Partida Rol por web

Miro a los kobols y luego a Caronte -¿Tener poción? ¿tener algo para curar?- dudaba mucho que así fuese, aun así, ahora que se ponían a dialogar, tenia que intentarlo -No hacer daño, si ayudar a amigo- miro a los arqueros y devolvió su hacha a su espalda, miro a los demás, esperaba que no atacasen, se habían rendido, no había honor en matar a unos enemigos que se rendían y a pesar de lo que pudiese pensar la gente al ver a Ulkhan, él siempre intentaba evitar la batalla. 

Gvaldi tensaba la cuerda del arco preparándose para atravesar la cabeza de otro kobold mientras que sonreía, victorioso. Tal vez habían sufrido una terrible baja con la caída de Caronte, pero si lograban despachar a los acobardados residentes de la torre tal vez podrían encontrar algo que pudiera salvarle la vida al clérigo. Justo cuando el halfling estaba preparándose para continuar la ofensiva un repentino dialogo de parte de Ulkhan le hizo bajar el arco. ¿Realmente estaba intentando parlamentar con el enemigo?

—¡Eh, grandote! ¡Menos cháchara y más, digo, más acción! ¡Estos bichos no son de fiar y tu compañero está sangrando a tus pies! ¡Hazte a un lado para que pueda seguir disparando!

Ya casi estaba llegando a la luz. La paz que sentía abotargaba mis sentidos... si es que seguía teniendo sentidos... De vez en cuando, algún ruido de batalla llegaba amortiguado, pero enseguida se disipaba. Esa voz seguía llamándone.

-"¡Caronte! Ven a mi, hijo mío."

La mirada de Esma saltaba de Caronte a los kobolds, y de los kobolds a sus compañeros quienes no parecían compartir las mismas ideas. Todavía con arco en posición ofensiva, Esma llamó a la calma:

- Maese Gvaldi-se dirigió al halfling con la mayor tranquilidad que podía fingir- han depuesto las armas. Comprendo su preocupación, pero lo más importante ahora es salvar la vida de Caronte.

Esma seguía apuntando a los kobolds, pero no tenía intención de disparar.

- No os haremos daño. Nos han ordenado venir aquí y liberar la torre de unos ocupantes inesperados. Estas tierras tienen dueño y las quiere de vuelta- cada palabra era pronunciada con delicadeza y diplomacia. No se entreveía ningún tipo de hostilidad en el tono de su voz, pues no lo había a pesar de las bajas que el grupo había sufrido- Podríamos llegar a un acuerdo, pero antes debemos curar a nuestro compañero caído.

Miró en derredor, buscando algún voluntario.

-¡Quién sea! ¡Llévense a Caronte fuera de aquí y que lo atiendan en el pueblo! Yo me quedaré aquí- espetó la muchacha con apremio.

-Os pido que colaboréis- dijo de nuevo a las criaturas- Nadie más saldrá herido, sin embargo no podemos confiar completamente en vosotros. Si queréis salir ilesos de aquí deberéis ser atados temporalmente. Solo temporalmente.

El combate parecía decantarse, el enano presionaba a sus enemigos mientras trataba de dejar vía libre a sus compañeros para que pudieran atender a Caronte. De pronto parecen que sus amigos comienzan a entablar una especie de negociación con esas criaturas miserables.

Con el escudo interpuesto gira el rostro enarcando su poblada ceja en un gesto de desconcierto.

-¡Por las barbas de Taranis! - gruñó disgustado - Estas bestias mataron a Vlad, hirieron nuestro orgullo, ¡no permitire que vean un solo amanecer mas! - con los ojos inyectados en sangre mirando al último de los arqueros que sigue en pie. -¡¡Acabare con todos sucias sabandijas!!

Día 2 - Nidaros (La vieja torre)
14o día del 1er mes de Cosecha
Llovizna - Brisa Fuerte - Anocheciendo 

Ante las palabras de Esma, los kobolds se miraron, tratando de decidir qué hacer, inseguros.

