos sus esfuerzos en pronunciarse con una voz templada.— Deberíamos tener una charla para resolvernos, mas no aquí y no ahora. No mientras el Marcado esté libre. 

Las palabras del pansar resultaron aliviadoras, aunque estas no tenían el brío que le provocó su comentario anterior, instándole a ocultar una sonrisa, si no que no hacían más hacer que enseriar su faz y arrugar su aterido bigote. Mirando de frente a la agente de los Mantos Negros hizo un gesto ladino al intercambiar rápidamente la mirada entre ella y el capitán.

—Pero, temo que lo dicho por mi compañero es lo cierto. No hay nada por que exultarse por mi persona. — Con un deje de misticismo contribuyó malamente a los intentos del rubiales por solventar la incómoda situación en la que el místico de la Ordo los había puesto por bocazas. 

Procuró esperar una respuesta, relajándose sobre su bastón, pero manteniendo una expresión afilada hacia la Dama Nordringer.

Demeon asintió a Eilene y cargó la flecha sobre el arco largo. Tiró de la cuerda y respiró profundamente con la pluma junto a la mejilla. Era una lástima abatir a un animal tan bello como aquel, pero era él o la caravana. No sabían que les aguardaba tras el paso y la carne les vendría bien. El cazador entrecerró los ojos y soltó la flecha, que voló certera sobre el claro hasta impactar en un costado del animal. Demeon maldijo su suerte, era una herida superficial. Rápidamente se dispuso a disparar de nuevo.

El magnífico duelo entre aquel par de ciervos terminó; y, por desgracia para el vencedor, la recompensa obtenida sería la muerte. Cuando Demeon me miró y me asintió con la cabeza, yo le respondí con otro gesto igual al suyo. Debíamos cazarlo...

Tomándome mi tiempo, apunté con la ballesta y, justo tras la flecha de Demeon, apreté el accionador haciendo volar a gran velocidad, y en tan sólo milésimas de segundo, el virote. No tardó demasiado en clavarse en su piel, provocándole una herida mucho más letal que la de Demeon.

Con suerte, ya sólo tendríamos que cargarlo de vuelta al campamento...

La flecha de Demeon se clava profundamente en una de las piernas del ciervo, el cual salta por la sorpresa e intenta escapar mediante zancadas hasta que estuvo a punto de esconderse detrás de unos arboles cercanos. Pero pronto una segunda flecha disparada por Eilene se terminaría clavando en su cuello haciéndolo caer al suelo arrojando débiles patadas. Estaba hecho. Los dos cazadores salieron de sus escondrijos rápidamente para acabar con el sufrimiento del animal cuando de repente algo insólito ocurrió frente a ellos.

Sus ojos veían como el pelaje del animal empezaba a caerse mientras que su cadáver sufría una especie de metamorfosis en un ser más delgado y humanoide. Todavía parecía respirar moviendo unas orejas tan largas que se podía percibir su movimiento como si fuesen antenas, y sus heridas sangraban a causa de las flechas. Recostó su espalda sobre el tronco del árbol mientras que os observaba con ojos negros como el fondo de un pozo.

No se parecía a nada que hubieseis visto antes. Y os observaba con resentimiento, sabedora de que le habíais causado esto. Su piel era de una tonalidad verdosa, aunque poco a poco iba tornándose más pálida y resecándose. Empezó a trazar unas cuantas marcas en el suelo y murmuraba en un idioma que no podíais comprender... ninguno de los dos sabía muy bien que es lo que estaba pasando hasta que la criatura dijo unas escasas palabras en el idioma que conocíais:

—Aquí no esta... El marcado por la corrupción... Pero Keri-Las ya lo ha encontrado... Junto con el resto de los humanos...

Tragó saliva, y esto pareció causarle un inmenso dolor.

—Le dará muerte... Y a ustedes también por protegerlo...

Finalmente, el extraño cambiaformas había muerto y su cuerpo había perdido por completo todo tipo de color. Incluso la negrura de sus ojos desapareció para ser reemplazada con un color blanco como el mármol. Su cuerpo empezaba a marchitarse poco a poco conforme la sorpresa del par se iba disipando... Pero antes de que pudieran hacer nada más, un aterrador sonido les alertó.

