Partida Rol por web

Bellatrix se levantó cuando el tren dejó su carga y volvió a marcharse. La mujer contemplaba a los recién llegados mientras una sonrisa empezaba a dibujarse en sus labios. La sonrisa se convirtió en risita y esta terminó en una carcajada aguda.

Tras varios segundos riéndose, se cogió los bordes de la falda e hizo una reverencia tan llena de sarcasmo como sus palabras. - Bienvenidos a King's Cross, escoria y sabandija. Espero que hayáis pasado... una buena noche. - Volvió a reír con diversión mientras se sentaba de nuevo.

-¿Ummm? -Murmuró Argus medio aturdido cuando despertó en el tren en marcha. Empezó a mirar a su alrededor y se alteró rápidamente por el sobresalto. -¿Qué? ¿Qué está pasando? -Se puso en pie y escudriñó a través de las ventanas. -¿Donde estoy? 

El tren se detuvo en la estación.

No lograba recordar que había ocurrido. ¿Hemos escapado de Hogwarts? Cogió a la señora Norris y la llevo en brazos fuera del tren donde inspeccionó el lugar. El celador retrocedió un paso cuando vio a Bellatrix allí. Miró en todas las direcciones buscando la protección de los magos de la escuela, pero no había nadie. Solo uno de los estudiantes, y ni siquiera le conocía.

-Da-Dama Bellatrix. -Sonrío temeroso como si intentase no despertar su ira. -¿Donde? ¿Donde estamos? ¿Donde está el profesor Dumbledor? 

Soltó a la señora Norris con delicadeza y se inclinó en gesto de reverencia hacia la mujer.
 

Bellatrix enarcó una ceja al ver la actitud del hombre y enderezó su espalda para soltar una sonora carcajada. - ¿Ahora sí que recuerdas cuál es tu lugar? ¿Ya no me señalas mientras te escondes detrás de las faldas de esos profesoruchos?

Una nueva risa sacudió el pecho de la mujer y cuando se extinguió, miró a Argus de hito en hito. - Estáis muertos. - Respondió muy lentamente mientras sus labios se estiraban milímetro a milímetro en una amplia sonrisa. - Donde nadie podría encontraros, en la última estación. - Finalmente se encogió de hombros. - No puedo decir que lo lamente, aunque me habría gustado jugar contigo antes de que alguien se encargase de mandarte aquí. 

Con una mano hizo un gesto desvaído cerca de su cabeza y siguió hablando, incluyendo a Viktor en la conversación. - Fuera están lamentando vuestra muerte. - Hizo un falso puchero con los labios. - Qué lástima, ¿verdad? - Tras unos segundos su risa volvió a sonar desquiciada, extendiéndose por toda la estación. - ¿Y bien? Supongo que si estáis aquí es porque algo útil sabríais hacer. Si me lo contáis puede que hable fuera en vuestro favor.

Estaba muerto, había estudiado en Durmstang, sabía perfectamente lo que era la muerte, pero era mas difícil de asimilar cuando te ocurre a ti.

La mujer loca estaba allí y no estaba muerta; era capaz de entrar en contacto con los muertos, era una medium. Estaba loca, pero como Hermione había dicho, no mentía y su señor la había abandonado, no era uno de los mortífagos. 

Cuando se bajo del tren estaba terminando de asimilarlo mientras la mujer, Bellatrix le habían dicho que se llamaba, le confirmaba lo que ya sabía. Аз съм мъртъв* Murmuró Viktor, asumiendo lo que le había ocurrido. Y ahora todos los demás estaban en el peligro, sin que el fuera capaz de evitarlo.

Yo tampoco habrría lamentado su muerte señorita Bellatrrix, al menos antes, y a pesar de haberr muerrto mi sangre de mago es tan limpia como la suya. Añadió pensando que eso significaba algo para ella. Ahorra que se que no es uno de los asesinos supongo que ayudarla a que no sea asesinada es lo menos que puedo hacerr. Respecto a lo que se hacerr Karkarov me enseñó a utilizar el hechizo Protego Máxima, capaz de protegerr a cualquierra de la muerte, perro creo que de poco me sirve ahorra y no puedo enseñarrselo en este estado. Lamentaba no poder proteger a los demás, pero poco podía hacer si habían decidido ir a por el. 

