No tengo ni que pararme a pensarlo. Tomo aire mientras descanso de rodillas y casi desnudo en el suelo, junto al cuerpo de la elfa. Compruebo su pulso. Pongo mi oreja junto a su corazón para asegurarme de que no respira. Incluso intento reanimarla un par de veces más, pero todo es inútil¹. Sin sentido.
Alzo los puños al cielo, cierro los ojos y lanzo un grito de rabia y frustración.
- ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARRRRRRGGGGGGHHHH!!! -
No soy una persona que odie fácilmente, pero esto no tiene nombre. Sea quien sea la figura que nos arrojó aquí pagará por ello. Miro alrededor, centro mi vista en la espesura y en el silencio reinante. Y me concentro². Si está cerca la encontraré.
Cuando acabe recogeré las cosas, revisaré que está todo mi equipo, me volveré a vestir con mi armadura y cargaré con la elfa de vuelta a la civilización. Y si me topo con nuestro atacante... que todos los Titanes le pillen confesado.
1* Si hay opción a salvarla gasto pociones curativas.
2* Detectar el mal. Me paso el tiempo que haga falta dando una pasada todo alrededor mío.
Tus conocimientos de medicina y sanación natural eran más que suficientes para determinar lo obvio. La elfa estaba definitivamente muerta. Su pecho no se movía, por sus labios no asomaba calor, y ni en su cuello ni en su pecho había la menor señal de un impulso vital. Intentaste reanimarla, pero tus esfuerzos fueron en vano. Se había ahogado y desangrado. No sabrías decir qué pasó antes.
Miraste en derredor, pero no encontraste señal alguna de tu captora. Aquella mujer sombría envuelta su armadura y amparada por la oscuridad, el subterfugio y las trampas, o bien no era realmente maligna, o no se encontraba en el lugar. Tú apostabas por lo segundo. Así que sólo te quedaba una cosa por hacer.
Volver a la civilización. Tus cosas seguían sobre aquella roca, metidas en el petate y en tu mochila dentro del mismo. También las de la elfa, que permanecía cadavéricamente semidesnuda y aún con el cabello apelmazado sobre la roca. No tenías tus documentos, ni sabías cuanto tiempo había pasado.
¿Tus opciones? Rezar para que te dejasen volver por la Sala de Portales y pedir otra audiencia con el Consejo de los Tres Martillos, con Muradin, o con Falstad. Acudir a Tyrande Susurravientos o Malfurion Tempestira y rezar para que decidiesen dedicarte tu tiempo sin un papel oficial amparándote. Ir a las termas a ver a la hija profuga de Falstad. Incluso viajar a Ventormenta y hablar con Azar. La opción de volver a Forjaz y seguir tus pasos con Daganza permanecía como un objetivo más a largo plazo.
Pero, ahí, sobre la roca, moribundo pero entero en mitad de un estanque de sangre y cadáveres hundiéndose a tu alrededor, ¿qué harías?
No tengo muchas opciones. Me pongo mi ropa y mi armadura, pues ignoro si volveré a ser atacado por sorpresa por aquella sombra siniestra. Cuelgo el martillo al cinto, agarro el petate y me lo echo a la espalda. Luego ceremoniosamente tapo como puedo el cuerpo de la elfa y la cojo en brazos. Debo llevarla con sus compañeras, deben darla una despedida apropiada. Cumplió su deber y actuó con valor.
Aprieto los dientes y me armo de paciencia mientras regreso a la civilización elfa, si es que no me pierdo por el camino. Buscaré al primer guardia que vea, pediré auxilio, y explicaré rápidamente la situación pidiendo una audiencia de urgencia con Tyrande o Malfurion. A cualquiera que me escuche nombraré a todos los poderosos que recuerde, tanto del Consejo de los Tres Martillos como de los líderes elfos y espero que escuchen mis explicaciones.
Si los líderes elfos me ignoran intentaré ver a la hija de Falstad antes de regresar a Forjaz.
Una vez que tengo en mente todo lo que debo hacer, emprendo el camino con los ojos atentos a cualquier atisbo de peligro. No puedo dejar que me sorprendan de nuevo.
Obtienes 600 PX.
Motivo: Superviviencia
Tirada: 1d20
Resultado: 20(+1)=21