Provenía desde arriba, entre las oscuras copas de los árboles y también proveniente del sotobosque que les rodeaba. De un arbusto, un hocico se asomó tímido olisqueando el aire... Tenía muchos dientes y una mandibula enorme que enseñó antes de volver a ocultarse. Un sonido sobre sus cabezas les alertó que la criatura no estaba sola:

Aquello no se parecía en nada a algo visto antes en la vieja Alberetor. Era un canino con garras largas y filosas, una monstruosa hilera de dientes y ojos brillantes con intenciones malignas. La baba se le escapaba de la boca conforme os miraba con hipnótica rabia. La criatura bajó de un salto y caminaba en círculos como un lobo. Mordía el aire y gruñía de forma desagradable... Y un par más se le unieron para acosaros.

Ciertamente se veían peligrosas y un movimiento en falso provocaría su inevitable ataque. El par pudo escuchar como, a una buena distancia de donde estaban, se produjo un fuerte silbido y un grito. Parece que no eran los únicos en problemas. Las bestias empezaban a morder y abrir la boca con ansía de sangre. Si habían sido convocadas por la extraña criatura pálida era algo que desconocíais, pero pensar en aquello ahora no iba a resolver nada. ¡Teníais que pelear!

Las bestias se envalentonaron en cuanto una no pudo aguantar más la impaciencia y se lanzó al ataque hacia Demeon. Sus compañeros lupinos también se arrojaron sobre el cazador y empezaron a castigarle con sus garras levantándose sobre sus dos patas durante unos instantes para arrojar violentos zarpazos que cortaron no lo suficientemente profundo para herirle pero si para volver su atuendo un desastre. Bajo sus vestiduras una serie de moratones empezarían a florecer dentro de poco. Los atacantes saltaron hacia atrás y empezaron a correr en círculos rodeando al par a una gran velocidad. Debían hacer algo pronto... o tal vez el siguiente embate podría ser el último.

Sigues intentando ganar tiempo a la espera de que vuelvan Eilene y Demeon. Arrancando las ramas, atándolas y preparando una pequeña plataforma para transportar el gran tronco de vuelta al Paso. Pero algo no parecía estar bien... Todavía escuchabas la voz de Telk cuya advertencia se te había grabado a fuego en la mente y aún no podías explicar bien el porque. Un fuerte soplido del viento meció hojas y heló huesos. Jurarías haber escuchado susurros que trajo consigo la brisa, y de hecho te quedas un rato intentando averiguar que era lo que habías escuchado... Un golpe en el brazo te saca de tu ensimismamiento. Es Telk, quien te mira con ojos dubitativos.

—¿Estás viendo lo mismo que yo? —Preguntó, mientras que señalaba un punto entre los árboles donde un animal miraba con fijeza al grupo. Se trataba de un ciervo de piel oscura y larga cornamenta—. ¿Eso no es lo que Eilene y Demeon iban a cazar? ¿Por qué ha vuelto?

Un mal presentimiento hace que se te ericen los vellos de la espalda hasta la nuca. Aferras con ambas manos el hacha. El ciervo parece estar mirándote fijamente y el resto de los recolectores se dan cuenta y deciden voltearse a mirar lo que estaba ocurriendo.

Hasta que, repentinamente, lo insólito se llevó a cabo. De las copas de los árboles un sonido aterrador llegó a los oídos de todos.

Provenía desde arriba, entre las oscuras copas de los árboles y también proveniente del sotobosque que les rodeaba. De un arbusto, un hocico se asomó tímido olisqueando el aire... Tenía muchos dientes y una mandíbula enorme que enseñó antes de volver a ocultarse. Un sonido sobre sus cabezas les alertó que la criatura no estaba sola:

Aquello no se parecía en nada a algo visto antes en la vieja Alberetor. Era un canino con garras largas y filosas, una monstruosa hilera de dientes y ojos brillantes con intenciones malignas. La baba se le escapaba de la boca conforme os miraba con hipnótica rabia. La criatura bajó de un salto y caminaba en círculos como un lobo. Mordía el aire y gruñía de forma desagradable... Y una más se le unó para acosaros.

