Partida Rol por web

Gvaldi abrió los ojos como platos cuando Caronte irrumpió en la sala de una patada. El halfling se asomó detrás del clérigo con la flecha tensa y apuntó a la oscuridad con el pulso alborotado por su intromisión.

—¡Bueno bueno, vamos allá entonces! —Dijo cerrando un ojo para intentar focalizar un objetivo, finalmente dejaría ir la flecha a cualquiera de los que se anduviesen presentes en aquella sala—. ¡Enano, grandullón verde! ¡Es su hora, digo, su hora de brillar!

Después de echar un veloz vistazo a la entrada de la torre, salió de la cobertura para encontrarse con que sus compañeros entraban a tropel en la torre. No sabía si el ruido había funcionado, pero no tenían otra alternativa que arriesgarse. La exploradora se internó tras Gvaldi y analizó la situación con el arco tensado. Se colocó cerca de la pared para dejar paso a la vanguardia. En cuanto viera aparecer a una de esas sabandijas la atravesaría con su flecha.

- Espero que el ruido los haya desconcertado...-dijo para sí.

El enano esperaba paciente con su arma y escudo prestos, acariciando el mango del hacha enana atento a la puerta, de pronto todo se precipita, se escucha un ruido tras el portón, seguramente producido por la joven humana, el clerigo y el mediano se precipitan hacia los kobolds del interior, Hulfur rezonga algo entre dientes y decide actuar, no va a dejar a sus compañeros solos ante el peligro. Impulsandose en sus cortas pero poderosas piernas carga hacia el interior de la torre con el escudo por delante y su arma alzada mientras grita en su ruda lengua palabras de odio hacia la raza kobold.

-¡¡¡KHAZÂD AI  MÈNUUU!!!-

Día 2 - Nidaros (La vieja torre)
14o día del 1er mes de Cosecha
Llovizna - Brisa Fuerte - Anocheciendo 

Las cosas no habían salido exactamente como lo habían planeado pero, lo cierto, es que los planes rara vez salen como uno se los propone.

Cuando Caronte [1] golpeó la puerta, se vio de repente en el interior del habitáculo en el que había visto caer a Vlad y un momento de duda cruzó por sus ojos oscuros. El clérigo entró dispuesto a acabar con el primer kobold que se cruzase en su camino pero lo que no se esperaba era el gesto de sorpresa de tres de los kobolds que, obviamente, se estaban dirigiendo a la carrera hacia otro lugar, el lugar del que provenían los golpes y en los que las criaturas esperaban encontrarse a los compañeros [2].

Gvaldi, que era más diestro de lo que su aparentemente inofensivo aspecto demostraba, desplegó su arco con presteza y clavó su flecha en el pecho del arquero kobold, que cayó al suelo ya muerto y con los ojos aún abiertos por la sorpresa [3].

Esma, que venía más retrasada, desplegó su arco largo a la carrera y dejó que su instinto guiara la flecha, en recuerdo de su compañero caído. La bendición de Vlad debió ungir realmente el disparo pues fue a atravesar la garganta del segundo arquero, lanzando el cadáver contra el suelo unos metros más atrás. [4].

Finalmente, Hulfur y Ulkhan, que se habían quedado rezagados debido a la inesperada maniobra, llegaron a la carrera por el pasillo, listos para el siguiente asalto de la refriega [5].

Al menos había funcionado el elemento sorpresa. ¡Los tenían! Gvaldi retiró otra flecha de su carcaj para colocarla en la cuerda. Mientras tensaba y apuntaba se mordía la lengua que se asomaba cómicamente por un lado de su boca. Conocía mejor que nadie los estragos que podía causar una flecha bien posicionada y por eso decidió centrar su atención en su tirador rival. Estaba seguro de que Caronte podía contra el kóbold que empuñaba una espada... Y si con la destreza del clérigo no era suficiente pronto llegarían los pesos pesados a hacerle la vida cuadritos a ese engendro. ¡Nada podía salir mal!

—¡A que no sois tan rudos ahora! ¡¿Eh, bravucones?!

Abrí la puerta de una patada y vi a tres kobolds alejarse, aunque al oírme, se dieron la vuelta sorprendidos. Me acerqué corriendo, cargando hacia el que llevaba una espada. A mi lado volaron flechas que impactaron en los kobolds arqueros, eliminándolos. La sorpresa nos había venido de perlas y mi golpe pilló desprevenido al adversario. Incrusté mi maza en su cara, haciéndole caer muerto al suelo. Rápidamente me giré para ver la nueva habitación y divisar nuevos enemigos.

Caronte se lanzó a la carrera y reventó literalmente la cara del asombrado kobold que solo pudo ver como un enfurecido servidor de los dioses se le lanzaba encima.

Desde su nueva posición, el clérigo fue consciente de la verdadera ventaja que les había supuesto la maniobra de distracción. Tras una abertura en la pared que, en su día, debió haber contenido una puerta, un grupo de kobolds armados con cuchillos mostraban furiosos sus dientes. Tras ellos, los dos últimos arqueros que Caronte recordaba le apuntaban con sus arcos preparados.

Lo que llamó su atención era que aquellos kobolds con cuchillos parecían muy diferentes de a los que se habían enfrentado antes. Efectivamente, una vista más pausada rebelaba que aquellos seres parecían más sirvientes, cocineros quizá. No se trataba de guardianes o guerreros como tal.

