Partida Rol por web

Comienzo a enfilar la cuesta descendente hacia el interior de la cueva, con cara de pocos amigos. Lo que ha sucedido ahí arriba ha sido un desastre, y poco para lo que podría haber sido. Busco a Elizabeth con la mirada, y a Rina. Tengo que hablar con ambas. A mi novia tengo que tranquilizarla, dejarle claro que estoy bien, que no me ha pasado nada. A Rina tengo que hacerle una consulta, y adelantarle si no aparece pronto que Makoto está tan bien como yo mismo.

 Yo no recordaba haber tenido ninguna experiencia previa en la que pensar, pero tampoco quería situarme en ningún extremo emocional, si es que algún poder aún por venir u exótica novedad no lo conseguía de por si más adelante. Como fuera, de una manera u otra, prefería 'encontrarme a mí misma' de casi cualquier otra forma, así que quedé en silencio ante el ofrecimiento de Liz esperando la reacción de los demás.

 Por fortuna para mi, Roxana se ofreció al instante, y las chicas no tardaron en apartarse empezar con el control... ¿O descontrol? Emocional. No me iba a quejar, yo misma prefería que estuviera lejos para hacer eso.

 La polaca empezó a buscar cosas mientras yo miraba a los lados, pensando en asimilar todo lo que estaba pasando, y llamar la atención lo menos posible.

 Entonces Benjamin llegó con expresión seria, buscando a alguien que obviamente no éramos los recién llegados. -Liz está bien, han ido por ahí- Señalé con timidez ayudando a su pareja a ubicarla, curiosa por saber qué estaría pasando con las dos chicas.

De pronto el rostro de Roxana comenzó a cambiar, y el horror y la desesperación parecieron tornarse en enfado, en verdadero odio. La forma en que me miraba comenzaba a asustarme, ya que parecía estar dirigiendo su ira hacia mí, pero aguanté, esperando que la chica no se me abalanzara.

Entonces un humo negro empezó a emerger de Roxana, rodeándola y haciendo que la vegetación próxima se marchitara. No sabía de qué se trataría, pero aquel gas olía realmente mal, e incluso comenzó a provocarme nauseas.

Detuve mi influencia sobre la chica, tras lo que pude ver como su cara reflejaba un inmenso miedo.

-¡N-no os acerquéis! – grité a los demás, alejándome un par de pasos de Roxana, pero continuando cerca de ella. – Esta eres tú, puedes manejarlo. Concéntrate. – hice una pausa fruto de las náuseas. - Tranquila, estamos aquí contigo…

respiraba agitada, estaba realmente asustada, me paralizo, miro a liz a los ojos, desesperada y asustada nuevamente. -no se que hacer- dije apenas con un hilo de voz, sentia que esa nuve de humo iba a aficciarme, -ayudame, hasme sentir otra cosa, por favor-  con lagrimas en los ojos y una suplica susurrada, llena de terror, como nunca, me sentia una niña asustada

 Retrocedo hasta quedar contra una de las paredes de la cueva cuando veo que sale humo de Roxanna y agacho la cabeza para evitar respirarlo, volviéndome a sentir bastante nerviosa. Desde lo que yo sabía, el humo solo salía por dos cosas: Reacciones químicas, fuego, o las dos al mismo tiempo, y no quería saber en qué podría desembocar lo que quisiera que estuviera haciendo.

 Si la situación ya me asusta de por sí, verla suplicar ayuda solo me hace sentir más horror al ponerme en su lugar, frunciendo el ceño con asombro y llevándome el puño al pecho. Ahora sí que no, pienso quedar totalmente al margen de esto, si tienen razón ya se manifestará mi poder de una u otra forma sin tener que pasar por eso ¿Y Elizabeth podía hacernos sentir así a placer? Parecía que estaba equivocada sobre ella, que ahora también empezaba a imponerme, como el dragón o la kitsune, sin olvidarnos por supuesto de la recién estrenada Roxana.

La voz de Roxana apenas se escuchaba, y tuve que acercarme más a ella. Continuaba aterrada, muy alterada, y las lágrimas se agolpaban en sus ojos mientras suplicaba que le hiciera sentir otra cosa.

-No te asustes, es parte de ti, tienes que tomar el control de ti misma para poder controlarlo.

Yo también estaba asustada, pero en esos momentos no podía permitirme demostrarlo, Roxana necesitaba mi ayuda. La miré nuevamente a los ojos, tratando de ayudarla evocándole un sentimiento de paz y tranquilidad, mientras luchaba por no vomitar a causa de aquel nauseabundo humo.

