Partida Rol por web

Deseché la opción de disparar al ver caer al enano. Perdí un buen tiro, pero tenía que ayudarle o moriría. El semiorco se giró para decirme que me ocupara de él, como si no supiera cuál era mi deber como sanador. Avancé unos pasos y me coloqué justo al lado de él. Coloqué mi mano en él mientras oraba a mi dios para que le restituyera el vigor a su maltrecho cuerpo.

Esma vaciló por un segundo al ver el cuerpo inerte de Hulfur. No se encontraban en la mejor situación y estaban en desventaja numérica. La chica tomó aire y relajó los hombros. Con su brazo derecho tensó la cuerda de su arco y apuntó al kobold que se cernía sobre el enano.

-Para una vez que escuchan mis historias, no dejaré que los matéis- masculló Esma.

Liberó la saeta, impactando en el cuerpo del engendro.

Vlad desenvainó la espada con un lento movimiento. Nunca se acostumbraría a trabarse en combate con el enemigo pero bien sabía que sus poderes debían ser usados con prudencia y no siempre se presentarían para él. Pero esto no lo convertiría en un inutil a la hora de combatir.

Lastimosamente, las clases de esgrima no le estaban dando resultados en el interior de la torre. Deseaba que su aliado de piel verde irrumpiera para poder ganar algo de ventaja.

Día 1 
13er día del 1er mes de Cosecha
Despejado - Anocheciendo 

Caronte trató de pedir a su dios que les protegiese de de aquellas viles criaturas pero la fe del clérigo no fue lo suficientemente fuerte o el vínculo con su dios todavía era muy débil. Hulfur pareció relajar un poco el rostro dolorido desde el suelo pero no se movió ni recuperó la consciencia.

Ulkhan se colocó en actitud protectora ante el enano, tratando de atraer la atención de los atacantes y, de forma sorprendente, Vlad dio un paso adelante, espada en mano, tratando también de protegerle. 

Una flecha surcó entonces el aire para atravesar la frente del kobold que había derribado a Hulfur, matándolo en el acto y haciendo dudar nuevamente a los restantes defensores de la torre.

Las flechas de respuesta no se hicieron esperar asaetando al mago que apenas tenía opciones para defenderse, cayendo muerto en el momento^[1]. En cambio la presencia imponente de Ulkhan pareció asustar a las propias flechas esta vez o puso nerviosos a sus lanzadores que fallaron estrepitosamente.

Por su parte, los guerreros avanzaron y agitaron sus espadas cortas tratando de trinchar al semiorco pero fueron rechazados habilidosamente por su espada.

El cuerpo inerte y sin vida del mago le succionó el sonrojo de las mejillas y un escalofrió le recorrió la columna vertebral. Contempló la batalla con ojos vidriosos, sabiendo que no iban a salir de allí con vida si la contienda seguía. Tragó saliva y y guardó su arco.

-Salgamos... salgamos de aquí- rogó con voz quebrada. Asió con fuerza el brazo de Ulkhan.

-¡Rápido, carga a maese Hulfur, todavía respira! ¡Por favor!- le suplicó la chica. Mientras tanto, intentó arrastrar el cuerpo de Vlad fuera de la torre. Debían salir de allí a toda costa.

-¡Caronte!-le espetó al clérigo para que le ayudase.

Asintió a las palabras de Esma, Ulkhan nunca había huido de un combate, nunca rehusaba un encuentro, pero era cierto que ahora no estaba solo, ya habían caído dos de sus compañeros, no podía negar lo evidente, si se quedaban allí morirían, era lo mas seguro. Cogió al enano en uno de sus brazos, como quien carga un fardo y susurro -enano fuerte, aguantar amigo- miro como ella y Caronte arrastraban a Vlad, sabia que nada podrían hacer por él, pero tendría un entierro digno, a pesar de usar magia de la que nada se fiaba Ulkhan, había sido valiente -vamos-  

El destino estaba escrito. Eran demasiados para nosotros y mi hechizo no había conseguido devolverle las fuerzas al enano caído. El mago, con gran coraje, sacó una espada. Era la primera vez que veía a un mago enarbolar un arma así. Las flechas volaron y Vlad cayó inerte al suelo. El orco cargó con el enano para huir, al igual que Esme con el mago. Yo me quedé el último para darles algo de tiempo para salir fuera de la torre. Si mi dios estaba conmigo, no me dejaría morir aquí. Me interpuse en la puerta para que los adversarios no salieran en nuestra búsqueda. Lancé un mazazo al más cercano.