Ciertamente se veían peligrosas y un movimiento en falso provocaría su inevitable ataque. Las mujeres recolectoras se echaron para atrás presas del miedo y las criaturas saltaron sobre una de ellas para desgarrrar su espalda con un potente golpe de las garras. La mujer cayó al suelo y la segunda bestia saltó sobre su cuerpo aún vivo para atrapar con una dentellada a Telk, quien apenas logró detenerla colocando el mango del hacha entre la boca de la criatura, que lo derribó con su propio peso y empezó a mordisquear con más fuerza acercándose cada vez más a su rostro. La segunda cargó hacia Rodrig y arrojó un zarpazo que bien podría haberle desgarrado la garganta de estar unos centímetros más cerca... Tenías que pelear por tu vida y por la de los que te acompañaban.

Rodrig aprovechó el poco margen de tiempo que le quedada antes de que la maldita bestia tratase de devorarlos. Alzó la pesada hacha por encima de su cabeza y golpeó con toda su rabia al que estaba enzarzado con Telk, el golpe no fue especialmente severo, pero le dejó el hacha clavada en una de las inserciones de las quijadas delanteras arrancándole un gañido de dolor a la bestias. Renunciando la hacha tomó la lanza tan solo para afianzarla contra el suelo en espera de que la otra bestia se ensartase a si misma al intentar romper su guardia, pero las prisas jugador en su contra y el animal paso por su lado sin que pudiera lancearlo.

Demeon cargó de nuevo el arco con rapidez. Pegado a Eilene espalda contra espalda le susurró. 

-Coje mi escudo, cúbrenos, trataré de abrirnos paso. 

Apunto a las patas de una de las bestias y soltó la flecha con fuerza. 

Lestra respondió a Gael con un tono neutro, mientras que le dedicaba suspicaces miradas a Eyvind cada tanto entre sus palabras. Para que supiera que lo tenía bien vigilado.

—Estoy bastante segura de que se trata de un varón entre nosotros. Por simple estadística y números. Ya he recopilado los datos suficientes de mi contacto y dudo que pueda darme más información de la que ya sé... Solo nos quedaría poneros en fila a todos y revisaros hasta debajo de los dedos de los pies en búsqueda de algo extraño. Yo misma...

La manto negro miró por encima del hombro, interrumpiéndose a si misma, cuando del cuartel apareció Hudson acompañado de media docena de hombres.

El hombre al mando del Paso tenía una cara de pocos amigos, y algunos de sus hombres ya tenían incluso las espadas desenvainadas. No había tiempo ni necesidad de esposar a nadie, ellos iban a matar.

—Muy bien, ya he tenido suficiente de esta cháchara. Yo mismo me ocuparé de encontrar a ese marcado empezando por vosotros dos. ¡Vuestras armas al suelo!

Lestra bufó e intentó aclarar la mente del capitán, pero este no parecía dispuesto a cederle terreno a la mujer frente a sus propios hombres. La apartó de un empujón mientras que se acercaba amenazante al par.

—Puede que tu seas una manto negro, Nodringer. Pero yo soy el dueño del Paso. ¡A un lado antes de que...!

Repentinamente, una punta rojiza iluminó el cielo mientras que trazaba un arco en dirección al interior de paso. Venía de afuera y se clavó sobre la clavícula de uno de los hombres de Hudson. La sorpresa en sus ojos se contagió a todos los demás, quienes veían el cielo, luego al cadáver y por último a la flecha. Una segunda luciérnaga voló por los aires y se alojó sobre un tejado de paja que empezó a arder. Al cabo de unos instantes la alarma se daría en todo el sitio.

¡Estaban bajo ataque!

Argasto no perdió el tiempo y se apresuró a reunirse con los miembros de su caravana para ocultarlos entre los edificios que se iban desalojando de hombres de armas. Los guerreros del Paso corrían en dirección a los precarios muros donde el griterío se intensificaba. Algunos disparaban flechas y otros caían con el pecho cubierto de proyectiles. ¿Quien podría ser el responsable de este ataque?

Desde lo alto del muro podéis apreciar como una figura delgada escala a gran velocidad y, impulsándose de un salto con su espada curva, abre en canal a uno de los defensores del muro. Los demás guardias, alarmados gritan ordenes y advertencias entre ellos mientras se apresuran a repeler la amenaza, que no iba en solitario. Pues un par de docenas más saltaron y repitieron el proceso con los hombres de la muralla. El fuego caía como una lluvia infernal sobre el puesto avanzado.

