Partida Rol por web

Koyaanisqatsi, Victoria, avanzáis con cuidado hacia la casa, atentos a cualquier posible detalle. Koyaanisqatsi anuncia vuestra llegada mientras va andando.

Llegáis a la puerta y dais unos golpes.

De repente escucháis un fuerte crujido que os sobresalta, parece venir del lateral donde se encuentra el huerto.

Nyx, Kellen, vosotros veis claramente lo que ha ocurrido, la vara de madera de unos dos metros de altura que estaba clavada en el huerto parece haberse astillado por la mitad, parte sigue clavada en el suelo, la otra parte suponéis que ha caído, pero desde esta distancia no podéis estar seguros pues el suelo es bastante irregular y la zona está rodeada de plantas.

Kellen, desde esta distancia es extremadamente complicado juzgar, pero jurarías que reconoces alguna de las plantas del huerto, son simples hierbajos del campo, no plantas que alguien cultivaría.

Lo primero que hago es cubrirme tras Koya y mirar que me ha sobresaltado!!!

Cuidado Koya!

Nyx era incapaz de oponerse a la determinación de Koyaanisqatsi de avanzar pese al peligro, pero no podía estar más en desacuerdo.  Ciertamente, esa temeridad manifiesta que el paladín ostentaba en pos de ayudar a los demás resultaba admirable, pero en estas situaciones la gnoma se quedaba con el corazón en un puño.

¿Es que no se da cuenta que nos preocupa que le pase algo malo? - Pensó, enfurruñándose, aunque sin llegar a enfadarse.

Conforme veía avanzar a los dos primos, metió instintivamente su mano en la manga izquierda, donde guardaba la daga.  Su tacto resultó tranquilizador, pero solo durante un instante.  Crack.  El crujido de la vara que estaba en el huerto despertó a Nyx de sus pensamientos, poniéndola alerta, pero esperando que fuera una falsa alarma.  Decidió avanzar un poco, pues desde esta distancia poco podría hacer para ayudar a sus compañeros si tenía problemas.

Kellen, voy a acercarme un poco - dijo, sin esperar respuesta.

Con la mano tocando la daga (la cuál estaba aún guardada en la manga izquierda), y sin llegar a correr, pues no estaba segura aún de que hubiera una amenaza real, instigó a sus pequeñas piernecitas a moverse con toda la presteza posible.  Intentó, eso si, moverse por el mismo camino que Koyaanisqatsi y Naamah habían recorrido, por el temor de que algo desagradable poblara los otros caminos.

- No me gusta nada -pensó el gnomo. El huerto le dió la sensación de ser un lugar muy poco acogedor, al igual que la cabaña, no la clase de sitio donde viviría nadie-. Este lugar parece abandonado, ¿una trampa quizás? ¿Un cebo?

Mientras los dos tieflings avanzaban, pudo ver como la vara de madera del huerto se partía. Esto le sobresaltó y, aspirando con fuerza, ahogó un pequeño chillido, pues veía que la situación se estaba desmadrando. Desde luego esto no le ayudó a tranquilizarse.

Estaba en éstas, cuando Nyx comenzó a caminar resoluta hacia la cabaña. Tras dudar unos segundos, susurró:

- Mierda, Nyx, espera -dijo antes de dar un par de pasos rápidos hasta la joven artesana. No deberíamos separarnos demasiado, pero no entraré, estoy casi seguro de que tiene que haber algo aquí fuera, lo presiento -le susurró sin quitar ojo del huerto donde se habia partido la vara.

- Si entráis me quedo aquí, vigilando -susurró para finalizar.

A partir de ese momento, desde el camino, Kellen puso sus cinco sentidos en los alrededores de la cabaña.

Habiendo avanzado un poco, hasta estar más cerca de los tieflings, la gnoma frenó su avance intentando atisbar algo más sobre la supuesta amenaza procedente del huerto.  Habían pasado unos instantes y no había ocurrido nada mal ... aún.  Entonces llegó Kellen, algo que le dio seguridad a Nyx.

Por inercia, dió unos pasos más, pero finalmente refirió no alejarse mucho del guardabosques. Miró alrededor, en busca de alguna amenaza, segura de encontrar una tarde o temprano.

Koyanisqaatsi se puso enfrente de su prima, protegiéndola con su cuerpo y escudo, y volteando rápido a ver que era lo que los amenaza.  Venimos en paz Uzimila, decidle por favor a vuestro guardián que no nos ataque.  No buscamos ningún mal, sólo comercio.  Mi zorro aquí es muestra de que respetamos su bosque.    El pobre zorrito veía azorado la escena desde su refugio en la coraza del tiefling.  Si quería saltar, lo dejaría.  No lo quería de daño colateral si las cosas se ponían feas. 

El ceño del tiefling se frunció entre la luz que se filtraba hacia la puerta de la cabaña, movía la cabeza de un lado al otro, tratando de adivinar la naturaleza de lo que hacía aquel ruido en el huerto.  Nos moveremos lejos de la puerta, si así lo desea.  Sólo deseamos hablar.

