Partida Rol por web

La tormenta de arena

I. Un tesoro bajo las arenas

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29/07/2015, 20:56
Jean-Pierre Barraud

El General Bonaparte les despidió tras darles las directrices de la que sería su próxima misión. Jean-Pierre se levantó y se cuadró ante su anfitrión antes de salir de la tienda, junto al resto de invitados.
Cuando llegó al lugar en el que se hallaba su regimiento, preparó los arreos que necesitaba para partir al día siguiente y advirtió a la tropa de que estarían bajo las órdenes del Coronel Duvaquel y que debían prepararse para partir con el toque de diana.
Barraud pasó la noche tranquilo, con la irónica seguridad que da el no saber qué deparará el futuro.
Cuando los primeros rayos comenzaron a despuntar en el horizonte, el campamento despertó, desperezándose con celeridad. Los hombres que debían partir rodeaban al General esperando la órden para partir. Todos gritaron eufóricos al oír el "¡Vive le France!"
- Pues que viva...- pensó Jean-Pierre tras gritar, por supuesto, junto a los demás.
Se palpó el cinto para comprobar que nada le faltaba y se dispuso a partir junto a su compañía.

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29/07/2015, 21:51
Eugène Descoteaux

Eugène observo con rostro circunspecto como los militares que formarían parte de la expedición alzaban su "Vive le france" con la devoción que cabía esperar. Tras la revolución que había hecho temblar los cimientos de Francia los hombres y mujeres de aquel país habían hallado un sustituto a la religión en aquellos ideales de "Liberté, égalité, fraternité" y soldados como aquellos, que hacía 20 o 30 años alzaban sus gritos de guerra en nombre de Dios, el espiritu santo y la virgen santisima ahora alaban aquel nuevo país que el sangriento directorio había construido sobre las cenizas del antiguo regimen.

El cura mantuvo la mirada en Jean-Baptiste Lacroix, aquel hombre desprendía soberbía y se creía el responsable máximo del grupo. Eso era mentira, si en alguien debían confiar la suerte de aquella misión era en el señor, y aunque esto fue lo que pensó Descoteaux no lo dijo, pues no merecía la pena abrir un debate sobre religión y política en las visperas de tan importante misión.

- Señores... será un viaje difícil y lleno de misterio. No olvidéis dedicar una oración a Dios antes de partir para que bendiga nuestra empresa y nos proteja de los caprichos del maligno, pues él también esta presente en esta árida tierra y tratará de añadir difícultades, no olvidemos nuestra fe. - dijo con un tono de voz calmado, sereno y que infundía la paz y tranquilidad que cabía esperar de un eclesiástico.

 

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29/07/2015, 22:28
Charles Duvalier

Las palabras de preocupación de Monsieur Vivant me sacan de mi concentración en preparar las armas.

– Tranquilo Monsieur Vivant, no pienso cargar contra nadie. Pero mi instructor que seguramente también vendrá en esta misión al formar parte del sequito del general Murat me demostró la importancia de que se mantengan limpias. – Tocándome mí deformada cara. – Según los médicos tuve la inmensa fortuna que la hoja de su sable no tuviera nada de oxido. Este provoca gangrena y se soluciona amputando la parte afectada… También me confirmado los efectos de disparar un arma sucia y que explote en la mano o la cara.

Sonriéndole jovialmente. – Nunca he matado a nadie y le garantizo que no me preocupa el pensar que tuviera nietos jugando en mis rodillas preguntándome que como pude estar en la guerra y no matar.

Con la voz un poco rota tocándome la mejilla. – Ya he recibido una caricia de un sable y no quiero recibir otra.

Finalmente acabo durmiendo plácidamente.

No nos hace falta ningún ordenanza para encontrar las tropas formadas ya que excepto los centinelas todo el mundo se dirige hacia allí para despedir a sus camaradas.

Me sorprende al entregarme para que los guarde los documentos que le acaba de confiar Napoleón.