Bellatrix asintió cuando el muchacho habló de su sangre, corroborando que ese era un punto importante y a tener en cuenta como él parecía sospechar. Escuchó toda su explicación y finalmente le dedicó una pequeña sonrisa tensa. - Bien. Veré qué puedo hacer por ti. 

Empezó a jugar con la varita pensativa, enredándola en un mechón de sus rizados y ensortijados cabellos y finalmente se volvió hacia los visitantes. - Por lo que parece el señor Sonrisa-Perfecta-Lockhart se reunirá pronto con nosotros. - Su sonrisa se volvió divertida al tiempo que se ampliaba. - Se dice que lo vieron atacarte esta noche.

-Oh oh- Argus se adelantó un poco levantando la cabeza cuando escuchó la buena disposición de Bellatrix para ayudarles. -Dama Bellatrix, si no es molestia, un humilde servidor como yo también podría ayudarle. No entiendo de muchas cosas y... Y si, soy  un squib, pero... -dijo a regañadientes. -Pero siempre llevo conmigo una colección de pócimas que compré en el callejón Knockturn hace muchos años, y si lo que me dijeron es cierto podrían regenerar las heridas y si se coge a tiempo, devolver la vida a los que acaban de morir.

Volví a bajar la cabeza en un gesto súbito para someterme a la mujer.

Al escuchar las palabras de Argus la risa estridente de Bellatrix volvió a sonar incontrolable, extendiéndose por toda la estación y rebotando en el aire con un extraño eco denso y pegajoso.

Cuando tras varios segundos que parecieron eternos la risa se disipó, la mujer se puso lentamente en pie, mientras sus ojos volvían hacia el squib y sus labios se estiraban en una sonrisa desquiciada y amenazadora.

- Está muy mal mentir a tus superiores, escoria. - Dijo con suficiencia, mientras sus dedos empezaban a juguetear con su varita. - ¿Crees que no sé qué podías hacer tú? ¿Que no conozco tu... secretito? Tú no has muerto porque te hayan atacado. Ni tienes esas pociones, o las habrías usado para no llegar a morir. Has muerto porque alguien indagó en tu... magia, mirando en lo más profundo de ti. Tanto te gustaba espiar por los pasillos... y curiosamente lo único que podía matarte era que te espiaran a ti. - El pecho de Bellatrix se sacudió con una nueva risa, mientras el brillo de sus ojos aumentaba lleno de diversión, como el de un gato que se prepara para cazar un ratón. - ¡No... Vuelvas... A... Mentirme! - Exclamó con voz aguda. Su mano se alzó con la varita en ristre y apuntó directamente al pecho del celador. - ¡Crucio!

Todo cuanto podía decir ya estaba dicho, todas sus esperanzas habían sido depositadas en una mentira con el propósito de salir de aquel lugar y regresar a la vida. Por desgracia todo fue en vano y cuando escuchó que Bellatrix sabía que estaba mintiendo, Argus empezó a retroceder sintiendo que la locura de aquella mujer se haría mella con él. -No, no. -Se echó al suelo de rodillas y empezó a suplicar. -Por favor, no. Lo siento, lo siento dama Bellatrix, me entrego a vos para lo que queráis, por favor. 

Argus dejó escapar un grito y miró aterrado al estudiante extranjero como si pudiera ayudarle. -No, no le mentiré de nuevo mi señora, por favor. Al final se quedó en silencio y bajó la cabeza aceptando su destino, solo se escuchaba el gimoteo del hombre.

-¡NO! -volvió a gritar cuando la mortífaga pronunció la maldición. Al principio Argus trató de soportar el dolor pero tal fue la explosión en su sistema nervioso que comenzó a lloriquear y chillar pidiendo auxilio a todo aquel que pudiera ayudarle. -¡POR--¡FAVOR! -continuó chillando y retorciéndose por el suelo como si le estuvieran clavando mil puñales por todo el cuerpo.

La gata se encontraba a dos o tres metros de su dueño cuando Bellatrix lanzó la maldición y presenció como mataban a Argus. Más presa del pánico que del amor que sentiría por el hombre empezó a retroceder con el lomo erizado hasta que se lanzó a la falda de la mujer esperando terminar con aquella situación.
 

