Partida Rol por web

Cinderel lo tenía claro, levantó la ballesta que por suerte había cargado momentos antes y disparó. Tan cerca estaba la criatura que el disparo fue certero, justo a su cabeza. El virote se quedó clavada entre los ojos de la criatura, quien rugió de una manera desesperada...

Daño: 3 puntos.

Acto seguido, Aewyn pareció que prefería fabricar una treta mágica que enfrentarse directamente con el ser tentacular. De su libro de hechizos escudriñó una de las páginas, y comenzó a leer en alto ésta, mirando en ciertos momentos al ser gigante. Entonces algo ocurrió, la criatura pareció encogerse por momentos, como si lo que había salido de la boca de la elfa fueran maldicioes o males de ojo contra el ser. Entonces comenzó a moverse algo más torpemente...*.

Finalmente, Rúrik tomó su hacha y empezó a segar tentáculos a diestro y siniestro, cercenando extremidades viscosas aquí y allá, y formando un espectáculo de sangre negruzca sin igual.

Daño: 8 puntos.

Claro que, pese a los daños provocados, la criatura no se vino del todo abajo. Uno de sus tentáculos los dirigió al enano, fustigándole de una manera totalmente violenta, y haciendo que el restallido del tentáculo resonara en toda la cámara. Sin embargo, el latigazo sólo rozó la armadura de Rúrik, como si tan sólo la hubiera acariciado.

Su disparo impactó en la criatura y Rurik hizo lo propio. Si conseguían volver a atacar con éxito ese monstruo debía empezar a sentir dolor y pavor al mismo tiempo. Cinderel, soltó la ballesta y agarrando firmemente la maza con ambas manos saltó hacia la criatura lanzando un golpe devastador donde se suponía que debía estar la cara, o al menos donde tenía los numerosos ojos...

- Bestía del averno... ¡vuelve a la oscuridad! - bramó la mediana.

Los tentáculos se agitaban ahora hacia Aewyn. Su conjuro parecía haber surtido efecto, pero había atraído su atención. Con esfuerzo, trató de concentrarse y leyó las runas con un brazo levantado, apuntando sus finos dedos a la "cabeza" del monstruo. Los relámpagos volvieron a brotar, zigzagueantes, iluminando la sala con un destello y agotando sus reservas mágicas. 

Rúrik se sentía en su salsa —no literalmente, dado que la sangre del cefalópodo no parecía especialmente apetecible—. Si sus ancestros pudiesen verle… enfrentándose a un cerbero portentoso, blandiendo su hacha y salpicando de vísceras la tumba de uno de los suyos. En realidad, mejor que no pudiesen verle, la verdad.

¡CHAC!

Volvió a cortar el aire, tratando de interceptar uno de los tentáculos que se dirigían hacia Aewyn.

—¡Eh, patilargo! No está bien dejar solo a tu pareja de baile.

Cinderel soltó su ballesta, pues recargarla suponía "perder" unos preciosos segundos para hacer algo más; y por ello tomó su maza pesada y golpeó con contundencia al ser tentacular, aplastando su rostro una vez estuvo a su propia altura. La cabeza del ser rebotó hacia atrás por el impacto:

Daño: 5

Acto seguido, Aewyn volvió a leer su particular libro de magia, y tras levantar los dedos, provocar una pequeña tormenta eléctrica saliendo de éstos, e iluminando la zona, la criatura recibió el impacto de los rayos... pero tan sólo éstos fueron tragados por el ser, sin ningún tipo de efecto esta vez. Ahora Aewyn necesitaba descansar para recobrar su fuente de poder*.

Finalmente, el enano Rúrik volvió a blandir su hacha de nuevo; esta vez sólo pudo cortar un par de tentáculos con su arma, y ello provocó un poco más de dolor a vuestro enemigo:

Daño: 2

Finalmente, el ser de los tentáculos fijó su atención a Aewyn, aunque desde hacía unos instantes estaba éste algo despistado, y trató de fustigar a la elfa. Sin embargo, parecía que el poder de ésta en el conjuro anterior lo había dejado algo desvariado, algo impreciso, y los tentáculos golpearon una de las cuatro columnas que rodeaban al féretro pétreo, quebrándolo en su raíz y haciendo que la piedra moldeada cayese para atrás...