-"¡Corred! Intentaré entretenerles un rato. Enseguida os alcanzo."

Día 1 
13er día del 1er mes de Cosecha
Despejado - Noche 

Lanzando un grito de guerra que hizo recular por un momento a los kobolds, Ulkhan se agachó a recoger el cuerpo de Hulfur, que todavía respiraba. El semiorco retaba a las criaturas con una fiera mirada a que intentaran detenerle.

En el momento en el que cargó al enano sobre los hombros, uno de los kobolds se lanzó sobre su costado, aprovechando que no podría reaccionar a tiempo. Con lo que no contó el dracónido era con la maza de Caronte que apareció desde la retaguardia para repartir los sesos y dientes de la criatura por toda la habitación.

Fue suficiente.

Esma arrastró el cuerpo sin vida de Vlad mientras no perdía ojo de lo que sucedía más adelante y el grupo abandonó la torre mientras los kobolds mostraban sus dientes cada vez más lejanamente. Era evidente que las bajas de sus compañeros les hacían pensarse muy mucho si valía la pena intentar detenerles.

Durante el penoso camino de regreso apenas abrieron la boca más que para preguntarse por sus heridas. El tiempo apremiaba y quizá todavía consiguieran salvar al enano. Después llegaría el terrible momento de dar honrosa sepultura al mago, que con su inesperado sacrificio sin duda había conseguido una valiosa oportunidad para su compañero.

La noche parecía haber caído a plomo sobre el valle y Esma sintió en el frío de la noche algo que le calaba los huesos. La exploradora, por naturaleza animada y jovial, había sentido el aliento de la muerte muy de cerca, tan de cerca que podía verle la cara en los ojos sin vida de Vlad. Era un golpe de realidad que le acompañaría por el resto de sus días.

***

- ¡Un médico!

La puerta de la taberna se abrió con la fuerza de un ejército golpeando sus gruesos maderos de roble. Los compañeros, agotados y manchados de sangre dejaron a sus compañeros sobre el suelo mientras el fuego de la chimenea iluminaba sus facciones mortecinas con cruel serenidad.

En un principio nadie pareció reaccionar a la inesperada aparición. Los parroquianos se habían quedado mudos en sus asientos con las jarras de cerveza todavía a medio camino.

- ¿A qué demonios estáis esperando? ¡Avisad a Norah, ya!

Malteus "seisdedos" empujó a Jisa con fuerza y la muchacha salió como si hubiera visto al mismísimo diablo por la puerta de la cocina mientras el tabernero se limpiaba las manos en el mandil y atravesaba la barra en su dirección.

- ¿Qué ha ocurrido?- preguntó mientras observaba el cadáver de Vlad, negando con la cabeza- No hay buenas noticias de la torre, imagino.

Esma confirmó con la cabeza las impresiones del tabernero, incapaz de contarlo con sus propias palabras.

- Kobolds- intervino Caronte- pero no unos cualquiera. Estos estaban bien entrenados. Nos sorprendieron.

Malteus asintió.

- Coged al enano- pidió a dos parroquianos cercanos- lo llevaremos atrás, tengo una pequeña habitación donde estará más cómodo. Me temo que al mago solo nos queda darle honrosa sepultura. Mandaré a Larroja a avisar a Ayla para llevarle a la capilla de la mañana.

Día 2 
14o día del 1er mes de Cosecha
Llovizna - Brisa Fuerte - Mañana 

Cuando los ojos de Hulfur se abrieron apenas pudo creer lo que le contaron. Había tenido una extraordinaria suerte de seguir con vida. Sus compañeros o tal vez debiera llamarles ya amigos, habían arriesgado sus vidas para salvarle. Incluso Vlad había caído. Vlad. Recordó la impresión de desconfianza que había tenido al conocer que el mago se iba a unir a su pequeña expedición. La desconfianza natural del enano hacia la magia le había llenado de erróneos prejuicios. No dejaría que volviera a ocurrir.