Una vez montados ocupando nuestro lugar no sé exactamente qué me pasa pero por primera vez siento algo al gritar a coro. – VIVE LE FRANCE!

Nada mas avanzar unos metros el teniente Lacroix nos reitera las advertencias de los peligros ya que estamos en guerra.

– Confiamos plenamente en usted y sus hombres.

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29/07/2015, 22:31
Luc Van Haal

- ¡Dios te oiga hermano!- exclamó el cardenal flamenco al oír las palabras del padre Eugène. Llevaba una sotana de seda negra, que servía para cubrir los hábitos morados típicos del colegio cardenalicio, junto a un sombrero circular de color oscuro que los sacerdotes solían denominar teja.

- ¡Vamos a necesitar toda la ayuda que el Altísimo esté dispuesto a prestarnos! Jajaja- rió de forma distendida mientras azuzaba a su caballo ruano. - Aunque debo decir que marchar junto a estos jinetes tan capaces, hace que me sienta más cómodo...

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29/07/2015, 23:08
Eugène Descoteaux
Sólo para el director

Aprovechado el momento distendido tras la intervención del cardenal, el capellán se aproximó para hablar con él en privado.

- Monseñor Van Haal, quisiera presentarle mis respetos de forma privada, es un honor contar con su eminencia en esta... digamos que excéntrica expedición. - dijo con tono serio - sin embargo no puedo evitar preguntarme que papel vamos a jugar los pastores del señor en esto.... y bueno... por que ha pedido que participe en esta empresa. - 

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30/07/2015, 09:43
Luc Van Haal

La directa pregunta de Eugène hizo que uno de los párpados del cardenal temblara nerviosamente, aunque de forma estoica consiguió mantener su rostro distendido y agradable. Acto seguido susurró al pastor: - Estoy aquí en misión de la Santa Sede. Ahora no puedo darle detalles, pero por la noche hablaremos...- Tras las palabras, el gesto serio de Van Haal volvió a su aparente calma y jovialidad. 

La Santa Sede... ¡¿Qué sucedía allí?!

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30/07/2015, 13:36
Dr. Emelien Leblanc

Me levante pronto. Acostumbro a madrugar cuando estoy de guardia y esto no me supone un gran esfuerzo. La noche anterior había preparado mi equipaje, pero pese a ello decidí dedicar unos minutos a revisarlo todo para asegurarme de no haber olvidado nada importante, y una vez hecho esto, traspase los bultos a las alforjas del caballo que me habían asignado, asegurando con sumo cuidado mi maletín medico.

Al pasar frente a la enfermería me detuve durante unos instantes. Repase mentalmente el estado de los pacientes, y las instrucciones que había dado al personal hasta tener la convicción de que todo estaba en orden, y me dirigí a reunirme con el resto de la expedición.

Mientras presenciaba los momentos previos a la partida, y pronunciaba un Vive la France algo menos emotivo que el de la mayoría de soldados, mis ojos se volvieron hacia el horizonte con una mezcla de temor y curiosidad, deseando que esta fuese una expedición inolvidable.

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30/07/2015, 16:15
Guardián

El trayecto por aquel mar de dunas doradas, se hacía más y más duro a medida que avanzaban las horas del día, pero era vital aprovechar las horas de sol para avanzar lo máximo posible. Cuando caía la noche en el desierto, aquel mar sólo iluminado por la débil reflejo de las estrellas, se convertía en un auténtico manto de oscuridad que dificultaba sobre manera el tránsito de la expedición. Además, existía el riesgo de que algunas formaciones se extraviaran, con lo que para viajar por la noche se hacía requisito indispensable disponer de fuentes de luz. Y aunque el ejército francés poseía tales fanales, eran indicadores que en la oscuridad de la noche del desierto podían llamar la atención de las patrullas enemigas...