—¡Silencio todo el mundo...! —La mujer miraba a todos lados como si estuviese intentando descifrar algo entre la llameante oscuridad —. Puedo oír como algo se acerca... Pero... ¿Pero qué demonios son esas cosas?

Con una mano enguantada, Lestra señaló a la entrada al puesto.

Una advertencia de Lestra os hizo ver que, desde la entrada sur del campamento por donde habíais llegado una seguidilla de rugidos y horrorosos aullidos se llevaba a cabo mientras que una manada de bestias se adentraba al campamento aprovechando la emboscada.

Algunas corrían de cuatro a dos patas como una extraña mezcla de lobos humanoides mientras que otros se arrojaban desde las gruesas ramas de los arboles para aterrizar sobre tejados y hombres. Gruñían horriblemente como dementes y mordían el aire con amenaza. Argasto los identificó como Jakaars y de una camada especialmente aberrante.

Hudson y su puñado de hombres cargó contra las bestias y las mismas respondieron con feroces zarpazos que destruían la ropa y hacían volar la sangre. Otra se lanzaron sobre los más incautos y los atraparon con sus poderosas mandíbulas para trocearlos contando con la superioridad numérica. Eran bastantes y algunos incluso rodearon a los defensores para luchar contra los que se hallaban en el centro del Paso. Al cabo de unos minutos el lugar se habría convertido en un campo de batalla. Flechas y virotes volaban en todas las direcciones mientras que el olor a quemado y el sonido del acero hundiéndose sobre la carne entumecía los sentidos. Lestra se defendía dos Jakaars al mismo tiempo mientras que Reynauld y Argasto se esforzaban por derribar a uno.

Un par de bestias se acercan corriendo hacia los apartados Gael y Eyvind. Quienes se hallan ahora mismo en el ojo de la tormenta. Baba espumosa chorreaba de sus fauces mientras que se acercaban cautelosas para luego saltar sobre el par con filosas garras y una terrible hilera de colmillos. Las criaturas reconocieron al hechicero como un blanco más sencillo de derribar que Gael y con maligna inteligencia saltaron sobre él. Aunque el magi fue capaz de eludir las zarpas de una de las bestias su compañera fue más veloz y le embistió. Con un salto ambos Jakaars se alejaron y mordían el aire entre ellos y sus nuevas presas.

Debían luchar por sus vidas antes de hacerlo por las vidas de los demás.

Y lo que en principio parecía ser un ciervo, se convirtió en un extraño ser cambiaformas. No sentí lástima por él, aunque... a decir verdad, tampoco tuve tiempo de sentirlo antes de que los lobos que acababan de aparecer se abalanzaran sobre nosotros. Todo había pasado muy deprisa... y ahora luchábamos por sobrevivir.

Rápidamente, cogí el escudo que me tendió Demeon, así como la espada que portaba desde el ataque de los ladrones, y me pegué a la espalda de mi compañero.

—No te pares —le dije a mi compañero, instándole a seguir retrocediendo.

Sólo eran tres, podríamos con ellos... pero, por alguna razón, temía que aquella jauría de lobos no fueran los únicos por la zona. Después de todo, los lobos solían cazar en manada. Tres eran pocos... aunque, claro, no eran lobos: eran algo más salvaje y malvado.

Estaban intentando todo para rebajar el ambiente de temor y dudas hacia ellos que se había generado y la cosa empeoraba a cada segundo, cuando de repente se desató el caos. Seres escalando los muros del Paso y acuchillado a los guardias con una agilidad felina, virotes ardientes volando por doquier, y unas bestias sedientas de sangre se dirigían hacia ellos desde la entrada sur, sin darles apenas tiempo para reaccionar. Dos de ellas se abalanzaron contra el místico, que evitó sus dentelladas como pudo.

Cuando Gael entendió lo que ocurría, los otros ya estaban defendiéndose de una o dos de esas bestias. El Pansar desenvainó su mandoble y con dificultad intentó atravesar sin éxito a una de las bestias que se cernían sobre su compañero –¡A mi, bestias sarnosas! ¡Eyvind, muévete!–. Con gritos y aspavientos Gael trató de atraer a los jakaars hacia él.