Al caer el kobold, miré alrededor. Una rápida pasada me hizo ver una abertura por donde se veía a más rivales. Con un ágil movimiento, cargué sobre el primero que había. Este estaba en el dintel de la puerta. Pero mi carga no fue fructífera, tropecé con algo justo antes de llegar, fallando el golpe.

Los kobolds habían sido pillados por sorpresa, el ataque rápido de sus camaradas habían acabado con la vida de varios de ellos en un solo pestañeo, sin pensarselo dos veces el embravecido enano se abalanzo contra el pasillo rugiendo con su hacha en ristre y alzando el escudo. Golpeando primero con el escudo con mas ánimo de desiquilibrar a su oponente que hacerle daño real y luego aprovechando el movimiento para hacer un barrido con su hacha buscando las costillas del kobold.

-¡He vuelto sucias ratas!- gritaba como poseido - ¡¡Os destripare a todos malditos!!

Esma, con su arco preparado, se adentró un poco más en el pasillo y se colocó detrás de Hulfur. Los kobolds de aquella habitación estaban muertos y no tenía una buena visión del pasillo contiguo para poder atacar, así que esperó a las acciones de sus compañeros.

-Esto va bien... Espero que vaya bien- suplicó Esma.

Avanzo con su gran embergadura hasta el pasillo y pasando al lado de Esma apoyo una mano en su hombro, asintiendo a las palabras de la muchacha y siguió hasta la entrada del pasillo, allí espero a tener un buen angulo pues el enano estaba en medio, con su gran hacha no podía maniobrar con el cerca, así que espero por si a los kobols se le ocurría rodear al enano o venir por los arqueros.

Día 2 - Nidaros (La vieja torre)
14o día del 1er mes de Cosecha
Llovizna - Brisa Fuerte - Anocheciendo 

Caronte, tal vez envalentonado por su reciente éxito con los primeros kobolds que encontraran en la entrada se dirigió hacia la siguiente estancia. No obstante, lo que allí esperaba no era lo que al clérigo le hubiera gustado encontrarse. Antes de que pudiera siquiera reaccionar, una flecha salió volando y atravesó la armadura del hombre peligrosamente cerca del corazón, haciéndole volar hacia atrás y caer como un peso muerto sobre el suelo[1].

Pensando que su primer rival yacía ya cerca de su dios sobre el frío suelo de piedra, el resto de la tribu aulló de rabia y se lanzó por encima del cuerpo en dirección al resto de sus compañeros.

Gvaldi realizó una mueca de desagrado cuando vio a Caronte ser engullido por una turba de kobolds furiosos mientras que iba enarbolando la otra flecha. El halfling no quería ser el siguiente en la troceadora una vez aquellos salvajes hubiesen acabado con el clérigo... pero sentía la necesidad de ayudarle. ¡No iba a arrojarse cual necio para salvar su vida, no señor! Pero al menos podría abatir a uno o dos enemigos y rezar por que desvíen su atención hacia él.

Tiró de la cuerda y apuntó a uno de los arqueros, dispuesto a derribarle de un solo tiro soltó la flecha y esta se convirtió en un oscuro borrón en el aire en su trayectoria hacia el objetivo. Era todo lo que podía hacer por aquel hombre de fé.

—¡Eh, feos! ¡Por aquí! ¡Así me gusta, oye, que os quedéis quietecicos mientras os apuntillo uno a uno!

Al ver a esa multitud de kobolds no me lo pensé, me puse en la puerta para obstaculizar la salida de los mismos y que no tomaran posiciones. Pensaba que mis compañeros entrarían a la par que yo, pero me equivoqué. Me vi solo e insuficiente para contenerlos y después de fallar mi ataque, me vi herido mortalmente por una flecha. Caí al suelo y la oscuridad vino a mi, todo se volvió silencio y mi cuerpo se relajó. Una luz al final de un túnel me llamaba, sería mi Dios llamándome.

El enano se abalanzo al interior de la sala enarbolando su hacha con el escudo por delante, el guerrero se planto delante del arquero mas próximo a la puerta y descargo el golpe con toda su furia, pero la carrera lo había desequilibrado y el golpe paso desviado cerca del hombro de la asustada criatura, aun asi siguió presionando a su rival intentando proteger a su colega caido.

Esma se movió con presteza tras Gvaldi y, al ver que Hulfur había fallado en su tiro, no dudó en brindarle apoyo a su compañero enano. Tensó sin vacilación el arco y lanzó su saeta al engendro. Con suerte, saldrían vivos de allí. Solo quedaba rezar por que Caronte siguiera respirando y pudiera aguantar hasta que llegara la ayuda.

Miró suplicante a Ulkhan.

-¡Ulkhan, no le queda mucho tiempo! ¡No podemos perder a nadie más! ¿Crees que podrás sacarlo de allí?

Tras esa breve conversación volvió a tensar el arco, dispuesta a defender al semi orco y a matar toda criatura inmunda que se le acercase.

Asintió a las palabras de Esma, mientras pasaba cerca del enano para recoger la pócima y administrársela a Caronte. Mientras se la administraba estaba haciendo de pared entre él y los enemigos, si conseguía estabilizarlo y recuperarlo, necesitaría un momento para recuperarse, momento que no le darían sus enemigos si lo tenían a tiro, así que hizo de escudo humano.