- ¡Clérigos de Orcus tener poción!- gritó Timor.

Los arqueros fulminaron al pequeño cocinero con la mirada, mostrando en sus caras una mezcla de furia, duda y miedo.

- Timor traer poción y guerreros dejar marchar a Timor- gimió.

- ¡Traidor!

Uno de los arqueros dio un paso adelante y Timor se encogió ante la amenaza.

- Dejar marchar a Timor, a Grug y a Kahnt- añadió con voz melosa. Ante la propuesta, la traición se vio con mejores ojos y los arqueros asintieron, indicando que estaban de acuerdo con el trato.

- Y sin cuerdas.

Gvaldi frunció el ceño mientras observaba a las criaturas. Bajo el arco mientras que escuchaba su parloteo y en su mente se trazaba un plan. El halfling se rascó la cabeza y luego la nariz para poder empezar a dictaminar sus propios términos al respecto de todo esto.

—Tal vez, digo, tal vez accedamos a este trato. No habrá cuerdas, no señor. Pero mi compañero enano y éste buen batidor os seguirán de cerca. ¡No llevaréis ningún arma, villanos! Y espero que ese tal Orcus esté cerca porque la vida de nuestro amigo corre, digo, corre mucho peligro.

Miró al convaleciente Caronte. El pobre diablo seguro ya había puesto un pie en el otro barrio y estaba a punto de perder la batalla. Luego volvió con los demás.

—Mientras tanto vosotros podéis inspeccionar lo que sea que haya en esta, digo, en esta torre a ver si encontráis algo que pueda hacerle ganar algo más de tiempo al bueno de nuestro compañero. ¡Venga! ¡A moverse, digo, a moverse ya!

Los arqueros dejaron caer las armas al suelo.

- Gran Orcus no ser una persona- replicó Timor ofendido- Gran Orcus ser rey de los demonios, Dios de las sombras oscuras, Señor de los infiernos. Clérigos dirigir Garras Blancas y pedir ocupar torre abandonada por humanos. Guerreros no venir con Timor o clérigos atacar y matar a Timor. Timor ser simple cocinero y poder moverse por torre sin problemas. Confiar en Timor y Timor salvar compañero.

Esma asintió ante las palabras de Gvaldi. Dejó escapar un suspiro de alivio. No estaba acostumbrada a posicionarse en primera fila de combate, fuera para lo que fuese. Se había sorprendido de su propia osadía, pero seguramente sus piernas terminarían flaqueando cuando la adrenalina dejara de bombear a sus músculos tensados.

-Pues aprisa, Timor. Si vemos que has avisado a tus clérigos no habrá trato- tenía ganas de salir de allí, abandonar esa actitud macarra tan impropia de ella y cantar un par de historias en la taberna. Pero la situación requería coraje y determinación, no podía ceder ahora.

-¿Cree que habrá algo útil en esta sala?- preguntó retóricamente a Gvaldi y negó con la cabeza- No puedo apartar la vista de Caronte, solo por precaución.

La muchacha se echó el arco al hombro y se acuclilló frente al cuerpo frío de Caronte.

-Espero que exista tal poción...-susurró acongojada la exploradora.

Día 2 - Nidaros (La vieja torre)
14o día del 1er mes de Cosecha
Llovizna - Brisa Fuerte - Anocheciendo 

Timor asintió y salió corriendo como alma que lleva el diablo. Los compañeros siguieron con las armas en ristre, tensos, apuntando a los dos arqueros que permanecían con las garras levantadas.

A lo lejos escucharon como Timor removía algunas cosas y a continuación lo que parecía ser el sonido de una trampilla. Después solo un interminable silencio que parecía pesar como una losa sobre sus cabezas. La cara de Caronte se iba perlando de sudor mientras Ulkhan y Esma lo miraban con preocupación.