Con celeridad Demeon y Eilene se acomodan en una posición defensiva donde la forajida se halla de frente para cubrir a su compañero batidor. Una de las saetas de Demeon vuela rauda por los aires y en cuestión de instantes se clava en el abdomen de una de las criaturas, cuyo chillido de dolor no termina de sonar con forma natural. La bestia cae al suelo estirando las patas pero no parece hacer mucho para levantarse, más bien se arrastra de vuelta a la seguridad del bosque.

Esto no pareció causar mucho interés en sus dos hambrientos compañeros. Quienes saltaron sobre el nuevo blanco más cercano, Eilene, para trocearla con sus garras. El escudo chocó con un zarpazo y logró mitigar por completo el impacto. Sin embargo, la otra bestia aprovechó la oportunidad para flanquearla y darle una dentellada en uno de los muslos. Eilene tenía suficiente ropa para cubrirla de cualquier tipo de daño, pero podía sentir los colmillos de la criatura pinchando su piel, además de su fuerte e irregular respiración calentándole la pierna. No quería soltarse por nada del mundo y forcejeaba para arrastrar al suelo a la forajida.

Mientras tanto, la otra criatura se ponía de pie, como imitando a Demeon quien se hallaba detrás de Eilene. Sus desordenados colmillos simulaban una antinatural sonrisa mientras que se preparaba para el ataque.

Entre el ajetreo Eilene no puede percibirlo, pero Demeon juraría escuchar gritos en la dirección de donde vinieron. ¿Rodrig y los demás estarían también en problemas?

Encajas el hacha sobre la espalda de la bestia y esta cae al suelo, Demeon se arrastra hacia atrás y se pone de pie para intentar darle el golpe de gracia con la suya propia pero la criatura rueda quitándose así el hacha del cuello y levantándose con precario equilibrio. Una andada de saetas empieza a volar a través del bosque, pues las recolectoras se han unido a la pelea aunque su falta de práctica provoca que sus únicos blancos sean los troncos de los árboles cercanos.

Las criaturas deciden centrar su atención sobre ti esta vez, y atacan sin piedad con zarpas y mordiscos. Aunque el peso de los años estén haciendo mella en tu cuerpo logras mantenerte al margen y evitar con agilidad los ataques. Detienes una dentellada con el mango de tu hacha pero no cometes el mismo error de Telk y empujas con fuerza a la débil criatura que se echa para atrás confusa por la perdida de sangre. Si continúas la ofensiva podrías despacharla y tener un problema menos contra el que lidiar.

Detrás, ajeno al combate todavía te observa el ciervo. Le miras a los ojos negros durante unos instantes y sientes como un aura de confusión empieza a invadirte la mente. Escuchas susurros, las palabras que te había dicho Telk hace unos minutos vuelven a manifestarse en tu mente como el zumbido de un enjambre de moscas.

—Mala suerte cazar en bosques que no conoces... Llévanos a donde se refugia el portador de la piedra y el marcado por la corrupción... Entréganos a los marcados y perdonaremos tu vida... No pueden esconderse para siempre... No pueden continuar este viaje...

Eyvind recibe el placaje de unos jakaars y pierde el equilibrio durante unos momentos. El magi se tambalea y agazapa mientras que intenta descifrar el siguiente ataque de la bestia. Cuando la criatura da un salto hacia él un fuerte golpe de su bastón hizo que su hocico se voltease casi totalmente y cayó al suelo, no le dio ni un momento a que se levantara cuando una poderosa llamarada salió despedida de su mano como un movimiento involuntario. Un reflejo. Las llamas engulleron a la bestia, que se sacudía e intentaba atacar al hechicero... Pero el fuego mágico la acabó consumiendo por completo en cuestión de segundos, haciéndo estallar sus órganos y quemando su carne por completo. Cuando la cascada de azufre cesó el potente hedor a pelaje y piel quemados se mezcló con el del ozono azufrado producto de las fuentes de hechicería allí usadas.

Si alguien vio a Eyvind realizando aquella demostración de poderío, nadie pareció demostrarlo. El magi miró a Gael con los ojos todavía brillantes por la energía que corría a través de ellos. Soltó un jadeo y se aferró al bastón. Necesitaría unos segundos para reponerse.