La expresión de Bellatrix era de una malsana diversión mientras el hombre se retorcía, concediéndole a la mujer el sonido que más disfrutaba: los gritos de dolor. Su sonrisa aumentaba y estaba completamente enfrascada, sin prestarle ningún tipo de atención a la pequeña gata que siempre acompañaba al celador. Ni siquiera apartó la mirada cuando la Señora Norris se movió rápidamente, como un borrón en la visión periférica de la antigua mortífaga.

Hasta que sintió las uñas del animal clavándose en la carne de su muslo. Bellatrix apartó los ojos de Argus para mirar con incredulidad su pierna mientras un aullido salía de su garganta y pequeñas gotas de sangre brotaban de las heridas, rectas y paralelas. 

Movió su pierna por instinto, lanzando a la gata lejos de sí, intentando que se golpease contra la pared de la estación y de inmediato levantó la varita hacia ella, amenazante, dispuesta a lanzar un hechizo con el más mínimo movimiento que realizase el animal.

El pobre animal fue arroyado por la sacudida de Bellatrix y acabó golpeándose contra la pared. Se recuperó en el aire con la agilidad propia de la raza y nada más tocar el suelo corrió hasta las vías donde la mujer no pudiera verla.

Argus dejó de retorcerse cuando dejó de cebarse en él y simplemente quedó jadeando sobre el suelo de la estación, tenía todos los músculos entumecidos y apenas podía moverse unos pocos centímetros. Solo pudo girar el cuello un poco para ver como su mascota lograba escapar del alcance de Bellatrix.

-Mi señora. -Logró balbucear entre la respiración entrecortada por el dolor y el cansancio. -No más, por... por favor.

Bellatrix apartó su mirada de la gata mientras esta se escondía y bajó la varita. Sus ojos expresaban un profundo desprecio hacia el hombre que permanecía tendido en el suelo y chasqueó la lengua con molestia. 

- Eres tan patético que ni siquiera resultas divertido. - Masculló con desdén, apartando la mirada de Argus. La pierna le escocía donde el maldito animal había clavado sus uñas y sus ojos centellearon con ira. Probablemente si la gata volviese a aparecer delante de su vista recibiría un buen escarmiento. 

Se dirigió al banco y volvió a sentarse, dando golpecitos en su barbilla con la varita. - Sí, parece que ese patético profesor Lockhart aparecerá pronto por aquí. - Informó, dedicando un breve vistazo a Viktor. - Varias personas lo señalan y él tan sólo araña la puerta intentando escapar.

El tren viaja veloz en la oscuridad de los túneles, tan sólo salpicados por algunas pequeñas luces amarillentas de vez en cuando, hasta que se detiene en seco en una estación. La puerta del vagón, que había permanecido cerrada hasta ese momento, se abre con un chirrido y unos escalones descienden hasta el andén. 

Es un lugar oscuro y silencioso el que se presenta ante la mirada del recién llegado. Cuesta reconocer a simple vista la estación de King's Cross, pero se trata sin duda de ella. O de una versión anclada en el pasado, retorcida y apagada de sí misma. Se diría que los colores son más tenues en este lugar y la luz de la luna se cuela por el enrejado de las ventanas, dibujando intrincadas sombras en el suelo. 

Pegados a las paredes se pueden ver algunos bancos metálicos, forjados de barras negras que forman un dibujo ensortijado. Y en uno de ellos, se puede ver una figura sentada que, de alguna manera, parece estar en sintonía perfecta con el lugar. Como si fuese tan sólo una extensión de su desquiciada, retorcida y perturbada mente. Vestida de negro y con los cabellos despeinados, demacrada y perdida, tan abandonada en el tiempo como parece estarlo la estación entera. No es el lugar más que un reflejo de lo que los ojos de la mujer permiten vislumbrar en su fondo.

- Y aquí lo tenemos... - Dijo Bellatrix haciendo un gesto hacia el recién llegado, con una sonrisa desquiciada en el rostro. - Bienvenido a King's Cross, señor Sonrisa-del-año. La última estación.

