Partida Rol por web

- Encantada, doctor - Miraba un poco sorprendida a ambos hombres, quizás tratando de encontrar alguna clase de parecido, sin lograrlo. Añade entonces una suave inclinación - Siempre será un placer conocer a uno de los grandes maestros de mi profesor.

La sonrisa lobuna de Fizban se acentuó cuando Van Helshing le presentó a la muchacha, durante unos segundos Bárbara tuvo la sensación de que el peculiar profesor olisqueaba el aire, como si estuviera aspirando el aroma de la muchacha, para después mirarla a través de sus lentes color violeta.

- Una prometedora alumna sin duda... bueno, tienes buen ojo mi querido cachorro... Bueno, yo sólo le tenía previsto a usted, pero ya que su encantadora pupila ha venido estará bien que nos acompañe. Esperad un segundo.

Fizban se sacó sacó de un maletín que llevaba unos finos hilos, los recolocó por unas zonas del suelo, cortó con un cuchillo la trampa que había atrapado a Bárbara para terminar de descolgarla, la hizo un ovillo y se la metió debajo del brazo. Por último cerró la puerta con llave, acarició a Cerbero entre las orejas y les indicó a Van Helshing y Bárbara que lo siguieran.

- Acompañadme y... señorita Shelley, le aconsejo que pise exactamente donde yo lo haga...

Una vez en la tercera planta, Fizban sacó otra llave y abrió la puerta de su despacho. La estancia que se abrió para ambos no tenía que ver nada con el exterior, aquel apartamento era luminoso, estaba limpio, ordenado y resultaba muy acogedor.

- Siéntesen y pónganse cómodos, voy a preparar un poco de te.

- Tiene una casa encantadora, profesor Fizban - Si eres capaz de sobrevivir a la entrada, por supuesto - Trata de sonreír y se sienta con toda la tranquilidad de la que era ahora capaz, e incluso tratando de forzarse a soltar sobre la mesa el libro que aprisionaba para terminar de recomponerse del susto.

Van Helsing entró al despacho de Fizban. Como siempre, su zona de trabajo estaba impoluta. El profesor observó la estantería y cuando Fizban propuso tomar un té, sonrió:

-Muchas gracias profesor.

Esperó a que Bárbara tomase asiento y posteriormente él se acomodó esperando al profesor.

El anciano profesor sonrió ante el cumplido de Bárbara.

- Gracias querida, me gusta el orden y la claridad ante todo. La mayoría de los muebles son heredados, me los traje aquí porque ya no me cabían más en mi casa, pero he de reconocer que me hacen juego con las cortinas. Enseguida les traigo el te, mi cachorro ya sabe que soy un especialista en la elaboración del te...- siguió hablando mientras se metía en la cocina y comenzaba a manipular algunos objetos en su interior preparando la infusión. Tanto Van Helshing como Barbara podía seguir escuchándolo con total claridad mientras hablaba- en mis frecuentes viajes alrededor del mundo he tenido el placer de conocer a verdaderas eminencias en la elaboración de esta estupenda bebida. Además de ser agradable al paladar tiene multiples propiedades... pero supongo que todo eso ya lo sabéis... El caso es que he conseguido crear una gran variedad de tes mezclando tes con otras cosas y además de una gran gama de sabores he conseguido desarrollar múltiples propiedades... -asomó la cabeza por entre la puerta- a mi querido Van Helshing se que tipo de pastas le gustan, pero a usted... ¿Le gustan con o sin tropezones? querida.

- Si son las preferidas del profesor, estoy segura de que a mi también me gustarán - Con una sonrisa cortés - muy agradecida.

- Excelente elección señorita Shelley- dijo el profesor sonriendo para desaparecer nuevamente y volver a salir con una bandeja de plata con una humeante tetera y tres juegos de tazas del mismo material, y un plato con unas pastas. Los colocó sobre la mesa y comenzó a servir la infusión a sus invitados. El té era de un color exótico entre violeta y carmesí mientras que las pastas parecían estar echas con chocolate.

- Servíos por favor...

Los instó mientras hacía lo propio comiéndose una galleta de un bocado.  