Angelica seguía en su proceso de similar todo, los poderes, la explicación, aquel gato fantasmal... Tuvo curiosidad, ¿y si realmente ella también tenía poderes? Sacudió la cabeza, imposible, ella era más normal que un día nublado en Londres. Soltó un largo suspiro y siguió escuchando a los demás.

Meditó sobre si había soñado algo extraño últimamente... ya que eso igual podía dar alguna pista, pero nada. Entonces la situación de Roxana le llamó la atención, tanto que no pudo evitar quedarse sin respiración un momento. Miró a Elizabeth con los ojos muy abiertos -es...es eso ¿normal?

Se mordió el labio, sin duda la muchacha no lo estaba pasando bien - ¿cómo que no se asuste? ¡esto no es normal!... - miró a la chica novata como ella. Su cara de terror, no le hacía sentirse indiferente a la pelirroja -pero... ¿qué puedo hacer yo?

Buscando leña cerca de la entrada, Katarzyna fue la primera en avistar a Ben cuando entró.  Él, sin embargo, apenas reparó en ella, pues fue directo buscando a su novia y a la kitsune.  Vicky le indicó y fue entonces cuándo se oyeron los gritos de Roxana y Eli.  El corazón le dio un vuelco.  Miró hacia el interior, pero se había alejado bastante y no podía verlas. 

Makoto acababa de entrar, encontrándose primero (al estar ella cerca de la entrada) a Katarzyna, la cuál se hallaba con algunos palos entre los brazos ... y una asustada mirada dirigida hacia el interior de la cueva.

- ¡Roxana!  -  gritó con una voz descorazonadora.

Se olvidó de la escasa madera que tenía entre los brazos, que cayó desperdigada por el suelo, y empezó a correr torpemente hacia el interior de la cueva, donde estaban todos, dejando al recién llegado Makoto a su espalda.

Todos comenzaron a correr, y a impacientarse, los nuevo intentaban conectarse con aquello que los definiría, - la razón ulterior de estar ahí- y aunque la Kitsune no estaba segura que fuera una buena idea, ante el miedo de que hubiera un ser tan destructivo como ella, imagino que tarde  temprano pasaría. Guardó silencio, impaciente, pero sin moverse. Aun no sucedía nada, aún no perdía sus recuerdos, Liz tenía razón, se estaban defendiendo.

Lizz intentaba encausar a la hebrea, la Kitsune no se acercó, pero guardó desde una una posición  que demostraba su neutralidad. Pero cambio cuando Ben apareció, sus ojos mostraron una chispa de tranquilidad, buscando a Makoto detrás del joven, y ahí lo vio, entrando por sus propios medios. 

Avanzó hacia él, sólo un paso, pero se volvió hacia Lizz, demasiado cerca de la hebrea, se quedó ahí, aguardando,  con miedo de acercarse demasiado, ante el peligro de ser más dañina que sea lo que esté descubriendo aquella chica.

- ella olvidó a los dybbuks - habló mas fuerte, para llamar la atención a Lizz, pero parecía que no se iba a mover. La Kitsune, que sentía un lazo enorme con la joven vidente, fue hacia ella, y se puso a su lado, el humo negro rodeaba a Roxanna, y los demás se asustaban, incluso alguien seguía negando lo que veía. "¿Acaso necesita que la realidad la golpee en pleno rostro?" pensó, aunque también pensó que el palmetazo de realidad, tendría que ser más literal.

Mientras desciendo la cuesta, veo a Katarzyna recogiendo leña, y a Victoria, que está más abajo. A quien no veo en principio es a Liz, aunque la propia Victoria se me acerca para tranquilizante a ese respecto, indicándome dónde se encuentra, y que está bien.

Gracias, Victoria. -Le digo poniendo una mano en su hombro. Los nuevos, desde luego, son mucho más agradables que la mayoría de los que llegaron conmigo al castillo. Espero que podamos serles de ayuda...- ¿Tú cómo lo llev...?

Mi pregunta se corta por un grito que reverbera en la cueva, la voz apremiante de Elizabeth. Me giro, sobresaltado, y corro en esa dirección. Rina, con quien necesito hablar luego, llega antes que yo y se sitúa junto a mi novia, frente a una Roxana que se ve rodeada de una nube de humo, aparentemente tóxico. Parece que su naturaleza se ha manifestado, y de un modo algo violento.

Oigo a mi espalda la voz desconcertada de Angélica negando lo que ve, asustada. También la de Katarzyna, preocupada por Roxana. Me giro hacia ambas, sin decir palabra alguna, juntando las manos a modo de súplica y, acto seguido, llevándome un dedo a los labios. Por favor, silencio. Todo esto es ya demasiado complicado sin necesidad de caldear más el ambiente.