La criatura aún vivía, pese al daño y la sangre entintada derramada.

Poco a poco, parecían mantener a raya al custodio. A base de cortar, aporrear o chamuscar, como lo haría un cocinero con un ejemplar considerablemente más pequeño y con menos pares de ojos.

No obstante, el frenesí de Rúrik y los cada vez más erráticos movimientos de los tentáculos le hicieron errar su último tajo. Ahora parecía centrar su atención en Cirendel.

—¡Cuidado, compañera! ¡Parece que va a por ti!

¿De qué demonios estaba hecho ese calamar? Aewyn vio con incredulidad cómo sus rayos no tuvieron ningún efecto. Uno de los tentáculos golpeó con fuerza la columna a escasos centímetros de ella. Había faltado poco.

Veía cómo sus amigos estaban plantando cara al monstruo y luchaban con ahínco. Apenas en unos instantes habían herido a la criatura en muchos puntos. Después de todo, parecía que no tendría que hacer todo el trabajo ella. La maldición que había lanzado se estaba desvaneciendo, y el monstruo ahora movía los tentáculos hacia Cinderel. No lo podía permitir, le había costado un esfuerzo dejarla en perfectas condiciones para que ahora la hirieran otra vez.

- ¡Cuidado Cinderel!

Sacó su honda y, protegiéndose con otra de las columnas, cargó una piedra y la hizo dar vueltas por encima de su cabeza. En ese momento, y de forma súbita, la niebla roja apareció de nuevo. La furia asesina y salvaje que sintiera antes en el combate contra las ratas volvió a nublar su juicio y su caracter prudente. Con excelente puntería y bastante fuerza lanzó la piedra a la cabeza llena de ojos. No era más que una piedra, pero bien lanzada tal vez podría hacer que la criatura quedara aturdida y fuera más fácil atacarla.

Cinderel vio con euforia como la criatura sufría más y más y estaba aturdida. Sin embargo seguía en pie amenazante y ahora parecía querer atraparla con sus tentáculos. Con las fuerzas crecidas por la tensión del momento saltó hacia adelante con la maza en alto para dejarla caer en sus tentáculos. 
- Atrás!!! Muérete de una vez asquerosa criatura!!

Sin embargo a pesar de sus buenas intenciones la maza apenas rozó al bicho. 

Cinderel trató de golpear con la maza a la criatura, que aún se encontraba algo patosa; y al igual que Rúrik, ninguno de ambos pudo desembarazar su arma en la criatura para provocarle más daño. La única que esta vez pudo conseguir algo fue Aewyn, que con una piedra en su honda, lanzó demasiado bien el proyectil hacia la cabeza del ser, y le golpeó en el ojo central. Ahora parecía moverse más confusamente, pues estaba realmente encolerizado y confuso al mismo tiempo.

Daño: 2 (+ la consecuencia propuesta).

Claro que el ser de los tentáculos focalizó su atención en Cinderel, y comenzó a fustigar a la mediana con la fuerza que podía. Los tentáculos golpearon otra de las estatuas allí presentes, destrozando la piedra y provocando aún más caos en esa sala. Eso sí, pese al titubeo de sus movimientos, la criatura había bañado con mucha sangre negra el lugar, y notábais que estaba débil, muy débil.

- ¡Diana! - gritó la mediana al ver el disparo de Aewyn. La criatura parecía menguar sus fuerzas y era cuestión de tiempo que huyera herida o sucumbiera a la fiereza de este tan singular grupo. La posibilidad de acabar con la vida del monstruo le pasó por la cabeza... Podría contar a todos que ella mató a una criatura espantosa con la fuerza de sus brazos, eso le daría fama y prestigio allá por donde fuera, con los privilegios que eso podría originarle. Así pues no lo pensó dos veces, echó la maza hacia atrás y con todas sus fuerzas lanzó el golpe que esperaba le diera muchas tardes de gloria en las tabernas.

- ¡Ahora verás lo que pasa cuanto te metes con Cinderel, bestia inmunda!