Van Helsing cogió una taza y se la pasó a Bárbara, cogiendo seguidamente una segunda para él.

-Quizá el sabor sea fuerte en un principio pero pronto encontraréis el gusto al té del doctor Taselhoff, señorita Shelley.

Movió la cabeza y preguntó a Fizban:

-Aunque debo reconocer que nunca probé este nuevo té.

Dando un sorbo a la bebida prosiguió:

-Como le comentaba, doctor Taselhoff, recibí una carta suya esta misma tarde, como bien sabrá. Debo reconocer que me inquietó sobremanera su nota y me hizo venir con prontitud a verle. ¿Estáis seguro de lo que decíais en la misma?

Tomó con una sonrisa la taza que le ofrecía Van Helsing, junto con una de las pastas - Gracias - Musitó antes de recuperar nuevamente el silencio. 

Las palabras del profesor sobre aquella carta la intrigaron, pero sin saber cual era la fuente de su malestar ni el origen de la conversación, prefirió entretenerse tomando un sorbo al té (Agradablemente amargo) antes de participar.

El rostro del anciano profesor se puso serio tras las palabras de Van Helshing y lo miró a los ojos directamente asintiendo con gravedad.

- Me temo que sí... pero no sólo eso. Tengo motivos de sobra para sospechar que la enfermedad puede propagarse fuera de Transilvania... concrétamente en Londres- la enfermedad era el término con el que solía referirse Fizban al vampirismo- Aún está por confirmar que el origen de la primera infección sea el causante de este nuevo brote, pero sería harto aconsejable comenzar por acotar áreas y localizar el germen.

Miró significativamente a Van Helshing, estaba claro que evitaba hablar de forma directa sobre el tema por la presencia de la señorita Shelley. 

Van Helsing observaba con seriedad al profesor sin percatarse de su mirada incómoda por la presencia de Bárbara y parecía encontrarse años atrás recordando lo sucedido en Transilvania.

-No puedo creerlo. Yo mismo ví como el germen era eliminado, usted lo sabe. Y hasta lo que sabemos, extinto el germen, se extingue la enfermedad. No...no puede ser. No puede existir otro propagador de la enfermedad.

Van Helsing dejó lentamente su taza de té sin terminar sobre la mesa y se levantó del asiento, se encaminó hacia la ventana con las manos entrelazadas a la espalda y preguntó mirando hacia el exterior.

-¿Habéis conocido a alguién afectado aquí en Londres? Cuales son esos motivos, doctor Taselhoff.

La conversación entre ambos hombres parecía grave. Mentalmente apuntó cada referencia a esa enfermedad, sin hacerse una idea de lo que estaban hablando realmente.

¿Cólera? ¿Malaria? o algo peor ¿Peste tal vez? No quería ser indiscreta, pero la evidente preocupación de ambos hombres y el sutil recato del doctor Thaselhoff le dejaba entrever a una mujer sagaz como ella que la preocupación era muy real. 

Así pues, e inclinándose ligeramente sobre la mesa para dejar la taza y atraer la atención del profesor con su sutil tintineo, intervino.

- Y si su presencia ya se ha confirmado, ¿Qué rango de propagación tiene esa enfermedad, doctor? ¿Deberíamos pedir a la autoridad que transmita un comunicado de prevención? - Si la propagación era por aire poco se podía hacer, pero si se trataba del contacto, era posible detener una posible pandemia antes de que fuese peligrosa.

Tras el experpéntico aspecto del profesor Thaselhoff se podía entrever a un hombre inteligente y experimentado. Van Helshing conocía todas las miradas de su maestro y aquella en concreto decía muchas cosas. A pesar de encontrarse de espaldas a Fizban, era muy consciente de la importancia y seriedad con la que el anciano se estaba refiriendo a los sucesos.

- Me temo, mi cachorro, que el germen o no fue eliminado por completo o existen otros focos o son ambas de las dos cosas... El caso es que tengo sospechas bien fundadas de brotes en los uburbios de Londres.