A medida que la comitiva avanzaba, se veía como el cardenal Van Haal parecía hacer buenas migas con el padre Descoteaux. Ambos sacerdotes intercambiaban palabras con tono tranquilo, mientras sus caballos avanzaban sobre aquellas arenas ardientes. Vivant y Duvalier, hacían lo propio unos cuantos metros más atrás, justo por delante del quinto regimiento de fusileros. 

Por su parte, Lacroix cabalgaba junto al Dr. Leblanc, aunque ambos avanzaban bastante callados.

Finalmente, tras una larga jornada, el General Murat alzó su mano. Por fin habían llegado a un buen lugar para descansar y montar el campamento... 

Notas de juego

NOTA GUARDIÁN: Libertad para interpretar o preguntar lo que queráis.

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30/07/2015, 17:37
Abeillut Sadar

La larga jornada parecía haber agotado a los soldados franceses. La dureza del desierto, el sol, la sed, la arena... todo aquello era un martirio para quienes no estaban habituados a ello. Sadar, sin embargo, soportaba tales penurias con diligencia. Había pasado la jornada cabalgando con la avanzadilla francesa, abriendo senda en aquellas arenas vastas en las que no había otro punto de referencia que no fuera el sol. E incluso con tan obvio instrumento podía resultar fácil desviarse de la ruta conveniente, o exponer a los hombres a los peligros de las arenas, que no eran pocos. Por suerte para los franceses, Sadar conocía bien el desierto, y de tal virtud habrían de valerse, con frecuencia, evitando así que las arenas y el sol les mermaran antes de un eventual encontronazo con los turcos (el cuál, por otra parte, habría resultado fatal, de llegar a producirse).

A la caída de la noche, la expedición se detuvo, disponiendo el campamento, y Sadar dio por completada la jornada. El guía podía enarbolar su flissa con gran empeño si la situación lo requería, pero carecía por completo de la marcialidad que el ejército francés requería. De vuelta en su tienda, el bereber extendió una alfombra, y dedicó buena parte del tiempo que le restaba a rezar, y a comer algunos dátiles para recobrar fuerzas.

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31/07/2015, 13:08
Jean-Baptiste Lacroix

Lacroix iba en silencio, pensando en la gran batalla que se libraría en nada, y en como, por desgracia, él no podría participar. Entonces se fijo en el señor Leblanc que cabalgaba a su lado. Hacia algún tiempo que tenia visto al doctor, pero realmente no sabia casi nada de él. Por amenizar el viaje, decidió entablar una conversación.

Y bueno, doctor. Cuanto tiempo lleva usted con el poderoso ejercito Francés? Que le llevo a alistarse en el ejercito?

Le pregunto, mientras sacaba su pipa y empezaba a prepararla.

Notas de juego

Lo pongo para los dos porqué no se si los demás lo escuchan o no, si quieres que lo pongamos para todos, modificalo.

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31/07/2015, 14:02
Dr. Emelien Leblanc

El calor, el trayecto y la falta de costumbre me estaban pasando factura. Mis ropas estaban húmedas por el sudor, y pese a que bebía agua de forma regular en cantidades pequeñas, el viento árido comenzaba ya a resecar mis labios. Agradecí las palabras del Teniente Lacroix, pese a mi reticencia a hablar de mi persona, ya que me darían algo con lo que entretenerme hasta que llegásemos.

- Hace ya seis años Teniente - Respondí recordando. No había sido una campaña memorable, aunque las bajas no habían sido tampoco tan numerosas como en otros frentes debido al elevado número de desertores. - Francia nos necesita a todos ¿no? - añadió a modo de explicación antes de preguntar - ¿Y qué hay de vos? Por vuestro aspecto se diría que os habéis curtido en la batalla.

Mis ojos se dirigieron hacia la cicatriz que cruzaba parte de su rostro. En realidad no le afeaba en absoluto, y más bien al contrario le daba cierto atractivo que solo un militar experimentado tiene.

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01/08/2015, 11:38
Jean-Baptiste Lacroix

Claro que si doctor, Francia nos necesita a todos Dice con orgullo, mientras le da una calada a la pipa.