- ¡SÍ! - Aewyn no pudo reprimir un grito de alegría cuando la piedra impactó en el monstruo justo en el ojo principal (no sabía realmente si era el principal, pero sí era mas grande que los otros). Lo había logrado, y era el momento de atacar con todo lo que podían dar. Envalentonada, volvió a colocar una piedra en su honda y volvió a lanzarla en dirección a la criatura.

El golpe de Cinderel fue impresionante*. Parecía imposible para muchos entender cómo una criatura tan pequeña (aunque rápida, claro), podría manejar un arma de su tamaño y provocar tamaña proeza. La mediana cargó sus brazos hacia atrás, maza en mano, y desbordó toda la fuerza que pudo por el mango y el bloque de metal. El mazazo liberado en la cabeza del ser tencaular fue súbito, un golpe maestro y certero que no hizo sino aplastar al ser y provocarle la muerte instantáneamente:

Daño: 4.

La criatura cayó hacia atrás, envuelta en un infame grito de dolor, y sus tentáculos se movieron en una repentina y última coreografía viscosa antes de yacer de un plumazo en el suelo. Rúrik y Aewyn tenían sus armas preparadas, pero no llegaron a utilizarlas. Otra de las esculturas fue golpeada por los tentáculos en la caída, provocando su destrozo y caída aparatosa al suelo de la habitación. El ser yacía ahora con lo que debía se su rostro destrozado, y lleno de sangre viscosa saliendo de sus ojos... Ahora podíais descansar tranquilos.

Cinderel apoyó la maza en el suelo apoyándose en ella a modo de bastón y resopló.

- Ufffff.... no ha estado mal, compañeros. Ahora veamos que es lo que protegía con tanto ojo este ser. - dijo mientras se acercaba al pozo de dónde había sido la criatura-. Me pregunto si habrá algo interesante aquí dentro - añadió mientras trataba de asomarse.

-¡Buen golpe, Cinderel! - Aewyn se sintió de repente agotada. Se apoyó en una de las columnas y suspiró. Habían podido contra el monstruoso ser tentacular. Esperaba no volver a encontrar ninguna otra desagradable sorpresa, aunque ya no tenía tanto miedo después de cómo se habían desenvuelto. A pesar de conocerse de tan poco tiempo, habían demostrado ser un grupo muy capaz.

 - ¿Ves algo? - dijo desde donde estaba. Ni por asomo se acercaría al agujero negro ese. -¿Y si mejor abrimos el sarcófago? - Si había algo de valor y poder en aquel lugar, debía estar ahí dentro.

—Uf —suspiró Rúrik.

Todavía le resultaba algo extraño estar profanando una tumba de los suyos, y se mostró reticente a dar el primer paso. En su lugar, se sentó para limpiar sus armas de la sangre y otros fluidos del cefalópodos.

—¡Ha sido un golpe tremendo, Cirendel! Te has ganado el honor de abrir primero el sarcófago. 

Estando la bestia allí tumbada, yaciente toda ella, que Cinderel se acercó hasta el agujero del pozo por el que había trepado y llegado a vosotros. Era un pozo sin pretil, un agujero que asustaba sólo con describirlo (dos metros radio y cuatro de diámetro), el cual sólo desprendía negrura, pues aunque uno mirara hacia abajo nada se veía. Ni tan siquiera un elfo o un enano, con su capacida de infravisión, podría discernir el fondo (y es que no era por oscuridad, sino por profundidad). En caso de haber algún tesoro, estaría al fondo, muy al fondo. La caída, por supuesto, sería una sentencia de muerte absoluta. Mientras tanto, Aewyn sopesaba abrir el sarcófago, mientras Rúrik se sentó a limpiar sus armas.

- Definitivamente, no pienso bajar ahí dentro, sólo los de tu raza con poleas y cuerdas se atreverían, Rurik - dijo Cinderel mientras se sintió que se le erizaba el cabello de la nuca y tenía un mal presentimiento que le hizo mirar alrededor nerviosa y preparar la ballesta de nuevo -. Cuidado chicos, algo me dice que no estamos solos aún aquí.

El enano dejó de limpiar su hacha, extrañado, y se acercó al sarcófago para ver a qué se refería Cirendel. Se mesó la barba, evidentemente perplejo.

—Vaya, esto sí que no me lo esperaba. Aunque viendo los runas, tal vez tendría que haberlo imaginado.