El combate se recrudecía a vuestro alrededor. Los gritos de los hombres se mezclaban con los rugidos de las bestias, las figuras encapuchadas sembraban el caos en las almenas mientras que su masacre continuaba sin cesar. La plaza en ruinas empezaba a llenarse de cadáveres tanto de bestias como de hombres. El Paso estaba al borde de caer, y el recuerdo la última frontera de Alberetor también lo haría con él.

Lestra luchaba como una loba encerrada entre los dos jakaars. Un virotazo de su ballesta se clavó de lleno en el hocico de una de las bestias la cual cayó al suelo retorciéndose de dolor mientras que bloqueaba los ataques de la segunda con su propio acero. Reynauld y Argasto combatían de igual a igual con las criaturas mientras que sus refuerzos resguardaban a los miembros de la caravana en el patio de las barracas. El fuego mágico de Eyvind había chocado también contra uno de los edificios, el cual empezó a incendiarse desde el interior. El humo de los tejados ardientes empezaba a crecer como una baliza mientras que el sonido de la batalla inundaba el lugar.

Uno de los jakaars con los que lidiaban yacía carbonizado y con las entrañas secas como pasas. El otro se lanzó sobre Gael e intentó darle una dentellada pero el pansar logró evitar su ataque con relativa facilidad. Tenían que despachar rápidamente a la bestia si querían ayudar a sus amigos... Pues algo daba a pensar que poco tiempo les quedaba si continuaban luchando en aquella desventaja númerica.

Rodrig no era un héroe, luchaba por su vida y eso le mantenía con vida por el momento. Cuando la herida criatura se le abalanzó actuó por instinto sin pensar, cuando se la sacudió de encima interpuso la lanza de nuevo entre el y la bestia pero el incesante acoso y la falta de distancia no le permitían coger una buena distancia. Sin embargo en cuanto pudo patearla hacia atrás la saeta de madera cruzó a la bestia de lado a lado agravando todavía más sus heridas. Parecía que con una fuera de combate el resto estaba decidido cuando de entre la espesura asomó aquel extraño ciervo que susurraba extrañas voces en su cabeza, a pesar de que la adrenalina bombeaba con fuerza el corazón de Rodrick este quedó sin el temple suficiente para proseguir. Miró al ciervo con miedo retrocediendo a la espera de que el otro animalejo se lo pensase dos veces antes de atacar.-Malditos los magos y sus hechicerías, ya lo dije yo, la vida de nadie vale más que la suya. El que buscas esta en el fuerte hay mucha gente allí, dejamos ir a nosotros y a los que se han adentrado en el bosque, la próxima vez que le ataques no me entrometeré. Puedes llevártelo al mismísimo infierno si eso te place, pero solo a él.-Rodrig no dijo ni una sola palabra en voz alta pues sabía que aquel ser ya habitaba en su mente, tan solo quería que se largara. El mago había cavado su propia tumba y Rodrick ya le había advertido de ello. Retrocedió dos pasos más en espera de que se marchasen.

La situación se oscurecía  cada segundo. Los pobres diablos que intentaban llegar a lugar seguro eran cazados como ratas por esos perros infernales, y los otros seres estaban haciéndose con el control del Paso por el otro lado. Por suerte, su compañero finalmente despertó y con un par de llamaradas chamuscó a una de las bestias que se cernían sobre ellos. Gael estaba ciertamente impresionado por las energías que el magi podía desatar.

Gracias a los aspavientos que hizo Gael, el otro perro del demonio se fijó en él y atacó. El Pansar se hallaba preparado y pudo esquivar la embestida, tras lo cual alzó su arma y trató nuevamente de darle un sablazo en diagonal. La bestia se escurrió agachando el lomo y evitó el impacto con facilidad. El soldado intentó usar el final del movimiento para traer de vuelta el espadón y con otro balanceo a ras de suelo erró hacer contacto. Éstas bestias parecían tan ágiles. El Pansar estaba realmente frustrado.–Eyvind, ayúdame con este para poder ayudar al resto– Gael esperaba por lo menos darle esos instantes necesarios que el místico necesitaría para recomponerse tras el esfuerzo anterior.