Escucháis todos atentos en busca de alguna respuesta a las palabras de Koyaanisqatsi... pero no parece haber respuesta alguna.

Ninguno veis tampoco ningún tipo de movimiento por ningún sitio.

(Susurro) ssshhh... Ten mucho cuidado, dentro nos puede esperar cualquier cosa. Imagina por un momento que alguien le hizo algo malo a la bruja..

A todo esto, mantengo detrás de joya tratando de cubrirme.

Hecho un rápido vistazo atrás a ver si nyx y kellen están bien.

Estamos en lo mas profundo de un bosque, casi sin luz, en casa de una supuesta bruja que no tenemos claro si nos tiende una trampa, o no esta, o esta muerta, sin nadie que pueda velar por nosotros ... Tan mala he sido que el karma me devuelve la moneda? Apuntar que en la próxima ciudad me tengo que dar un buen masaje y baño de agua con flores.

La tensión era tan intensa que casi costaba respirar.  El crujido al tocar la puerta no podía haber sido una casualidad, pero habían pasado unos instantes y nada había pasado.  Nyx se esforzó por mirar al huerto, aunque sin mucha esperanza de encontrar nada relevante.

Los latidos golpeaban en su pecho con un ritmo estridente, contrastando con la extraña quietud que reinaba, lo que le impedía relajarse y haciendo que se afanase a mirar a todos lados en busca de aquel elemento que le demostrara que sí existía un peligro real, solo que aún no lo habían visto.

Si los gnomos desde su mejor perspectiva no veían nada, tendrían los tieflings que averiguarlo, a riesgo.  Con un gesto de manos, el paladín le pidió a su prima que se quedara junto a la puerta mientras él avanzaba por la esquina de la casa hacia el huerto. 

Vas zorrito. -lo soltó para no arriesgarlo más- Ándate por aquí y dime que ves.  Nomás no te comas a la liebre, eh. -le advirtió con cariño-  Luego te daré de comer bien.

Cuidando de no ser demasiado conspicuo alcanzó el mejor lugar posible y se asomó...

Koyaanisqatsi, llegas hasta la esquina y miras cuidadosamente en dirección al huerto. Ves que clavada en el suelo sigue aproximadamente la mitad de la vara que visteis al venir, la otra mitad, desde esta distancia puedes ver que está tirada en el suelo entre las hierbas.

Mira algo confuso a Koyaanisqatsi, pero avanza un poco tal y como le ha pedido. Pero unos segundos después se gira y se queda más o menos a medio camino entre los cuatro, parece algo asustado. Parece como si quisiese volver con Koyaanisqatsi pero no se atreve.

Todos estáis parados, atentos en vuestras respectivas posiciones. Dada la cercanía a la cabaña ya casi no os llegan los sonidos del bosque, escucháis vuestras propias respiraciones, pesadas, nerviosas.

El sol calienta vuestras pieles, tras muchas horas de penumbra ahora podéis disfrutar plenamente de él.

Todos tenéis la misma sensación, esa cabaña es muy vieja, mucho más de lo que parece por su estado de conservación.

Si algo había que caracterizara a la raza gnómica era su curiosidad.  Pero ésta no nacía de la nada sino que era fruto de una afilada astucia y un metódico escepticismo.  Y la artificiosa mente de una gnoma de las rocas como era Nyx no dejaba de ver una y otra vez un mismo patrón en esta situación: la madera.

- Umm, si pudieramos comprobar algo sobre esta madera ... - entrecerró los ojos, mirando hacia los tiefling y ahora hacia el zorro.
- ¡El zorro! ¡Su olfato! - avanzó unos pasos, evitando alguna brusquedad, llamó al zorro y finalmente lo cogió.
- ¿Kellen ¿no podían los de tu clan hablar con los animales? - dijo, dando por hecho que el guadabosques se pondría a hacerlo.
- Vamos, pequeño zorro, dime si esta madera es vieja o huele a barniz, o a criatura.  ¿Y el humo, es verdadero?.

La curiosidad y el invento que acababa de crear habían puesto a Nyx en un estado de excitación, en el que todo miedo había quedado relegado al olvido.  Esgrimió al pobre zorro con ambos brazos hacia adelante, zarandeándolo de un lado a otro.  Un pensamiento le cruzó por un instante:

- Umm se podría hacer un artefacto que ... ¡No, centremosnos! - tras unos segundos añadió.
- Koya no abras aún la puerta, vamos a asegurarnos qué pasa aquí - dijo, examinando la madera que el zorro olía.
- ¿Y si la golpearas otra vez, se rompería otro trozo? - hablaba ya como en su mundo, sin esperar respuesta de sus compañeros.

- De acuerdo, yo me quedaré en la puerta.

Me acerco hacia Nyx y el zorro y le pido que olfatee todo y me diga si nota algo extraño.