¿Puedes calmarla? -Le pregunto a Liz en voz baja al acercarme, situándome a su vera, al otro lado de la que ocupa Rina, sin quitar ojo a Roxana- Está muy asustada...

Si Liz no puede hacerlo desde aquí, iré yo mismo hasta ella. Confío en que, haga lo que haga ese humo, Rina pueda sanarlo después. Esta chica no va a poder seguir así mucho tiempo más, no podemos permitirlo.

Estaba a su rollo, vigilando a las dos chavalas y la entrada de la cueva con el mismo interés cuando regresó el hombre dragón aparentemente ileso. Eso era una buena noticia, quería decir que se habían hecho cargo de los lobos sin más problemas. Menudos tipos duros, joder, menudos tipos duros.

Iba a acercarse para hablar con el recién llegado cuando la judía se convirtió de repente en un bote de herbicida con piernas. Un denso y apestosos humo negro salía sin control de su cuerpo marchitando la poca vegetación de la cueva. Antes de hacer o decir nada más, puso distancia entre las chicas y él, acercándose esta vez a la entrada de la cueva, por si necesitara un poco de aire fresco en caso de que no pudieran controlar aquella mierda que ellas mismas habían provocado. Por la voz de Roxana, estaba claro que no podían...

- Hostia puta... - Murmuró, con los ojos muy abiertos, sin perder detalle de lo que estaba viendo. Así que al final todo era real, aunque de alguna macabra y retorcida manera. Porque la pobre chavala no se estaba convirtiendo precisamente en una mujer guerrera de las que había hablado, sino en una puta arma biológica. Vio a Pitufina por el rabillo del ojo cuando regresó a la cueva, con toda la intención de acercarse. La paró en seco, sujetándola por un hombro con una mano firme pero amable.

- No des un paso mas nena, esa mierda que está sudando nuestra colega parece ser muy jodida... - Le advirtió, muy serio - Los mayores se están haciendo cargo - Dijo, no sin ironía - Seguro que saben lo que hacen. Y si no... - Echó un vistazo por encima del hombro de Katarzyna - Mejor estar cerca de la única salida...

Repasó a los demás con la mirada, esperando que fueran igual de prudentes que él y no se acercaran a aquel desastre en potencia en que se había convertido Roxana.

Entro en la cueva sujetándome con la mano derecha el brazo izquierdo el cual está cubierto por lo que parece algún trozo de tela de una blusa totalmente ensangrentado.

-Holaaa, ¿qué tal todo por aquí?-Dije bromeando como si no hubiese pasado nada pero con una pequeña mueca de dolor en la cara-¿Esto es urgencias no? Buscaba a la enfermera Rina-chan, vengo en recomendación de su novio. He tenído un pequeño percance...

La situación en la cueva realmente era extraña. En un lado Roxana asustada estaba rodeada de un humo negro que apestaba y cerca tenia a Liz y Rina, la primera había usado sus habilidades y por fortuna estaba consiguiendo calmar a la chica, esto hacia que el humo poco a poco fuera desapareciendo.

Mientras tanto el resto de chicos parecían observar con precaución y dispuestos a hacer algo la escena pero sin terminar de atreverse realmente

Iba hablando mientras entraba, casi sin mirar hasta que alcé la vista y vi la situación, quedándome parado sin saber que hacer con ese humo.

-Oh, vaya.

respiraba agitada, estaba aterrada, lentamente sentia como el "poder" de liz me tranquilizaba, y como el humo desaparecia. caigo de rodillas al suelo, busque, aun con lagrimas en los ojos, a Rina, cuando la veo la culpa me consume -rina, perdoname, perdoname, se que dijiste que no debiamos lastimar al bosque, no fue a intencional, no pude evitarlo-

Inconscientemente, Katarzyna intentó un imprudente paso al frente, pero Evergreen se interpuso, agarrándola.  Dada su pequeña estatura y su paupérrima fuerza ni siquiera su pobre intentó de zafarse quedó en nada, por lo que tuvo que limitarse a ver caer a Roxana al suelo.  Habían pasado solo unas escasas e irracionales horas desde que se conocieran, pero Roxana era, junto a T.J. y a Erik, la persona con la que más confiaba sentía.

- Pe ... pero, tenemos que hacer algo  -  dijo impotente y notoriamente nerviosa.
- Por favor, Erik, T.J., ...  -   la voz se le quebró mientras se quedaba mirando al cocinero y al americano.
- ... os lo ruego.  -  suplicó, incapaz, mientras volvía a mirar a Roxana.