Juntos acudieron a la ceremonia que Ayla Denidaros, clérigo de Valion, ofreció en la Capilla de la Mañana en honor a Vlad El Protector, inesperado salvador de Hulfur Pielhierro que, aún magullado, observaba en primera fila con el poderoso peso de la deuda en el corazón flanqueado por Ulkhan, Esma y Caronte.

El mago fue enterrado en la cripta local, bajo la capilla, lugar reservado a los ciudadanos de Nidaros que han realizado actos considerados heroicos o desinteresados por el bien común, en un extraño honor para alguien relativamente poco conocido en el pueblo. La familia Iras corrió con todos los gastos del sepelio y la recuperación de Hulfur como pago por la información obtenida sobre la torre.

***

Una fuerte brisa golpeó sus rostros cuando abandonaron la capilla mientras una fina llovizna parecía acompañar la tristeza de sus corazones. Los parroquianos les dirigían miradas compungidas y saludos lejanos de camino a sus quehaceres mundanos. La vida seguía en Nidaros como si nada de todo aquello hubiera pasado.

- Los dioses lloran por Vlad- comentó Hulfur.

Por supuesto, las noticias que habían traído de la torre pronto corrieron como la pólvora y el miedo se extendió por el pueblo. Un clan de kobolds parecía haberse instalado en la vieja torre y esa era una amenaza para todos. En cualquier momento, la vieja ruina les resultaría insuficiente y buscarían un nuevo objetivo.

Regis Litius, el burgomaestre, había convocado una asamblea en su casa, a la sazón también sede de la gobernación de Nidaros, en torno al mediodía. Además de invitados, los compañeros habían recibido con insistencia la petición de asistir a dicha asamblea pues eran los principales y únicos testigos y aquellos que contaban con información fiable sobre la torre y sus indeseados nuevos habitantes. También deberían presentarse ante Agramur el cronista, enviado especial de la reina Vigdis II de Reinobosque, para narrar sus experiencias.

Ahora, Caronte, Esma, Ulkhan y Hulfur se encontraban en el exterior de la Capilla de la Mañana, todavía con algo de tiempo antes de la asamblea, para por primera vez comentar lo sucedido y decidir qué harían a continuación.

Hulfur había estado cerca de la muerte, aquellos kobolds habían sido certeros con sus flechas, pero lo que de verdad estaba herido era el orgullo del enano, asaetado por unas viles y débiles criaturas. Ademas por si eso fuera poco debía la vida a ese mago presuntuoso, que no había dudado en dar un paso al frente para protegerlo cuando había caído inconsciente tras los ataques de los kobolds.

-¡Estupido humano! - rugió mientras miraba la silueta de la capilla donde habían rendido honores al compañero caído - Debisteis dejarme en ese agujero, alguien como yo no merece redención - los ojos oscuros del enano desvelaban un profundo dolor. - Pero no es hora de lamentaciones, tengo una deuda de honor con el hechicero y con vosotros - dijo girando su rostro hacia el resto del grupo, sacando su hacha del cinto y llevandosela al corazón con una expresión seria - Si con mi hacha o con mi vida puedo honraros no dudare en hacerlo. Pero antes de eso...

Saco un odre repleto de cerveza y dió un trago antes de derramar su contenido sobre el suelo cerro los ojos haciendo un juramento en la ruda lengua de los enanos.

-GUZ GOROG NA DURAZ KA BARAK VENGRYM VLAD UZKUL - pronunció hasta derramar la ultima gota de su preciado liquido con actitud solemne

Miró con aprensión el edificio donde habían despedido a Vlad por última vez mientras en sus oídos retumbaban las palabras en enano de Hulfur. Podría haber sido cualquiera de ellos. Podría haber sido ella, pero fue el mago quien encontró la muerte. Observó a sus compañeros y sintió una fina conexión entre ellos. Vlad, de alguna forma, los había unido irremediablemente.

Sentía que debía aligerar la carga que todos llevaban a sus espaldas. Sin embargo, recapacitó antes de que alguna de sus palabras fueran tomadas como una ofensa a la memoria del mago. Tomó aliento y se dirigió al grupo.