Ladeó la cabeza y se dio golpecitos en la barbilla con la varita mientras lo contemplaba. - Se rumorea por los rincones que tienes una lengua tan larga como viperina... Aunque supongo que eres demasiado cobarde para ser una serpiente. ¿Tienes algo que confesar? - Preguntó, mientras su sonrisa se ampliaba.

Horrible. Estaba en un lugar sucio, oscuro y sin espejos. Rebuscó en su bolsillo, buscando un cepillo para quitarse la suciedad de la túnica pero ni eso encontró. Y entonces recordó que todo había acabado. Había muerto y nadie le recordaría como el gran héroe que había pretendido ser. Aquello era cuanto menos decepcionante.

Estaba malhumorado observando el lugar, sin sentirse tentado de sentarse en alguno de aquellos bancos mugrientos cuando una voz que empezaba a conocer muy bien llegó hasta él.

- No lo sé, señora Lestrange, ¿quiere probar cuán larga es mi lengua? - insinuó con una amplia sonrisa. Estaba muerto, de perdidos al río. ¿Qué era lo peor que le podía pasar? Desde luego no iba a rematarlo. Y en aquel momento ya no tenía demasiado sentido fingir ser quién no era porque nadie le iba a respetar por ello y desde luego, no se iba a enriquecer -. Toda información tiene un precio - terminó por decir, perdiendo un poco la sonrisa y tornando su rictus en un gesto serio.

Una risita aguda brotó de la garganta de Bellatrix al escuchar la respuesta. - Y dime, Lockhart... ¿Cuál es el tuyo? - Preguntó, ladeando la cabeza y mirando al hombre de hito en hito, todavía sentada en el banco y sin prestar demasiada atención ni al muchacho que seguía de pie en silencio, ni al celador que estaba tendido en el suelo. 

Se acercó a ella, observando el ambiente tétrico que les rodeaba con evidente desagrado, cosa que parecía no compartir su interlocutora. Sabía que estaba muerto y tenía que empezar a pensar como tal pero, ¿en qué pensaban los muertos? Era algo difícil de saber cuando apenas llevaba unos minutos ahí. No veía nada que hacer, excepto tratar que el viejo celador se levantara del suelo, y en aquel momento tenía demasiadas ganas de usar los pies para lograr tal efecto como para pensar en serio en ello.

- Pues se me ocurren algunas cosas... - apoyó el pie en el banco, al lado de Bellatrix, el codo anclado en la rodilla y su rostro aguantado por la palma de la mano, sonriendo, con un brillo travieso en sus ojos azules -. Un beso de ese pozo de estiércol que tienes por boca - oh sí. Aquella era una broma muy divertida, de hecho estaba a punto de caerse al suelo en un ataque de risa. Salvo que lo decía en serio. Nada de lo que intentara aquella mujer le importaría lo más mínimo porque, ¿con qué podía amenazarle? ¿dolor físico? ¿amenazando a seres queridos aún vivos? Aquello era absurdo -. E información, por supuesto. Tengo tanto tiempo de ahora en adelante que creo que lo voy a dedicar a saciar mi curiosidad todo lo que pueda.

El cruciatus de la mujer le había afectado tanto que todavía era capaz de recordar el dolor punzante sobre cada poro de su piel. Solo esperaba que la gata no se viera afectada por sus mentiras.

Un nuevo vagón se detuve en la estación y pudo ver como Gilderoy bajaba de él. Fue una alegría encontrarse de nuevo con una cara conocida. Un profesor de la escuela podría protegerle en aquella dimensión. Todo y eso, Argus no podía creer como Gilderoy se atrevía a hablar de manera tan insolente con Bellatrix. ¿Era tan poderoso como narraba en sus libros o eran tan solo un loco fanfarrón? Todavía sin poder levantarse del suelo miró al profesor y tendió la mano hacia él en un gesto de súplica. Callaos necio, os torturará... Echó un vistazo de refilón a la mortífaga y se atrevió a hablar.

-Gilderoy, tened cuidado... No debéis hablar a la dama Bellatrix con tanta insolencia. Vos sois un profesor de Hogwarts, hablad en mi favor os lo ruego.

Logró incorporarse mínimamente y continuó hablando. ¿Habéis visto a la señora Norris? Hace un rato que no la veo por ningún lado.