Partida Rol por web

De pie enfrente del maltratado puente decidís avanzar cuando algo os detiene. Las formas definidas de humanos al otro lado, en la plaza de lo que era el cuerpo de guardia de Hargendorf, aparecen entre el humo y las luces anaranjadas de las llamas que devoran los edificios adyacentes. Una de las figuras es más alta que las demás, recortándose especialmente bien. Cuando salen de entre el humo podeis confirmarlo, es el Cosechador de Almas, aquél ser demoníaco que os encontrásteis al llegar en barco a esta ciudad y que creíais derrotado, esta vez rodeado de esqueletos animados.

Detrás del grupo principal, otro grupo de esqueletos avanzan rodando unos grandes barriles donde posiblemente se encuentre el producto que habéis venido a buscar.

El porqué los tiene él es un misterio, pero veis cuerpos recientes de mutantes norses acuchillados en el suelo de la plaza. 

- ¡Mierda! - Exclamó Marius relamente asustado. - ¡Son...son demasiados! - Alcanzó a decir. - Y ese ser... - Dijo refiriéndose al Cosechador de Almas. - ...hiela la sangre con solo verlo y paraliza el cuerpo. Yo...

Las dudas sembraban el corazón del gladiador. Llevaba demasiada carga sobre sus espaldas. Había visto demasiada muerte y se había enfrentado al horror en demasiadas ocasiones y eso empezaba a hacer mella en él. No obstante, no le quedaba más remedio que seguir luchando. 

- Está bien... - Se dijo a si mismo. - ... ayúdame Sigmar y si muero, que sea rápido y acógeme en tu reino. No dejes que me levante como muerto viviente.

Ya casi habían alcanzado lo que estaban buscando cuando una funesta sorpresa se presentó ante ellos. Tan vivo como podía permitirselo, El Cosechador de Almas se alzaba junto con su hueste de no muertos del otro lado del puente. Aquel diablo nigromante había sobrevivido al encuentro con el Wellen Brecher y los había seguido hasta allí quién sabe con cuál fin.

Buri se quedó sin aliento ante aquella visión, pero no era el miedo lo que lo invadía si no la cólera. La necesidad de vengar la muerte de Kargun ahora se acrecentaba más y más al ver a su némesis aún con vida. Debía saldar aquel agravio como fuera o morir en el intento, por su compañero matador.

Con la temeridad impulsada por el enojo, Buri se aferró a su escudo y preparó su hacha para el encuentro. Si esa iba a ser su última batalla, que los portones de Grungni lo recibieran como lo que era: un verdadero guerrero.

Eldillor sacó su arco y colocó una flecha en la cuerda. Era consciente que tendrían que rebajar el número de enemigos todo lo posible antes del asalto cuerpo a cuerpo.

-Quedaos en el puente, tendremos una posibilidad si lo utilizamos para que no nos flanqueen.- El hechicero comenzó a recitar una letanía en la lengua arcana.

La cosas iban de mal en peor, ahora había vuelto el maldito ser que no ataco desde su barco al nuestro mientras veniamos, "Mecagoen, ese hideputa no se muere, creo que hay que recordarle cual es su lugar" le digo a mis compañeros, aunque tenía miedo de unirme pronto a sus filas con mi estado actual.

La carga no se hizo esperar. Los esqueletos parecían muñecos sujetos por invisibles hilos de los que tiraba el Cosechador, excepto aquellos esqueletos que transportaban rodando los barriles. El resto se lanzó al combate por orden de su amo.

En silenciosa carga, se acercaron hacia vosotros con sus huesudas piernas, tintineando sus colgantes armaduras, mientras se escuchaba de fondo el repiqueteo de sus pasos en la piedra.

Mordrak, fuera por la impresión de volver a ver al cosechador de almas o preocupado por la carga de esqueletos, no pudo concentrarse en lanzar el hechizo.

