Partida Rol por web

El paladín se levantó decidido y, ... tocó la puerta.  ¿Lo hizo por amable, costumbre, educación?  No sabemos, lo cierto es que lo hizo con el toquido y ritmo que los druidas de Eldath usan para tocar la madera de un árbol que tiene una driada dormida antes de subirse a él; así le piden permiso para subir a cosechar muérdago o frutas o así.  Es un "con permiso" amable y respetuoso, siguiendo las tradiciones milenarias de su interacción con lo faérico.  

Nyx, Kellen, mantengan la calma, tomen en cuenta que no la mató. Apretó los dientes. Eso es la única señal de que puede haber todavía una solución negociada en nuestro camino.  Eldath, dedico este esfuerzo a la cascada de las bendiciones que repartes siempre sobre todos los seres. -repetía como mantra para no entrar rompiendo y destruyendo.

Entró, defensiva pero decididamente entró.

Tras examinar las heridas de su mano llegas a la conclusión de que aunque son profundas, no deberían ser suficientes como para dejarla completamente fuera de juego tal y como está ahora. Hay algo más que no te cuadra con la herida, pero con tus conocimientos de medicina no eres capaz de identificar exactamente el qué.

Koyaanisqatsi, empujas la puerta y echas un vistazo general con cuidado, atento a cualquier movimiento.

La habitación es un rectángulo, ahora mismo te encuentras en el lado más corto del mismo. En el centro de la habitación hay una larga mesa de madera con una sola silla a uno de sus lados. En la pared de la izquierda según entras se encuentra la chimenea, encendida en estos momentos y con un gran caldero sobre el fuego. El la pared de la derecha hay un armario y múltiples estanterías con todo tipo de objetos a cual mas extraño. En la pared del fondo ves un mueble repleto de libros.

No parece haber ningún movimiento. Examinas todo con más calma desde la puerta.

La mesa central es de madera oscura, como los árboles del bosque. Ahora mismo encima suya hay únicamente una jarra metálica y un plato vacío. Hay una silla al fondo de la mesa, en el lado más alejado de ti.

La chimenea proporciona bastante calor, lo notas desde la propia puerta. Sobre el fuego pende suspendido por un armazón metálico un enorme caldero de hierro, parece estar bastante oxidado.

Desde donde estás no alcanzas a ver en detalle los libros que hay en el mueble del fondo, pero sus cubiertas parecen ser de todo tipo de colores y materiales, muchos parecen tener una encuadernación bastante rústica.

La pared de la derecha te deja sorprendido al examinarla con calma. Estantería tras estantería recorren la pared, paralelas al suelo, desde aproximadamente medio metro de altura hasta casi dos metros de alto. Tu vista se va posando de objeto en objeto sin saber muy bien que estás viendo en muchos casos, pequeños frascos de cristal con hierbas en su interior, otros mayores parecen contener restos de seres vivos. Algunas ramas cuelgan verticalmente a lo largo de varias baldas, las hojas parecen bastante secas. Una sección parece contener todo tipo de minerales de extraños colores y formas. Muchos tarros son opacos y no puedes ver lo que hay en su interior. En otra balda ves varias botellas sin etiquetar, colocadas perfectamente alineadas, aunque sin un orden aparente, cada una contiene un líquido de un color distinto.

¿Señora?  ¿Uzimila?  ¿Señora?  -El paladín dijo estas palabras con cuidado.  Era posible que el lugar estuviera vacío mientras la bruja hubiera salido por algo y que lo que habían enfrentado fueran las defensas mágicas del sitio.  O podría estar oculta.  

Decidió que lo más importante era encontrar evidencia de cual hipótesis fuera cierta.  ¿Señora Uzmila?  Tocó el plato de la mesa, se asomó al caldero, revisó la silla buscando evidencia de calor humano reciente.  ¿Podría salir?  Necesitamos comprarle algo.  Revisó el sitio, respetando de no tocar nada, para ver si había una clave de donde estaba o dónde había ido la bruja, y de que tipo de bruja era...

¡Espera! - exclamó la gnoma al ver al paladín entrar.