Pues yo estoy aquí desde el inicio de la revolución. Provengo de una familia humilde, y estaba harto de ver como reyes y burgueses vivían en la opulencia mientras la mayoría del pueblo francés no tenia apenas de comer. Liberté, égalité, fraternité ese es el lema que ha guiado mis pasos hacia aquí dice con total devoción, por eso...no entiendo que hago aquí, tendría que estar luchando en la gran batalla que se avecina... pero no me haga caso, buen doctor.

Una vez liberamos a Francia, fui destinado al norte de Italia para luchar contra los austriacos. Pasándose la mano suavemente por la cicatriz y uno de ellos me dejo este regalo.. allí serví a las ordenes de Napoleón... y hasta ahora.

Se queda durante un momento pensativo, dándole una calada a la pipa y viendo como el humo escapa de su boca.

Que opina usted de nuestra misión, doctor?

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02/08/2015, 13:27
Dr. Emelien Leblanc

Liberté, égalité, fraternité, por un momento siento la tentación de decir algo al respecto, pero finalmente opto por guardarme mi opinión. Sería un error caer en esa conversación, ya debería saberlo. En su lugar me mantengo en silencio y asiento repetidas veces ante las palabras del teniente. Ante su pregunta pienso durante un instante antes de decidirme a decir algo.

- Confieso que siento un gran interés por esta misión, aunque no tengo una opinión al respecto. Y vos, ¿os preocupa que nos aguarde una trampa de los turcos o es otra cosa?

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03/08/2015, 09:47
Guardián

La pregunta fue interrumpida repentinamente. Una voz de mando se fue transmitiendo desde la cabeza de la expedición en sentido caudal y uno tras otro, las columnas de hombres se fueron deteniendo...

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03/08/2015, 09:50
Guardián

Una voz de mando se transmitió por toda la expedición. Casi al momento, la gran columna de hombre se detuvo de forma marcial. Había llegado el momento de descansar y refrescarse un poco. Murat había elegido un buen lugar para el reposo. Un marjal de cañas y hierba fresca a la ribera del Nilo.

Poco a poco los soldados y caballeros se fueron apostando sobre el húmedo y fértil terreno seleccionado por el Intrépido General. El reducido grupo de civiles, fueron acordonados en el corazón del contigente militar. Ellos eran el fundamento noble de aquella expedición y Murat lo sabía.

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03/08/2015, 10:00
Joachim Murat

El general se acercó hasta el grupo de civiles. Sabía que la marcha impuesta era dura de mantener, sobre todo para aquellas personas tan poco habituadas a largas travesías. A pesar de que algunos de ellos, como el Dr. Leblanc, eran veteranos de las Gerras Napoleónicas, aquel lugar calcinante y seco, se hacia demasiado exigente incluso para los más acostumbrados.

- ¡¿Que tal caballeros?!- preguntó Joachim - ¡¿Cómo llevan la marcha?! Les ruego a ustedes que en caso de presentar cualquier tipo de malestar, me informen convenientemente. Son la pieza vital de nuestro éxito.- Recalcó el jinete sin desmontar. Murat era uno de los altos mandos más jóvenes de Bonaparte, además de atractivo. Varias eran las conquistas que se le atribuían a este galán francés. - El Teniente Lacroix me reportará cualquier contratiempo sin excepción. - Afirmó de forma categórica y sin posibilidad de rebatirlo. Murat era autoritario a pesar de su juventud. Era algo que se había ganado en el campo de batalla.

- Dr. Leblanc -llamó al Dr.- Varios soldados de infantería han sufrido un desvanecimiento a causa del calor ¿Podría echarles una ojeada?- pidió al médico de campaña.

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03/08/2015, 10:12
Guardián

Sadar cabalgaba sobre su camello unas cuantas millas más adelantado que la gran columna de hombres. Junto a él, cabalgaban un séquito de diez caballeros dragones sobres sus monturas. El camello de Abeillut, era un animal mucho más adaptado al desierto que aquellos caballos franceses, aunque él mismo reconocía que no era elegante y estilizado.