Eldillor se colocó en posición, afianzando sus pies al suelo, respiró hondo, apunto y demostró porqué todos los seres de este mundo temen a los arqueros élficos, lanzando una auténtica andanada de certeras flechas atravesando el cráneo de un esqueleto que desparramó sus huesos por el suelo.

Con el ceño fruncido y la mente centrada en la batalla que les esperaba, Buri avanzó en dirección hacia su némesis con las armas bien aferradas en sus puños enguantados. Un solo pensamiento revoloteaba en su mente: el alma de Kargun solo podría descansar en paz si el Cosechador de Almas moría en aquel puente. El peso de la tarea residía en los hombros del enano como una carga pesada.

Pero eso no lo detuvo, con valor desmedido se acercó más y más a la turba de esqueletos. Recuperaría esos barriles y le daría fin al nigromante aunque fuera lo último que hiciera.

Marius siguió los pasos del enano. Se situaría junto al puente, esperando que los no muertos se acercasen. Si combatían en aquel espacio reducido,la ventaja numérica no sería tan importante.

- ¡Tomemos el puente! - Alzó la voz. - ¡Es un embudo! ¡Allí podremos hacernos fuertes!

"No creo que este en condiciones de aguantar una embestida de esos seres, pero por mi orgullo estaliano voy ha hacer todo lo que este en mis manos y me llevar a cuanto hideputa se ponga en medio" digo mientras avanzo con mis armas listas, no esperaba durar mucho, pero haría cuanto pudiera.

Eldillor volvió a acertar con sus flechas acabando con otro esqueleto, mientras que el hechicero no era capaz de concentrarse completamente e invocar los vientos de la magia a su lado.

Los esqueletos estaban muy cerca, su carrera casi parecía cómica debido al ruido que hacían los huesos al correr pero el malvado brillo arcano que los controlaba y que habitaba en sus ojos os prevenía. Pues no eran seres vivos y no mostrarían piedad, miedo o voluntad alguna por la que poder engañarles en combate.

Marius no iba a copiar la estrategia, si es que tenían una, de los esqueletos. No se iba a exponer saliendo a campo abierto. Debían pelear en aquel puente y disminuye el número de no muertos hasta que pudieran avanzar sin tanto peligro hacia el Cosechador de Almas. Por ello esperó con los pies bien anclados al suelo a que el primero de esos descerebados se acercase lo suficiente como para golpearle con su mangual. Mientras tanto, Ellidor y Mordak podían ir reduciendo el número de enemigos a distancia.

- ¡Aguantad! - Les ordenó a sus compañeros. - ¡Aguantad todo lo que podáis!

Buri se preparó para recibir la marea de huesos que se abalanzó sobre él junto a sus compañeros. Con el escudo en alto esperó el placaje de las huestes del nigromante y con su hacha empezó a arrojar tajos intentando mantener a ralla el alcance superior de aquellos esqueletos reanimados.

Su mente trazaba planes a toda velocidad, pero cuando vio a los esqueletos rezagados que hacían labores de transporte tras el ejército de no muertos la idea paso de descabellada a perfecta.

Miró a Eldillor, con la cara hecha un mal poema.

—Vuela los barriles, elfo. Hazlos volar por los aires con esa pólvora.

-¡Maldita sea enano! ¿porqué no lo dijiste antes?.- Eldillor rasgó su propia ropa enratándola alrrededor de una de sus flechas. El aire de la velocidad de la flecha podía, no, seguro que apagaría la llama. Necesitaba algo con que untarlas. -¿Alguien tiene aceite?.-

Marius se detuvo a pensar unos instantes. No, no tenía aceite y ese hubiera sido un buen punto. De otra manera no podrían crear una flecha incendiaria capaz de hacer volar por los aires los barriles de pólvora.

- Yo no... - Le dijo a elfo casi sin mirarle, pues su atención se centraba en lo que se le venía encima. Esperaba no obstante, que alguien dijera que si. Eso facilitaría mucho las cosas.

-Yo tampoco...- Dijo el hechicero humano.- y mis hechizos de luz no producen calor.-