Aún sostenía la mano quemada de la tiefling, al parecer la que le había dejado inconsciente.  Nada en todo esto tenía sentido: la cabaña, el huerto, la madera, las heridas de Victoria ... .  Algo se le escapaba, pero no conseguía saber el qué.

- ¿Será realmente la cabaña de la bruja - pensó, preguntándose que de ser así, la ausencia de la bruja era significativa.
- ¡Koya! Ayúdame a llevar a Vic a sitio seguro, luego yo misma te acompañaré ha resolver esto de una vez por todas. -

Cogió a la tiefling por sus ropajes e hizo un intento de arrastrarla hacia fuera, pero no se movió ni un centímetro.  Viendo que sus esfuerzos eran en vano, esperó a que Koyaanisqatsi le ayudase a llevarla hasta donde estaba Kellen.

Viendo que el paladín estaba absorto en su tarea de afrontar la supuesta amenaza de la bruja, Nyx optó por abandonar el traslado de Naamah.  Justificándose en que moverla en tal estado podría agravar sus heridas, la miró una vez más para asegurarse y finalmente dijo.

- Kellen, cuida de ella mientras voy a ver a Koya.

Al entrar, lo primero que hizo fue asegurarse de que Koyaanisqatsi estaba allí y se encontraba bien.  Tras un suspiro de alivio reparó en la ausencia de la bruja, pero le chocó que el fuego estuviera vivo sin haber nadie para mantenerlo.

- También podría ser que esta cabaña fuera objeto de un conjuro de "refugio" o similar. - pensó, pues la alternativa era más aterradora: que la bruja u otro ser estuviera escondido, o invisible (o algo peor) acechándoles en ese momento.

Observó entonces que el paladín estaba examinando las distintas estanterías, sin duda en busca de la cura para el pueblo de Hondonada.  A Nyx le resultaba admirable su dedicación, e incluso envidiaba su determinación.  Pero no era momento de embelesarse, sino de hacerse preguntas incómodas: si ésta era en verdad la cabaña de la bruja ¿dónde estaba ella?; ¿Tendría el remedio que ellos necesitaban?.  Decidió centrarse en esto, por lo que empezó a buscar en las estanterías, procurando tocar lo mínimo posible.

- Koya, recuerda que es una raíz: raíz de cola de rata.  Veamos si se encuentra aquí.

La gnoma pensó que tampoco debían de descartar posibilidades: puede incluso alguien haya intentado buscar la raíz antes que ellos, en busca de la cura o de sabotearla.  Miró también si había huellas en el polvo de las estanterías, o signos de que alguien ajeno había manipulado los objetos que allí se encontraban.

Kellen se hizo cargo de Victoria. La pobre estaba totalmente desvanecida. Por desgracia, pesaba demasiado para él. Al menos, desde el umbral de la puerta podía ver el interior de la cabaña. Sin duda alguna era la clase de ermitaña que se esperaba. Con esta gente nunca se sabía que reacción podrían tener.

Kellen seguía vigilando los alrededores y trató de recordar algo acerca de la raíz. Alguna peculiaridad para describírsela a sus compañeros y que pudiesen encontrarla más fácilmente...

Afortunadamente, la luz de la cabaña iluminaba la estancia lo suficiente como para que el examen de las estanterías fuera perfectamente posible.  La verdad es que todos esos botes bien colocados y demás artilugios le transmitían a Nyx una sensación agradable y familiar, un poco como si estuviera de nuevo en al lado de su padre trabajando, hace tiempo, cuando era niña.  Recordó con añoranza el taller abarrotado de un gran número de materiales, instrumentos y herramientas, esparcidas en las mesas o colgadas en las paredes hasta llegar casi al techo, y de como su padre le insistía en que tuviera cuidado.

Tras unos instantes, volvió de su ensimismamiento y prosiguíó con la búsqueda de la dichosa raíz, con la dudosa esperanza de encontrarla y poder salir de aquella cabaña lo antes posible.

El paladín sonrió al ver a Nyx entrar y mirar todo con la boca abierta.  Juraría que un hilillo de baba pronto saldría de la comisura de sus labios.  Siguió revisando todo...  ¿Alguna idea Nyx?