Por su parte, Gvaldi y Hulfur mantenían a los arqueros a raya, por si se les ocurría intentar alguna estupidez. La tensión casi podía cortarse con la afilada hoja del hacha del enano.

Al final, tras unos interminables minutos, volvieron a escuchar el sonido de la trampilla y los pasos apresurados del kobold que apareció con un frasquito en la mano.

- Timor cumplir palabra. Dejar marchar kobolds y entregar pócima.

Esma se incorporó y observó al kobold. Soltó un suspiro de frustración. Ellos habían matado a Vlad, pero en una guerra no había ni buenos ni malos, solo bandos opuestos.

-Primero la pócima y luego os dejaremos marchar-hizo un ademán con la mano para que se la entregara- ¿Cuántos kobolds quedáis en la Torre?

Esma carraspeó, metiéndose en su papel de villana.

-Más os vale que no hayáis alertado a nadie. Si es una trampa, os puedo asegurar que terminaréis en... la barriga de este grandullón-miró de soslayo a Ulkhan, buscando algún atisbo de hostilidad en su ánimo. Esperaba que no se lo tuviera en cuenta. Sabía que era de naturaleza bondadosa y que el canibalismo no estaba entre sus prácticas.

Por fin aquel kobol que se hacia llamar Timor, regreso con lo que parecía se la pocima. No estaba para nada seguro de dársela a Caronte, pero no tenían otra opción, era eso, o dejarlo morir. Esma tomo la pocima y alego a que Ulkhan ¿se los comería? si no resultaba ¿que se creía esa muchacha que comía Ulkhan? pero al parecer le tocaba interpretar el papel de come kobols. Se aparto la mascara que tapaba siempre su boca, pues escondía dos afilados colmillos inferiores, que sin duda ocultaba para no asustar, pero en ese momento le venían estupendamente para asustar a aquellas criaturas, solo esperaba que sus compañeros no saliesen también corriendo.

Miro a Esma y señalo con la cabeza a Caronte, para que le diese la poción mientras él vigilaba. No sabía como iban a hacer para razonar con esas criaturas y echarlos de la torre, sin duda él podría con ellos, pero... no le gustaría echarlos por las malas, después de todo, solo buscaban un sitio donde quedarse, no podía culparlos, lo habían encontrado deshabitado.

-Primero la pócima y luego os dejaremos marchar

Timor apretó con fuerza la pócima contra su mano y luego observó los amenazantes gestos que se mostraban a su alrededor. No había muchas opciones para negarse.

- Estar bien- asintió, entregando la pócima a Esma.

- ¿Cuántos kobolds quedáis en la Torre?

- No más kobolds en torre, solo clérigos de Orcus- pensó un rato, como dudando- no más de dos- dijo finalmente.

- ¡Estúpidas criaturas!- tronó Hulfur desde atrás agitando su hacha ante la mirada horrorizada de Timos- Los kobolds no saben contar más allá de dos, y aún así a veces se equivocan. Nunca puedes fiarte de un número dado por un kobold.

- ¡No más de dos!- insistió Timor aterrorizado.

-Más os vale que no hayáis alertado a nadie. Si es una trampa, os puedo asegurar que terminaréis en... la barriga de este grandullón

- Timor temer a clérigos de Orcus. Timor nunca hablar con clérigos. Chica dejar marchar ahora- dijo mirando suplicante a Esma.

Gvaldi se adelantó a Esma y tomó la pócima mientras veía al kobold con un ojo atroz. Destapó el frasco con los dientes y olisqueó el contenido antes de acercárselo a Caronte para darle de beber como si de una matrona que alimenta a su retoño se tratase.

Mientras lo hacía, le daba palmadas en la mejilla al clérigo para que se volviese al plano de los vivos.

—¡Oye! ¡Caronte! ¡Ven a mí hijo, digo, hijo mío! ¡No la palmes o no recibirás paga! ¡Ni se te ocurre la vergüenza que pasaremos si volvemos cargando con otro fiambre al pueblo!