-Será mejor que vayamos a la reunión. Debemos volver a la Torre para terminar lo que empezamos- dijo con una tímida sonrisa en sus labios.

De repente, el grupo pudo escuchar una curiosa voz detrás de ellos. Hablaba con un acento tan campirano que había que organizar dos veces las palabras para entenderle.

—Así que... digo, así que estos son los aventureros del fangal... ¿Eh? Algo me dice, digo, algo me dice que no les ha salido muy bien la misión del burgomaestre mis buenos señores.

Un hombre (o al menos la mitad de uno) descalzo y con un sombrero de ala ancha que parecía estar mascando una oscura sabia resecada miraba al grupo mientras se acercaba con una sonrisa. Era un halfling que tenía en su espalda un arco tan grande como lo era él y de su cinturón pendían objetos de diversas índoles. Una manta azulada le cubría el torso.

—Apuesto a que la muerte del, digo, la muerte del Vlad Schreiber valió unas cuantas monedas más que su vida... es decir, digo, mirad toda la ceremonia que se le ha montado. ¿Eráis amigos de él? ¿Qué fue lo que pasó en aquella, digo, aquella torre?

La ceremonia fue sencilla, pero muy profunda. Yo acompañé a los presentes en los rezos y ayudé a Ayla en el sepelio. No podía hacer menos por un compañero caído. El sentimiento de culpa me invadía desde que salimos de la torre. Mis poderes no habían podido salvarle la vida... ni siquiera había podido curar decentemente a Hulfur sus heridas. Esta noche iría a ver a Ayla para que me escuchase en confesión, aunque no fuera devota de mi dios, me ayudaría soltar lo que me quemaba en mi interior.

Al salir de la capilla nos encontramos con un tipo singular que se nos acercó, un halfling bastante pomposo.

-"Buenos días señor, sí, somos los amigos de Vlad. ¿Y usted es?"

El halfling se levantó el sombrero para poder ver bien al sacerdote frente a él. Entrecerró los ojos para poder divisarlo bien y escupió la savia a un lado para luego extenderle la mano con una sonrisa. Por alguna razón, su mano izquierda había hecho un gancho en su cinturón. Tal vez porque se le caían los pantalones o para tenerla bien cerca de la daga.

—Largoson, Gvaldi. Gvaldi Lagorson, digo, es mi nombre —dijo con confianza inusitada—. Puedo derribar a dos palomas en vuelo con un solo tiro y gané el concurso de bebedores de cebada en mi pueblo dos años consecutivos. Soy el hombre que necesitáis, digo, pues compartimos el mismo empleador... ¡Se supone que debíais esperarme en la taberna! Pero cuando llegue... Ya no había nadie. ¿Quienes son, digo, quienes son tus misteriosamente silenciosos amigos?

El halfling parecía muy pomposo para ser un aventurero, además de charlatán.

-"Encantado Gvaldi, yo soy Caronte. Estos valerosos amigos son: Esma, Hulfur y Ulkhan."

Dije, señalando a cada uno de ellos cuando iba diciendo sus nombres.

-"No sabíamos nada acerca de que hubiera un sexto miembro contratado. Nadie nos informó de ello. De todas maneras, supongo que llegaste tarde a la posada y ya habíamos salido hacia la torre. ¿Por qué no nos intestaste alcanzar?"

Gvaldi dejó caer los hombros con la pregunta de Caronte. Escupió a un lado para alejar la mala suerte y fue entonces cuando se dispuso a hablar una vez más.

—Para cuando recibí mi carta estaba reposando los pies en una tasca no muy lejos al oeste con un primo. Luego fue, digo, fue que me entero que hay un trabajo esperando por mí y unos compañeros de viaje también y viajé raudo como el viento hasta Nidaros solo para encontrarme que ya se habían ido, y no solo eso, que habían fracasado en la misión —dijo con una negación de la cabeza—. Pensé que solo yo estaría a la deriva gracias a eso... pero se siente bien no ser el único que la ha, digo, que la ha cagado por aquí. ¿Sabéis?

El halfling se rascó algún lugar detrás de la cabeza. Luego siguió hablando.

—Puede que lo mejor sea, digo, buscar al que os encomendó esta tarea. ¡Tal vez sepa que hacer!