Se detuvo un instante y oteó... en dirección noreste. Usó el catalejo que el ejército frances le había regalado cuando ingresó como guía en la Grande Armée. Los franceses eran generosos siempre que se ayudara a sus intereses. Pasó un buen rato observando, pero nada...

No había rastro de la masa de polvo que el día anterior reverberaba en el distante horizonte el día anterior. No comprendía muy bien que sucedía, pero el beduíno se congratuló de aquello.

Quizás Alá fuera pieadoso después de todo...

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03/08/2015, 10:26
Julien Duvaquel

La marcha había sido brutal. Los infantes tenían los pies destrozados de caminar por aquel océano ardiente de arena. Varios eran los hombres que se habían desvanecido tras la terrible insolación, con lo que la última milla, tuvieron que llevarlos a hombro entre varios soldados...

- ¡Montad una tienda de campaña!... - Ordenó el coronel Duvaquel, ya que lo primero era resguardar a aquellos hombres del terrible calor que hacía a esas horas de la mañana.

- Pronto vendrá el doctor.- afirmó rotundo mientras intentaba reunir a los hombres afectados. Caras de agotamiento tras las primeras horas de marcha. Si topaban con los mamelucos lo pasarían mal...

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03/08/2015, 11:50
Dominique Vivant

Por fin toca la hora de descansar. No me gustan las largas marchas militares. Son desagradables y llenas de contratiempos. En todo el trayecto he ido enviando a mis criados a remojar paños con agua para ponerme en al cabeza, cosa que le he aconsejado a Duvalier, que marcha a mi lado.

Estoy algo familiarizado con el desierto y me doy aires de ello, a pesar que estoy convencido que cualquiera de esos tostados qde cara que nos acompañan saben mucho más que yo, también es cierto que no les acompaña un carácter ilustrado como el mio o el de cualquier gentilhombre francés. Son salvajes. Algunos de ellos buenos salvajes, no lo dudo, pero salvajes a fin de cuentas.

Agradezco las atenciones de Murat con una cortés reverencia, aunque también siento envidia por la juventud fragante del oficial.

Quien tuviera sus años otra vez... Esa gallardía marcial hace estragos entre las damas...

Chasqueo los dedos y doy instrucciones a los criados para que monten la tienda. Cuatro órdenes básicas, mientras me siento en un taburete e improviso un pequeño tentempie. Invito a Duvalier a que se siente a mi lado, mientras espero a que los sirvientes lo hayan dispuesto todo para nuestro acomodo.

Ya estoy ansioso para poder mirar los docuemntos en la tienda. No quisiera hacerlo al aire libre y que una racha de viento caprichoso hiciera volar algo... No sería la primera vez. Recuerdo una vez en Creta, cerca de Xanià, estaba en un café con unos raros papiros coptos cuando se levantó viento... Me dio tiempo a poner el dedo encima... Y el papiro se desintegró... Literalmente. Bajo mis estupefactos ojos. Céfiro envidioso...

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03/08/2015, 15:13
Jean-Pierre Barraud
Sólo para el director

La marcha por el ardiente mar de arena fue penosa. Muchos de los hombres habían caído desfallecidos, agotados por tamaño esfuerzo bajo el sofocante e implacable sol.
Al fin, dieron la orden para levantar el campamento y descansar, que buena falta les hacía.

El Coronel dio ua escueta orden y no debían demorarse en darle cumplimiento.
- ¡Ya lo habéis oído! Levantad la tienda. - Él mismo fue el primero en comenzar a moverse y se dispuso a recoger los arreos necesarios. Los hombres estaban exhaustos. No podían mantener aquel ritmo; de lo contrario, no estarían en disposición de presentar batalla si fuese preciso.

Notas de juego

Lo pongo solo para el director porque no sé cómo de grande es el campamento ni si estamos todos cerca unos de otros.