Tras las el toque de atención de la señorita Shelley los inquisitivos ojos de Fizban se centraron en los de ella, escudriñándola como si fuese capaz de verle el interior de sualma. Al cabo de unos segundos Tasselhoff decidió contestarle de manera educada y amistosa, pero sin perder su tono de grabedad.

- Lo menos aconsejable en este caso, mi estimada señorita,es generar alarma social. Aún no estamos seguros de que se haya iniciado una plaga. Y dada la rareza de la misma lo más sensato consiste en erradicarla sin darle opción a su propagación. Nos enfrentamos a un tipo de virus peculiar...

En la expresión de Bárbara podía leerse la incomprensión - ¿No avisar de una posible pandemia? - Sin embargo, guardó silencio, esperando que ambos hombres decidieran explicarse algo mejor o prescindieran de su compañía para hablar libremente. 

Van Helsing se giró hacia Bárbara aún con las manos en la espalda y con rostro serio comentó para quitarle la sensación de preocupación inminente:

-Señorita Shelley, lo que quiere decir el doctor Taselhoff es que hasta que no estemos seguros es mejor que no cunda el pánico. Lo que tenemos que hacer es localizarlo y saber si estamos en lo correcto.

Aunque en verdad estaba mintiendo a Bárbara, lo mejor era que no se preocupase en demasía por el momento.

-No voy a negar que me preocupan las noticias del doctor Taselhoff. Sin embargo la enfermedad de la que hablamos no es una pandemia. O al menos tardaría mucho hasta que pudiese considerarse como tal.

Esta vez se giró hacia Fizban y comentó:

-Doctor Taselhoff. La señorita Shelley es una alumna muy inteligente y creo que tiene la sensación de que no queremos que participe de nuestra conversación. Por favor, comentenos sus sospechas. Creo que podrá ayudarnos. Ya que está aquí, sería bueno que estuviese informada. Seis ojos ven mejor que cuatro, aunque nunca dudé de los suyos...

Fizban escuchó atentamente a Van Helshing, y tras sopesar unos instantes las palabras de su alumno más aventajado se decidió a hablar nuevamente.

- Tiene razón, como casi siempre mi querido cachorro... No tenía previsto que viniera usted acompañado, pero si la encantadora señorita Shelley es su pupila será mejor que esté prevenida, puesto que si mis suposiciones son ciertas, es muy probable que corra un peligro similar al que está usted mismo expuesto, querido Ludwing.

Con un suspiro, se dirigió hacia una mesita y sacó un pequeño y gastado diario.

- Este, señorita Shelley, es el diario de Jonathan Harker un amigo y colega de Van Helshing y... otro de mis queridos pupilos...- añadió estas palabras con gesto de dolor- Me gustaría que leyese este diario para que se haga a la idea de lo que estamos hablando, no tiene por qué hacerlo ahora mismo y le ruego que su opinión acerca de su profesor no se vea afectada por lo que va a leer. Yo puedo parecerle un loco... y en cierta medida lo estoy. Pero Ludwing Van Helshing es una de las personas más cuerdas que yo conozco... - la miró con mucha seriedad para aseverar sus palabras mientras le hacía entrega del diario.

- Ludwing, creo que podrías contarle a tu alumna lo que pasó en Transilvania... e incluso lo que te pasó a tí hace unos años en Holanda. A mi no me conoce, pero a ti sí, es mucho más probable que crea en más en tus palabras que en las mías.

- ¿El señor Harker? - Mirándolos a ambos un poco extrañada - Lo recuerdo, era un buen hombre y me apenó su pérdida -  Toma entonces el diario entre las manos, y solo entonces su mirada torna en un abierto escepticismo. 

- Está bien. Lo leeré en casa para no importunarles. Muchas gracias por su hospitalidad, Profesor - Con una leve inclinación de cabeza, para acto seguido mirar a Van Helsing - Profesor... - Con otra inclinación idéntica, se levanta de su asiento, colocándose el asa de su bolso en el hombro, despidiéndose.

- Señorita Shelley por favor quédese- le dijo Fizban levantandose de su asiento para evitar que se fuera- Será mejor que escuche primero a Ludwing antes de que lea el diario- le vuelve a indicar con amabilidad que vuelva a sentarse.